18 febrero, 2014

¿DE VERDAD HAS ESTADO EN TIERRA SANTA?

(Guardado en la página 'Peregrino en Tierra Santa')

Mirando fotos de Tierra Santa se me ha ocurrido proponer un ejercicio de memoria y observación. Seguro que en muchos de estos sitios, o incluso en todos, habéis estado los que habéis peregrinado a Tierra Santa.

Lógicamente he evitado los fáciles, los 'lugares comunes', los que salen en todas las fotos, y me he puesto a buscar algunos más complicados. Ahí está la gracia.

¿Te atreves a hacer la prueba? ¿Cuántos identificas?
1) Si adivinas con seguridad todas... eres un fenómeno, pues hay una foto donde sólo muy pocos suelen ir. Es una 'exquisitez'
2) Si adivinas, siete u ocho, has aprovechado bien el viaje o los viajes que has hecho.

Pero... si no pasas de adivinar cinco fotos... eso quiere decir que...
¡HAY QUE VOLVER A TIERRA SANTA!















17 febrero, 2014

EL JUDAÍSMO ES MOVIMIENTO (Videos tomados en Jerusalén)

FIESTA DEL BAR MITZVÁ.  

El niño porta el rollo de la Torah acompañado por su familia y amigos





Niños en la Tumba del Rey David

El otro día fuimos a la Tumba del Rey David, en el Monte Sión, y nos encontramos con este grupo de chavalillos que, nerviosos y sin saber bien qué hacer, entraban y salían. Se ponían ante el cenotafio... hacían como que rezaban.. y afuera. Les enseñan a 'rezar', pero ¿les enseñan a orar? Lo mismo vale para nuestros niños cristianos.




MURO DE LAS LAMENTACIONES: CANTO Y BAILE ESPONTÁNEO

En el muro de las Lamentaciones unos jóvenes cantan y festejan. La fiesta judía es proclive a este tipo de manifestaciones ruidosas, contagiosas, casi eléctricas. ¿Era así como cantaban y bailaban sus predecesores hebreos?





RAÚL HA PEREGRINADO A TIERRA SANTA




             Raúl es un chico de treinta y nueve años, nos dice su madre. Sabe nadar como los peces; va a clase de informática y domina las fotos en los ‘smartphone’; baila la bachata, sevillanas, parándose en cada uno de los cuatro tiempos, y también bailes regionales de Burgos.
            Su madre le ha enseñado el lenguaje de los signos, porque es sordo. Cada mañana, cuando le saludas, te devuelve los buenos días con las manos llevándoselas al corazón y a los labios.
            No se ha perdido nada. Es más, ha sido de los que más y mejor han participado de la peregrinación. Su madre le preparó para la primera comunión, y allí estaba él en la misa, tan a gusto. Pepe, el cura, iba de propio a darle la paz y se fundían en un abrazo; luego comulgaba, con seriedad, sabiendo lo que hacía.
         


Raúl tiene novia; el día que fuimos a Belén era San Valentín, y lo sabía perfectamente. Se estuvo probando unos anillos porque se quiere casar. Pepe le ayudó a elegir. Al final no se compró el anillo, pero uno de los dependientes le regaló un rosario de pulsera, y Raúl te lo enseñaba y le daba un beso al Cristo.
            
Cuando fuimos a la Visitación, a Ain Karen, allí vimos que la Virgen María y su prima Santa Isabel se abrazaban. Pues Raúl nos regaló también un precioso abrazo con Olivia.
            Pruden, su madre, dejaba que todos lleváramos de la mano a Raúl. Con todos simpático y cariñoso, no le quitaba el brazo a nadie que se lo tendiera. Un tío majo y abierto.
            


El último día hicimos el Vía Crucis. Raúl sabía que eso era muy importante y estuvo todo el rato serio, porque la Pasión de Cristo no se toma a broma. Del brazo de Blanca, nos pone cara de persona formal.
            



Esta mañana hemos regresado de Tierra Santa. Raúl se ha incomodado porque hemos tenido que madrugar, y nos preguntaba que por qué le habíamos despertado tan pronto. Luego, en el aeropuerto, se ha puesto de morros porque uno de los de seguridad le han hecho abrir la maleta. ¡Siempre hay necios y torpes en todas las partes!
         


Raúl ha peregrinado a Tierra Santa. ¡Bendito sea Dios!

Pedro Ignacio Fraile Yécora
19 de Febrero de 2014

08 febrero, 2014

MI TERCER LIBRO PUBLICADO

Ayer por la mañana recibía algunos ejemplares del libro que acabo de escribir. Es una 'guía de lectura' de la obra de J.A. Pagola sobre Jesús. He disfrutado mucho porque a cualquier cristiano le encanta hablar de Jesús. Es más, creo que todos los cristianos deberíamos hacer el esfuerzo de escribir, aunque fuera en unas pocas páginas, nuestras experiencia sobre él. Hace muchos años me propusieron que escribiera sobre Jesús, y contesté que hay mil libros, muchos de ellos magníficos. Esta vez no es una obra totalmente mía, sino un trabajo para desarrollar didácticamente los capítulos de esta obra de Pagola: ejercicios, preguntas, pistas a seguir sugerencias etc. El propósito es claro: conocer y amar mas a Jesús, a quienes los cristianos lo confesamos como 'Señor' y 'Salvador', como 'Hijo de Dios' y 'Redentor'. ¿Un día escribiré un libro totalmente mío sobre Jesús? Puede ser. Este libro no es propiamente una 'cristología' (reflexión sobre Jesús como Cristo de Dios), pero es un buen inicio para adentrarse en el mundo de la reflexión sobre su persona. Es el tercer libro que he publicado.









El primero fue sobre san Pablo, y nació del 'Año de san Pablo' que convocó el papa Benedicto XVI. Fueron la recopilación y la redacción de forma ordenada y con plan, de las charlas y conferencias que di en aquel año. Lo publiqué en el año 2008.











El segundo libro fue la recopilación de parte de las 'separatas' que hacía sobre Biblia para la revista 'Cooperador Paulino'. Su título es 'Shema', y recoge las ideas principales sobre Biblia como Palabra de Dios, los principales libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Vio la luz en el año 2010.




Si Dios quiere trabajaré sobre otras publicaciones. Quizá una 'guía' de Tierra Santa o Turquía con un sabor distinto a las que encontramos; o quizás un trabajo sobre salmos que está muy avanzado. Ya veremos.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
8 de Febrero de 2014




07 febrero, 2014

CONFIAR CUANDO EN NADIE SE CONFÍA (Salmo 16)


En nuestro peregrinaje vivimos de la confianza. Comparto con vosotros el comentario del salmo 16. Lo comparto, como siempre, por si os es útil.


¿DÓNDE CIMENTAMOS NUESTRA CONFIAZA?
(Salmo 16 [15 LXX y liturgia])

«Me refugio en ti»

(1b )    ¡Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti!

«Confesión de fe»

(2)       YO DIGO  al Señor: "Tú eres mi bien".
(3)       Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen.
(4)       Multiplican las estatuas de dioses extraños;
            no derramaré sus libaciones con mis manos,
            ni tomaré sus nombres en mis labios.
(5)       El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
            mi suerte está en tu mano:
(6)       me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.

«Dios acompaña en el camino»

(7)       BENDECIRÉ al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
(8)       Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
(9)       Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena.
(10)     Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
(11)     Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Comentario
           
«Me refugio en ti». Estamos en un «Salmo de Confianza». El verso que funciona como introducción de todo el salmo da las dos claves fundamentales. En cuanto orante, en cuanto persona débil que sabe que necesita a Dios, el poema es una súplica: ‘Protégeme, Dios mío’. Pero, por la experiencia repetida que tiene, sabe que pude descansar en él porque no le va a fallar: ‘me refugio en ti’.
El orante, a lo largo del salmo, manifiesta públicamente que pone toda su confianza en el Señor (v. 2): ‘Yo digo al Señor, tú eres mi bien’. Dios es como el buen amigo que aconseja y a quien se consulta (v. 7). El creyente sabe que Dios no le va a fallar (v. 8). Confianza que alcanza incluso al riesgo real de la misma muerte (v. 10), con el convencimiento de que Dios le mostrará el camino de la vida proporcionándole una alegría perpetua (v. 11).
            «Confesión de fe». Comienza esta segunda parte con un solemne ‘yo digo’, que equivale a decir ‘yo creo’ o ‘yo confieso’. El objeto de esta confesión no es sino Dios mismo, verdadera y única roca en la que fundamentarse, verdadera riqueza que colma el corazón humano.
Por contraste el salmista opone los ídolos a Dios. Si bien no podemos saber a qué se refiere, sí que vemos cómo se trata en todo caso de palabras religiosas con trasfondo negativo: ídolos, libaciones. La historia de Israel está atravesada de episodios en los que los mismos reyes aceptan el sincretismo religioso según sus conveniencias (Salomón permite que sus mujeres introduzcan otros cultos), o rebajan las exigencias del Dios de la libertad y de la justicia (Elías se tiene que enfrentar con Jezabel y los profetas de Baal).
            (v.3) Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen’. Los ídolos, los diosecillos, cambian de nombre; pero la idolatría acompaña el caminar de la humanidad. La actualidad de esta acusación es indudable.
            No sólo se trata de falsos dioses, sino también de humanos que se enseñorean y pretenden ser dueños de las vidas ajenas. El humano, cuando pervierte su vocación de «ser hermano», se convierte en «tirano». El creyente se niega a aceptar otro señorío que no provenga del mismo Dios de Israel, el que creó al hombre libre y el que dio la libertad a su pueblo.
(v.5) El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano’. El orante proclama que sólo pertenece al Señor, usando un lenguaje levítico. A Leví no le toca ninguna tierra: ‘El Señor dijo a Aarón: Tú no recibirás herencia en su tierra ni tendrás una parte entre ellos. Yo mismo seré tu herencia y tu parte en medio de los hijos de Israel’ (Nm 18,20; cf Jos 13,14). Cuando se dividió la tierra se echaba a suertes usando unos dados metidos en una copa (Jos 13-21). A quien le tocaba un terreno sin piedras, y más aún si le tocaba una fuente, podía decir que le ‘gustaba su herencia’. El orante se identifica con el levita; ninguno de los dos tienen necesidad de copa, porque no desea un trozo de tierra, ya que ambos han recibido en suerte una realidad mayor, el Señor mismo, preferido a todo lo demás. Dios es para el orante la carne, el pan, el vino que le nutren y le dan fuerza y le hacen vivir. De esta forma el orante puede decir como otro salmista: ‘Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él’ (Sal 34,9).
«Dios acompaña en el camino». La respuesta del orante a esta presencia de Dios en su vida es la bendición.  Una bendición que es de todo su ser, de toda su persona, como diríamos hoy: entrañas, corazón, carne.
En esta segunda parte aparece la idea de un Dios que guía y acompaña en el camino de la vida: ‘me enseñarás el sendero de la vida’ (v. 11), se coloca ‘a la derecha’ para proteger (vv. 8 y 11). Dios va por delante mostrándole el camino, pero a la vez está a su derecha como consejero que no falla y soporte en los momentos más difíciles.
El Dios que sacó a Israel de Egipto y que le acompañó hacia la tierra prometida, es el mismo Dios que hizo el camino con los padres. Yahveh se revela con frecuencia en la Biblia no como el Dios que espera a que vayan a él, sino como el que se pone a caminar con su pueblo. Dios no ‘deja en la estacada’, o embarca a otros como el ‘capitán araña’, o ‘promete pero no da’. Es un Dios del que te puedes fiar. De forma inseparable a la confianza, va unida la alegría, repitiendo en dos versos las mismas palabras: ‘gozo y alegría’.  (vv 9 y 11)

Preguntas para la reflexión

(1) ¿Dónde pongo los fundamentos de mi confianza?
(2) ¿De dónde nacen los motivos de mi alegría?
(3) ¿Puedo decir con el salmista que Dios es mi heredad?
(4) ¿Considero a Cristo como ‘único bien’?


Pedro Ignacio Fraile Yécora
7 de Febrero de 2014

06 febrero, 2014

CUATRO PERSONAJES EN BUSCA DE LECTOR


 Uno de los problemas que tenemos hoy los cristianos es cómo acercarnos a la Biblia. No sólo es una razón «teológica», pues para un creyente se trata no de un simple libro sino de la «Palabra de Dios»; es también una razón «cultural», pues con frecuencia nos repelen textos que bien parecen anclados en un pasado ya superado (como es el caso del relato de la creación), bien son violentos y pensamos que no hay que leerlos.
Una tercera razón, más allá de las dos anteriores, es una razón de lectura creyente. El Nuevo Testamento es más fácil, pero ¿cómo leer el Antiguo Testamento sin renunciar a nuestra condición de creyentes y de personas de este mundo occidental del siglo XXI?
Os propongo no una lectura «literal» de textos mínimos, sino una lectura creyente y narrativa desde la perspectiva de los personajes. Dicho de otra forma, se trata de ver que cuando leemos la Biblia, no intentamos «ajustar a nuestra vida» historias que no nos importan, sino que podemos decir que ‘esta historia que leo, es mi historia’.
Los pasos son tres:
Primero: la experiencia humana
Segundo: el personaje tal como nos lo presenta el texto bíblico
Tercero: la teología (nuestra idea de Dios) que subyace y que debemos cambiar.


1. Abrahán: de la búsqueda a la obediencia

La experiencia humana. Con frecuencia nos encontramos con personas inquietas. Inquietas por su futuro porque tienen ambición, o inquietas por las grandes preguntas que una y otra vez vuelven a su vida. Puede ser que esta persona, si es religiosa, busque una palabra en Dios. Pero, ¿qué Dios? ¿Vale con el Dios de los padres? ¿Es suficiente la fe heredada o hay que ponerse en camino? ¿No es mejor conformarse con lo que ya sabemos? ¿Y si en el camino se pierde incluso las pocas seguridades que nos quedan? ¿Hay que fiarse de los otros o hay que rechazar? ¿Hay que partir de las seguridades o es mejor no fiarse de nada ni de nadie, el escepticismo absoluto? ¿Juega Dios con nuestros sentimientos?
La experiencia de Abrahám. Abrahám es descrito como alguien que vive en su casa con su familia. Debemos suponer, por tanto, que tiene sus seguridades. Podría llevar su vida sin más complicaciones. Podría seguir la religión de sus padres. Un día escucha una llamada que le dice ‘ponte en camino a la tierra que yo te mostraré’ (Gn 12,1). Es lo mismo que decir: desinstálate, muévete, deja tus seguridades y arriésgate.
Es más. Parece que Dios se le está riendo, porque las dos promesas son absurdas: a una persona anciana cuya mujer es estéril le dice que va a ser padre de una multitud como las arenas de la playa o las estrellas del cielo. A una familia de itinerantes les promete que les dará una tierra y que la habitarán (Gn 15,1-5;18; 22,17).
Abrahám puede tener el pecado de la osadía, de la imprudencia... o puede correr el riesgo de la fe. Abrahám se arriesga a pesar de que su mujer, Sara, se le ríe. Abrahám tiene la osadía de albergar en su casa a unos personajes extraños e invitarlos a la mesa; ellos serán los que anunciarán una buena  noticia tantas veces esperadas y tantas veces frustradas: va a ser el padre de un niño (Gn 18,10-15)
Cuando la promesa de Dios parece que se va a cumplir, Dios parece que se riera de nuevo del pobre y buen Abrahám: quiero que sacrifiques a tu hijo (Gn 22). La prueba de que la fe de Abrahám es segura se manifiesta aquí; sabe que Dios no le va a fallar y decide obedecerle. Es obediencia en la fe; no obediencia ciega a un destino cruel, sino a una promesa anterior: ‘multiplicaré tu descedencia’. El ‘aquí estoy’ de Abrahám (Gn 22,11) no es un juego de palabras, sino una actitud de fe confiada a la vez que obediente.
Abrahám, padre en la fe. Abrahám ha pasado a ser modelo del creyente en las tres grandes religiones monoteístas o proféticas. Primero porque creyó ‘contra toda esperanza’ la promesa que le había hecho Dios. Después porque no dudó en hacer lo contrario a lo evidente (sacrificar al hijo de la promesa) sólo porque Dios se lo había pedido. El valor de Abrahám es ponerse en camino; ser un buscador, y dejar sin miedo que le visitase Dios por medio de aquellos desconocidos. El valor de Abrahám es la integridad de su vida y la fe en un Dios personal que se le comunica en la historia, no al margen de la historia. Las personas son mediaciones; unas veces como estorbo (Sara desconfía), otras como don precioso: Isaac.
El recorrido de Abrahám es actual porque ninguno de nosotros puede presumir de no tener que hacer el camino de la fe y de pasa la prueba. Cada uno tendrá las suyas; tendrá que dejar sus seguridades (la casa paterna, sus dioses) y correr el riesgo de una fe que no sabes bien dónde te puede llevar. La fe bíblica te llevará a decir ‘hinnení’ aunque lo digas con los ojos llorosos. La experiencia de Abrahám es que Dios ni se goza en el sufrimiento ni falla. Su camino es para buscadores, pero buscadores que saben acoger el misterio del más grande.

2. Jeremías: la escucha del Dios incómodo


La experiencia humana. La fe puede ser una alegría, una gozada, una suerte maravillosa... o puede ser fuente de conflictos, de tristezas, de combates internos. Se puede dar gracias por el don de la fe, o se puede protestar a Dios diciendo por qué a mí; por qué yo... ¿Acaso no soy el hazmerreír de la gente? ¿No sería mi vida más feliz si fuera como todos’. Ser creyente no es sinónimo de vivir en paz. Es más; muchas veces es sinónimo de vivir en tensión, en contradicciones, en confrontación con personas que hacen mofa y escarnio.
La experiencia de Jeremías. Jeremías ha pasado a la historia por ser un personaje amargado: ‘lloras más que Jeremías’, se dice aún en algunos sitios. En efecto, de él nos han llegado las confesiones (Jer 11,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18, 18,18-23; 20,7-18); son, sin duda, sus textos más significativos.
Jeremías es un ‘hombre de Dios desde el seno materno’ (Jer 1,5). No podemos decir, por tanto, que sea un converso, o un trabajador ‘de la última hora’, como dirá la parábola del evangelio. Jeremías ha recibido la vocación siendo aún un muchacho y la ha aceptado (Jer 1,6). Vive en una aparente contradicción: unas veces desea que Dios hable (Jer 15,16); otras lo vive con angustia (Jer 20,8).  Sin embargo su vocación profética le impide callar la voz del Señor (Jer 20,9)
Su misión se convierte con frecuencia para él en burla y escarnio (Jer 15,17-18). Tiene que nadar contra corriente; tiene que predicar lo que no quieren oír. Cuando todos, pueblo y políticos, dicen que la salvación viene de las tropas egipcias, que salvarán a Jerusalén de su asedio, él dice de parte de Dios que no hay remedio, que el pecado del pueblo ha llegado a su límite y es mejor que no pongan resistencia. Jeremías es golpeado y condenado a muerte. Jeremías se enfrenta con un falso profeta que halagaba los oídos de Jerusalén (Jer 28).
Jeremías es el hombre que  sufre precisamente por ser fiel a su vocación; por eso grita y protesta y llega incluso a decir que hubiera sido mejor si no hubiera vivido (Jer 20,14-18). Es un profeta trágico, sufriente, para nada tranquilizador de conciencias.
¿En qué Dios creemos? El gran riesgo de todos los creyentes es hacernos un Dios según nuestros prejuicios o a nuestra imagen y semejanza. Puede ser que nos construyamos un Dios juez y severo, que no transige con el mal hasta el punto de que está siempre irritado y con mala cara. ¿No será que nosotros somos así y proyectamos en Dios nuestra forma de ver el mundo y a los demás?
Puede ser, por el contrario, que nos hagamos a la idea de un Dios bonachón, el abuelete que es cómplice con los nietos frente a los padres y les pasa todo, ‘papa Noel’ que va repartiendo regalos y dulces. El Dios revelado en Jeremías es, sin embargo, un Dios desconcertante y exigente. Por una parte llama: Jeremías se sabe enviado por Dios; por otra le envía a una misión que la vive como fuente de tensión. ¿Puede ser esto así? ¿No será mejor no creer?
El Dios de Jeremías es un Dios que no se deja manipular. Jananías es un falso profeta que dice hablar en nombre de Dios. ¡Tremendo desconcierto! ¿A quién hacer caso? ¿Quién dice la palabra de Dios? ¿El que pronuncia lo que nos gusta o el que dice la verdad aunque no nos guste y nos moleste? El Dios bíblico da la felicidad, da la vida; su palabra es verdadera, pero esto no  quiere decir que sea siempre agradable a nuestros oídos o que coincida con nuestras apetencias en cada momento. ¿Cuándo leo la palabra de Dios la siento como interpelante o como droga calmante que me da la razón?

3. Jonás: las convicciones contrariadas


La experiencia humana. Las personas solemos tener unas ideas fundamentales en torno a las cuales organizamos nuestra vida: son nuestros principios. Principios éticos, principios religiosos, principios políticos. En la infancia recibimos de nuestros padres, profesores y entorno social. En la adolescencia decidimos que  no valen y que queremos tener los nuestros propios. En la juventud tenemos principios universales y por lo general generosos; en la madurez aparece la sensatez y vamos aquilatando los que moverán el resto de nuestra vida. Por eso mismo, cuando una persona que tiene, más o menos claro lo que piensa y ve que de repente todo se le cae... decimos que se le ‘caen los palos del sombrajo’. Contamos con imprevistos, con dificultades, pero no con que se nos venga abajo las columnas sobre las que edificamos nuestra vida.
La durísima experiencia de Jonás. Jonás es una buena persona y un buen judío. Sabe qué agrada a Dios y lo que le contraría. Sabe que Dios es justo, que premia y castiga. Es más, ha recibido de Dios mismo una palabra profética. Por lo cual debería sentirse privilegiado y halagado. Jonás conoce bien la política de su tiempo y ha oído hablar de Nínive, la gran ciudad impía donde abundan los ídolos abominables, donde la gente no respeta los mandamientos de Dios y donde la sangre se derrama por doquier. Nínive está, sin duda, llamada a la destrucción.
La palabra de Dios le dice, sin embargo, que tiene que ir a Nínive para que anuncie un castigo venidero, el pueblo tenga tiempo de convertirse y se pueda salvar. Jonás no sólo no lo entiende, sino que se niega a obedecer: Nínive debe ser destruida.  Jonás desobedece y huye; se va justo hacia el oeste, hacia Tarsis, para huir de la misión. Después de muchas peripecias Jonás predica la conversión y Nínive se convierte. Como el hermano mayor de la parábola de Lucas, Jonás se enfada (4,1) y le pide a Dios que le quite la vida porque su soberbia no soporta ver que los pecadores se hayan salvado. Por segunda vez, Dios le corrige. Por medio de una ramita de un árbol donde se había cobijado y que se había secado, el Señor le hace comprender a Jonás dónde está lo importante y dónde lo secundario.
¿Quién corrige a quién? No es demasiado difícil encontrar entre gentes religiosas personas que se atreven a enmendar la plana a Dios. Cuando se insiste en que el Dios Bíblico es un Dios de amor y de misericordia, no falta quien diga: ‘Sí, pero antes es justo’. A Dios le salen con frecuencia abogados que lo quieren defender y corrigen otros textos bíblicos. Son como Jonás que se enfada porque Dios es misericordioso y él está convencido de que se ha equivocado.
La fe supone no el decirle a Dios cómo tiene que actuar, o cómo debe comportarse en el mundo, sino en abrirse a su acción siempre desconcertante a la vez que iluminadora. El Dios bíblico no permite ser reducido a un ídolo que cogemos y dejamos, que castigamos o premiamos, que engañamos con nuestras mentirijillas y que le hacemos ir por donde nosotros queremos.


4. Elías: la pasión por Dios

La experiencia humana: ¿Conoces a alguien que defienda los derechos de Dios? Puede ser que cualquiera de nosotros nos pongamos en esta texitura: «no toleramos que se manche el nombre de Dios».  Las razones son varias y distintas:

-        no permitimos que se mofen de Dios porque es nuestro Padre
-        no permitimos que nadie «use» el nombre de Dios para hacer magia, o para manipularlo       como si de un títere se tratara.
-        no permitimos que en nombre de Dios se explote a nadie; por ejemplo, cuando decimos ante una catástrofe «es la voluntad de Dios».
Dios es Dios y no se puede «reducir» a un sentimiento de bienestar, porque ¿qué hacemos cuando las cosas no van bien, dejamos de creer en Dios?
Tampoco es un «Dios relojero» que pone en marcha el reloj del mundo y se retira a descansar. El Dios de Jesús es un Dios que sufre y que actúa.
¿Se puede vivir la fe en Dios de forma «desapasionada» como si de algo accesorio se tratara? ¿Podemos vivir igual cuando creemos en Dios?

Elías, un profeta contra todos: La Biblia nos presenta a Elías con tres rasgos:
-        Es el hombre que defiende a los pobres y se enfrenta a la reina Jezabel  porque ha mandado asesinar a un pobre campesino para quedarse con su tierra (1Re 21,17). Dios no tolera la injusticia
-        Es el hombre que se enfrenta a todos los profetas de Baal y es perseguido porque confunden al pueblo y lo alejan del Dios verdadero (1Re  18,36-39)
-        Es el hombre que recibe una lección de parte de Dios: él no quiere la violencia sino la presencia del Dios oculto; del que se revela pero que no se puede asir, coger, capturar.

Elías ha pasado a la historia bíblica como el «defensor del yahvismo». Moisés es el guía del pueblo, el libertador y el compilador de las leyes de Dios. Elías es el que más va a defender la verdadera fe contra todos los intentos de reducción a una idolatría o de una fe movida por las «creencias», pero que olvida al Dios de la justicia.

Un profeta para nuestro tiempo. No es fácil hoy ni hablar de Dios ni, mucho menos, sustraerlo a la acusación velada de que el monoteísmo es la causa de la violencia remota de muchas situaciones de nuestras sociedad.
Sin duda que Elías es un profeta violento, pues se enfrenta a los profetas de Baal por defender a Dios. Es un profeta apasionado. Pero recibe de Dios una lección:
-        Él no está en el viento huracanado del que nos protegemos
-        Él no está el terremoto que destruye
-        Él no está en el fuego devorador
Dios se revela en ese «susurro» apenas perceptible. Hay que salir de la cueva, hay que vivir en medio de mundo y descubrir el paso de Dios por las vidas de las personas.




05 febrero, 2014

HÁBLAME DE DIOS

Preparando un trabajo sobre la Trinidad, y buscando en el 'fondo de armario' de apuntes, poemas, y textos de todo tipo, me he encontrado con esta maravilla que escuché hace unos años. No sé quién es el autor, pero no creo que le importe que lo comparta con vosotros. La he titulado 'háblame de Dios'  porque es el estribillo que se repite en cada verso.
HÁBLAME DE DIOS

Dije al almendro: háblame de Dios
y el almendro floreció,
Dije al pobre: háblame de Dios,
y el pobre me ofreció su capa.
Dije al sueño: háblame de Dios
y el sueño se hizo realidad.
Dije a un campesino: háblame de Dios
y el campesino me enseñó a labrar.
Dije a la naturaleza: háblame de Dios
y la naturaleza se cubrió de hermosura
Dije a un amigo: háblame de Dios
y el amigo me enseñó a amar.
Dije a un pequeño: háblame de Dios
y el pequeño sonrió.
Dije a un ruiseñor: háblame de Dios
y el ruiseñor se puso a cantar.
Dije a la fuente: háblame de Dios
y el agua brotó.
Dije a mi madre: háblame de Dios
y mi madre me dio un beso en la frente.
Dije a la gente: habladme de Dios
y la gente se amaba.
Dije a la voz: háblame de Dios
y la voz no encontró palabras.
Dije al dolor: háblame de Dios
y el dolor se transformó en agradecimiento.
Dije a la Biblia: háblame de Dios
y la Biblia no paró de hablar
Dije a Jesús: háblame de Dios
y Jesús rezó el Padrenuestro.
Dije temeroso al sol poniente: háblame de Dios
y el sol se ocultó sin decirme nada.
Pero al día siguiente al amanecer,
cuando abría la ventana, ya me volvió a sonreír.

04 febrero, 2014

¡¡CIEN ARTÍCULOS DEL BLOG ‘RELATOS DE UN PEREGRINO’!!



            El número cien es muy redondo. A los presidentes de gobierno, a los gobiernos, ¡incluso al Papa de Roma!, le revisan en su quehacer y su ‘queprometer’, sus expectativas y sus lagunas después de «cien días».
            Os contaré algunas curiosidades de la vida interna del blog. Por ejemplo, que el único artículo que ha llegado a las 200 visitas es el dedicado a la ‘Conversión de San Pedro y San Pablo’. Son unos antiguos apuntes míos que tenía por el ordenador y que un día decidí compartir; sin embargo, otros apuntes, dedicados al ‘Padrenuestro’, se han perdido en los números bajos del «ránking». Le sigue en lecturas las «Diez razones para ir a Tierra Santa», con 135 lectores; luego «Los ángeles lloran en Malula» (109), «Paisaje y paisanaje» (85), «Saberes y sabores de Tierra Santa» (84), «Un espectáculo penoso en Jerusalén» (63), «Beso alargado, abrazo intenso» (62), «Jesús; una revisión personal, dolorosa y necesaria» (62) y por último «Jesús, los hipócritas y Séforis» (61).
            Es bueno saber lo que más leéis. A veces, te emperras en un artículo porque crees que es interesante o piensas que algo merece la pena, y sin embargo no se encuentra el beneplácito de los lectores.
            Entre los países que leen el blog (6.594 entradas a la hora de escribir este informe), lleva la ventaja, como no podía ser de otro modo, España; le sigue Estados Unidos (1776); luego Rusia (534); Argentina (397); México (210); Colombia (205); Alemania (180); Perú (143); Ucrania (68) e Israel (65). Algunos lectores han entrado alguna vez desde Vietnam, Filipinas, China, Suecia, Zimbabwe… Ahora mismo veo que están leyendo desde América Central: El Salvador, Costa Rica, Panamá… Un saludo para todos. A veces escribo de cosas que pasan en España, con lo cual no será fácil que se pueda entender bien de qué estoy hablando.
            Entre los temas, como habréis podido ver, me tiran de forma especial los relacionados con Tierra Santa y Turquía, viajes incluidos. Por cierto, si estáis interesado en alguno de los dos que preparamos para este verano, no dudéis en escribirnos a viajesatierrasanta@hotmail.com y os contestaremos seguro.
            Otros temas sobre los que vuelvo son el de la fe y el hombre moderno. ¿Se puede ser cristiano en esta sociedad? Esa es la pregunta a la que más vueltas le doy. Si se puede ser cristiano, ¿cómo serlo de forma coherente y atractiva a la vez?
            Una pega enorme para el blog: la participación de los lectores. No he sido capaz de hacerlo fácil para que pudierais participar con vuestros comentarios. A ver si de ahora en adelante lo conseguimos.
            Por último, el título. Va cambiando, hasta que encuentre uno que se «ajuste» a nuestro propósito. ¡A por otros cien artículos!


            

02 febrero, 2014

EL "PASO DES(ACOMPASADO) DE DIOS"



            Cuando se aprende la instrucción en el ejército (se «aprendía», más bien), el cabo primero gritaba marcando bien las dos sílabas: «¡pa-so!», y todos repiqueteaban el suelo con dos golpes de pie (y de bota), la orden repetida del soldado mil veces reenganchado: «bum-bum». Así una y otra vez: «¡pa-so!»!- «bum-bum»; «¡pa-so!»… Horas de instrucción para que en el día de la «jura de bandera» las compañías compitieran entre ellas a ver quiénes iban más acompasadas. Había que aprender a «marcar el paso». La instrucción era, en buena medida, aprendizaje de ir todos uniformes y uniformados con un paso al unísono.
            

Hoy es el «día de la Candelaria». El jesuita que ha presidido la Eucaristía nos ha dicho que debemos descubrir el «paso de Dios» por nuestras vidas, porque solemos estar a veces despistados: Dios pasa, y no nos damos cuenta. La cosa iba por los buenos de Simeón y de Ana, que subieron como todos los días al Templo de Jerusalén, y cuando vieron aparecer a aquella familia de pocos posibles (¡sólo llevaban dos tórtolas, lo mínimo que exigía le Ley pa
ra no ir de vacío al Templo!), dijeron: «acaba de entrar en estos atrios el Mesías de Dios». Sólo ellos, dos ancianos cansados de ver gente, vieron que en aquel niño acompañado por sus padres pobres (¡que no «pobres padres»!), estaba Dios mismo en plenitud. Supieron ver y entender el «paso de Dios».
            Dios «pasa» pero  no marca el paso. Dios «pasa» por nuestra vida, pero no se fija en los que marcan el paso. Dios prefiere los que van con el paso libre, o suelto, con gracia, con gracejo, con simpatía y desparpajo.
            Muchas veces decimos que a Dios no le gustan los «caminos hechos, trazados, cerrados», sino que prefiere adentrarse por caminos sin trillar, porque Dios no tiene miedo y espera mucho de cada hombre.
            Hoy podemos decir que a Dios no le gusta la gente que «marca el paso», si bien le gusta que descubramos que él «pasa» por nuestra vida. ¿Tiene que ver esto con la providencia y su tensión dramática con la libertad? Probablemente sí, porque Dios camina con nosotros, a veces sin hacerse notar, a veces dándonos un tirón de orejas, a veces llorando con nosotros, a veces llamándonos la atención, a veces cuando estamos «felices» (en uno de esos «sorbos» de felicidad que no sabemos de dónde salen, pero que sabemos que son de verdad).
            El «paso» de Dios tiene que ver con la «providencia y su tensión dramática con la libertad», y tiene que ver con nuestras superficialidades y profundidades, con nuestros hondones y nuestros vuelos rasantes. ¡Cuántas veces no vemos que Dios pasa porque «no vemos», o «no oímos», o no «escuchamos», o no «sentimos»! Quizá haya que empezar por ahí, por aprender a «escuchar y no sólo oír»; a «contemplar y no sólo mirar»; a «sentir y no sólo analizar». Probablemente entonces descubriremos cómo Dios pasa por nuestra vida, aunque nunca, nunca, nunca, nos «haga marcar el paso».

Pedro Ignacio Fraile Yécora
2 de Febrero de 2014
Fiesta de la Presentación del Señor en Templo
http://pedrofraile.blogspot.com.es/