28 abril, 2015

JOSÉ ANTONIO MARIN JIMÉNEZ: RECUERDO AGRADECIDO Y ESPERANZADO




Hoy hace cinco años que enterrábamos a José Antonio Marín. Se fue en silencio, como fue toda su vida. Callada y activa. Cercana y sensible. Amorosa y cálida, muy cálida. Sencilla y generosa, muy generosa.
            Si traigo hoy al blog su recuerdo, no es con el afán de «salvarlo» perpetuando su memoria entre nosotros. La memoria humana es muy frágil, y la «vida perdurable» que confesamos los cristianos, no es en ningún caso un fruto maduro de este recuerdo perenne de los suyos. Sabemos que llegará un día que nadie se acordará de él, ni de nosotros…. ¿Eso es la «vida eterna», que alguien te recuerde? Evidentemente no. Los creyentes sabemos que, aunque el recuerdo humano es muy frágil, Dios no «tiene memoria», sino que «es memoria». Dios no tiene que «hacer un esfuerzo» por recordar o tiene que lamentar que «se haya olvidado» de alguien. Nuestros nombres están escritos en Dios. Nuestra esperanza y nuestra seguridad están en Dios. Sin embargo, somos de carne y hueso; estamos amasados de memoria y sentimiento; por eso es bueno y necesario, aunque sea frágil, el recuerdo de las personas que hemos querido. «Justo y necesario», como decimos en la liturgia católica.
            He querido poner dos adjetivos en el título que acompañen al sustantivo «recuerdo». Un «recuerdo agradecido». La vida de José Antonio estuvo marcada por la generosidad. De ello saben bien los proyectos que inició en Burkina Fasso (escuela, guardería, pozos de agua…), todo fruto de una amistad con el Padre Eugenio, carmelita oriundo de este país al que conoció en Jerusalén. ¡Cómo hablaba de Burkina y de su gente! ¡Con qué cariño! ¡Qué ilusión! Un año completo quiso marchar allí para dedicarse por entero a la misión que él mismo había iniciado y para la que no se cansaba de buscar patronazgos. En más de una ocasión yo le acompañé a pedir dinero para sus proyectos, como si de un «pobre mendicante» se tratara. Eso sí, «mendicante de la caridad para los pobres».
            Un recuerdo agradecido porque las personas, y más aún las instituciones, con frecuencia no lo son. Su vida, compartida con otros muchos lugares queridos, sin duda, estuvo marcada por Jerusalén y por la  «Casa de Santiago». Yo era su amigo y confidente, y me explicaba todos los proyectos que tenía… y que desgraciadamente nunca se llevaron a cabo. También me confiaba los estorbos, tropiezos y dificultades que encontraba a su paso. Me hablaba del solar que tenía la Obra Pía, cerca de las Teresianas, en Jerusalén; él soñaba con una casa española allí, cerca de l’École, del Instituto Albright, de la Puerta de Damasco… El otro día pasé por allí y vi cómo el solar sigue allí, lleno de malas hierbas; sin visos de que nadie actúe o lleve idea de actuar. Me acordé de José Antonio.
            Me hablaba de las gestiones que había hecho con los Hermanos de la Salle, en la Ciudad Antigua; con las Franciscanas Misionera de María, junto a la Puerta de Damasco… Muchas gestiones para procurar una casa en la ciudad, moderna y cómoda, para los estudiantes de Biblia que fueran a estudiar a Jerusalén en una institución de la Iglesia Española. José Antonio se fue en un día de finales de Abril, y nos dejó como legado el sueño inacabado (hoy sigue todo igual) de una casa española digna en Tierra Santa. Pocos, o me atrevería a decir que nadie como él, ha soñado día tras día con este proyecto. Pocos, casi nadie, han reconocido y agradecido sus desvelos y esfuerzos.  
         
 El segundo adjetivo que acompaña al sustantivo «recuerdo» es el de «esperanzado». José Antonio era un hombre de fe recia. Heredada de padres, de familia, de tronco enraizado. Son ese tipo de fe sólida, hecha con historia de cristianos viejos, y amasada con sufrimiento y esperanza a partes iguales. No me imagino a  José Antonio desesperado. No me lo imagino renegando o enfrentándose a Dios. El «heme aquí» de María, en la escena de la Anunciación, le hace más justicia: «aquí estoy», «que se cumpla en mí».
No quiero por eso cantar una elegía al estilo de Miguel Hernández, a su amigo Ramón Sijé, que como si de un hortelano se tratase quiere regar con sus lágrimas «la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano». No, nuestro futuro no es el estiércol; pero sí que quiero servirme de los versos del gran poeta de Orihuela, de orígenes devotos católicos luego abandonados, para expresar de forma bella y profunda el dolor que se siente:

«Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado, 
un hachazo invisible y homicida, 
un empujón brutal te ha derribado. 






No hay extensión más grande que mi herida, 
lloro mi desventura y sus conjuntos 
y siento más tu muerte que mi vida».



El ser humano es ser que vive del sentido: nace con sentido, vive con sentido, y muere con sentido. Un sentido que está en él, por su dignidad, pero que a su vez lo busca en su «marca indeleble», la de «hijo amado de Dios». Por eso el sentido del ser humano, en visión cristiana, se torna en esperanza. No estamos amenazados por la destrucción y el olvido, sino por la Vida y la Resurrección.
Del magistral poema de Miguel Hernández siempre cito el final porque me parece sublime. Con el joven agricultor poeta de la huerta levantina, usando sus palabras, 'te requiero' para una larga conversación en el cielo:

'que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero'

Parafraseando a este poeta, con el debido respeto, sin tener su luz, su dominio del lenguaje ni su maestría, he escrito estos versos para José Antonio, extensivos a tantas personas que queremos y que ya están en los brazos del Padre. Si os sirven, podéis poner otros nombres y rostros.

Yo quiero ser el hortelano
de la tierra que ocupas,
mi buen amigo y hermano.

Yo quiero ser el jardinero
que llora tu pérdida
y cultiva tus recuerdos

Te necesito y «te requiero»,
compañero del alma,
de la vida compañero.
  
Sé que nos encontraremos
después del sueño de la muerte
porque Dios nos hizo eternos.

(Pedro Fraile, adaptación libre de la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández)

  ‘Abuna’ José Antonio, amigo y confidente; fiel creyente; hombre de Dios, presenta nuestras vidas al Padre, al Buen Dios, ¡Abuna, hasta el cielo!

Pedro Ignacio Fraile Yécora
28 de Abril de 2010

 http://pedrofraile.blogspot.com.es/

16 abril, 2015

¿CUÁNTO VALE UNA PERSONA?


            Estamos de nuevo sobrecogidos, al menos algunos, por los cuatrrocientos (¡400!) inmigrantes que han desaparecido en las aguas del Mediterráneo en su intento de llegar a Europa.
            Los asesinos salvajes del ISIS, entre otras decisiones inhumanas, han puesto de nuevo en el mercado a mujeres, jóvenes y niñas, para ser vendidas como esclavas.
            Ayer mataron, quemándolo vivo, a un joven de quince años en Pakistán porque declaró que era cristiano y no quiso apostatar de su fe.
            Hoy mismo, en España, un hombre se parapeta en su casa después de disparar contra el compañero de su hija.
¿Qué tienen todas estas constataciones de la realidad cotidiana? Que todas hablan de personas y de muerte o de vida. Por eso la pregunta es pertinente ¿cuánto vale una persona?
Vayamos por partes. En el caso de los emigrantes muy poco; casi nada. Los comentarios que oímos todos (no se me hagan ustedes los ‘castos’) es ¿por qué vienen? ¿por qué no se quedan en sus países? El Obispo de Tarazona, Don Eusebio, este Domingo de Ramos hizo una reflexión oportuna y certera: «exigimos el estado de bienestar para nosotros, y nos despreocupamos del estado de malestar para millones de personas; personas que nacen y, sin haber comido, a los pocos años, sin ayuda de nadie, mueren..’ ¿Eso es lo que queremos? ¿Dónde está escrito que haya personas que tengan derecho a un «estado de bienestar» y que otras tengan que morir pronto y en condiciones terribles porque han nacido en África o en América Latina, en medio de la pobreza? En el Génesis Dios entrega a Adán (el Ser humano) la tierra; pero Adán es toda la humanidad, no solo el Occidente bien comido, bien dormido y bien «festejado» que se queja de que su bienestar no aumenta o se puede perder por culpa de unos que llegan a desestabilizar y a pedir su derecho a vivir.


En el caso del ISIS, que no de los musulmanes, ¡no hay que confundir tirios con troyanos!, el ser humano no vale nada. Nada es nada. Después de miles de años de humanización, lenta, dura, progresiva… todo se queda en nada. El cristianismo dio la puntilla a la esclavitud; es verdad que pasaron siglos hasta que desapareciera del todo (no olvidemos que en Estados Unidos, en plena guerra de la Independencia, luchaban los «abolicionistas» contra los que la querían mantener, entre otras cosas, claro), ¿os acordáis de las batalla de «Federales» contra «Confederados»? ¿Recordáis la «Cabaña del Tío Tom»? San Pablo dice en su carta a los Gálatas: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3,28). Esta es una declaración revolucionaria. En Cristo Jesús el ser humano vale por lo que es, persona, hijo de Dios. En el relato bíblico de la creación, Dios hace «libre» al ser humano. ¿Quién puede contradecir la voluntad del mismo Dios?


En Pakistán unos asesinos queman vivo a un niño de quince años porque no quiere renunciar a ser cristiano. El cainismo no se va de la condición humana, sino que una y otra vez vuelve. También en el Génesis Dios pregunta a Caín: ¿Dónde está tu hermano? Caín, que tenía culpa pero no quería reconocerla le responde con otra pregunta ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Dicho de otro modo, no nos importa la sangre de los inocentes.


Por último, aunque podríamos seguir mucho más, el caso del anciano de 70 años que dispara con su escopeta contra la pareja de su hija, tiene varias lecturas. Una es que no terminamos de dejar atrás la «España profunda» con sus atavismos y herencias vengativas. Otra es ¿acaso no es lo que vemos todos los días, en todas las cadenas de televisión, en todas las series y películas? ¿Nos escandaliza que un hombre haga lo que aplaudimos en la Televisión? ¿O acaso debemos aceptar que vivimos en una esquizofrenia permanente en la que aprobamos los argumentos que nos quedan lejos pero reprobamos y nos escandalizamos cuando los vemos en casa? De todas formas, volvemos a la pregunta  Estamos en el siglo XXI, hemos pasado las atrocidades sin nombre del siglo XX No aprendemos ¿Cuánto vale la vida de una persona?

Pedro Ignacio Fraile
16 de Abril de 2015



14 abril, 2015

IN MEMORIAM: Carmen Fernández y Antero Hombría

NOS QUEDA LA PALABRA

Con unas horas de distancia morían este segundo domingo de Pascua en Zaragoza Carmen Fernández Olivencia y Antero Hombría Tortajada. Puede ser que algunos de los que los conocieran se pregunten qué tienen que ver ambos para ser traídos conjuntamente a este blog. Mucho y nada. Muy poco y a la vez lo suficiente para escribir brevemente de ellos en el mismo ‘post’.
Antero Hombría era el Deán del Cabildo de Zaragoza; profesor de Eclesiología; erudito, bien formado, buen teólogo. Es verdad que se prodigaba muy poco en apariciones públicas.
Carmen Fernández era una laica que había entregado toda su vida a la catequesis en el Arzobispado de Zaragoza, si bien se le conocía más por los programas religiosos en la COPE que realizaba junto con el sacerdote Ignacio Zamboray.
¿Qué tienen en común estos dos cristianos creyentes del Pueblo de Dios? Aparte de compartir la fe en Jesús el Señor, los dos formaban parte del «ministerio de la palabra».
Antero había sido durante muchos años el comentarista dominical en las Ondas Populares de Zaragoza; recuerdo que, de niño, en casa siempre se ponía la radio para escuchar la meditación de Don Antero Hombría, reflexión eclesial e inteligente.
Carmen no faltaba nunca a su cita dominical poniéndonos al día de la vida eclesiástica aragonesa, tomándole el pulso a la vez que animando a la participación. La COPE fue su casa durante muchos años.


Yo, personalmente, coincidí con ella en un proyecto común que duró unos cuantos años. Ella estaba con Ignacio Zamboray en la COPE y yo presentaba un programa religioso en su hermana televisiva, la «Popular Televisión» de Zaragoza.
¿Qué decir? Decir que nos queda el recuerdo, el agradecimiento, y que nos quedan sus palabras. Ellos hablaban de Jesús y de su Iglesia; del Evangelio… Ahora podrán hablar «cara a cara» con el Señor y hacerle una entrevista sin fin sobre su amor y sobre el futuro de la humanidad.
¿Qué rogarles? Que le digan al Buen Dios que nos conceda el don de la Palabra. Hablar a tiempo y a destiempo, pero siempre diciendo palabras de vida, de paz, de misericordia, de evangelio.
¡Antero y Carmen, descansad en la Paz del Señor!

Pedro Ignacio Fraile Yécora


13 abril, 2015

ARMENIA, EN EL CAUCASO, LA PRIMERA NACIÓN CRISTIANA


El Papa Francisco acaba de declarar que la matanza de los cristianos armenios a principios del siglo, fue el primer «genocidio del siglo XX». Aún no he acadado de escribir este 'post' cuando leo que Turquía en protesta ha retirado su embajador de la Santa Sede.
Hace dos años tuve la suerte de ir a Armenia. Este es uno de esos países que, cuando se citan, nadie sabe bien dónde situarlo en el mapa (hay que ir a buscarlo, allí por el Cáucaso), ni decir cinco cosas seguidas con cierta seguridad. 
Uno dice: ‘me parece que en los Gozos de San Bartolomé de  mi pueblo, y en los de San Blas, dicen algo de Armenia’. La mención está bien traída. San Blas ¡era armenio!
Otro apunta: ‘¿no es de allí el cantante Charles Aznavour? El amigo que esto dice, todo satisfecho, también acierta; podemos añadir que el apellido del cantante en lengua francesa que seduce con su cadencia cansada e insinuante cuando arrastra la voz diciendo, ‘la bohèeeeme, la bohèeeeme…’, también es armenio; su apellido completo es Aznavourian.
Uno de los reunidos interviene azaroso: ‘yo sigo la política internacional… ¿no tuvo problemas el presidente Sarkozy con Turquía por ser el primer país en declarar como cierto el «genocidio armenio»?  La cosa está en que los turcos hicieron a comienzos del siglo XIX una «limpia», como diríamos sin miramientos (a la sazón «matanza», en términos políticos, «genocidio») de más de un millón de armenios que vivían dispersos en pueblecitos por el territorio turco. La «opinión mundial» mira a otra parte y no sabe nada; Francia ha sido el primero en reconocerlo en voz alta.
Es más, los que siguen el concurso televisivo «Pasapalabra» se quedaron boquiabiertos cuando vieron cómo una chica extranjera, Lilit, con menos de cinco años de residencia en España, se llevaba «el rosco millonario» dejando en la cuneta a decenas de castellanoparlantes. Lilit era armenia afincada en España.

TIERRA SANTA Y ARMENIA

Cuando uno llega a Jerusalén, una de las sorpresas que le guarda la ciudad antigua, la amurallada, es precisamente esta: la ciudad se divide en cuatro barrios, y uno de ellos, junto con el «musulmán», el «judío» y el «cristiano», es el «barrio armenio». Allí tienen una hermosa catedral y un gran seminario, que provee diariamente jóvenes a la liturgia armenia de las distintas iglesias de Jerusalén y Belén; seminario donde se forman los futuros clérigos de esta antiquísima confesión cristiana.



Dicen las crónicas que cuando en el concilio de Calcedonia (año 451), cuarto concilio ecuménico donde se reflexionaba sobre la humanidad y divinidad de Cristo, las disputas se enconaron, se crearon dos grupos: unos insistían en la divinidad de Cristo; les llamaron «monofisitas», una sola naturaleza, la divina. Otros sostenían que Jesucristo es «verdadero Dios y verdadero hombre»; a estos, que representaban el sentir de la Iglesia, les llamaron «melquitas», porque esta era también la opinión del Emperador (el mélek). Los representantes de la Iglesia Armenia llegaron tarde al Concilio, se negaron a aceptar los acuerdos tomados, y se alinearon con los «monofisitas» (Iglesias de Alejandría y de Siria, principalmente).
Pero quizá lo más llamativo de los armenios en su relación con Tierra Santa es la actuación del Emperador Heraclio, noble de origen armenio, que llegó a regir los destinos de Constantinopla. Heraclio ha pasado a la historia por ser el que recuperó la Santa Cruz que había sido robada de Jerusalén por los ejércitos persas (614 d.C.), restituyéndola al Santo Sepulcro (630 d.C.). La Iglesia católica celebra esta fiesta con el título de la «Exaltación de la Santa cruz», o popularmente, la «cruz de Septiembre», para distinguirla de la fiesta de Mayo también dedicada a la cruz de Cristo.
Dicen también que Heraclio, siendo emperador, recibió una carta de un sublevado de la parte árabe de su Imperio, que se proclamaba «profeta de Dios» y que le instaba a unirse a su fe. Esta historia tiene todos los rasgos de ser apócrifa, pero sí es verdad que Mahoma hizo su Égira (622 d.C.) en los últimos años del Emperador Heraclio, armenio de nacionalidad. Como veis, argumentos no nos falta.

EL PRIMER REINO CRISTIANO DEL MUNDO

Armenia es el primer reino del mundo que se hizo cristiano. No es un mito, sino historia. El año 313 el emperador romano Constantino el Grande decidió que el cristianismo era una  «religio licita» en su imperio, que no había que perseguirla, y que podía celebrar libremente tanto su culto de forma pública, como podía también construir sus edificios. Pues bien, la fecha del bautismo del primer rey de Armenia, Tiridates III, siendo inmerso en la comunidad eclesial por San Gregorio el Iluminador, se retrotrae al año 301.


Armenia es un «exceso» de monasterios dispersos por todo el país, recónditos, coquetos, acogedores… son un lujo para el ojo con sensibilidad a la belleza. Como decía uno de los compañeros del grupo, son «una perla desconocida», a lo que otro apuntaba: «mejor aún, son un exceso de belleza». Eso sí, casi todos sin vida monástica por distintas razones, la última de ellas y no la menor, el cerca de un siglo que Armenia ha estado bajo la 'doctrina oficialmente atea de la URSS' que arrasó cualquier tipo de vida cristiana. Los desiertos monasterios, algunos de los cuales se intentan recuperar, son huellas vivas de este triste siglo XX.

«EL PAN Y LA SAL»

Quiero traer a la crónica un hermoso gesto del que fuimos testigos. Estábamos visitando un pueblecito muy pequeño cerca de la frontera con Georgia; esto es, en una zona montañosa del norte del país, en lo que la geografía llama «Transcaucasia». Nos advirtieron de que iban a cerrar la carretera de acceso al pueblo durante unos minutos porque venía el Presidente del Congreso de la República de Armenia (¡¡¡la tercera república!!!). 
Para nuestra sorpresa, le esperaba el Obispo, que había acudido al pueblo con motivo de esta visita; con él, lógicamente, estaba el párroco que iba nervioso de un sitio para otro asegurándose de que todo estaba preparado; un corito de voces blancas, formado por niñas, ensayaban en la Iglesia; en la plaza, delante del monasterio, todos los habitantes formaban con sus mejores galas: los hombres con chaquetas oscuras, pantalones de domingo, zapatos limpios y fumando con cara de que aquello era algo importante. Las mujeres con «trajes chaqueta» entallados, bolsos y zapatos de charol. Se habían puesto sus mejores galas.
No había «Guardia Civil», ni «Carabinieri», pero allí estaban esperando unos señores con cara de tener mando en plaza, con uniformes que recordaban a los generales soviéticos que hemos visto en las películas: sombreros enormes que se elevan sobre la frente y abundancia de medallas a no se sabe bien qué méritos. Entre nosotros no faltaron los comentarios. Unos decían, «parece una película italiana de los años 50»; otro decía: «no hombre, no; esto me recuerda ‘Bienvenido Mister Marshall’… No le faltaba razón. De repente, como si de un ataque imprevisto se tratara, empezaron a llegar a la plaza coches y coches a velocidad, unos detrás de otros, encabezados y escoltados por la policía. Eso sí, se pararon en el pueblo, no como en la película. Nosotros, cansado de esperar, ya estábamos subidos al autobús para que, en cuanto la comitiva alcanzara la plaza, pudiéramos emprender nuestra marcha. Bueno… y qué es eso del «pan y la sal». 



Como recibimiento en señal de bienvenida, había dos chicas jóvenes que llevaban un pan redondo; en medio de él un cuenco servía para presentar la sal. He buscado en la Biblia para ver si estábamos ante alguna costumbre de resonancia semítica, y no he encontrado nada. Luego me he puesto a indagar en la omnisciente y omnipresente ciencia de la red (léase Internet) y me he enterado de que se trata de una costumbre eslava para recibir a un personaje importante. Ahora bien… los armenios no son eslavos. Me queda la duda… ¿será tal vez una herencia de los años (casi un siglo) que Armenia ha formado parte de la URSS? ¿Será un préstamo cultural eslavo que ha pasado por «contagio» a la cultura armenia? Bueno, hummm, no está claro… De repente me acordé que en castellano, cuando a uno se le niegan hasta los derechos más fundamentales, se dice que ‘le han negado el pan y la sal’.

NOÉ Y «EL ARARAT»; MOISÉS Y «EL SINAÍ»

En los doce primeros capítulos del Génesis se nos presenta la figura de Noé en el marco más amplio del «diluvio universal». Quien más y quien menos sabe «algo» de esta historia: las aguas torrenciales, los animales, el arca, la paloma, el arco iris… La narración del Diluvio y Noé tiene «buena prensa»: se puede ver en libros para niños, impresos en camisetas infantiles, en canciones: ‘Un día Noé por el bosque se fue, y muchos animales también fueron con él…’ Lo que ni sabía, ni espera saber, es que la «historia» (entre comillas) de Noé formara parte de los ancestros donde un pueblo busca su origen.

Fue un descubrimiento cuando Zara, nuestra guía, nos explicó con normalidad, sin pestañear, que Noé encalló el arca en el monte Ararat, y que su tataranieto, Hayk, era el «fundador» del pueblo armenio. Yo apunto en mi libreta con esmero un detalle: ‘el caudillo Hayk  es hijo de Togarma’. Como soy curiosón me voy a la Biblia a ver si saco el hilo. En efecto, los hijos de Noé son tres: Sem, que dan lugar a los «semitas» (Próximo Oriente); Cam, que da lugar a los «camitas» (pueblos de Egipto y del cuerno de África) y Jafet, que es como una caja en la que caben todos nuestros antepasados de Occidente (antepasados de griegos, romanos, cretenses; es más, recordemos que tanto el nombre de Tubal, como el de Tarsis, ambos descendientes de Jafet, hacen relación directa a la península ibérica). Pues bien, Jafet es el tercer hijo de Noé; Gómer es hijo de Jafet (nieto); y Togarma es hijo de Gómer (bisnieto); lo podemos leer en Gén 10,3. Lo que ya no encuentro es al caudillo Hayk, tataranieto de Noé; pero no me importa, porque la leyenda de los orígenes de los armenios es preciosa: ¡Son descendientes directos de Noé! No proceden de los semitas como Abrahán (Gén 11,10-32). No tienen a Abrahán como «padre», tal como reclaman judíos y musulmanes.



Zara nos explica también que el monte Ararat es «sagrado» para los armenios. Nos cuenta otra preciosa historia: érase una vez un monje llamado Hakob Metsbnatsi. Estamos en el siglo IV d.C. Quería coronar el Ararat pero una y otra vez, agotado por la subida, se paraba, se dormía y tenía que emprender el regreso. En una de los intentos, dominado por el cansancio y el sueño, tuvo una visión. Un ángel se le apareció y le dijo: ‘Dios está convencido de la fe que tienes. Quiere darte un regalo para tu pueblo. Aquí tienes un trocito del «Arca de Noé» que servirá como señal de mi presencia con vosotros’. Este trocito del arca se «enseña» hoy como reliquia en el Museo de historia de Yerebán.
Le di vueltas a la cabeza, y cada vez que me paro encuentro más semejanzas. ¿No podemos establecer una comparación entre el Ararat, monte de la primera alianza, y lugar donde Noé se paró, con el monte Sinaí, también monte de la alianza? ¿No podemos hacer una comparación entre Moisés que recibe de Dios las tablas de la Ley y el monje Hakob que recibe del ángel de Dios un trocito del arca?  Son intuiciones que nos llevan a pensar cómo los pueblos narran sus orígenes; tienen sus epopeyas y sus héroes. En ambos casos hablan explícitamente de Dios e indirectamente de la alianza.
Armenia quedó grabado en mi memoria y en mi corazón. Un sitio precioso para ir y para zambullirse en la historia antigua y reciente de un pueblo que ha sobrevivido a los mil azares de la humanidad.

Pedro Ignacio Fraile Yécora.






10 abril, 2015

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA: NOTAS EXEGÉTICAS A LAS LECTURAS

DOMINGO II DE PASCUA

PRIMERA LECTURA
Todos pensaban y sentían lo mismo


Lectura del libro de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES 4, 32‑35

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y Dios los miraba a todos con mucho agrado.
Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
Palabra de Dios
                                                                                                                               
El autor de Hechos, San Lucas con mucha probabilidad, intercala resúmenes de la vida de la primera comunidad cristiana de Jerusalén: Hay una comunión plena en el pensar, en el sentir y en el compartir los bienes materiales. Los apóstolos son testigos valerosos y Dios aprueba la vida de la comunidad. Se trata más de una «propuesta» de vida comunitaria que del «retrato» de una realidad. Se puede leer de tres formas: los ‘literalistas’ consideran que todo sucedió tal como narra el texto; pecan de «anacronismo» y de «historicismo ingenuo». Otros consideran, con nostalgia, que hay que volver al «espíritu inicial» de la primera comunidad que se ha perdido: «cualquier tiempo pasado fue mejor». La tercera lectura, con los ojos de la Pascua, nos pide hacer presente este espíritu hoy. Los cristianos están llamados en todas las edades, en todo momento, más allá de los tiempos cronológicos o de etapas idílicas de la antigüedad, a dar vida al espíritu de compartir en la fraternidad, de estar alegres en la humildad, de sencillez en el testimonio. No es una lectura que nos revuelva con acritud a un pasado mejor, sino un acicate para hacerlo vida hoy. La palabra de Dios es histórica pero no «historicista». Bebe del pasado histórico, pero no es nostálgica. Es para «aquí, hoy y ahora».


SEGUNDA LECTURA
Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo

Lectura de la primera carta del apóstol SAN JUAN 5, 1‑6

Queridos hermanos:

Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios

La vida cristiana brota de Cristo muerto y resucitado y de la fe en él. La victoria es la de Cristo, y nosotros somos beneficiarios de ella. La fe es la respuesta que cada persona, en su libertad, da a la llamada personal de Dios. El fruto de esta respuesta amorosa sólo puede ser el amor. Dicho de otra forma, el cristiano que responde al amor de Dios no puede dejar de cumplir los mandamientos. A veces oímos cosas como que el cristianismo, por su mandamiento del amor, da por superados los mandamientos de Dios. Craso error. Si Dios es amor, si Cristo es el amor encarnado, entregado y vivo, si Dios nos pide frutos de amor ¿cómo vamos a cerrarnos a los mandamientos de vida y amor que proceden del mismo Dios? No es cuestión de juegos de palabras, sino de coherencia: amamos a Dios y a los hermanos en unión íntima con Cristo, el Vencedor del pecado y de la muerte.



 EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús

Lectura del santo evangelio según SAN JUÁN 20, 19‑31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidas.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
—«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
—«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llego Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
—«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
—«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
—«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
‑«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor

El evangelio está escrito «para que creáis» y así «tengáis vida en su nombre». La Resurrección de Jesús no es algo periférico o anecdótico en la fe cristiana, sino que es su punto de partida y su culmen. La fe en el Resucitado nace de un encuentro: «hemos visto al Señor». Los frutos de este encuentro son la Paz (con mayúscula), la alegría que llena a los discípulos, el perdón de los pecados, y la fe. Es verdad que Tomás representa a las generaciones de todos los tiempos que se resisten a creer: «si no veo las señales», «si no compruebo las heridas». La fe en el Resucitado necesita del encuentro y de la superación de una fe que exige pruebas contundentes, que no dejen espacio a la duda. La fe, en definitiva, es un don, no una conquista de la inteligencia.

Textos comentados de
Pedro Fraile





08 abril, 2015

EL HUEVO DE PASCUA QUE SE CONVIRTIÓ EN BARBIE. No es un cuento para niños

Los cuentos son para los niños. Craso error. Los cuentos son la excusa perfecta que tenemos los adultos para expresar lo que no nos atrevemos a pedir, a protestar, a anunciar, a exigir, o simplemente a pasar como una tradición propia, de generación en generación.

El cuento de «Blacanieves y los siete enanitos». ve el mundo de forma maniquea (las fuerzas del Bien y el Mal en lucha), y por qué no, bastante machista: la joven, hermosísima y semidivina Blancanieves es objeto de la envidia y venganza de una malísima bruja; un joven y apuesto príncipe la salva. El cuento de «Caperucita Roja» nos presenta de nuevo la lucha entre el bien y el mal, sólo que ahora el malo malísimo es un lobo; animal maldito que vuelve a ocupar el odio de los niños en el cuento de los «Tres cerditos», cuento que invita a la laboriosidad y la cooperación ante el enemigo exterior. Todos hemos escuchado cuentos de pequeños y a su vez los hemos contado a otros: hijos, sobrinos, alumnos o nietos. Todos los cuentos quieren transmitir algo; no son simples divertimentos; pero a su vez no son simples anécdotas cosidas unas a otras, sino que todos los cuentos tienen «relato».  
El «relato» nos lleva de la mano a la imaginación. El niño o la niña se imagina la feísima bruja de Blancanieves, con verruga en la nariz, mirándose al espejo y preguntándose quién es la mujer más hermosa. El lobo de la «Caperucita Roja», metido en la cama disimulando una enfermedad, espera que la cándida niña se despiste para «comérsela», como se ha comido a la abuelita. Así podemos seguir y seguir.
El «relato», en cuanto narración «con chicha», tiene una estructura básica, que luego se rellena según la imaginación, la abundancia expresiva y el colorido que ponga el narrador. Y también según la imaginación del niño que parece que lo está viendo. Un buen cuento es redondo, tiene personajes, tensión, mundos imaginarios, y tiene mensaje.
En nuestra cultura occidental mantenemos unos relatos y perdemos otros. Por una parte mantenemos aquellos que nos parecen «tradicionales» o «educativos» (algunos lectores me lanzan sus dardos… ¿todos los cuentos infantiles son educativos? ¿no habría que expulsar algunos cuentos y proponer otros?); por otra parte abandonamos aquellos relatos que nos parecen pasados, trasnochados, amorales o inmorales, o también aquellos en los que intencionadamente se transmite un mensaje concreto. Entre estos últimos relatos que nuestra sociedad está progresivamente abandonando están los relatos religiosos. O lo que es peor, los están cambiando por otros relatos que muchas veces no tienen nada que contar; son «nada con sifón». Se me ocurren, sin buscar mucho, hasta cinco casos en los que Occidente está perdiendo el relato religioso. Un relato que, dicho de paso, no es un cuento, sino un «relato de acontecimientos»: personajes reales, tiempo histórico, mensaje contrastrado y unido a la tierra que se pisa, proyecto de futuro…  Estos relatos que se abandonan o se triviliazan hasta lo más grotesco son muy diversos y tienen distinta importancia, evidentemente. Eso sí: todos tienen en común que nos quedamos con las fechas, con un símbolo o una tradición, pero sin relato.
El caso más claro y grave es la Navidad. El relato del Nacimiento de Jesús (que eso significa Navidad, Natividad, Nativitas del Hijo de Dios), ha pasado a ser, casi sin remedio, las fiestas de Papá Noël, que nadie sabe ni quién es, ni de dónde ha salido. No hay relato de su persona, de sus obras, de su mensaje . Lo más que dice es ‘Ho, Ho, Ho'. Hay que ser majaderos (con perdón) para cambiar el nacimiento de Jesús por un señor gordo barbudo que repite tres sonidos guturales vacíos…  Esto es lo que hay.
Hay dos fiestas menores muy curiosas. Una, la de «Todos los Santos», que se ha cambiado por «Halloween». No solo es cambiar lo de aquí por lo que viene de allende los mares, sino cambiar el relato de los Santos, que tienen mucho que decir, por una noche donde hay que vestirse de monstruos que asustan; que no tienen nada que decir… más que «meter miedo». Si al menos sirvieran para reflexionar sobre la condición humana y su futuro, aunque no fuera religioso. Pero ni eso: solo jugamos a asustar. Triste la condición humana.
La segunda  fiesta menor a la que me refiero es la de Carnavales. Me dirán que es universal, que es previa al cristianismo y que no le pertenece. De acuerdo. Pero no se me negará que en la sociedad occidental ha tenido y sigue teniendo que ver con la Cuaresma. Los clásicos españoles hablaban de los «Combates entre Don Carnal y Doña Cuaresma». Los jolgorios  comienzan, ¡qué casualidad!, antes del Miércoles de Ceniza. Los mismos nombres son testigos incómodos de este renuncio a la comida que se conoce como ayuno y abstinencia, al recibir este tiempo los nombres de Carnestolendas, o en catalán de Carnestoltes… Nuestros niños, jóvenes y adultos se dan al goce de los sentidos y a la fiesta… pero sin relato. Se disfrazan porque es Carnaval, pero ya no saben que es un tiempo previo a la Cuaresma, ni sabrían hacer una redacción de una carilla relacionando las dos.
Llegamos a la otra gran fiesta cristiana que va de la mano con Navidad. Su protagonista es Jesús. Jesús nace para nuestra salvación (Navidad); su vida por los demás, culminada en la entrega total que se materializa en una cruz injusta (Pasión y Muerte), pero que no se acaba ahí, sino que la última palabra la tiene el Padre (Resurrección), es misterio a su vez de Salvación. ¿Cómo se materializó este «acontecimiento». de forma popular, simbólica, pedagógica, celebrativa? La gente sencilla se apropió de un elemento fácil, universal, al alcance de todos, el huevo, y lo convirtió en un símbolo:  «el huevo de Pascua».



El Huevo de Pascua es el símbolo de la Vida, de la Resurrección. Tras el cascarón, donde parece que no se adivina nada más, está latente la vida. Al romper el huevo surge una nueva criatura. No es Teología sesuda, sino Teología popular. Tanto el Occidente como el Oriente cristiano (Grecia, Rusia, Palestina, Siria) celebran el día de Pascua mediante el adorno de un huevo: unas veces con colores preciosos, bien pintado; otras veces como dulce que se come en un bollo con el huevo en medio, o en un huevo de chocolate. Es la «Culeca» o la «Mona de Pascua». En algunos sitios se tiene la costumbre de ir a comer la «Culeca» con los amigos en un día festivo; en otros el padrino tiene que regalar a su apadrinado la «Mona de Pascua».


Pues bien, ayer cumplimos con la tradición de ir a por el Huevo de Pascua para regalarlo y comerlo. Recorriendo las calles de la ciudad en la que vivo, pasamos por numerosas pastelerías. Mi sorpresa era cada vez mayor: el «huevo de Pascua» se había convertido en aviones, en jugadores de fútbol, en balones de fútbol, en casitas, en muñecos de cuentos, en princesas… eso sí, todo de chocolate.

Se come ese día porque «es Pascua». Ahora pregunto yo: ¿a la niña que le han traído una Barbie de chocolate como «Mona de Pascua», qué le podrá explicar su aturdido padrino o madrina? Lo dicho. Mantenemos las costumbres, pero nos hemos cargado el relato.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Pascua 2015

http://pedrofraile.blogspot.com.es/

06 abril, 2015

PASCUA FLORIDA, PASCUA DOLORIDA



Es el triunfo de Cristo
El que nos convoca
Y nos saca a las plazas.

¡Jesús está vivo!
¡No está aquí!
¡Es verdad desbordada
Y desbordante!

¡Vive con nosotros,
Vive en nosotros,
Vive para nosotros!

La violencia lo ha matado
Y el Padre lo ha resucitado.

El odio lo ha crucificado
Y el Amor lo ha exaltado.





Los gritos de alegría de los creyentes, salen sin fuerza de las gargantas de tantos cristianos que a lo largo del mundo son asesinados por confesar la fe de Jesús: los cristianos asirios y caldeos de Irak; los cristianos de Siria; los cristianos de Nigeria y de Kenia; los cristianos de Pakistán y de la India.

Occidente, que no es cristiano,
mira a otro lado: ni habla,
ni se le espera.

Preocupado en el Bienestar
De los suyos,
Desconoce el Malestar
De los humanos ajenos.

Pascua florida para unos,
Pascua dolorida para muchos.

Con todo, también en la primavera de 2015

¡Feliz Pascua de Resurrección!