21 diciembre, 2015

NAVIDAD SIN PIEDAD



Puede ser un juego de palabras que riman; la verdad es que da mucho juego. Hay muchas formas de celebrar la navidad: la «natividad» cristiana; la «bajada por la chimenea de P. Noel»; el «solsticio de invierno»; la eclosión del «consumismo». ¿Qué tienen que ver con la «piedad». Empecemos por la última y lleguemos a la primera.
Nuestra contradictoria sociedad «neo» (neoliberal, neocapitalista, neoconservadora, neoconsumista) necesita del gasto hiperactivo y compulsivo de sus miembros. La semana pasada fui a uno de estos templos modernos donde se adora al dios consumo. Evidentemente no digo el nombre; para no meterme en problemas y para no darle propaganda. Era impresionante. Tiendas espectacularmente montadas donde había buena iluminación, música adecuada, chicas y chicos dependientes monísimos (algunos de ellos hablaban en chino y en ruso, pensando en los clientes orientales y eslavos que frecuentan con despliegue de dinero fresco el lugar). Había de todo, mucho, reluciente, explosivo. La gente cargaba con bolsas brillantes en las que no se disimulaba la marca («supermarca»), con un rictus de felicidad conseguida a golpe de billetera en sus labios. Pregunta ¿qué tiene que ver la «navidad de las marcas» y de los «gastos sobreabundantes» con la «piedad a manos llenas» a la que hemos sido convocados en estas fechas? Nada. ¿Lo digo otra vez? Nada. No hay por dónde buscar un hilo conductor que una a las dos. Por favor, que alguien diga, y que le escuchen, que la adoración al dios consumo no tiene nada que ver con el nacimiento de Jesús. Es verdad que los ideólogos de esta cultura consumista no son tontos, y nos venden a la vez, para calmar nuestra mala conciencia, maratones de solidaridad: «Usted puede ser insolidario todo el año; basta con que se acuerde de los pobres y necesitados unos días al año (en Navidad) y será salvo», parece que dice este mensaje.
Los que propugnan un regreso a las culturas precristianas (atención, que esto no es ninguna tontería, pues lo hacen muy en serio), reivindican costumbres naturales y paganas para oscurecer el acontecimiento cristiano. Unos reivindican tradiciones locales de los agricultores, pastores o habitantes de la tierra previas a la irrupción cristiana (troncos bajados de la montaña repletos de chucherías o pastores que vuelven cada año por estas fechas con regalos). Hay que conseguir unas fiestas de la naturaleza (solsticio de invierno), asegurando regalos (troncas, pastores etc.) y con celebraciones populares no religiosas. ¡Esto es lo nuestro, parece que dicen, basta ya de la invasión de los cristianos! ¿Qué tiene que ver todo esto con la piedad de la Navidad? Nada. Quienes reivindican esto nos quieren retrotraer a un mundo limpio de las tradiciones religiosas vaciándolo de valores «no naturales», «importados» e «impuestos». No nos engañemos, la piedad/misericordia/compasión, no es natural. Es «contra natura». Por eso hay que convertirse a ella, y hay que aprender a ser misericordiosos, porque no nos brota de forma espontánea. La Navidad cristiana trae la compasión, y esto puede ser «extraño e impuesto».
El Papá Noel tiene otras connotaciones. Es un invento para sustituir a Jesús. Así es, y el que no lo quiera ver, que se compre unas gafas. No podían quitar a Jesús a cambio de nada. Se inventaron a este señor que no sirve para nada, que no tiene ningún mensaje y que no aporta nada, ni bueno ni malo. Nada. Como «icono» es perfecto: un color reconocible (el rojo), un personaje facilón (risueño y bondadoso), no tiene mensaje (así no molesta a nadie), y que llega por una chimenea después de un largo viaje en trineo (una historia curiosa, nada más). Eso sí, que trae regalos. ¿Qué tiene que ver con la piedad? Nada. El Papá Noel no habla ni de piedad, ni de amor, ni de perdón. Nada. ¿No nos damos cuenta de que nos han colado una figura inútil y falsa y que encima le damos propaganda año tras año? ¡Pobre sociedad occidental, qué ciega es!
La última referencia de estas fechas es la Navidad cristiana. Una historia que es real, ¡Jesús es un personaje de la historia, no un mito!; la navidad cristiana nos refiere las circunstancias por las que pasó una familia pobre, que vio cómo nacía el hijo a las afueras de una ciudad; que tuvo que huir como unos refugiados políticos para que no les matara el cruel rey Herodes. Una historia de ternura que nos revela el corazón de Dios. Una historia del desplegarse gratuito de Dios, porque él quiere, para que los pobres y pecadores entren en una dimensión nueva de riqueza y de perdón: no la que da el mundo, sino la que da Dios. En Belén la misericordia se hace humana. Esto es lo que hay. Que cada uno decida qué Navidad quiere celebrar.

Pedro Fraile

21 de Diciembre de 2015

18 diciembre, 2015

LAS 'ANTIFONAS DE LA O' EN LA GRUTA DE BELÉN


           


Tierra Santa siempre tiene reservada sorpresas. He visitado multitud de veces las grutas de san Jerónimo, así se llaman, en Belén. Forman parte de las grutas que están bajo la Basílica de la Natividad. Una de estas grutas de san Jerónimo, la primera, es la que se comunica directamente, si bien hay una puerta cerrada, con la gruta del nacimiento de Jesús. En esta capilla se puede celebrar la Eucaristía. En dos columnas que flanquean el altar están inscritas en la piedra, de forma cuidada, las siete «ANTÍFONAS DE LA O» (en latín), en castellano «oh», porque es una exclamación.



            Lo traigo a colación precisamente porque estamos rezándolas. La Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Cada antífona empieza por una exclamación, seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.





O Sapientia!        Jesús es la Sabiduría de Dios
O Adonai !          Jesús es el Señor
O Radix !            Jesús es la el renuevo de Jesé 
                              (padre de David)
O Clavis !            Jesús es la llave, 
                                la clave de la salvación
O Oriens!            Jesús es la luz, 
                               el sol naciente (Oriente)
O Rex !                Jesús es el rey de la paz
O Emmanuel!  Jesús es el Emmanuel, 
                               el «Dios-con-nosotros».


            

¡OH SABIDURÍA!



¡Oh Sabiduría, 
salida de la boca del Padre, 
anunciada por profetas!
¡Ven a enseñarnos 
el camino de la salvación!


Jesús nos enseña la verdadera sabiduría,
la que nos lleva a la salvación, 
al sentido de la vida, 
al saber vivir en plenitud como humanos.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR!





¡OH PASTOR DE LA CASA DE ISRAEL!




 ¡Oh Señor, Pastor de la Casa de Israel,
Que conduces a tu pueblo!
¡Ven a rescatarnos por el
PODER DE TU BRAZO!


Jesús es el pastor que no abandona a su pueblo, 
lo acompaña en medio de las dificultades 
lo libra de los peligros.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR! 



¡OH SOL DE JUSTICIA!


¡Oh sol naciente. 
Esplendor de la luz eterna, 
SOL DE JUSTICIA!
Ven a iluminar a los que yacen 
en sombras de muerte


Jesús es la verdadera luz, 
que hace que todo se sepa, con claridad, 
y que nada oculto o tenebroso domine sobre el mundo.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR!



¡OH EMMANUEL!



 ¡Oh Emmanuel, nuestro rey, 
Salvador de las naciones, 
esperanza de los pueblos!
¡Ven a libertarnos, 
Señor, no tardes ya

Dios se hace niño y humano en Jesús.
Él es el 'Dios con nosotros'.

¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR! 

  


Pedro Ignacio Fraile Yécora

16 diciembre, 2015

MI QUERIDA ESPAÑA… ANTE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES



El próximo domingo tenemos en España elecciones generales. Dicen que son muy importantes, porque entre otras cosas nos jugamos qué España queremos.
            Hace ya cuarenta años, la malograda cantante Cecilia entonaba con esa voz melancólica y atractiva a la vez: «Mi querida España, esa España tuya, esa España nuestra…». España no pertenece a nadie en particular, pues desde otra óptica la «siemprejoven y atractiva» Ana Belén le contestaba con una canción inspirada en Blas de Otero:

«España, camisa blanca de mi esperanza, 
a veces madre, siempre madrastra...

España camisa blanca de mi esperanza 
aquí me tienes, nadie me manda 
quererte tanto me cuesta nada...






En la generación de poetas del 98, políticamente comprometidos y doloridamente sentidos, D. Miguel de Unamuno proclamaba: «Me duele España». El sevillano de adopción soriana, el casi inefable Antonio Machado, decía de forma profética.








«Españolito que vienes al mundo te guarde Dios,
una de las dos Españas ha de helarte el corazón».

El joven y tristemente desaparecido poeta orihuelano Miguel Hernández, cantaba en su poema «Vientos del pueblo»:

«No soy de un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España».

            Don Marcelino Menéndez Pelayo, santanderino y católico, que conocía bien la historia (escribió una monumental obra sobre los herejes españoles a lo largo de los siglos: Historia de los heterodoxos españoles) decía: «Los españoles siempre detrás de los curas; o con cirios o con garrotes».
Ya en el mundo de los políticos, el joven José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española escribía en los Principios Generales del Movimiento: «España es una unidad de destino en lo universal». En la misma centuria, separada por más de cinco décadas, otro político decía «A España no la va a conocer ni la madre que la parió» (dixit Alfonso Guerra).
¿Qué es España y a quién le importa España para que digan que en estas elecciones generales nos jugamos su futuro? España es una «historia de quinientos años»; de las más antiguas, si no es la que más, del occidente europeo. España en sus fronteras actuales (si bien hubo luego algunos intentos de que Portugal se uniera al resto de la Península), se remonta a los finales del siglo XV con los reyes Católicos (en su Escudo se contemplan la Corona de Castilla, -que incluye el Reino de León-, la Corona de Aragón, el Reino de Navarra y el Reino de Granada). La «gran Alemania» es del siglo XIX (que volvió a ser partida y reunificada después de la Segunda Guerra Mundial); la bella y dolce Italia, fragmentada en mil reinos, ducados, condados, pontificados, estados etc.), es de finales del siglo XIX; la gran Rusia es una amalgama de pueblos, razas y terrenos y límites geográficos imposibles siempre en recomposición; la Gran Bretaña sigue cosiendo unos pueblos que conviven en las islas pero que mantienen sus diferencias históricas; Grecia ha visto todo su territorio sometido a los turcos hasta el siglo XX; los Balcanes han dado lugar al nombre de «balcanización» para indicar algo despedazado y difícilmente unificable etc. Pero no todos admiten que España haya sido desde el siglo XV una «unidad», una «nación» o un «estado». En la «reescritura» interesada, escandalosa y falsa de la historia que se está haciendo en muchos sitios (la «Historia» sacrificada a los dioses de los «nacionalismos»), agrupaciones sociales, políticas  y culturales sostienen que ellos nunca han sido España y que nunca han sido españoles: han estado «sometidos» a España. Ya sabéis a quiénes y a qué me refiero. Pronunciar la palabra España ante ellos les produce repelús, por decir algo suave.
España es una «historia de guerras civilistas». Algunos ven esta exclusión endémica de unos por parte de otros en la expulsión de los judíos sefarditas y en la coversión forzada de los m moriscos españoles. Para algunos estudiosos la Guerra de la Independencia contra los franceses de Napoleón fue –dicen ellos, yo no- fue una guerra civil entre los progresistas (españoles afrancesados) y los conservadores (resistentes al francés). Luego vienen las Guerras Carlistas, que se extienden principalmente por el Norte, incluyendo el País Vasco (Bilbao, Vergara), Maestrazgo aragonés, y Cataluña, tierra de carlismo histórico. Sin duda la contienda más real y cruenta, esta vez entre «rojos y azules», entre «católicos y anticlericales», entre «pobres y ricos», entre «liberales y conservadores», entre «hermanos de una misma madre», fue la Guerra civil (incivil)  española que sigue enconando sentimientos y que muchos no quieren enterrar.
España es un «país sin himno ni bandera». No tiene himno porque el que en su día compuso el denostado poeta D. José María Pemán, «Triunfa España, alzad los brazos hijos del pueblo español…», se ignora en los mejores casos o se desprecia en los demás. No tiene bandera, pues muchos no se reconocen en ella. Es curioso cómo en algunas manifestaciones, para no sacar la enseña nacional, algunos sacan la tricolor, que es la bandera de la «República española», evitando así procesionar con la rojigualda, que la asocian torpe y maliciosamente al franquismo. Solo se ha visto una proliferación sin igual de la bandera con motivo de los triunfos de la selección española de fútbol, donde todos, del PP y del PSOE, de derechas de centro y «mediopensionistas» se unían para celebrar el triunfo; en ningún otro momento la bandera ha sido motivo de unión entre los españoles.
El mundo de los políticos y la política da mucho juego. ¿Se han dado cuenta de que muchos políticos no pronuncian nunca la palabra «España», por si acaso les sale un sarpullido en la boca? Suelen decir «país», que es más «inclusivo», más neutro, y no dice nada que a alguien pueda ofender. Por ejemplo repiten «en este país…», «los ciudadanos de este país» etc.
Es curiosos cómo unas siglas de partidos llevan el nombre de España/español y otras las han perdido, como si se les hubiera caído. Hagamos un repaso: el PSOE curiosamente es el único que de forma oficial nunca ha perdido el nombre (Partido Socialista Obrero Español, todo bien claro), menos en las autonomías donde es PSCatalán, PSEuzkadi y PSGalego. La derecha española, tras el franquismo, pasó de UCD (Unión de Centro Democrático); a CDS (Centro Democrático y Social) a AP (Alianza Popular) a PP (Partido Popular). ¿Dónde está la «E» de España? Como siempre, «maricomplejines». El caso de quienes han perdido la «E», entre otras muchas cosas, es el de los comunistas, que pasaron del PCE (Partido Comunista de España) a IU (Izquierda Unidad) y ahora, en las últimas elecciones se denominan UP (Unidad Popular). Pregunta: ¿Se dan cuenta de que tanto la derecha como la izquierda se apropian –como si fueran sus legítimos representantes- de  «lo popular, lo del pueblo» (PP y UP)? Ya saben eso de «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Bueno, los nuevos partidos evitan descaradamente esta palabra. No la llevan en sus siglas ni Ciudadanos, ni Podemos, ni UPyD, ni VOX. La palabra «España» es una rémora a evitar en las siglas. ¡Luego todos dicen que hay que promocionar y prestigiar la «marca España»!
En resumen: unos dicen que no saben qué es España y otros que no quieren ser España o que nunca han sido españoles. Otros dicen que sí a España y a ser españoles, pero no lo ponen en sus siglas del partido para no levantar suspicacias. Otros la tuvieron en sus sigla, pero se caen de ellas para ser «inclusivos» con todo tipo de colectivos sociales y políticos y que nadie se sienta incómodo. Unos dicen que el himno español no tiene letra y lo tararean ¡qué cosa más ridícula!
¡Ay! «Mi querida España, esa España mía, esa España nuestra»… como cantaba Cecilia. Después del 20-D (día de las elecciones), uno de los temas más arduos y difíciles será precisamente el de saber si hay «una o dos Españas que hielan el corazón» (A. Machado), si es una «madre y madrastra» (Ana Belén) y si en verdad, nos «duele España» (M. de Unamuno)

Pedro Fraile

16 de Diciembre de 2015

07 diciembre, 2015

¿MARÍA MODELO O ANTIMODELO DE LAS MUJERES DE HOY?



            Reconozco que entre mis muchas contradicciones tengo que admitir que me encantan las letras, y muchas canciones, de Joaquín Sabina (algunos pueden pensar que «no me pega»). Una de ellas, de hace más de veinte años, describiendo la sociedad madrileña dice que «las niñas ya no quieren ser princesas».
            Hace muchos años también, en el primer gobierno de Felipe González después de la Transición, un lenguaraz y mal encarado Alfonso Guerra profetizaba, con mucha mala idea, que de ingenuo no tenía nada, la frase ya histórica de que «a España no la va a reconocer ni la madre que la parió» (¡dixit!).

Como tercer motivo de introducción a mi reflexión quiero traer a la memoria a uno de mis profesores de teología más «listos», Javier Calvo. En el primer número de la Revista Aragonesa de Teología reflexionaba sobre la mujer en la Iglesia, y decía que la Iglesia había perdido a las mujeres, que ya no era evidente que las mujeres fueran el soporte de las parroquias, y que esta fractura iría en aumento. También lo anunciaba, y así está siendo.
No voy a analizar los porqués. Solo quiero recoger estos tres ejemplos ante el día de la Inmaculada, que celebramos mañana. ¿Dónde quedan esas «Vigilias de la Inmaculada» en muchas ciudades y pueblos de España que convocaban a decenas o incluso centenas de jóvenes, en las que  se proponía sin tapujos a María como «modelo» para los jóvenes cristianos, en especial para las chicas? ¿Dónde quedan ya esas asociaciones piadosas que se denominaban «Hijas de María» que contaban con casi todas las chicas del pueblo o parroquia de la «España católica y que ponían a María Inmaculada como modelo a seguir? Están los «cruzados de María» y las «Milicias de la Inmaculada» que se consagran a la Virgen. Siguen convocándose en algunos santuarios y parroquias las «Novenas a la Inmaculada». ¿Dónde quedan, mucho más lejos, esos «votos a la Purísima» de algunos pueblos de España? María Inmaculada, si no me falla la memoria, es la «Patrona de España». En la tradición católica Española la figura de María ha sido muy importante. El que os habla, con cientos de niños y jóvenes de otros tantos pueblos de mi zona, nos educamos en el «Seminario de la Inmaculada». Nuestro himno cantaba «¡Qué hermosa sois, oh madre Inmaculada…!»
Con Joaquín Sabina que nos dice en los «ochenta» que las niñas están cambiando, con Alfonso Guerra que nos profetiza que no vamos a conocer a España, después de una, dos o tres décadas nos preguntamos ¿de verdad hoy María es modelo para las mujeres de hoy? ¿La mujer española, especialmente las más jóvenes, se ven motivadas por la «pureza de pensamientos y obras», la «limpieza de corazón» o la «apertura incondicional a Dios»? ¿No es un mensaje que hoy no vende? ¿Habrá que cambiar el mensaje? ¿Habrá que presentar a María de otra forma, sin renunciar a hablar de María y de su papel fundamental en el plan de Salvación?
Personalmente sostengo que no son buenos momentos para la fe; ni para los chicos ni para las chicas jóvenes. Entiendo por fe no la del «carbonero» que obedece lo que le dicen y calla, sino la fe «de corazón y de entendimiento» que se sorprende, confía, acoge y camina aun en medio de las dificultades. María es «modelo de discípula» pues ella acogió en su vida de forma única, libre, sencilla, humilde y perfecta la propuesta de Dios. Tenemos que aprender a ser «acogedores de esta fe» como María. Sigue siendo modelo para tantos cristianos, chicos y chicas, hombres y mujeres, que se abren al misterio insondable y cercano, cálido y penetrante, necesario y desbordante que es Dios. Un Dios que no es anónimo, sino que se hace carne en las entrañas de María gracias a su «heme aquí».
Pedro Ignacio Fraile Yécora

7 de Diciembre de 2015

06 diciembre, 2015

LOS BELENES SON CONTRARREVOLUCIONARIOS ¡ACABEMOS CON ELLOS!

            No soy persona de ironías. De hecho no las uso nunca en mis escritos. Dicen que la ironía no se entiende ni en la radio ni en la tele, que es propia de los textos… no sé. ¿Esto es una ironía o una verdad, que los «belenes son contrarrevolucionarios»?

           

Ayer por la tarde fui a la «Feria de Santa Lucía» de Barcelona, delante de la Plaza de la Catedral y observé cómo poco a poco las casetas dedicadas a «Papá Noel» iban ganando terreno a las «antiguas» casetas dedicadas a vender figuras de Navidad, portales, y todos los aderezos y minuciosos detalles que se pudieran imaginar. Me pareció que había menos casetas que otros años dedicadas al mundo de los «belenes» y que había menos gente interesada en ellos. Sin embargo, las dedicadas a los «papanoeles» en bicicleta, que subían y bajaban por escaleras, de todo tipo de tamaños y formas posibles acaparaban la atención de la gente.
            Esto es un detalle sin importancia, pero ahí está. Más preocupante son las noticias en las que se nos advierte de que grupos «extremistas» han lanzado una campaña, no sé si orquestada o no, contra la «navidad cristiana» que va allende nuestras fronteras. Los alcaldes franceses han prohibido que se pusieran belenes en zonas públicas para no molestar a una población musulmana que aumenta, en nombre de los «valores republicanos». En el norte de Italia han intentado, por motivo similar, desterrar los belenes, y el mismo presidente Renzi ha dicho que la navidad pertenece a la tradición italiana (no en vano, los «belenes» se remontan al patrón de Italia, San Francisco de Asís). Aquí en España se repiten los intentos de quitar a la navida

d su carácter religioso; la alcaldesa de Barcelona, con todo el descaro, ha avisado de que quiere cambiar el nombre de «Navidad» (ella sabe que es un nombre cristiano –nacimiento de Jesús- por el de Solsticio de invierno). ¿Lo veremos?
            Si pensamos un poco vemos que esto no es de ahora, sino que tiene muchos años de recorrido. No hay nada más «anticristiano» que el capitalismo salvaje. Para muchos la Navidad se ha reducido a «comprar-vender-regalar», o a «consumir-comer-gastar», pero sin sentido, o casi. Los regalos tenían su sentido en un contexto de «fiestas populares»; la gente expresaba la belleza y la alegría de estos días en detalles, en mesas compartidas, en reuniones familiares, en villancicos… Todo tenía su equilibrio. Para muchos eran días «religiosos»,  pues se celebraba el «nacimiento de Jesús», la gran alegría para el mundo necesitado de un salvador.
            Los grandes gurús internacionales del consumo vieron un motivo de hacer pingües negocios, rebajaron la Navidad de su contenido religioso, y se la cambiaron por el de Christmas (que no sé qué tiene que ver con el «nacimiento» de Jesús). A Jesús lo cambiaron por un señor gordinflón que no dice «nada»; bueno sí, su mensaje es «Ho,ho,ho», y los villancicos los cambiaron por sonidos de campanas chispeantes: ¡la nada con sifón! Parecía que ya estábamos contentos con unas navidades reducidas al consumo, donde los niños de hoy ya no tienen casi referentes religiosos, cuando le quieren dar el «golpe de gracia»: ¡fuera los belenes!
            Para unos hay que quitarlos para no molestar a los «musulmanes», tamaña necedad, pues se supone que tenemos que caminar hacia el respeto mutuo, no hacia la exclusión de los otros. Para otros son «restos de un pasado a superar»; tamaña contradicción, pues ¿no nos empeñamos en recuperar nuestras tradiciones, y esta tradición se remonta al siglo XIII con san Francisco de Asís? Para otros es molesto porque es cristiano; pues mire usted, las Navidades, le guste o no, son fiestas cristianas. Los que prohíben aún no se han enterado de que es el mejor aliciente para hacer precisamente lo prohibido. Pues lo dicho, ¡pongamos un buen y hermoso Belén en casa!

Pedro Ignacio Fraile

6 de Diciembre de 2015