29 marzo, 2016

REFLEXIONES APASIONADAS PARA ESTA PASCUA


Lo primero que sale del corazón y de los labios, en esta semana de Pascua es repetir el saludo que atraviesa el mundo de parte a parte: ¡Ha resucitado! ¡No lo busquéis entre los muertos! Sin embargo, cada año la Pascua tiene notas distintas para quienes la celebran. No hay dos Pascuas iguales, como no hay dos cumpleaños iguales ni dos navidades iguales. No tenemos más que echarnos una mirada a nosotros mismos: ¿qué nos ha pasado a nosotros y a los nuestros, a nuestros amigos y familiares desde la última celebración de la Victoria de nuestro Dios? Unos han nacido y otros han muerto. Celebramos pequeños triunfos y lloramos dolorosos fracasos. Tenemos nostalgia de otros tiempos, cuando soñábamos con otros horizontes que quizá no se han cumplido, o nos seguimos ilusionando con un mundo distinto que hay que hacer.

La Pascua atraviesa el mundo, no sabe de colores ni fronteras, por eso mismo no hay dos Pascuas iguales. No la pueden celebrar de la misma forma los cristianos de Siria que ven cómo su vida peligra por eso, por ser cristianos, que los cristianos de Grecia que ven cómo su economía no levanta cabeza, o los cristianos de los Países Bajos que siguen conmocionados por la violencia terrorista, o los cristianos de África que preparan en muchos casos la emigración a Europa. Para todos es Pascua, pero Pascuas muy distintas.
Esta Pascua se ha caracterizado por su celebración en medio de una violencia creciente. No solo en Irak y Siria, sino también en Pakistán, donde han sido masacrados niños y sus madres cuando celebraban en un Parque la principal fiesta cristiana. Una Pascua marcada por una tensión creciente en el mundo. ¿Qué significa que Jesús ha vencido a la muerte? ¿Qué supone para un cristiano creer en que Cristo es la vida plena? En medio de tanta violencia, no es fácil.
Me quiero parar en España. Estamos asistiendo en los últimos meses, o años quizás, a un fenómeno inquietante. La vieja España, esa que está atravesada de costuras, esa que se rompe y se remienda de nuevo; esa que se rasga por los extremos y se quiere recomponer desde el centro. Esa España que ha sido de todo y de nada. Que ha sido la que más misioneros ha enviado a América para anunciar el evangelio y a la vez la que más reniega de él. Esa España que levanta los pasos de Semana Santa, y los procesiona entre el aplauso y sentidos lloros de muchos, y esa España que grita que se acaben para siempre estos signos de una época pasada, que debe desaparecer, en nombre de la laicidad.
La religiosidad de España es distinta a las de otras partes del mundo. Celebra con pasión la muerte de Jesús. Miles y miles se echan a la calle para llorar con sus Cristos. Pero el día de Pascua solo son cientos los que celebran la Resurrección. ¿Dónde se han quedado los miles que contemplan emocionados las procesiones de Viernes Santo? Ahí, en la muerte. Sin querer, o queriendo, tenemos una religiosidad de «viernesanto», «trágica», «dolorosa y dolorida», pero ¿dónde está la mañana luminosa de Pascua entre nuestra gente que se confiesa católica?
Los Obispos reclaman la atención de sus fieles. Quieren hablarles del evangelio, quieren que entren en el Año Jubilar de la Misericordia. Si diéramos la razón  al número que dicen las estadísticas,  decenas de miles participando en las procesiones, tocando los tambores, llevando los pasos ¡qué Iglesia tan viva! Si miramos las reuniones de las parroquias, los encuentros para reflexionar el evangelio o la Doctrina social de la Iglesia, al contemplar las sillas vacías; si vamos a muchas misas dominicales, decimos ¡qué Iglesia más muerta! ¿Cómo es posible que nuestra gente, en números de miles, se emocione con Cristo y la Virgen y dé la espalda a la Iglesia que quiere hablarle de ese mismo Cristo y de esa  misma Virgen? Esta es España. Se puede ser «hermano cofrade» sin sentir con la Iglesia. ¡La fe o no fe de los cofrades, es harina de otro costal.
Más aún. La Iglesia se esfuerza por avanzar en una sociedad que la mira con prevención (todo lo que propone la Iglesia suena a «antiguo« y «trasnochado») y encuentra con el impedimento de una sociedad que la quiere dejar ahí, en las procesiones de Semana Santa, pero que no quiere que sea profética, ni que diga la verdad, ni que se ponga con los más pobres. ¿Tenemos una Iglesia secuestrada por nuestros propios conciudadanos? ¿Qué pasaría si los miles de cofrades fueran voluntarios de Manos Unidas, de Caritas, de Justicia y Paz etc? ¿Os imagináis una Iglesia así?
Una amiga me decía el otro día cuando comentaba con cierta dureza estas situaciones: «No juzgues. Dios se sirve de lo que quiere, incluso de tocar el tambor, para hacer su obra». Puede ser. Puede ser que sigamos creyendo muchos que es más evangelizador una sesión de estudio del evangelio, o un compromiso en Caritas que ir llevando un paso. Pero ¿quiénes somos nosotros para decirle a Dios cómo se quiere revelar? ¿Acaso la razón es el único acceso a Dios? ¿Acaso debemos cerrar a cal y canto el mundo de las emociones para impedir que Dios se cuele por esa rendija? Dejad a Dios ser Dios.
Pascua de 2016. Distinta a la del año pasado y sin duda distinta a la del próximo año. ¡Jesús está vivo! ¡Felices Pascuas!

Pedro Fraile
20 Marzo de 2016




18 marzo, 2016

LECTURAS COMENTADAS DE LA FIESTA DE SAN JOSÉ

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

Lectura del segundo libro de SAMUEL 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
-«Ve y dile a mi siervo David: “Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo.Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.”»
Palabra de Dios

Comentario exegético: La conocida como ‘promesa davídica’ (texto que leemos hoy) es una de las claves teológicas de interpretación del Antiguo Testamento. David, elegido como rey de Israel, ungido por el profeta Samuel, cae repetidamente en el pecado. Sin embargo Dios no abandona a su ungido, sino que le conduce de forma que por su medio instituye toda una descendencia. Las palabras con que Dios rubrica su promesa, ‘por siempre’, supondrán un serio problema para el pueblo de Israel cuando vean que con Sedecías, en el año 587, desaparece la monarquía davídica. Será Isaías quien ayude a interpretar la promesa en clave mesiánica y no puramente biológica. Dios no estuvo sólo con el rey David para salvar a su pueblo, sino con todos sus descendientes; la promesa no se reduce a un hecho de la antigüedad, sino que se renueva y actualiza en el Mesías. El profeta Natán con su palabra no sólo legitima una dinastía humana, sino que enraíza en ella un símbolo mesiánico. La casa de David se perpetúa en el pueblo de Israel.   

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los ROMANOS     4, 13. 16-18. 22

Hermanos:
No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.»
Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación.

Comentario exegético: Palabras tajantes si las leemos en un contexto de observancia judía donde la Ley o Torah había adquirido rango de culto. Pablo rompe el argumento y apela al mismo Abrahán para reivindicar la salvación por la fe y no por la observancia de una normativa ético-religiosa. La perspectiva se abre a una nueva dimensión insospechada pues según el apóstol la descendencia de Dios no se limita a la legal, esto es a los israelitas observantes, sino a toda la humanidad que abre su corazón a la fe. La promesa no se le hace a Abrahán por ser cumplidor, sino por ser creyente. Con estas afirmaciones el apóstol Pablo rompe todo particularismo excluyente que limitara la acción de Dios a un pueblo o grupo que fuese fiel a una observancia concreta para abrirla a la humanidad creyente sin distinción. En el título ‘padre de muchas naciones’ Pablo contempla a la gran humanidad redimida en la persona de Cristo. La diferencia entre los dos tiempos salvíficos es que en Abrahán Dios promete, y el creyente vive en la tensa esperanza de que se cumpla la promesa; en el tiempo inaugurado por Cristo, Dios ha cumplido, y el creyente sabe que en su fe se actualiza y realiza el plan de Dios.

Palabra de Dios.

Lectura del santo evangelio según san MATEO 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
-«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.

Comentario exegético: La figura de José aparece poco en los textos evangélicos. Mateo acaba de introducir la genealogía de Jesús, hijo de Abrahán, hijo de David haciendo que la  cadena desemboque en José, del que se dice que es esposo de María, y no al revés como se esperaría, María, esposa de José.
El relato quiere desarrollar que la maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu santo. Para ello lee en clave de cumplimiento la promesa mesiánica que aparece en Isaías – la señal de la presencia de Dios es que la virgen está encinta- y que el texto litúrgico en este caso no recoge.
Según las costumbres judías se han celebrado los esponsales, pero no la boda y consiguientemente se presume la no cohabitación de la pareja. Mateo emplea la conocida figura del sueño y del ángel para introducir el misterio que supera a la inteligencia humana.
José es colocado en la línea de los hombres creyentes que, como Abrahán, va más lejos de las leyes naturales o humanas y acepta entrar en la dinámica de los planes de Dios. Cristo es hombre como los demás, pero al mismo tiempo es fruto del Espíritu Santo. José acepta esta paradoja por ser creyente, no sólo por ser bueno.  El texto acaba con la obediencia de José; obediencia que no es sumisión ciega sino aceptación del misterio que sobrepasa y que se acoge con reverencia.


Pedro Fraile



16 marzo, 2016

CRISIS DE REFUGIADOS: LA ZORRA GUARDA LA GALLINA


         En esta crisis de refugiados, a la que estamos asistiendo entre cabreados, impotentes, indignados y sobresaltados, vemos cómo Europa entrega por dinero a miles de personas a sus enemigos naturales: los turcos.
            La política es de todo menos ingenua. Los que se dedican a la política, arte necesaria, saben que siempre hay un pasado que recordar y que tener en cuenta. Nadie comienza de cero. Los políticos españoles no empiezan de cero (si así fuera, no estarían recordando ni la guerra civil, ni la dictadura de Franco, ni la Transición). Tampoco los políticos internacionales del próximo oriente negocian partiendo de cero. Recuerdan la cercana guerra del Golfo, las intervenciones soviéticas, la no menos cercana segunda guerra mundial, y por supuesto, la primera guerra mundial, porque de aquellos barros vienen estos lodos. La crisis de la primera guerra mundial no se cerró: el imperio turco fue derrotado y dividido en pedazos, como se parte una tarta de cumpleaños, pero no desapareció: quedó Turquía. Hubo miles de afrentas y humillaciones por parte de los vencedores, y  los turcos no se olvidan.

            La frontera sur de Turquía nunca ha sido zona clara, como tampoco lo han sido sus fronteras orientales: los kurdos se mueven en tierra de nadie entre Irak y Turquía. Los armenios siguen reivindicando el monte Ararat, símbolo irrenunciable de su país, que hoy está en Turquía. ¿Y la frontera con Siria? Zona permanente de conflictos. Uno de los más llamativos es la ciudad de Antioquía de Siria, lugar de nacimiento de la comunidad cristiana desde donde Pablo inició su evangelización, que siempre había sido de Siria pero fue conquistada por Turquía.
            Si echamos la vista atrás, buscando explicaciones, vemos una diferencia fundamental: los sirios son los descendientes de las culturas locales: los arameos, los cananeos, los seléucidas, los bizantinos etc. Son los habitantes naturales de esas tierras y culturas. Son los hijos de «Abrahán, Isaac y Jacob», que de aquellas tierras se desplazaron hacia el sur, hacia la franja costera entre el mediterráneo y el Jordán que hoy ocupan palestinos e israelitas.
            Los turcos, por su parte, son los descendientes de las invasiones de los habitantes del Asia central, que en sucesivas oleadas fueron ocupando desde el siglo XI el imperio bizantino, hasta que lo dominaron. No fueron siempre las mismas tribus turcas. Primero fueron las tribus selyúcidas, en el siglo XI; más tarde vinieron las tribus otomanas, que alcanzaron su máximo poder y extensión con Solimán el magnífico, en el siglo XVI. Tribus asiáticas que se instalaron en la antigua Anatolia. Tribus de ancestrales religiones chamánicas, que se hicieron musulmanas.
            Los turcos en el norte y los sirios en el sur. Comparten la fe musulmana, pero nada más. Ni la misma lengua (turco para unos y árabe para otros); ni la misma cultura (asiática para unos y mediterránea para otros); ni los mismos orígenes (las estepas de Asia central para unos, y los ríos de la Mesopotamia para otros). La cultura occidental proviene en buena parte de Siria (las bibliotecas de Ebla, Ugarit, Mari etc.) son fuente de las lenguas semíticas. La cultura turca es ajena a nosotros. Curiosamente la cultura occidental está mucho más cercana a la siria (es mediterránea) que la turca (de origen asiático).  Algunos matizarán: las dos son del Oriente. Sí, pero no. Siria, como Palestina, como Israel, pertenecen al Próximo Oriente; mientras que la cultura turca tiene su origen en el Medio Oriente. Parece una distinción ridícula, pero estudiando lenguas y culturas, nos damos cuenta de que no lo es.
            Volviendo a la crisis de los refugiados. Los sirios quieren venir a Europa por muchas razones. Una de ellas, no menor, es porque se miran en nosotros y se reconocen en nosotros. Para ello tienen que cruzar por Turquía. ¿Qué ha hecho Europa? Quitarse el problema y dárselos a los turcos, sus enemigos naturales y ancestrales, a cambio de dinero. Europa paga y Turquía es la zorra que cuida las gallinas.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Marzo de 2016

           


14 marzo, 2016

UN ICONO DE HOY

Los iconos no son ni viejos,
ni ajenos, ni extraños.
Hay artistas que nos regalan
las imágenes para rezar hoy,
como este icono de
Cristo tras las alambradas.

Un regalo para la Pasión
que se aproxima
y para el Viernes Santo
de este año 2016

Pedro Fraile

13 marzo, 2016

YO TAMPOCO TE CONDENO

La muerte por lapidación se encuentra en la Biblia como castigo a pecados muy graves; entre ellos el adulterio. Es una ley tribal que se pierde en la memoria de los tiempos. Los que así hacen dicen que quieren cumplir la Ley de Moisés. ¡Manipulan a Dios para sus intereses!

Hoy en día se sigue argumentando, incluso ejecutando a mujeres, de forma semejante. Se sigue haciendo en nombre de Dios. Hoy en día se sigue usando a Dios para atacar a los más débiles. ¿Hay mayor blasfemia?


Si Dios no es el enemigo del ser humano, sino su máximo valedor, ¿cómo argumentar con preguntas falsamente religiosas para matar a una persona? La vida de todos es "sagrada". No hay nada que justifique la muerte de nadie.



Jesús no entra a discutir la norma sagrada con sus contrincantes, sino que pone a la persona por encima de la Ley de Moisés. 
Jesús no cae en la trampa que le tienden, sino que revela a Dios que es misericordia. Tampoco justifica el comportamiento de la mujer: no la condena, y le pide que "no vuelva a pecar".


Quinto domingo de Cuaresma

Pedro Ignacio Fraile Yécora 


07 marzo, 2016

NI ODIO, NI INDIFERENCIA, NI SILENCIO. Ante el asesinato de cuatro Misioneras de la Caridad

             El año 1996 fue asesinado por ETA Fernando Múgica Herzog. Su hermano, Enrique, entonces ministro de justicia del PSOE, que fue también Defensor del Pueblo, dijo: «ni olvido ni perdono». Dos «níes». Otro uso habitual de la conjunción copulativa negativa «ni», es el que se puso de moda hace unos años en España con valor de sustantivo: los «ninis» designaba a aquellos, principalmente jóvenes, que «ni estudiaban ni trabajaban». Yo quiero reflexionar no sobre dos, sino sobre tres «níes» a propósito del asesinato de cuatro Misioneras de la Caridad, más conocidas como las de la «Madre Teresa de Calcuta» en Yemen, hace unos pocos días.
            Ni odio. Enrique Múgica habló con el corazón y dijo lo que pensaba él y lo que piensa mucha gente. El odio es un sentimiento, una pasión, que no podemos controlar. ¿Quién no ha sentido odio alguna vez, aunque luego lo haya racionalizado y controlado? El odio no es un sentimiento cristiano. Jesús en su evangelio nos dice claramente que «devolvamos bien por mal», y que lleguemos incluso a «amar al enemigo». ¿Imposible? ¿Bonitas palabras? La historia de la Iglesia está llena de casos de personas, muchos de ellos anónimos, que cuando los estaban matando, ellos les perdonaban. Yo estoy convencido de que estas cuatro hermanas, que servían a los pobres del Yemen, por puro amor, no pudieron odiar a quienes les mataban. Los cristianos no podemos predicar el odio, de la misma forma que Jesús en la cruz dijo: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen». Enrique Múgica era natural de San Sebastián, con ascendencia judeo-polaca (el apellido Herzog así lo delata). Probablemente sus palabras, dichas con el corazón, adolecían del perdón necesario que recuerda Jesús en la cruz y que nos pide a los que hoy queremos seguirle.
            Ni indiferencia. El Papa Francisco se quejaba, cuando se enteró de la noticia, de que para la mayor parte de la prensa mundial, había sido un hecho más, no noticiable. Se dolía de la indiferencia. No quiero corregir al papa Francisco, pero sí que quiero decir con voz clara que la «indiferencia» de muchos de estos medios es solo con algunos. Es verdad que las Misioneras de la Caridad asesinada no buscaban aplausos humanos, pero qué menos que se reconozca que han sido asesinadas cuatro personas que trabajaban con los pobres, y que se condene públicamente. Dios hace justicia, la suya, la buena, lo sabemos; y con esto nos debería bastar; pero los humanos también necesitamos que alguien denuncie los atropellos, los abusos, las injusticias. Estas mujeres han sido asesinadas, y no podemos quedarnos indiferentes. Como tampoco podemos quedarnos indiferentes ante otra mujer asesinada hace una o dos semanas en Honduras, por defender también a los pobres.
            La indiferencia es una segunda muerte. Primero te quitan la vida. Luego te quitan el derecho a que se reconozca o se diga públicamente que te han matado. Te esconden, para que no se sepa, para seguir con la gran mentira del «mundo feliz». Hay que reivindicar la vida y la muerte de estas cuatro mujeres; reivindicación sin odio, pero sin miedo a que se sepa la verdad.
            Otra suerte, más grave de indiferencia, es que hayan matado a cuatro mujeres. ¿Dónde están las feministas que en estos días pasados atacaban sin piedad en España contra los sentimientos de la Iglesia católica, precisamente sirviéndose de la figura de la mujer? La dignidad de la mujer en los titiriteros que dramatizaban la violación de una monja en los carnavales de Madrid, defendiéndose con el argumento de la «libertad de expresión», y que más tarde justificaba curiosamente una mujer, la edil del distrito donde habían actuado (barrio de Tetuán), diciendo que era normal en los títeres que las «brujas mataran monjas, jueces y policías» (¡lo dijo ella, yo no!).  La dignidad de la mujer en el poema anti-cristiano del padrenuestro recitado en la entrega de los premios Ciudad de Barcelona, con presencia y aplauso de la alcaldesa, donde a Dios se le asignaban toda suerte de epítetos sexuales femeninos groseros, como si el llamar a Dios «Padre» fuera una ofensa para las mujeres, o más aún, fuera «machista»; la dignidad de las mujeres creyentes que entienden su vida abierta al misterio de Dios y le dicen un «sí» humilde y obediente como María, y ven cómo en Sevilla se les ríen y les ofenden en la procesión del «Santísimo c. insumiso», en la que se mofan de las mujeres que «obedecen a Dios». ¿Dónde están las feministas en este ataque a cuatro mujeres? Mujeres, además, que no son ni blancas (pues son indias), ni son ricas (pues son pobres), ni son «pijas», pues están con los últimos, con los que no quiere nadie, sirviéndoles a cambio de nada.
            Ni silencio. Estamos en un mundo donde los «medios de comunicación social» hace tiempo que se han trastocado en «medios de opinión». No dicen lo que hay que decir, sino lo que interesa decir, o lo que conviene decir. En este campo de opinión, no interesa que se sepa que han matado a cuatro monjas que trabajaban con los más pobres. Interesa más pegarle fuerte a la Iglesia católica repitiendo y aireando sus vergüenzas, ¡que las tiene!: los casos de pederastia, los casos de abusos, los curas autoritarios etc. Eso que se sepa y se repita; pero si han matado a cuatro religiosas, ¡ah!, se siente, no es noticia que interese a la gran mayoría.
            Es tremendamente doloroso que cuando asesinaron a los dibujantes del semanario antirreligioso (anticristiano, antimusulmán y antijudío) ‘Charlie Hebdo’ (¡atención, no hay que matar a nadie, tampoco a ellos, por mucho que aborrezcamos lo que hacen o dicen), la gente salió a la calle a gritar: «je suis Charlie», o a ponerlo en las redes sociales. Yo no salí a la calle ni me adherí a la mayoría mediática entregada y emocionada por su solidaridad en las redes, porque nunca me he sentido cercano a personas que se ríen de la fe de los demás. La gente se escandalizó porque habían asesinado a cuatro, o cinco, o seis, dibujantes: ¡Han matado la libertad de expresión! Esos dibujantes vivían en París; probablemente (no lo sé seguro), llevarían una vida burguesa, descreída… que les permitía hacer broma de todo. ¡Occidente se rasgó las vestiduras porque habían asesinado a cuatro librepensadores! (repito, nadie puede matar a nadie). Pero me pregunto: ¿dónde está occidente, el occidente bien pensante, bien comido, bien dormido…, en el asesinato de estas cuatro mujeres? El silencio es de cobardes. Yo no quiero guardar silencio. Como eran religiosas, y seguro que agradecen el poder de la oración, mi plegaria al Buen Dios, por ellas. Doy gracias por su vida, y en este año de la Misericordia, le pido a Dios que nos enseñe a todos, a ser más misericordiosos.

Pedro Ignacio Fraile
7 de Marzo de 2016  




06 marzo, 2016

'PADRE MISERICORDIOSO' O 'HIJO PRODIGO'

El título de «padre misericordioso» hace más justicia que el de «hijo pródigo». 

El acento recae sobre Dios que da libertad, permite que el hijo menor sea protagonista de su vida, pero no le da la espalda cuando este regresa a casa. 

La iniciativa es del padre que, al verlo de lejos, sale corriendo en su busca y le abraza; luego le hace una fiesta porque le ha recobrado con salud. 

No podemos olvidar el contraste con la reacción del hijo mayor: se indigna porque reclama sus derechos de haber sido buen hijo y rechaza el comportamiento misericordioso del padre. 

Cada uno de nosotros sabe qué tipo de hijo representa ante Dios: el que reconoce humilde su pecado o el que se presenta orgulloso y reivindicativo ante él.

Cuarto domingo de Cuaresma 2016





01 marzo, 2016

NO ES VERDAD QUE TODOS SEAMOS IGUALES. El rechazo de los refugiados.



            Ayer veíamos las imágenes de unas personas, muchos de ellos niños, que se aplastaban literalmente contra las vallas que les impedían el paso de un país (Grecia) a otro (Macedonia): Son personas que huyen de la guerra, de que les maten.
            En las mismas noticias nos mostraban cómo la policía desmontaba el campamento de Calais, donde miles de personas esperaban poder cruzar el Canal de la Mancha, dirección a Gran Bretaña.
            Sé que el lector me dirá que el problema es muy complejo desde todos los ángulos. Lo sé. Desde un punto de vista político, son personas que se mueven por países y los gobiernos tienen derecho a saber quién pasa por allí, y hacerlo con garantías. Desde un punto de vista social, son grupos de gente que se desplazan sin rumbo, o con un rumbo muy definido, y los gobiernos están preocupados por los equilibrios sociales. Desde un punto de vista económico, los desplazados son pobres, y los gobiernos no quieren «bolsas de pobreza» en sus territorios. Desde un punto de vista religioso, en el caso de Siria e Irak, la mayoría son musulmanes (sólo hay unos pocos cristianos, que encima sufren el rechazo de sus compatriotas), y los gobiernos no quieren desequilibrios religiosos que puedan convertirse en futuros guettos.

            El problema no es de uno, sino de todos. Grecia dice que él no tiene la culpa de estar en la «puerta de entrada» a Europa, y de que todos pasen por allí; pide ayuda. Turquía los deja pasar, porque no quiere que se queden en la frontera con sus países de origen y ya tiene bastantes problemas, pasando la pelota a Europa. Los países del centro de Europa dicen que si Alemania y otros destinos del Norte los rechazan, se los tendrán que quedar ellos, y tampoco quieren. Alemania dice que ya tiene bastantes, o incluso más de los que puede. En el norte de Europa también dicen que han cumplido el cupo. España e Italia, en el sur, dice que con los que suben del sur, principalmente de África, ya tienen bastante. Gran Bretaña juega a lo suyo, como siempre; lleva otro juego que sólo él entiende y del que sólo él se beneficia.
            El caso es que miles de personas, a comienzos del siglo XXI, están paradas en unas barreras metálicas que han levantado los gobiernos. No quieren pobres, ni quieren emigrantes, ni quieren refugiados, ni quieren desplazados.
            Luego se nos llena la boca con el «nivel de vida», con los «progresos sociales», con la «sociedad del bienestar»... Pero cuando vienen los pobres de verdad, los que molestan de verdad porque traen «inestabilidad», les ponemos barreras. ¿Por qué? Porque digamos lo que digamos, no es verdad que seamos todos iguales. No queremos ni pobres ni refugiados. Esto es así, aunque nadie se atreva a decirlo en voz alta. Sabemos que si vienen miles de pobres, «la balanza se desequilibrará»; tendremos que «renunciar» a muchas cosas para que todos tengan trabajo, tengan vivienda, y no solo nosotros. Y eso ya no nos gusta.
            La Biblia, que es un libro revolucionario, más que los manuales de revolución que se prodigan cada generación, comienza diciendo que Dios creó al ser humano (no dijo si creó a los europeos, a los africanos, a los de EE.UU o a los japoneses). Lo creó «a su imagen y semejanza». O sea: los niños, las mujeres y las personas que están atrapadas en tierra de nadie, con la cara pegada en una barrera, son «imagen y semejanza de Dios». Seamos más provocativos: «Dios está atrapado en una barrera que han levantado algunos humanos». La Biblia no pone «apellidos» al ser humano, ni los clasifica: ricos/pobres; blancos/negros; extranjeros/nacionales. Las vallas las han puesto los humanos, no Dios. Dios está en las vallas, sin poder pasarlas. La desigualdad es de los gobiernos, de los intereses, de los límites, de las clases, de las diferencias. Nuestra oración solo puede ser esta:

¡Señor, ¿acaso no nos creaste
a todos
a tu imagen y semejanza?
Dinos, entonces,
¿quién ha establecido las diferencias,
las desigualdades y las pobrezas?
¿quién ha levantado las barreras?

Pedro Ignacio Fraile Yécora
1 de Marzo de 2016

           
                       
           

            

SEXTA ENTREGA, Y FINAL, DEL PADRENUESTRO (Respuesta al de Ada Colau)



(Para ver el artículo completo, ir a los cinco anteriores)

6. RESUMEN


            La oración del Padrenuestro parte del hombre, como ser único, y se eleva a Dios. La primera parte se dirige a Dios, en un «tú» que es a la vez de confianza respetuosa, de cariño y de intimidad. La segunda repite el nosotros (el pronombre «nos»).

No es una oración al vacío, sino al Padre; tampoco es una oración sin contacto con la tierra, sino que nace de lo humano para entrar en el corazón de lo divino. Es una sola pero, a la vez, está en dos esferas: la del hombre y la de Dios. O también, tiene un doble movimiento: ascendente y descendente.












JESÚS- CRISTO- DE DIOS- HIJO- SALVADOR




            El Padrenuestro tiene que ver con dos aspectos fundamentales del ser humano, el de la vida, que vista desde la plenitud, desde el misterio del hombre, en palabras de fe tiene un nombre: «salvación».  La salvación es un camino de ida y vuelta: tiene un aspecto de logro, de «alcanzar una meta» y tiene un aspecto de «liberación», de romper con una esclavitud. Así en el «padrenuestro» la salvación tiene que ver con una «vida plena» y una «vida libre». Por vida «plena» entendemos una «vida digna» (danos el pan cotidiano) y una «vida reconciliada» (perdónanos). Por «vida libre» entendemos una «vida desidolatrada» (no nos dejes caer en tentación) y una «vida humanizadora» (líbranos de todo mal).

            El Padrenuestro es la oración de los discípulos que han descubierto que la vida es Jesús y que quieren hacer camino, cada día, con Jesús.





Esfera de Dios
(tú)
Invocación/confesión
¡Padre, sea santificado tu nombre!
Confesión adorante
Dos súplicas
¡Venga tu Reino!
Novedad radical
¡Hágase tu voluntad!
Obediencia filial
Esfera del hombre
(nosotros)
Cuatro peticiones
¡Danos el pan cotidiano!
Vida digna/sustento necesario
¡Perdónanos como perdonamos!
Vida reconciliada (aprender a perdonar)
¡No nos dejes caer en la tentación!
Vida sabia (sólo Dios es digno de adoración)
¡Líbranos del mal!
Lo antihumano es del maligno