19 agosto, 2016

OMRÁN, ECCE HOMO.



Esta semana pasada he pasado unos días por mi ciudad natal, Tarazona. Una de las mañanas me acerqué con unos familiares al Santuario de la Misericordia de Borja, donde hace ya cuatro años asistimos al mayor fenómeno viral de las tierras del Moncayo. La imagen de un «ecce homo» que un pintor piadoso había realizado en una pared de la capilla del Santuario, que estaba disolviéndose en la pared a causa del salitre y la humedad, había sido repintada hasta mostrarse como irreconocible. Lo que en un primer momento fue considerado como un «desastre», fue derivando a algo que no me atrevería a calificar. Cuando vas al Santuario y ves el mapa mundial de la repercusión de este dislate, te preguntas por el mundo en el que vivimos. ¿Cómo es posible que haya alcanzado las tierras de Nueva Zelanda, de Japón, de Canadá e Islandia? ¿Cómo es posible que hayan hecho bailes, cortos cinematográficos, botellas de vino, álbumes, cojines de coche… en un merchandising obsceno? ¿Cómo es posible que hayan dedicado una sala del precioso Santuario, testigo de la fe y de la cultura popular de la zona, a un «Centro de interpretación» de este fiasco? ¿Pero acaso alguien sabe qué significa «ecce homo»? ¿Pero alguien sabe qué supone pronunciar estas palabras, ante las que solo nos quedaría callar, rezar y llorar?
Leemos el evangelio de san Juan: Y salió Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: Ecce homo -¡Este es el hombre!- (Jn 19,5). La expresión latina ecce homo se refiere a Jesús. Pero no a un Jesús triunfante, divertido, socarrón o prepotente; no. El ecce homo es el Jesús débil, impotente, sufriente y foco de todas las burlas de la soldadesca y de los allí presentes. Pilato, sin querer, hizo teología. Al señalar a ese hombre destrozado y decir que en él estaba «el hombre», lo que estaba diciendo es que el ser humano no es solo poder, belleza, admiración, fuerza y potencia. El ser humano se nos dice en plenitud en su debilidad, fragilidad, pequeñez y necesidad. En su saberse débil y necesitado de abrazo, de perdón, de apoyo. Las personas somos muy frágiles; somos muy débiles. Esta es nuestra verdad. El ser humano omnipotente, violento y socarrón no dice la verdad de la condición humana.
Esta misma semana hemos asistido a un capítulo más de la violencia del ser humano. Sigue la guerra en Siria y sigue la guerra en la ciudad de Alepo. Nos acostumbramos a ver esta guerra de la misma forma que no nos extraña que haya tormentas en verano. Parece que decimos, «esto es lo que hay». ¡Qué terrible! ¿No somos cada vez un poco menos humanos, cuando nos acostumbramos al horror?
Una pregunta directa a ti que lees estas líneas ¿qué has pensado cuando has visto en los medios de comunicación la foto del niño-ecce homo Omrán? ¿Has gritado contra la violencia del ser humano? ¿Has dicho en el fondo de tu corazón que tú no quieres ser violento? ¿Has protestado contra todos los brabucones, sanguinarios, prepotentes y sin alma que no dudan en que la guerra sea un negocio?
El ecce homo de Borja es una tristeza, porque no es justo que el rostro de Jesús se haya transformado en motivo de burla y chanza. El ecce homo del niño Omrán es una denuncia de todos nosotros. Hoy, en el siglo XXI, los nuevos Pilatos siguen presentando a la atención pública la verdadera condición humana: la fragilidad y el dolor sin límites.

Pedro Ignacio Fraile Yécora

19 de Agosto de 2016