19 octubre, 2014

Recensión de la 'Evangelii Nuntiandi'

MATERIALES DE TRABAJO

Revisando en estos días de la beatificación de Pablo VI los trabajos antiguos recogidos en el ordenador, he encontrado esta recensión de los principales puntos de la 'Evangelii Nuntiandi'.

La comparto con vosotros, por si a alguno le interesa. Sigue siendo una reflexión de una categoría teológica y evangélica única. 


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RECENSIÓN DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA

‘SOBRE LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO’ 

(EVANGELII NUNTIANDI)

DE PABLO VI

(Recensión de Pedro Ignacio Fraile)

Preámbulo


§ 5 ‘La presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia algo de orden facultativo (…). Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza de la revelación’. (…) Es la verdad.

(I) DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA EVANGELIZADORA

Jesús, primer evangelizador

            § 6 San Lucas define en una sola frase toda la misión de Jesús: ‘porque para esto he sido enviado’ (Lc 4,43).
§ 7 Jesús mismo, evangelio de Dios (Mc 1,1; Rom 1,1-3)
§ 10 Este reino y esta salvación cada uno debe conquistarlos con la fuerza (…). Pero ante todo mediante un cambio interior que el evangelio designa con el nombre de «metanoia».

Signos evangélicos

§ 12. Al centro de todo el signo al que Él atribuye una gran importancia: los pequeños, los pobres son evangelizados, se convierten en discípulos suyos, se reúnen en su nombre en la gran comunidad de los que creen en él.

La evangelización, vocación propia de la Iglesia

§ 14. Queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar.

Vínculos entre la Iglesia y la evangelización

            § 15. Evangelizadora, La Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma (…) La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el evangelio.
            - La Iglesia es depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada (…). El contenido del evangelio y, por consiguiente, de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo.
            - Enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores (…). A predicar no a sí mismo o sus ideas personales (2 Cor 4,5), sino un evangelio del que ni ellos ni ella son dueños (…), sino ministros para transmitirlos con suma fidelidad.



La Iglesia, inseparable de Cristo

            § 16. Existe un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización. (…) Es conveniente recordar esto en un momento como el actual, en que no sin dolor podemos encontrar personas que van repitiendo que su aspiración es amar a Cristo, pero sin la Iglesia; escuchar a Cristo, pero al margen de la Iglesia. ¿Cómo es posible, siendo así que el más hermoso testimonio dado a favor de Cristo es el de Pablo: «amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5,25).

(II) ¿QUÉ ES EVANGELIZAR?

Renovación de la humanidad

§ 18. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad. Pero no hay humanidad nueva si no hay, en primer lugar, hombres nuevos, con la novedad del bautismo (Rom 6,4).

Evangelización de las culturas

§ 20. La ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo. Las culturas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a cabo si la Buena Nueva no es proclamada.

Importancia primordial del testimonio

            § 21. La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. El testimonio (silencioso) constituye una proclamación clara y eficaz de la Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización.

Necesidad de un anuncio explícito

            § 22. Sin embargo, sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará impotente si no es esclarecido, justificado –lo que Pedro llamaba ‘dar razón de vuestra esperanza- (1 Pe 3,15), explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
            La Iglesia no tiene más que una preocupación: ¿a quién enviar para anunciar el misterio de Jesús? ¿En qué lenguaje anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos aquellos que lo deben escuchar?
            § 23. El anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es asimilado como una adhesión del corazón. Adhesión a las verdades, pero aún más, al programa de vida –vida transformada- que él propone.
            En el dinamismo de la evangelización, aquel que recoge el evangelio como Palabra que salva (Rom 1,16; 1 Cor 1,18), lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren.
            § 24. Finalmente, el que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia.

(III) CONTENIDO DE LA EVANGELIZACIÓN

Un testimonio de amor al Padre

§ 26. Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una manera sencilla y directa de Dios, revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. (…) Para muchos es posible que este testimonio de Dios evoque al Dios desconocido (Hch 17,22-23); pero este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando ponen de manifiesto que para el hombre el Creador no es un poder anónimo y lejano: es el Padre: «Nosotros somos llamados hijos de Dios, y en verdad lo somos» (1Jn 3,1; Rom 8,14-17).

Centro del mensaje: la salvación en Jesucristo

            § 27. La evangelización debe contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. No como una salvación inmanente, sino como una salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad.
            § 28. La evangelización no puede por menos de incluir el anuncio profético de una más allá, vocación profunda y definitiva del hombre. (…) Es urgente la predicación de la búsqueda del mismo Dios (…) a través de ese signo visible que es el encuentro con Dios que es la Iglesia de Jesucristo, comunión que se expresa mediante la participación en esos otros signos de Cristo, viviente y operante en la Iglesia, que son los sacramentos (…). Porque la totalidad de la evangelización, aparte la predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía.
            § 29. La evangelización no será posible si no tuviera en cuenta la interpretación recíproca entre el evangelio y la vida concreta.
            § 31. Entre la evangelización y la promoción humana –desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre hoy que hay que evangelizar no es un ser abstracto sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos.
            Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la Redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de injusticia que hay que instaurar.
             § 32. Muchos cristianos generosos han sentido con frecuencia la tentación de reducir (la salvación) a una perspectiva antropocéntrica. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda.
            § 33. Acerca de la liberación que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir:
            - no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios.
            - va, por tanto, unida a una cierta concepción del hombre, a una antropología que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo.
            § 34. (La Iglesia) reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la sustitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.
            § 35. La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe (…) que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios.
§ 36. Aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay conversión de corazón y de mente.
§ 37. Debemos decir que la violencia no es cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos o violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo.
§ 38. La Iglesia se esfuerza por inserir siempre la lucha cristiana por la liberación en el designio global de salvación que ella misma anuncia.
La liberación que proclama y prepara la evangelización es la que Cristo mismo ha anunciado y dado al hombre con su sacrificio.

(IV) MEDIOS DE EVANGELIZACIÓN

§ 40. Este problema del cómo evangelizar es siempre actual. A nosotros pastores incumbe el deber de descubrir con audacia y prudencia, conservando siempre la fidelidad al contenido, las formas más adecuadas y eficaces de comunicar el mensaje evangélico a los hombres de nuestro tiempo.
§ 41. El primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana (…). El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio. (…) Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad frente a los pobres del mundo, en una palabra, de santidad.
§ 42. No es superfluo subrayar la importancia y necesidad de la predicación: ‘¿Cómo creerán si nadie les predica? La fe viene de la audición de la palabra de Cristo. Esta ley, enunciada un día por san Pablo, conserva hoy todo su vigor.
El hombre moderno, hastiado de discursos, se muestra con frecuencia cansado de escuchar y, lo que es peor, inmunizado contra las palabras. (…) El tedio que provocan hoy tantos discursos vacíos no deben disminuir el valor permanente de la palabra ni hacer perder la confianza en ella. La palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios.
§ 46. Conserva toda su validez la transmisión de persona a persona ¿hay otra forma de comunicar el evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?

La función de los sacramentos


§ 47. La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. Aquella debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural, que no es una negación, sino purificación y elevación de la vida natural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.

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