02 febrero, 2014

EL "PASO DES(ACOMPASADO) DE DIOS"



            Cuando se aprende la instrucción en el ejército (se «aprendía», más bien), el cabo primero gritaba marcando bien las dos sílabas: «¡pa-so!», y todos repiqueteaban el suelo con dos golpes de pie (y de bota), la orden repetida del soldado mil veces reenganchado: «bum-bum». Así una y otra vez: «¡pa-so!»!- «bum-bum»; «¡pa-so!»… Horas de instrucción para que en el día de la «jura de bandera» las compañías compitieran entre ellas a ver quiénes iban más acompasadas. Había que aprender a «marcar el paso». La instrucción era, en buena medida, aprendizaje de ir todos uniformes y uniformados con un paso al unísono.
            

Hoy es el «día de la Candelaria». El jesuita que ha presidido la Eucaristía nos ha dicho que debemos descubrir el «paso de Dios» por nuestras vidas, porque solemos estar a veces despistados: Dios pasa, y no nos damos cuenta. La cosa iba por los buenos de Simeón y de Ana, que subieron como todos los días al Templo de Jerusalén, y cuando vieron aparecer a aquella familia de pocos posibles (¡sólo llevaban dos tórtolas, lo mínimo que exigía le Ley pa
ra no ir de vacío al Templo!), dijeron: «acaba de entrar en estos atrios el Mesías de Dios». Sólo ellos, dos ancianos cansados de ver gente, vieron que en aquel niño acompañado por sus padres pobres (¡que no «pobres padres»!), estaba Dios mismo en plenitud. Supieron ver y entender el «paso de Dios».
            Dios «pasa» pero  no marca el paso. Dios «pasa» por nuestra vida, pero no se fija en los que marcan el paso. Dios prefiere los que van con el paso libre, o suelto, con gracia, con gracejo, con simpatía y desparpajo.
            Muchas veces decimos que a Dios no le gustan los «caminos hechos, trazados, cerrados», sino que prefiere adentrarse por caminos sin trillar, porque Dios no tiene miedo y espera mucho de cada hombre.
            Hoy podemos decir que a Dios no le gusta la gente que «marca el paso», si bien le gusta que descubramos que él «pasa» por nuestra vida. ¿Tiene que ver esto con la providencia y su tensión dramática con la libertad? Probablemente sí, porque Dios camina con nosotros, a veces sin hacerse notar, a veces dándonos un tirón de orejas, a veces llorando con nosotros, a veces llamándonos la atención, a veces cuando estamos «felices» (en uno de esos «sorbos» de felicidad que no sabemos de dónde salen, pero que sabemos que son de verdad).
            El «paso» de Dios tiene que ver con la «providencia y su tensión dramática con la libertad», y tiene que ver con nuestras superficialidades y profundidades, con nuestros hondones y nuestros vuelos rasantes. ¡Cuántas veces no vemos que Dios pasa porque «no vemos», o «no oímos», o no «escuchamos», o no «sentimos»! Quizá haya que empezar por ahí, por aprender a «escuchar y no sólo oír»; a «contemplar y no sólo mirar»; a «sentir y no sólo analizar». Probablemente entonces descubriremos cómo Dios pasa por nuestra vida, aunque nunca, nunca, nunca, nos «haga marcar el paso».

Pedro Ignacio Fraile Yécora
2 de Febrero de 2014
Fiesta de la Presentación del Señor en Templo
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