17 abril, 2016

DOMINGO DEL BUEN PASTOR: LA TENTACION DE CORREGIR CUANDO ALGO NO NOS CUADRA


            La tentación de «corregir» la llevamos inscrita en nuestra identidad, en nuestro «ADN», como dicen algunos ahora. No está mal ni es negativo el hecho mismo de «corregir», incluso es una «obra de misericordia», la de «corregir al que yerra». No me refiero a esta «corrección», pues sin duda al que está haciendo daño o propaga el mal de forma escandalosa y evidente, al que se ríe de los pobres y pequeños, al que propaga equívocos y falsedades, hay que «corregirle». También está la «corrección fraterna», que ha dado lugar a cientos y cientos de páginas. ¿Qué es y qué no es este tipo de corrección? A veces puede ser una excusa para hundir a personas débiles que no tienen recursos argumentativos para poder defenderse.
            Me refiero en este caso, domingo del Buen Pastor, a la «corrección» que ejercen algunos que presumen de «espíritus nobles» que se atreven a enmendar la plana a todos, desde una posición de superioridad espiritual o de soberbia. ¿A qué me refiero?
            En el Antiguo Testamento podemos encontrar la figura de Jonás, que se atreve a «corregir» a Dios: «Tú no tienes razón, Dios, porque eres clemente y misericordioso». Los ninivitas no tienen  derecho a que se les predique la conversión y se les perdone. ¡Tienen que morir y que desaparecer! Cuando en la segunda parte del libro, Jonás, a su pesar, predica en Nínive y sus habitantes se convierten, Jonás se vuelve a enfadar con Dios. Hay muchos como Jonás, hoy en día, que se atreverían a decirle a Dios que no puede compadecerse de según quiénes.
            En esta misma línea se mueve el hijo mayor de la parábola del «Hijo pródigo», que se atreve a enfrentarse con su padre porque se ha conmovido ante el hermano menor que regresa a casa. En su soberbia, pide «justicialismo», que se cargue contra él y pague su pena, pero no acepta la misericordia del padre. El hijo mayor se atreve a «corregir» a su padre.
            Es impresionante el episodio de la confesión de Cesarea de Filipo. Cuando, después de que Pedro confiese a Jesús como Mesías, el maestro se pone a explicarles a todos que su camino le lleva a Jerusalén, y que allí le espera el sufrimiento y la muerte… ¡Pedro se atreve a corregir a Jesús! Le dice que nunca sucederá eso, que él no lo permitirá. En esta ocasión vemos cómo Jesús se vuelve a Pedro y le dice unas palabras muy duras, llegando a llamarle «Satanás» porque quiere impedir que se cumpla la voluntad del Padre sobre Jesús.
            Ayer, sábado 16 de abril de 2016, el papa Francisco fue a Lesbos a visitar a los miles de refugiados que están «presos» en ese campo de concentración. No podía hacer mucho, entre otras cosas porque el papa no tiene «poder real». Su presencia era profética, pero no vino con «barcos y pasaportes», porque ni podía ni puede. Tomó la decisión de que seis refugiados se volvieran con él a Roma. Aquí salta la «corrección» de los «buenos». El papa hacía el bien solo a medias, porque los seis refugiados que se traía con él eran «musulmanes», no había pedido que fueran cristianos. Yo entiendo la frustración de muchos, pues los cristianos en esta guerra cruel de Siria ocupan el lugar de los últimos, que además sufren la persecución religiosa por ser cristianos. El papa hizo un gesto profético: son personas necesitadas y perseguidas, y eso es suficiente. Los que siempre corrigen, desde su superioridad espiritual soberbia le corrigen: «se ha equivocado».
            En este domingo del Buen Pastor, cuando vemos a Francisco como «pastor» de la humanidad sufriente solo podemos decir: «bajémonos de nuestras soberbias y no nos atrevamos a juzgar con dureza a nadie». Dios es Buen Pastor, Jesús es Buen Pastor, que seamos unos y otros «buenos pastores».


Pedro Ignacio Fraile Yécora