IGLESIA PERSEGUIDA HOY


¿EL LLANTO ES PARTE 
DE NUESTRA ORACIÓN?


La Cuaresma se encamina a su «ecuador». El miércoles de ceniza el Papa Francisco, en su homilía en la Iglesia de Santa Sabina, en Roma, hizo esta pregunta: ¿el llanto es parte de nuestra oración?
Unos rezan a voces, como si Dios escuchara más a quien más grita. Otros rezan en silencio, dejando que hablen las palabras calladas. Otros rezan con gestos ampulosos, en continuo movimiento; otros parece que están semidormidos, aquietados, en otro mundo que no sea el nuestro. Hay quienes rezan con la Escritura, leyendo pausadamente y con el corazón extendido la palabra de Dios. Otros rezan las oraciones de sus mayores.
El papa insiste ¿lloramos alguna vez cuando rezamos? ¿rezamos y lloramos? ¿lloramos con sentimiento, con amargura, con impotencia? Jesús lloró al ver la ciudad de Jerusalén y al ver a su amigo Lázaro, aún en la tumba. Pedro llora «amargamente» cuando descubre que ha dicho «no le conozco» al Jesús que poco antes había confesado.
El mundo en que vivimos tiene la enorme luz de la información que se nos mete por los ojos, queramos o no («velis nolis», como dirían los latinos). Unas veces son informaciones amables, otras curiosas; unas interesantes y otras interesadas. Pero hay otras terribles, que al verlas quieres vomitar, o llorar, o empezar a dar golpes sin saber bien a qué. Estas nos llegan con una crudeza espantosa. Es el ejemplo que acompaña esta reflexión: unos niños enjaulados, vestidos de naranja, con la amenaza de la antorcha que puede quemarlos vivos. Su única culpa es haber nacido en «familias cristianas». Es el «Estado Islámico» que sigue haciendo aún más doloroso si cabe nuestra estancia en este mundo. No sé si la amenaza se cumplió o no. La foto ha llegado a nosotros, no así unas palabras que acompañen la noticia.
En estos días estoy traduciendo un libro que habla mucho del ser humano, y de la pregunta que antes o después todos tenemos que hacernos: ¿es bueno que el ser humano sobreviva en la tierra? ¿si decimos que no, por qué tanto esfuerzo para hacer posible su supervivencia? ¿No sería mejor que dejáramos todo al azar? El libro quiere decir una y otra vez que sí; que merece la pena pensar en un mundo mejor para nuestros descendientes porque es «bueno» que haya «humanidad» y es «bueno» que el ser humano ocupe este lugar del universo que llamamos «tierra». Fotos como las que estamos viendo, sin embargo, nos hacen dudar de esta afirmación, que podríamos tildar de «ingenua».
La religión está saliendo muy «tocada», no sé si «tocada y hundida» de esta última guerra de Irak. Yo sigo sosteniendo que la Religión es «buena», y que el «ser humano» tiene derecho a reclamar el «derecho a existir» en esta tierra. Yo sigo diciendo que no se puede apelar en ningún caso a Dios para justificar la muerte. Menos aún la de unos inocentes niños que no saben ni entienden nada.
El papa Francisco sabe del sufrimiento de este mundo y por eso nos pregunta si el llanto forma parte de nuestra oración. Desde esta breve reflexión, una súplica: que nos acordemos en nuestra oración de todos los que son asesinados sólo porque alguien ha decidido que no van a seguir viviendo, sin más.  Oración con llanto. Llanto en la oración.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
9 de Marzo de 2015
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EL ÉXODO COMO PAN NUESTRO 
DE CADA DÍA. 
LOS CRISTIANOS ASIRIOS IRAKIES


Hay muchas formas de leer la Biblia. Unos lo hacen «espirituosamente» (no quiero decir a idea la palabra «espiritualmente», que es muy seria). Otros lo hacen «moralinamente» (la «moralina» es distinta de la «moralidad»). No faltan los que lo hacen «literalísticamente», una cosa es la «literatura» como oficio noble y humanizador y otra la «literalística» que crea mundos falsos o simplemente de ensueño irrealizable. No puede faltar la lectura «historicista» de la Biblia, distinta de la «historia»; por último, la «fundamentalista», que es muy distinta de la «religioso teológica». Cada uno que piense cómo lee la Biblia.

            

La Biblia tiene una serie de «claves» o «chips» (diríamos hoy) que hay que conocer. Son tan antiguos como el relato bíblico leído y releído por mil generaciones. Ellos nos proporcionan esa «chispa» necesaria para desentrañar los textos. Uno de ellos es el «éxodo».
            No me interesa ahora la figura de Charlton Heston             abriendo las aguas en su película «Los Diez Mandamientos». Tampoco me interesan los reportajes del National Geographic destripando los relatos bíblicos, diciéndonos que las «plagas» de Egipto son fenómenos naturales: ‘el Nilo sube, trae agua roja del norte, hay invasión de ranas, los tábanos matan a los animales etc.’ No creo que algo tan importante como el éxodo se lea en clave «naturalística» que le priva de toda su tragedia humana y religiosa.
            El éxodo tiene vida propia. Es un fenómeno que recorre la historia de la humanidad. Conocemos el del pueblo de Israel, pero muchos pueblos han tenido su propio éxodo. Es más, el pueblo de Israel tuvo dos: primero, el de Egipto a la Tierra Prometida; más tarde, el de Babilonia a la tierra de Judá. Dos éxodos, caminos por el desierto, abandonando una tierra con la esperanza de llegar a otra.
            El éxodo es lo suficientemente definitivo como para no olvidarlo. Una persona que ha tenido que «abandonar», a la fuerza o no, su casa para ponerse en camino… no se olvida. Decimos «éxodos», pero decimos «destierros», o «deportaciones», o «huidas hacia adelante». Hay que salvar la vida, hay que romper con el hilo del pasado para ir no se sabe bien dónde.
            El éxodo marca la vida espiritual de la persona, y sin duda la fe. La fe se pone a prueba hasta el límite, hasta el grito que vomita rabia y dolor, hasta rozar la blasfemia. El creyente no entiende por qué se tiene que ir, dejándolo todo, por la violencia de otros. La pregunta se dirige a Dios, el Dios de la justicia, el Dios providente que acompaña el camino.
            Muchos pueblos doloridos en América del Sur, muchos pueblos invisibles en África negra, muchos pueblos en el corazón de la vieja y oxidada Europa, muchos pueblos en el Asia de las luces  y colores, han hecho y siguen haciendo su éxodo.
            El caso más terrible está siendo ahora mismo el de los cristianos asirios del Norte de Irak. Ellos son habitantes de la tierra. Son pobres. Pero son cristianos viejos. De hace dos mil años. Los que se dicen que se vayan, porque esa es «su tierra», llegaron siete siglos más tarde en sucesivas invasiones: recordemos que la Égira (que marca el comienzo de la era musulmana) es del año 622 después de Cristo. ¡No cambiemos la historia! Pero los cristianos que recibieron la fe en Jesús seis siglos antes, ¡se tienen que ir… o morir!
            La Biblia se puede leer de muchas maneras. Una de ellas guarda celosamente una verdad espesa, densa, incombustible, repetida cada generación, que es la de la verdad del corazón humano. ¿El éxodo es un hecho del pasado de Israel? No. El éxodo de los pueblos es un «continuo» en la historia de la humanidad. ¿Por qué no decimos ni hacemos nada, sino solamente los grabamos y difundimos por los Medios de Comunicación? Porque son pobres, porque son irakíes, porque son minorías asirias cristianas… que no importan. Vale.

Pedro Ignacio Fraile Yécora- 4 de Marzo de 2015

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LA PASIÓN DE JESÚS 
EN LA GUERRA DE SIRIA


La Pasión de Jesús no es un 'recuerdo' ajeno a la vida de cada día. La noticia que traigo al blog es solo una gota de agua en el océano de la violencia del mundo.
La Pasión de Jesús que vamos a celebrar la semana que viene tiene nombres y rostros. Unos conocidos, como el del jesuita asesinado. De otros nunca sabremos los nombres ni conoceremos sus rasgos.
Buen Dios, acoge en tu seno a toda la humanidad que sufre violencia y transforma nuestros corazones para que seamos personas que trabajemos por la paz.

«ES IMPOSIBLE QUE SUFRAMOS Y EL MUNDO NO HAGA NADA»
Siria: secuestran y asesinan al jesuita holandés que denunció el sufrimiento de la población de Homs


El P. Frans van der Lugt, sj, sacerdote jesuita holandés ha sido secuestrado y asesinado por hombres armados no identificados este lunes en la asediada ciudad siria de Homs, según han informado los medios holandeses. El religioso, que recientemente denunció la pasividad del mundo ante el sufrimiento de la población civil, vivía en Siria desde 1966. Hombres armados se lo han llevado de su vivienda esta mañana y le han realizado dos disparos en la cabeza, ha informado el diario holandés 'Volkskrant', citando a superior de la orden de los jesuitas en los Países Bajos.

«El padre Van der Lugt fue asesinado esta mañana el Homs», ha confirmado el P. Federico Lombardi, sj, portavoz del Vaticano. «Según el testimonio de sus cofrades, fue llevado por hombres armados que lo golpearon y mataron de dos balazos en la cabeza», explicó

Al estallar la guerra civil en Siria, el P.  Van der Lugt, de 75 años, optó por permanecer en el casco antiguo de Homs asediado y bombardeado por las fuerzas del presidente sirio Bashar al Asad.

«Así murió un hombre de paz que, con una gran valentía, en una situación extremadamente riesgosa y difícil, quiso seguir siendo fiel al pueblo sirio al que había dado desde hacía mucho tiempo su vida y su asistencia espiritual. Donde el pueblo muere, mueren también con él los fieles pastores», aseguró el P. Lombardi.

Van der Lugt vivía en Siria desde 1966. «El pueblo sirio me ha dado mucho, mucha amabilidad, mucha inspiración y todo lo que poseo. Ahora que sufre debo compartir su pena y sus dificultades», había explicado a la AFP en febrero pasado a través de internet.

«Soy el único sacerdote y el único extranjero que queda. Pero no me siento como un extranjero, sino como un árabe entre los árabes», había afirmado sonriente.

«Tenemos muy poca comida. La gente en la calle tiene el rostro cansado y amarillo [...] Hay hambruna pero la gente también tiene sed de una vida normal. El ser humano no es sólo estómago, también tiene corazón, y la gente necesita ver a sus familiares», explicaba Van der Lugt en el diálogo con la AFP.

El P. Van der Lugt advirtió del sufrimiento de la población de Homs, en el centro de Siria, en un vídeo este año, asegurando que sus habitantes vivían en la miseria y morían de hambre. «Es imposible que suframos y el mundo no haga nada», había afirmado, hablando en árabe.


LOS ÁNGELES LLORAN EN MALULA (SIRIA) 

Hace cinco años que estuve en Malula. Fue un viaje inolvidable en el que un grupo de peregrinos habíamos comenzado en Damasco (Siria), atravesamos la hermosísima y rica Siria (la fortaleza de Alepo, la columnata de Apamea), fuimos al desierto (ciudad romana de Palmira), y nos adentramos en Turquía por Antioquía. ¡Qué hermosura y qué riqueza!

            Una de las paradas, no menores en importancia, sí en ser un lugar conocido, fue el pueblecito entre montañas de Malula. Es un pueblo cristiano donde aún se conserva como lengua el arameo. ¡La lengua que habló Jesús!
            Era domingo y fuimos a una Iglesia, creo recordar de rito caldeo, y pedimos celebrar allí la Eucaristía. Los parroquianos acababan de salir de su celebración semanal. Nos saludamos afablemente, aun sin conocernos. La fe en Cristo, el Señor, nos unía. Allí, el muy querido y muy llorado José Antonio Marín Jiménez (en la foto), nos presidió la celebración. ¡Estábamos en un pueblecito de Siria, pequeño, celebrando la Misa en medio de un gran país, en una iglesia antiquísima! ¡Qué hermosura!

            A la salida pasamos por un estrecho desfiladero que corta en dos un monte y que lleva el nombre de «Desfiladero de santa Tecla»; luego fuimos a una Iglesia ortodoxa, justo en el momento en que una monja tocaba el madero que llama a la oración. Luego tuvimos tiempo para ver cómo los hombres del pueblo se acercaban a la panadería a comprar sus hogazas de pan recién horneadas. ¡El pueblo olía a pan!

            ¡Malula, Malula! Pueblo en las montañas a la que un día prometí volver. ¿Qué quedará de ti si algún día regreso a Siria? ¿Seguirá existiendo la pequeña comunidad cristiana caldea que nos acogió en su iglesita? ¿Seguirán las monja saliendo a tocar el madero de forma armoniosa? ¿Seguirán yendo los hombres a la panadería a busca el pan que partirán en la mesa con la familia?

           

José Antonio, desde el cielo, sigue pidiéndole al buen Dios que ponga su mano protectora sobre las rocas de Malula… y de Siria.

 Pedro Ignacio Fraile Yécora





LLAMADA DEL PAPA A UNA VIGILIA
DE ORACIÓN POR LA PAZ EN SIRIA



Hay personas buenas, con ganas de colaborar, pero creen que lo pequeño no sirve de nada
No es por falta de criterios. sino que dicen... ¿y qué puedo hacer yo?
Yo les digo: si lees este mensaje del Papa, compártelo.
Hay que hacer llegar este mensaje a cuantas más personas.
La guerra de Siria, como todas las guerras, es injusta y terrible.
Hay que parar toda violencia, venga de donde venga.
Hay que recordar la bienaventuranza de Jesús.
¡Dichosos los que trabajan por la paz!



EL ELOGIO DEL SILENCIO

(víspera de la Vigilia de Oración convocada por el papa Francisco para pedir la paz en Siria)

         La religión cristiana, en general, es una religión muy ruidosa. Los popes orientales que desgranan sus salmos, plegarias, anáforas y prefacios en la «Divina liturgia» cantan sin parar, sin dejar huecos. Los jóvenes armenios apuntan a lo alto en tonos agudos, donde sólo unos pocos privilegiados pueden llegar, en las liturgias que guardan celosamente los primeros cantos cristianos con sabor a los montes caucásicos. Los pentecostales norteamericanos mezclan las invocaciones al Espíritu Santo con espasmódicos gritos aleluyáticos. Los coros de gospel evangélicos hacen de los cantos litúrgicos un modo de soul medio africano, medio barriobajero norteamericano, que se puede cantar tanto en las iglesias de Mississipi como en el cine, como en los teatros de todo el mundo. Los luteranos han hecho del órgano un instrumento que nos lleva, casi sin querer, al Deus tonans (al Dios tronante) de las divinidades paganas. ¿Qué decir de la liturgia católica? Que es extremadamente ruidosa. Unos apuestan por el monástico y cadencioso canto gregoriano, muy nuestro, muy «católico»; otros prefieren la solemnidad del órgano; otros los compases desgarrados y repetitivos de la guitarra; otros optan por los tonos metálicos de la guitarra eléctrica; y por la batería si se tercia; otros católicos danzan y bailan al estilo pentecostal; otros entonan horribles melodías que no desaparecen de las liturgias dominicales con el pretexto de que «son las únicas canciones que la gente se sabe».

            Me confirmo en lo dicho; la Iglesia católica ofrece al mundo una «religión ruidosa». A veces vas a una Iglesia a rezar, y el párroco pone música de fondo ¡cuando lo que buscas es silencio! Otras veces vas a una oración comunitaria, y el presidente no hace sino hablar, ¡no calla!… En muchas celebraciones eucarísticas dominicales el que preside la celebración católica por excelcnia, no hace sino echar homilías: homilía antes de empezar, homilía antes del perdón, homilía antes de la lectura, homilía como homilía, homilía antes del padrenuestro, homilía antes de los avisos finales y homilía después de los avisos finales…. ¿Cuándo se está en silencio? Si va a haber silencio, rápidamente alguien entona un canto… «Que no haya sensación de vacío acústico, aunque sea penoso; hay que cantar, aunque cantemos mal», parece que piensan…

            Los católicos tenemos que aprender a rezar en silencio. La verdad es que forma parte de nuestra tradición: adoración eucarística en silencio; Iglesias abiertas para rezar sin música de fondo; capillas recoletas donde se puede escuchar el sonoro ruido del silencio; rezar en la naturaleza; rezar haciendo silencio interior en medio de unos grandes almacenes comerciales; rezar silenciando los ruidos externos en el bullicio de una ciudad.

            El silencio es «la voz de Dios». Con frecuencia decimos «vamos a rezar», y ponemos música, o hacemos lecturas, sean las que sean, vengan a cuento o no; ¡que alguien lea algo!; todo por no guardar silencio. ¿Será miedo a lo que Dios nos quiera decir? ¿Podemos escuchar a Dios si estamos continuamente habitados por pensamientos ruidosos, por rumores persistentes, por gritos insolentes, por deseos no acallados? Los católicos necesitamos urgentemente revisar nuestras liturgias y nuestras oraciones para dar cabida al silencio: para escuchar la palabra de Dios en silencio, para comulgar el cuerpo de Cristo en silencio, para adorar en silencio. Muchas veces pensamos que si el sacerdote o alguien cualificado no comenta el texto evangélico que se proclama… ¡no vale la oración! Dejemos que Dios, por medio de su palabra, diga lo que tiene que decir…No le digamos a Dios lo que no quiere decir…

            Este «elogio del silencio» lo escribo un día antes de las vigilias que ha convocado por todas partes el Papa para rezar por la paz en Siria y, por extensión, en todos los países en guerra. Por eso propongo que en las vigilias de oración no haya canciones de ningún tipo. Que nadie cante.

            Propongo comenzar escuchando el estallido de bombas y de sirenas que anuncian bombardeos; los asistentes a la oración callan. Puede seguir sonido de disparos de fusil, o de ametralladoras (taca, taca, taca, taca…). Un grito de fondo desgarrador, le han dado a alguien… Luego llantos de niños y de adultos… La fachada de una casa se derrumba… Entre estos sonidos, que sean reales, tomados de reportajes a las que se les han quitado las imágenes, sólo silencio… Que no haya ni música de guitarra, ni de órgano, ni de batería; tampoco de violas y violines. Dios está hablando. Dios habla para decir que él no quiere guerras. Dios habla para decir que las guerras no las ha creado él.

            Un solo relato bíblico para judíos, musulmanes y cristianos: Caín y Abel. ¿Dónde está tu hermano? Y la respuesta de Caín: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? La violencia, nos dice el Génesis, no ha sido creada por Dios; Dios no es el origen de la violencia; Dios no quiere violencias.

            Señores políticos del mundo; cuando estén solos en su habitación, sin que nadie les hable, ni les moleste, pidan una Biblia y lean de nuevo el relato de Caín y Abel. ¡En nombre de Dios decimos: no a ninguna guerra! Lo lean… en silencio.

Pedro Ignacio Fraile Yécora

6 de Septiembre de 2013,


LA OBSCENIDAD DE HABLA
DE PALMIRA (SIRIA)

            A día de hoy, martes tres de septiembre de 2013, aún no han comenzado las hostilidades bélicas de «Occidente» contra el actual régimen dictatorial sirio. El Papa Francisco ha convocado una vigilia de oración, a nivel mundial, contra esta guerra y contra todas las guerras. Me parece que a Obama le importa poco lo que diga el papa, porque él, «erre que erre» (como diría mi paisano Paco Martínez Soria), ha decidido que va a intervenir. ¿Por qué será que todos los presidentes norteamericanos tienen su «guerra»? Obama parecía que iba a ser la excepción, pero parece que tampoco él se libra de ser «sheriff» del mundo. ¿Por qué será, también, que los norteamericanos hacen sus guerras siempre lejos de casa? Ojalá que no veamos a los López, García, Flores etc. (carne de cañón chicana, puertorriqueña o guatemalteca), unidos a los descendientes pobres de los negros esclavos africanos afincados en EE.UU., de nuevo haciendo de «polis malos» en los desiertos de Siria. Una tercera pregunta; si tanto les preocupan los derechos humanos a los gobernantes occidentales, ¿por qué no intervienen en las interminables guerras fratricidas de África, donde desde hace décadas se exterminan las tribus unas a otras ante la mirada indiferente de Occidente? Una última observación triste y cínica: primero fabrican las armas; luego se las venden; luego les acusan de usarlas.

            El problema de Siria es muy complejo y se nos escapa. Tiene que ver con antiguos regímenes árabes socialistas laicistas que han desembocado en dictaduras familiares; tiene que ver con la división del Islam y su lucha por la preponderancia en el mundo árabe (sunitas y chiíes); tiene que ver con una presencia cristiana anterior al Islam, perseguida a muerte por unos y por otros. Allí hay mucha violencia, unas veces transmitida al mundo y otras silenciada por intereses que se nos escapan. Allí se juega mucho el equilibrio actual entre Occidente y Oriente. Como si de una maldición se tratara, las tierras de Siria y Palestina están condenadas a ser tierra donde se hacen las guerras las potencias extranjeras. En la Biblia se nos dice que allí combatieron babilonios contra egipcios; egipcios contra hititas… hoy combaten norteamericanos contra rusos…  La historia se repite; cambian los protagonistas, pero no los escenarios ni los intereses. Desde esta página, un grito: ¡No a la guerra! ¡No a esta guerra, ni a cualquier guerra! ¡No al terror! ¡No a la barbarie!

            En este ambiente de preocupación real es obsceno hablar de la riqueza cultural de Siria. Algunos pensarán que Siria es un gran desierto, sin nada interesante. Falso totalmente. Desde esta página dedicada a Tierra Santa voy a ir mostrando algunas de las maravillas de este país.
            Cuando el viajero mira a derecha e izquierda, y cree que ya sólo hay un interminable desierto de arena que no alcanza con la vista; cuando piensa ingenuamente que es un audaz descubridor de sendas por las que nadie ha pasado antes…., ve una indicación en la carretera que dice: «a Palmira». Esta ciudad con nombre de mujer, guarda en medio del desierto, las huellas de lo que fue una ciudad populosa, culta, exquisita, romanizada, allá por el siglo III d.C. La ciudad, de origen nabateo, alcanzó su esplendor con la reina Zenobia (266-272 d.C.).


            Siria no es una tierra de «gente ruda e inculta». Siria fue en la antigüedad cuna de civilización mesopotámica; luego griega; luego romana. Hoy… ¿destruida, arrasada y «salvada» por los cultos occidentales? Seguiremos mostrando la belleza y cultura de Siria aunque sea un acto obsceno.




Pedro Ignacio Fraile Yécora

3 de Septiembre de 2013


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