AÑO LITURGICO

SEMANA SANTA  - 2015 -


VIA CRUCIS, POR LAS CALLES DE JERUSALÉN, 

CON GERARDO DIEGO



Ayer escuché el testimonio de un seminarista en la misa dominical con motivo del ‘Día del Seminario’. Lo hizo muy bien. Nos habló del ‘crucero repleto de turistas; con espectaculares restaurantes, sugerentes espectáculos, cómodos camarotes, grandes piscinas, pero con un grave problema: no llevaba rumbo’. El seminarista dijo que para muchas personas esa era la vida, con necesidades cubiertas, pero sin rumbo. El gran crucero de la vida necesita saber adónde va; el destino es Dios. Lo hizo bien, pero tuvo una laguna imperdonable. En su testimonio no pronunció ni una sola vez la palabra Jesús, ni Cristo. Vamos a comenzar la Semana Santa. Volvamos la mirada a Cristo.



PREPARACIÓN

CITA EN GETSEMANÍ

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.




Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
- No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.

(Gerardo Diego)





VÍA CRUCIS





PRIMERA ESTACIÓN

Jesús sentenciado a muerte.

-        Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
-        Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Del evangelio de Mateo

'Pilato les soltó a Barrabás. 
A Jesús, después de azotarlo, 
se lo entregó para que lo crucificaran' 
(Mt 27,26)



No bastan sudor, desvelo,
cáliz, corona, flagelo,
todo un pueblo a escarnecerte.

Condenan tu cuerpo inerte,
manso Jesús de mi olvido,
a que, abierto y exprimido,
derrame toda su esencia.

Y a tan cobarde sentencia
prestas en silencio oído.

Y soy yo mismo quien dicto
esa sentencia villana.
De mis propios labios mana
ese negro veredicto.

Yo me declaro convicto.
Yo te negué con Simón.
Te vendí y te hice traición
con Pilatos y con Judas.

Y aún mis culpas desanudas
y me brindas el perdón.


(Gerardo Diego)



Pilato sentencia: ECCE HOMO.  Pilato, sin saberlo, hace teología de la buena. 'Este es el hombre', sí. Ante el Jesús destrozado, las palabras del político romano que solo sabe de corrupción y de violencia, nos desvelan el misterio del ser humano. El Jesús destrozado nos dice que el ser humano es carne y sangre, debilidad y pobreza.





SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús carga con la cruz

- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
-        Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del evangelio de Juan

'Jesús, llevando la cruz, salió para un sitio llamado "Calvario", 
en hebreo Gólgota, donde lo crucificaron' (Jn 19,17)


Jerusalén arde en fiestas.
Qué tremenda diversión
ver al Justo de Sión
cargar con la cruz a cuestas.


Sus espaldas curva, prestas
a tan sobrehumano exceso
y, olvidándose del peso
que sobre su hombro gravita,
con caridad infinita
imprime en la cruz un beso.

Tú el suplicio y yo el regalo.
Yo la gloria y Tú la afrenta
abrazado a la violenta
carga de una cruz de palo.

Y así, sin un intervalo,
sin una pausa siquiera,
tal vivo mi vida entera
que por mí te has alistado
voluntario abanderado
de esa maciza bandera.


(Gerardo Diego)




TERCERA ESTACIÓN


JESUS CAE POR PRIMERA VEZ


Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos
- Que por tu santa cruz redimiste al mundo




Del profeta Isaías

'Fue él quien tomó sobre sí nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado' (Is 53,4)





Jesús es el Siervo de Yahvhe que anunció el profeta Isaías. Él carga con unas culpas que no son suyas.




Nosotros le miramos con desprecio, como si no tuviéramos de qué pedir perdón o como si nunca hubiéramos roto un plato. Es la soberbia condición humana.











A tan bárbara congoja 
y pesadumbre declinas, 
y tus rodillas divinas 
se hincan en la tierra roja. 

Y no hay nadie que te acoja. 
En vano un auxilio imploras. 
Vibra en ráfagas sonoras 
el látigo del blasfemo. 
Y en un esfuerzo supremo 
lentamente te incorporas. 

Como el Cordero que viera 
Juan, el dulce evangelista, 
así estás ante mi vista 
tendido con tu bandera. 

Tu mansedumbre a una fiera 
venciera y humillaría. 

Ya el Cordero se ofrecía 
por el mundo y sus pecados. 
Con mis pies atropellados 
como a un estorbo le hería. 

(Gerardo Diego)


Cuarta Estación

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo

"También estaban allí, observándolo todo, algunas mujeres que desde Galilea habían seguido a Jesús para servirlo." (Mt 27, 55)


Se ha abierto paso en las filas
una doliente Mujer.
Tu Madre te quiere ver
retratado en sus pupilas.
Lento, tu mirar destilas
y le hablas y la consuelas.
Cómo se rasgan las telas
de ese doble corazón.
Quién medirá la pasión
de esas dos almas gemelas.

¿Cuándo en el mundo se ha visto
tal escena de agonía?
Cristo llora por María.
María llora por Cristo.
¿Y yo, firme, lo resisto?
¿Mi alma ha de quedar ajena?
Nazareno, Nazarena,
dadme siquiera una poca
de esa doble pena loca,
que quiero penar mi pena.

(Gerardo Diego)






Quinta Estación

JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO


-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



"Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús." (Lc 23,26)

"Por el camino encontraron a un tal Simón, natural de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús' (Mc 15,21)


Ya no es posible que siga
Jesús el arduo sendero.
Le rinde el plúmbeo madero.
Le acongoja la fatiga.
Mas la muchedumbre obliga
a que prosiga el cortejo.
Dure hasta el fin el festejo.
Y la muerte se detiene
ante Simón de Cirene,
que acude tardo y perplejo.

Pudiendo, Jesús, morir,
¿por qué apoyo solicitas?
Sin duda es que necesitas
vivir aún para sufrir.
Yo también quise vivir,
vivir siempre, vivir fuerte.
Y grité: -Aléjate, muerte.
Ven Tú, Jesús cireneo.
Ayúdame, que en ti creo
y aún es tiempo de ofenderte.
(Gerardo Diego)







































Sexta Estación

LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo

"Muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano. Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él. Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban." (Is 52, 14; 53, 3-42)







Fluye sangre de tus sienes
hasta cegarte los ojos.
Cubierto de hilillos rojos
el morado rostro tienes
Y al contemplar cómo vienes
una mujer se atraviesa,
te enjuga el rostro y te besa.
La llamaban la Verónica.
Y exacta tu faz agónica
en el lienzo queda impresa.

Si a imagen y semejanza
tuya, Señor, nos hiciste,
de tu imagen me reviste
firme a olvido y a mudanza.
Será mayor mi confianza
si en mi alma dejas la huella
de tu boca que nos sella
blancas promesas de paz,
de tu dolorida faz,
de tu mirada de estrella.
(Gerardo Diego)




Séptima Estación

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

"... eran nuestras faltas por las que era destruido; nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados". (Is 53, 5)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


Largo es el camino y lento 
y el Cireneo se rinde. 
Él se ha trazado una linde 
en su oscuro pensamiento. 
Mientras disputa violento, 
deja que la cruz se hunda 
total, maciza, profunda, 
sobre aquel único hombro. 
Y como un humano escombro 
cae Jesús por vez segunda. 

¿Otra vez, Señor, en tierra, 
abrazado a tu estandarte? 
Ese insistente postrarte 
¿qué oculto sentido encierra? 
Mas ya te entiendo. En la guerra 
por ti luchando, transido 
caeré en tierra y malherido, 
¿y no he de alzarme ya más? 
Yo sé que Tú me darás 
la mano si te la pido. 
(Gerardo Diego)




Octava Estación


 JESÚS CONSUELA 
A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


"Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos." (Lc 23, 27-28)



Qué vivo dolor aflige 
a estas mujeres piadosas, 
madres, hermanas, esposas, 
sin culpa del «crucifige». 
Jesús a ellas se dirige. 
Sus palabras, oídlas bien. 
-Hijas de Jerusalén. 
Llorad vuestro llanto, sí, 
por vosotras, no por mí. 
Por vuestros hijos también. 

Por nosotros mismos, cierto. 
Pero ¿quién por ti no llora? 
Haz que llore hora tras hora 
por mí tibio y por ti yerto. 
Riégame este estéril huerto. 
Quiébrame esta torva frente. 
Ábreme una vena ardiente 
de dulce y amargo llanto, 
y espanta de mí este espanto 
de hallar cegada mi fuente. 
(Gerardo Diego)

Novena Estación

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

"Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos." (Mt 5, 10)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



Ya caíste una, dos veces. 
La rota túnica pisas 
y aún entre mofas y risas 
tendido a mis pies te ofreces. 
Yo no sé a quién me pareces, 
a quién me aludes así. 
No sé qué haces junto a mí, 
derribado con tu leño. 
Yo no sé si ha sido un sueño 
o si es verdad que te vi. 

Y yo caigo una, dos, tres, 
y otra vez más, y otra, y tantas. 
Siempre tus espaldas santas 
me sirvieron de pavés. 
Ahora siento bien cuál es 
la razón de tus caídas. 
Sí. Porque nuestras vencidas 
almas no te tengan miedo 
caes, oh humilde remedo, 
y a abrazarte las convidas. 
(Gerardo Diego)


Décima Estación

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS



-         Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


 "Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron:«No la rompamos, echémosla más bien a suertes, a ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suertes mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados." (Jn 19, 23-24)



Ya desnudan al que viste 
a las rosas y a los lirios. 
Martirio entre los martirios 
y entre las tristezas triste. 
Qué sonrojo te reviste, 
cómo tu rostro demudas 
ante aquellas manos crudas 
que te arrancan los vestidos 
de sangre y sudor teñidos 
sobre tus carnes desnudas. 

Bella lección de pudores 
la que en este trance dictas, 
tus candideces invictas 
coloridas de rubores. 
Tú, que has teñido las flores 
de tintas tan sonrosadas, 
que en las castas alboradas 
las nubes vistes de oro, 
ay, devuélveme el tesoro 
de mis flores marchitadas. 

(Gerardo Diego)

Undécima Estación

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

"Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda." (Lc 23, 33)



-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo





Por fin en la cruz te acuestas. 
Te abren una y otra mano, 
un pie y otro soberano, 
y a todo, manso, te prestas. 
Luego entre Dimas y Gestas, 
desencajado por crueles 
distensiones de cordeles, 
te clavan crucificado 
y te punzan el costado 
y te refrescan de hieles. 

Y que esto llegue es preciso 
y así todo se consuma, 
y, a la carga que te abruma, 
el cuello inclinas sumiso. 
-Conmigo en el paraíso 
serás hoy- al buen ladrón 
prometes. Tierna lección 
la de tus palabras ciertas. 
Toma mis manos abiertas. 
Toma mis pies: tuyos son. 


(Gerardo Diego)


Duodécima Estación

 JESÚS MUERE EN LA CRUZ

 "Desde el mediodía hasta las tres de la tarde todo el país se cubrió de tinieblas. A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí, lamá sabactani, que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu." (Mt 27, 45-46.50)


-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo







Al pie de la cruz María 
llora con la Magdalena, 
y aquel a quien en la Cena 
sobre todos prefería. 
Ya palmo a palmo se enfría 
el dócil torso entreabierto. 
Ya pende el cadáver yerto 
como de la rama el fruto. 
Cúbrete, cielo, de luto 
porque ya la Vida ha muerto. 

Profundo misterio. El Hijo 
del Hombre, el que era la Luz 
la Vida muere en cruz, 
en una cruz crucifijo. 
Ya desde ahora te elijo 
mi modelo en el estrecho 
tránsito. Baja a mi lecho 
el día que yo me muera, 
y que mis manos de cera 
te estrechen sobre mi pecho. 

(Gerardo Diego)



Decimotercera Estación

 JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

"Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala." (Jn 19,25)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo




He aquí helados, cristalinos, 
sobre el virginal regazo, 
muertos ya para el abrazo, 
aquellos miembros divinos. 
Huyeron los asesinos. 
Qué soledad sin colores. 
Oh, Madre mía, no llores. 
Cómo lloraba María. 
La llaman desde aquel día 
la Virgen de los Dolores. 

¿Quién fue el escultor que pudo 
dar morbidez al marfil? 
¿Quién apuró su buril 
en el prodigio desnudo? 
Yo, Madre mía, fui el rudo 
artífice, fui el profano 
que modelé con mi mano 
ese triunfo de la muerte 
sobre el cual tu piedad vierte 
cálidas perlas en vano. 

(Gerardo Diego)



Decimocuarta Estación

 JESÚS ES SEPULTADO

 "Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?.No está aquí. Resucitó. Acordaos de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea." (Lc 24, 5-6)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



Fue un José el primer varón 
que a Jesús tomó en sus brazos, 
y otro José en tiernos lazos 
le estrecha de compasión. 
Con grave, infinita unción 
el sagrado cuerpo baja 
y en un lienzo le amortaja. 
Luego le da sepultura 
y una piedra en la abertura 
de la roca viva encaja. 

Como póstuma jornada 
de tu vía de amargura, 
admiro en la sepultura 
tu heroica carne sellada. 
Señor, ya no queda nada 
por hacer. Señor, permite 
que humildemente te imite, 
que contigo viva y muera, 
y en luz no perecedera, 
que como Tú resucite. 

(Gerardo Diego)





Decimoquinta Estación:

JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo





¿Es de ingrávido sueño, 
aire o magia refleja 
este resplandor súbito, 
esta erguida presencia? 

Todo en torno se afirma, 
se deslumbra, se ciega. 
La piedra es más que nunca 
piedra, gozosa piedra; 

la humana piel confusa 
de oscuros centinelas, 
tañida del prodigio, 
centellea evidencias, 

y el alba, el alba tímida 
tan mojada y tan tierna, 
confirma de rubores 
su inocencia perfecta. 

Otra vez sobre el mundo 
la Verdad se hace cierta, 
cierta con certidumbre 
transverberada, céntrica. 

No el aire, no, ni el sueño 
ni la magia espejean 
este cuerpo armonioso 
que fulgura y destella. 

Las brisas le acarician, 
la tierra le sustenta 
y la luz que de él mana 
le ciñe y le modela. 

Pudiendo ser más leve 
que plumas o humaredas, 
humana, humildemente 
pisa la hierba, y pesa, 

y al goce del suavísimo 
tacto, contacto, prenda, 
invita -ábranse flores- 
a las yemas incrédulas. 

Resurrección. Oh gloria 
taladrada y tan nuestra, 
tan de hueso y de carne 
firme, caliente, fresca. 

Por Ti, Jesús, tan nuevo 
hoy con tus cinco estrellas 
que en cifra dibujada 
tu caridad constelan, 

por Ti, Señor, devuelto 
a la luz que te estrecha, 
al amor que te ciñe, 
al aura que te besa, 

por ti, todo nos canta, 
oh divina certeza 
para después del tiempo, 
quieta ya primavera. 

(Gerardo Diego)

CUARESMA 2014

(Guardado en la página 'Año litúrgico: Cuaresma 2014)
        
    Es curioso ver cómo muchas veces los cristianos buscamos luz en textos filosóficos, en documentales científicos o en «dimes y diretes» pseudoespirituales para responder a las grandes preguntas que antes o después nos hacemos. ¡Pero nunca, o casi nunca, buscamos la luz del evangelio! El evangelio se queda, en muchas ocasiones, como un «cuaderno de campo» curioso y ameno para seguir las andanzas de Jesús o, en otras ocasiones, como una «libreta de vida moral» (lo que llamamos el «espíritu evangélico»); pero no lo leemos como «fuente» de luz y de sentido para nosotros hoy.
            El ser humano tiene tres polos que ha de trabajar antes o después en su vida. Uno es el de los deseos, otro el del sentido y por último el de sus límites.
            Los deseos los llevamos dentro, como el ADN. Deseos positivos y buenos, como el de amar y ser amados; o como el de ser feliz y vivir felices con otros. El budismo, curiosamente, trabaja mucho el mundo de los deseos, como fuente de insatisfacción: apaciguar los deseos o dominarlos para evitar los sufrimientos. Pero ¿hay que controlarlos o dejar que cumplan su papel en la vida, como energía que  nos mueve?
            En otro nivel distinto, pero igualmente importante, el ser humano necesita dar sentido a lo que es, a lo que hace, a lo que vive. Cuando uno encuentra sentido a su quehacer, su vida es más llevadera, incluso más motivada; cuando uno no encuentra sentido a nada de lo que hace… puede aparecer incluso la sombra amenazante de la autodestrucción.
            Por último está el conocimiento de los propios límites. Somos «limitados» en las energías (nos cansamos, nos debilitamos, envejecemos…) y en los años de vida: no son los que querríamos, sino que son los que son.
            ¿El evangelio habla de esto? Sí, si bien no usa estos términos. San Juan presenta en su evangelio grandes catequesis que van al corazón del ser humano. A lo que le importa. Las tres las vamos a leer en estos domingos de Cuaresma que faltan hasta llegar al Domingo de Ramos. Primero, la catequesis de la Samaritana; luego la catequesis del ciego de nacimiento; por último, la catequesis de la resucitación de Lázaro.
            La catequesis de la Samaritana nos habla de deseos, de ‘tener sed’; nos habla de saciar esos deseos, del ‘agua’. Nos dirá que hay ‘aguas que no sacian’, que aumentan los deseos y la frustración; nos dirá también que hay un ‘agua’ que ‘calma, que sacia, y que frustra’, la que nos da Jesús.
            La catequesis del ciego de nacimiento nos habla de «ver» y «no ver»; de extrañas culpabilidades por «no ver». Del deseo de «ver» con claridad. Queremos «ver» el «sentido» de la vida, de nuestras opciones y decisiones, de situar las cosas en su sitio con una jerarquía de opciones y valores.
            Por último, la catequesis de la «resucitación» de Lázaro nos habla de los límites de esta vida: enfermedad y muerte; ausencia y dolor; llanto y angustia. Pero nos habla también de que Jesús es la «Resurrección y la Vida» (ambas con mayúsculas, a idea).

La primera catequesis: la samaritana.
           
Una de las necesidades fundamentales del ser humano, junto con el alimento, es «saciar la sed». El «agua» tiene también el valor universal de satisfacer plenamente esta necesidad.
San Juan pone a Jesús en la tesitura de tener sed. Llega a un pozo, pero no a cualquiera sino a uno que tiene tradición histórica en Israel: es el «pozo de Jacob», el padre del pueblo, de Israel. Tiene una tradición simbólica, porque es el «pozo de los patriarcas», de los «antepasados». De esta forma une a Jesús con la historia del pueblo de Israel. Jesús no es un «francotirador» que va por libre.
Sin embargo Jesús no puede acceder al agua. Jesús tiene necesidad de que alguien le ayude. Esta imagen de Jesús que necesita ayuda es muy humana y a la vez muy simbólica.
Juan incorpora una mujer a la narración (elemento perturbador en aquella sociedad). Pero además no es cualquier mujer (judía, galilea o incluso pagana), sino ¡una «samaritana»! San Juan incide así en su condición de «sospecha», de «prevención» para los oyentes. Los judíos y los samaritanos se profesan odio ancestral por causas y agravios históricos que ahora no es el lugar para explicar.
Jesús no sólo rompe el hielo con la mujer, sino que inicia toda una catequesis en torno a la necesidad del agua, al agua que sacia y que no sacia, a las dificultades para acceder a ella. Como si se tratase de un pedagogo, Jesús la va conduciendo desde la necesidad de agua, hasta el «agua viva» que ella desconoce. En el momento  álgido, Jesús se revela a sí mismo, y hace que la mujer  la pida explícitamente: «dame de esa agua». ¡Dame de beber! ¡Tengo sed!
La samaritana puede ser cualquier persona que tiene en el fondo de su corazón una sed desconocida, son «deseos»  sin límites precisos, pero que busca saciar. No sabe bien ni en qué consisten ni cómo encontrar el «agua» en medio de tantas dificultades.
El evangelio presenta a un Jesús hábil, paciente, respetuoso, a la vez que incisivo. Interviene porque esa mujer le necesita, pero ni la desprecia, ni la avasalla, ni se impone. Es el «tacto» que le acompaña en su anuncio de la Buena Noticia de Dios.
El evangelio sigue siendo buena noticia que sacia; quizá debemos aprender de este Jesús que busca primero al hombre, a la persona en su pobreza, para proponerse como agua de Vida.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Primer Domingo de Cuaresma
Marzo de 2014


http://pedrofraile.blogspot.com.es/

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LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN 

TIENE MUCHOS COLORES  


(Las primeras lecturas de los cinco domingos de Cuaresma)

Es sabido que el Antiguo Testamento nos resulta especialmente difícil a los cristianos. 


No sabemos bien qué hacer con él. Sin embargo, hay una lectura no sólo válida y legítima, sino necesaria: ver cómo se despliega la historia de la salvación.                

Dios salva en la historia de la humanidad y de las personas. Dios despliega su salvación bajo mil pequeñas historias particulares. Incluso algunas muy difíciles de entender o de aceptar. 
Pero es Dios.
                 
Os propongo leer seguidas las cinco «primeras lecturas» de esta Cuaresma (leemos el ciclo A), y descubrir que la Palabra de Dios tiene una «lógica interna» que está presente (el Espíritu Santo es el Inspirador), pero que a la vez hay que descubrir. La Palabra de Dios no es monocolor, sino que tiene muchos colores; por que Dios escribe en todos los momentos de la vida.

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Lectura del Libro del GÉNESIS  2,  7‑9;  3,  1‑7

           El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.
           El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.
El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho.
           Y dijo a la mujer: - ¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?
           La mujer respondió a la serpiente: Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.»
           La serpiente replicó a la mujer: No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.
           La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
           Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

                        «SOMOS LIBRES POR VOLUNTAD DE DIOS»
                
                 Comienza la «historia de la salvación» con un texto de los orígenes. El relato del Génesis no es un «cuento infantil»; tampoco es una explicación científica de los primeros pasos de la humanidad.
                 Leemos una reflexión sobre el  alma humana. Es una página de «antropología» (¿qué y quién es el ser humano?), pero de «antropología bíblica» (¿qué, quién y cómo es el ser humano con Dios, para Dios y ante Dios?).
                 Se sirve de una imagen curiosa; un «árbol del conocimiento del bien y del mal». El «conocimiento» bíblico tiene matriz semítica, no griega. No consiste, por tanto, en un «conocimiento» que busca descubrir la «verdad» entendida como adecuación del objeto a mi mente; no busca las «esencias». El «conocimiento»  bíblico tiene que ver con la experiencia, con la intimidad, con el gusto, con el saborear, con el placer de encontrarse con el otro, con la exploración del otro que me lleva a amarle. 
                 Dios conoce el bien y el mal porque es creador del ser humano. Dios sabe qué da la felicidad al ser humano, qué le lleva a su perdición; pero Dios es también el que da la libertad. Una persona que no fuera libre ¿podría ser feliz?
                 No somos muñecos en manos de Dios, sino que la libertad forma parte de nuestra condición de seres creados por Dios. Los humanos descubren su desnudez cuando se apartan de Dios.  

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Lectura del Libro del GÉNESIS  12,  1‑4a

En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:

           “Sal de tu tierra
          y de la casa de tu padre
         hacia la tierra que te mostraré.
           Haré de ti un gran pueblo,
        te bendeciré, haré famoso tu nombre
        y será una bendición.
           Bendeciré a los que te bendigan,
        maldeciré a los que te maldigan.
           Con tu nombre se bendecirán
        todas las familias del mundo.”

Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.

«LA CONFIANZA DE ABRAHÁN NO TIENE FECHA DE CADUCIDAD»
                
                 El capítulo 12 comienza la segunda gran parte del libro del Génesis que se extiende hasta el 50; es la historia de los «patriarcas», familias de pastores que viven sin tierra fija, apoyándose en una descendencia que les asegure protección y supervivencia.
                 Israel, que escribe una vez asentado en Canaán, relee su historia como una vuelta a la tierra de donde salieron sus antepasados. Leen la época patriarcal como etapa de las promesas de Dios: tierra y descendencia; ambos son dones prometidos y bendecidos por Dios.
                 En la persona de Abrán (posteriormente Abrahám)  Dios bendice un proyecto de salvación que se abre a toda la humanidad, a pesar de que todo parece imposible: Abrahám es anciano, para abandonar su tierra; no tiene hijos que le aseguren un futuro; Sara su mujer es estéril.
                 La historia de la salvación, que en sus inicios vio cómo el ser humano desobedecía a Dios, ahora sigue con la obediencia frágil de un anciano: ‘salió Abrahán, como le había dicho el Señor’.  La historia apunta al futuro, muy lejos, de forma casi imposible de creer; sin embargo, en Abrahán se cumple la confianza plena.
                 Abrahám ha pasado a ser en las tres religiones monoteístas  modelo de creyente que se pone en camino fiándose de Dios.




TERCER DOMINGO DE CUARESMA

Lectura del libro del ÉXODO 17,  3‑7

           En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
           ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
           Clamó Moisés al Señor y dijo: ¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.
           Respondió el Señor a Moisés: Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
           Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel.
Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?

«LA FE PASA SIEMPRE POR EL CRISOL DE LAS PRUEBAS»
                
El tercer texto de esta cuaresma nos presenta la rebelión del pueblo. Dios crea al hombre libre (primer domingo); en Abrahám encontramos al hombre obediente que cree en el plan de Dios (segundo domingo); el pueblo de Israel no sólo desconfía, sino que ofende y provoca al mismo Dios (tercer domingo)
                 El pueblo en el desierto sólo encuentran «aguas amargas» (mará, Ex 15, 22-25); cae en la «tentación» (masá) de dudar de la  presencia de Dios y «pleitea» (meribá) con él. Duda sobre la presencia de Dios y sobre la autoridad de Moisés. «Masá – tentación» y «Meribá – pleito» equivalen a desesperar y pedir a Dios un signo de su poder. Llegan a la blasfemia:  ¿Dios les ha sacado de Egipto para matarlos? 
                 La promesa de la presencia de Dios, «allí estaré yo ante ti»  y la pregunta final «¿está el Señor en medio de nosotros ?» son la clave de toda la sección. El camino del Éxodo es el camino de cualquier persona y de cualquier grupo humano en su relación religiosa. Cuando nos liberan, cuando nos favorecen, cuando nos va todo bien, cuando tenemos a Dios de nuestra parte, hasta el desierto es llevadero. Cuando aparece la prueba, lo primero que se resiente es nuestra fe en Dios. ¿La fe en Dios es ‘acomodaticia’? ¿Creemos en un Dios de la historia o en un Dios de juguete que debe estar a nuestro servicio? La duda (¿está Dios? forma parte de la conciencia y de la libertad humana.
                 El Dios que se revela en la historia nos ayuda a descubrir su presencia en la vida ordinaria, en los momentos en que experimentamos el gozo de la liberación, y en las pruebas que van surgiendo en el camino.

DOMINGO 4 DE CUARESMA

Lectura del primer Libro de SAMUEL 16, 1b. 6‑7. 10‑13a

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel:
           Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.
Cuando se presentó vio a Eliab y se dijo: «Sin duda está ante el Señor su ungido.»
           Pero el Señor dijo a Samuel: No mires su apariencia ni su gran estatura, pues yo le he descartado. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón.
           Hizo pasar Jesé a sus siete hijos ante Samuel, pero Samuel dijo: A ninguno de éstos ha elegido el Señor.
           Preguntó, pues, Samuel a Jesé:
           - ¿No quedan ya más muchachos?
El respondió:
           - Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño.
Dijo entonces Samuel a Jesé:
Manda que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido.
Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia.
           Dijo el Señor: Levántate y úngelo, porque éste es.
Tomó Samuel el cuerno de aceite y le ungió en medio de sus hermanos.

«A DIOS SE LE ENCUENTRA EN LOS CAMINOS SENCILLOS Y NUEVOS»

                 Dios se sirve para llevar adelante su salvación de un ser humano que le desobedece (Adán), y que le obedece (Abrahán); de un pueblo que duda de él y se querella contra él (Masá y Meribá), y se sirve también de un niño pequeño.
                 La historia de David comienza con un gesto sorprendente. El ungido de Dios no es el rey Saúl (a quien ha rechazado), ni ninguno de los hermanos mayores, fuertes para el combate y dignos de una corona. Por medio de Samuel, profeta (Dios siempre se sirve de mediaciones), David es ungido como futuro rey de Israel. Es una unción anticipada, en germen, pues aún quedan muchos episodios por jugar. Pero Dios ya ha dicho su palabra.  
                 Tres palabras a resaltar en esta lectura: «mediador carismático», «niño pequeño», «unción real». Dios siempre se ha servido de mediaciones sorprendentes; el pueblo no reconoce tanto a la persona cuanto al Espíritu que se posa en una persona. La esbeltez y fortaleza pasan a un segundo plano; es más, Dios hace su obra de salvación con lo pequeño, despreciable, débil. El ungido tiene la misión de ser fiel al plan de Dios y de servir al pueblo de Israel.


QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Lectura del Profeta EZEQUIEL 37, 12‑14.

Esto dice el Señor:

           Yo mismo abriré vuestros sepulcros,
           y os haré salir de vuestros sepulcros,
               - pueblo mío-,
           y os traeré a la tierra de Israel.
           Y cuando abra vuestros sepulcros
           y os saque de vuestros sepulcros, 
               - pueblo mío-,
           sabréis que soy el Señor:
           os infundiré mi espíritu y viviréis;
           os colocaré en vuestra tierra,
           y sabréis que yo, el Señor,
           lo digo y lo hago.
-     Oráculo del Señor-.

«DIOS SIGUE RECREANDO EL MUNDO»

                 La historia de la salvación, que recuerda la liberación de Egipto y el camino a la tierra prometida (Éxodo), pasa necesariamente por el destierro en Babilonia y un nuevo regreso (Segundo Éxodo).
                 El texto litúrgico es la conclusión de la conocida visión de los huesos secos (Eze 37,1-14).  El contexto histórico nos sitúa en Babilonia, mitad del siglo VI a.C., donde la palabra de Dios se dirige a la comunidad judía allí desterrada sin esperanzas de volver un día a Judá. En el destierro de Babilonia el pueblo carece de toda esperanza.
                 Están convencidos de que Dios les ha abandonado a su suerte y no cabe la posibilidad de volver a la ciudad santa de Jerusalén. El pueblo se queja: nuestros huesos están calcinados, estamos muertos en vida, sin esperanza. El profeta Ezequiel plantea una revitalización de las fuerzas exhaustas, una recapitalización de los créditos inexistentes, una refundación de los cimientos. Si el pueblo vive en sepulcros (muerte, hedor, llanto, luto) él anuncia la vida (espíritu, tierra, esperanza, futuro...) que provienen del mismo Dios: «abriré sepulcros», «os traeré a Israel».
                 Dios mismo es el que actúa (fijémonos en que habla en primera persona). La actuación de Dios, al igual que en el pasado, les llevará al verdadero conocimiento: «sabréis que yo soy el Señor» (v. 13).
                 El Espíritu de Dios sopla de nuevo, como en la creación, recrea, hace que de lo seco, de la muerte, surja la vida.  De nuevo aparece la paradoja: el destierro como lugar de gracia. El pueblo de Israel vio en el exilio no sólo el castigo justo al que había sido conducido por su pecado (abandono del Dios de la Alianza) sino un lugar de gracia desde el que recomenzar de nuevo la historia con Dios.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Cuaresma 2014

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SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, 
ESPOSO DE MARÍA

Comentarios a las lecturas de la fiesta litúrgica


Lectura del segundo libro de SAMUEL 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:

-«Ve y dile a mi siervo David:

“Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo”. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.”»
Palabra de Dios

La conocida como ‘promesa davídica’ (texto que leemos hoy) es una de las claves teológicas de interpretación del Antiguo Testamento. David, elegido como rey de Israel, ungido por el profeta Samuel, cae repetidamente en el pecado. Sin embargo Dios no abandona a su ungido, sino que le conduce de forma que por su medio instituye toda una descendencia. Las palabras con que Dios rubrica su promesa, ‘por siempre’, supondrán un serio problema para el pueblo de Israel cuando vean que con Sedecías, en el año 587, desaparece la monarquía davídica.
Será Isaías quien ayude a interpretar la promesa en clave mesiánica y no puramente biológica. Dios no estuvo sólo con el rey David para salvar a su pueblo, sino con todos sus descendientes; la promesa no se reduce a un hecho de la antigüedad, sino que se renueva y actualiza en el Mesías.
El profeta Natán con su palabra no sólo legitima una dinastía humana, sino que enraíza en ella un símbolo mesiánico. La casa de David se perpetúa en el pueblo de Israel.   


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los ROMANOS     4, 13. 16-18. 22

Hermanos:

No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenido por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia.
así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.»
Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación.

Palabras tajantes si las leemos en un contexto de observancia judía donde la Ley o Torah había adquirido rango de culto. Pablo rompe el argumento y apela al mismo Abrahán para reivindicar la salvación por la fe y no por la observancia de una normativa ético-religiosa. La perspectiva se abre a una nueva dimensión insospechada pues según el apóstol la descendencia de Dios no se limita a la legal, esto es a los israelitas observantes, sino a toda la humanidad que abre su corazón a la fe. La promesa no se le hace a Abraham por ser cumplidor, sino por ser creyente.
Con estas afirmaciones el apóstol Pablo rompe todo particularismo excluyente que limitara la acción de Dios a un pueblo o grupo que fuese fiel a una observancia concreta para abrirla a la humanidad creyente sin distinción. En el título ‘padre de muchas naciones’ Pablo contempla a la gran humanidad redimida en la persona de Cristo.
La diferencia entre los dos tiempos salvíficos es que en Abrahán Dios promete, y el creyente vive en la tensa esperanza de que se cumpla la promesa; en el tiempo inaugurado por Cristo, Dios ha cumplido, y el creyente sabe que en su fe se actualiza y realiza el plan de Dios.


Lectura del santo evangelio según san MATEO 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
-«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.

Palabra del Señor.

La figura de José aparece poco en los textos evangélicos. Mateo acaba de introducir la genealogía de Jesús, 'hijo de Abrahán, hijo de David' haciendo que la  cadena desemboque en José, del que se dice que es 'esposo de María', y no al revés como se esperaría: María, 'esposa de José'.
El relato quiere desarrollar que la maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu santo. Para ello lee en clave de cumplimiento la promesa mesiánica que aparece en Isaías – la señal de la presencia de Dios es que la virgen está encinta- y que el texto litúrgico en este caso no recoge.
Según las costumbres judías se han celebrado los esponsales, pero no la boda y consiguientemente se presume la no cohabitación de la pareja. Mateo emplea la conocida figura del sueño y del ángel para introducir el misterio que supera a la inteligencia humana.
José es colocado en la línea de los hombres creyentes que, como Abrahán, va más lejos de las leyes naturales o humanas y acepta entrar en la dinámica de los planes de Dios. Cristo es hombre como los demás, pero al mismo tiempo es fruto del Espíritu Santo. José acepta esta paradoja por ser creyente, no sólo por ser bueno.  El texto acaba con la obediencia de José; obediencia que no es sumisión ciega sino aceptación del misterio que sobrepasa y que se acoge con reverencia.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
19 de Marzo de 2014
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SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA:
LA TRANSFIGURACIÓN

¿ES IMPRESCINDIBLE, PARA SER PLENAMENTE HUMANOS,
QUE HAGAMOS EXPERIENCIA DE DIOS?



Muchas cosas son «aconsejables» en la vida, pero no «necesarias»; por ejemplo, saber nadar, saber tocar un instrumento musical, saber conducir. Todos conocemos personas que no saben nadar, ni tocar un instrumento musical, ni conducir, y no por eso son menos felices ni menos personas.
Otras cosas son «innecesarias» a todas luces para  vivir. Por ejemplo, que no se me enfade nadie, saber jugar al golf o montar a caballo. Son «lustres» que no aportan mucho a nuestra dignidad o nuestra plenitud como personas.
La tercera y última cuestión es: ¿hay cosas que son «imprescindibles» para vivir?  Todos estaremos de acuerdo en que no «se puede vivir» sin una familia o comunidad que te acoja, te dé calor y te quiera; unos ingresos suficientes para no ser un «pordiosero», un «pedigüeño» o un «excluido social». Igualmente necesitamos una vivienda digna, un servicio sanitario capaz etc. Pero ¿necesitamos a Dios para que nuestra vida sea «plena», «humana», «completa», «dichosa», «feliz»? Importante pregunta que muchos no se atreven a hacer porque no sabrían qué decir; otros se la hacen y dicen que no, y otros, por fin, creen (creemos) que sí.
Nos dice el evangelio que Jesús, aún en Galilea, subió a un monte y allí tuvo una experiencia única, singular, intensa y necesaria, en su camino a Jerusalén. Los evangelios dicen que «se transfiguró», verbo muy extraño y que no usamos de forma habitual.
Repasando verbos semejantes, que lleven en sí la palabra «figura», se me ocurren algunos. Está el verbo «configurar», que hoy se ha quedado casi reducido al mundo de los ordenadores (hay que «configurar» el equipo), si bien tiene un sentido religioso, incluso místico, cuando nos invitan a que nos «configuremos» con Cristo. Está el verbo «prefigurar», que usamos poco, cuando decimos por ejemplo «eso son prefiguraciones tuyas», o sea, «imaginaciones». Está el verbo «desfigurar», verbo negativo y feo, que usamos por ejemplo cuando decimos que una persona está enferma y está «desfigurada».
El verbo «transfigurar» no lo usamos.  El diccionario dice que es «cambiar de aspecto» una persona o una cosa. ¿Cuándo cambiamos de aspecto? Cuando sucede en nuestras vidas algo decisivo, determinante, que lo recordamos siempre y que no podemos olvidar. El evangelio de Mateo nos dice que en aquel monte  a Jesús se le «transfiguró» el rostro; le «cambió» el rostro. Era él, pero después de haber estado en presencia de Dios todo es distinto. ¿Qué pasó? No lo sabemos, pero los evangelios nos dan algunas pistas.
Una pista es que Jesús «dialoga» con Moisés (Ley) y con Elías (Profetas). Para el evangelio de san Mateo es muy importante, porque indica que Jesús no «rompe» con el judaísmo, tienen mucho en común, pero lo supera. Hay que dialogar con otras experiencias de Dios, con otras personas que nos hablen de Dios.
Otra pista, muy importante, es la del «rostro». El rostro le brilla como el sol; los vestidos son de un blanco resplandeciente. No estamos ante un rostro «desfigurado» por el dolor o por la opresión, sino «luminoso», «resplandeciente». La experiencia de Dios da luz, vida, enguapece, «cambia la cara» a mejor. El evangelio no nos puede decir aún que Jesús es el «rostro humano de Dios», pues falta la muerte entregada en cruz en Jerusalén y falta la resurrección (¡Jesús no es un humano con experiencias espirituales, un gurú!); sólo entenderemos que Jesús es el «rostro humano de Dios» a la luz de Pascua, de su muerte en cruz, de su resurrección, y de la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Una tercera pista es la voz de Dios. Dios habla, pero no su voz no se prodiga. No podemos decir: «preparaos que va a hablar Dios». Dios habla en los momentos fundamentales; habla en el bautismo de Jesús y ahora habla de nuevo: «este es mi Hijo, en quien me complazco». Los discípulos acompañan a Jesús y están aprendiendo a descubrir quién es, porque no es tarea fácil ni evidente. Han visto sus milagros, han escuchado sus palabras, les ha dicho que tiene que ir a Jerusalén, y esto no les gusta nada de nada. La voz lo confirma: «¡este es, escuchadle!».
Una cuarta pista, los discípulos que le acompañan. Son Pedro, Santiago y Juan, los mismos que estarán con Jesús en el huerto de Getsemaní, en la falda del Monte de los Olivos. Allí se dormirán, aquí «ven» pero no terminan de «entender». Pedro, como siempre, se adelanta y habla antes de pensar: «¡qué bien se está aquí, hagamos tres tiendas!».  (Marcos añade que «no sabía lo que decía»). La experiencia de contemplar el rostro luminoso de Dios es necesaria, pero a la vez contiene cierta ambigüedad: «se está bien», pero no podemos «quedarnos absortos» en ella; hay que «volver al camino», seguir camino de Jerusalén, no quedarnos en falsos y equívocos divanes.
Retomemos la pregunta inicial. ¿Es imprescindible, para ser plenamente humanos, que hagamos experiencia de Dios? Jesús había enseñado en el Monte de las bienaventuranzas el camino para ser felices y para hacer felices a los demás; un camino de plenitud. Jesús sabe que no puede permanecer siempre en Galilea, anunciando el Reino, sino que tiene que ir y llegar a Jerusalén, donde le están esperando, donde «le tienen ganas». Allí le espera otro monte, el Gólgota. Entre ambos montes, Jesús sube al Tabor y allí se deja atravesar, iluminar, transformar, por Dios: es Jesús, que ha recorrido una parte del camino y que debe culminarlo. El Tabor no es una anécdota, sino un paso necesario entre la misión que Jesús está cumpliendo y la meta que debe alcanzar.
Todas las personas queremos ser felices, con mayúscula. El ser humano necesita entrar en un camino de bienaventuranza, de felicidad. El ser humano sabe que las sendas que transitamos nunca son seguras del todo, ni exentas de graves peligros: unos a todas luces injustos (calumnias, agresiones, difamaciones, violencias…); otros peligros son mortales (enfermedades, accidentes, rupturas, pobrezas…). ¿Podemos acompañar a Jesús en Getsemaní (Monte de los Olivos), y pasar por el monte Gólgota (monte de la crucifixión), sin haber pasado previamente por el Tabor (monte de la experiencia de Dios y de la contemplación del rostro de Dios)?
Algunos querrían estar eternamente, sin interrupciones, en un estado paradisíaco de «bienaventuranza», pero no es posible. Otros nos recuerdan continuamente nuestra condición débil, sufriente y contradictoria, obligándonos a volver la mirada hacia el Gólgota. Pero, ¿cuándo nos paramos y gastamos tiempo para hacer la experiencia del Tabor?
Este próximo domingo en las iglesias católicas se leerá el evangelio de la Transfiguración. No es un evangelio «secundario». Para llegar a la Pascua de Jesús hay que pasar por su muerte en cruz; para adentrarnos en el misterio de la muerte de Jesús hemos tenido, previamente, que contemplar el rostro transfigurado de Jesús.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
14 de Marzo de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/

   




PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Las dulces tentaciones que nos rodean. Las tentaciones son dulces, apetitosas, sabrosas; por eso son atractivas. Todas llevan en sí la marca del «deseo» y del «placer». El «deseo» es muy humano; de lo contrario no avanzaríamos, no nos moveríamos de casa, no arriesgaríamos. El «placer» también es muy humano. Nos gusta «descansar con placidez», nos gusta «alimentarnos con satisfacción», nos gusta «que nos reconozcan» socialmente. No podemos decir, por tanto, que las tentaciones sean perversas.
El punto débil de las tentaciones está en lo que esconden. Tras la tentación suele haber una trampa que, si no controlamos, caemos en ella y nos puede esclavizar, someter o incluso destruir. Tras la tentación del descanso placentero está la inactividad, el inmovilismo; tras la tentación de la satisfacción de las necesidades vitales está el acaparar sin límites; tras la tentación del aplauso, está la soberbia.
Jesús fue tentado. Jesús también fue tentado. No una sola vez, de forma puntual. Jesús estuvo tentado en el centro de su ser y de su misión. Él era el Mesías de Dios, pero: ¿cómo ser el mesías-salvador y liberador en aquellas circunstancias? Una posibilidad era llenar el estómago de la gente y llenar sus arcas de riquezas; la gente le aclamaría, pero Jesús no ha venido a ser un «empresario» que cobre luego sus beneficios, como si de un negocio se tratara. Otra tentación es la de alcanzar el poder; cuando todo esté bajo sus pies, todo y todos se le someterá; pero Jesús no ha venido a controlar países, gobiernos, estados, que le llevarían a dar órdenes, normas, decretos, incluso represiones; Jesús es el mesías débil cuya fuerza es el servicio. La última tentación es la de la magia; Jesús sabe que el corazón del ser humano se va tras lo maravilloso, lo sorprendente; si él es un Mesías que hace cosas portentosas, todos lo considerarán como un ser superior, extraño y sorprendente; pero Jesús no pone la fuerza que le ha dado su padre al servicio de la farándula, sino que es fuerza para curar.
¿Cómo ser discípulo hoy? Las tentaciones de Jesús se repiten hoy en nosotros, sus discípulos. ¿Por qué no hacer de nuestras comunidades lugares de riqueza para repartirá los más pobres? ¿por qué no hacer de nuestras parroquias y asociaciones centros de poder político y desde allí tomar decisiones? ¿por qué no poner la fe al servicio de los espectáculos maravillosos para conseguir nuevos adeptos que se queden subyugados? El camino que nos lleva a la Pascua comienza por ponernos cara a cara con nosotros mismos y con el evangelio; descubrir nuestras tentaciones y nuestra condición de discípulos del crucificado.
Pedro Ignacio Fraile Yécora


La palabra de Dios nos ilumina

Texto a leer: SAN MATEO  4,  1 11

Jesús tuvo tentaciones en el comienzo de su misión. ¿Tenía que dar respuesta a todas las necesidades humanas? ¿No sería mejor demostrar su poder con milagros que no dejaran lugar a dudas acerca de su persona y de su misión? ¿No es mejor alcanzar el poder y desde arriba conseguir sus objetivos legítimos? El camino de Jesús no le lleva al trono de Herodes o al Pretorio desde donde gobierna Pilato, sino al Gólgota. La muerte de Jesús se ilumina con su vida. El misterio de quién es Jesús se comienza a comprender cuando se ve cómo tuvo que hacer frente a las tentaciones que le cercaron.

Todos tenemos tentaciones. No nos vamos a fijar ahora en las más habituales, diarias u ordinarias. Vamos a ponernos delante del evangelio y ver cuáles son las tentaciones por las que pasa Jesús y que se repiten en nuestra vida. Leemos despacio el texto.

1)     La primera tentación lleva trampa. Si Jesús dice que no quiere transformar las piedras en panes, parece que no le preocupa el hambre y las necesidades de la gente. Él habla del «hambre de la palabra de Dios». ¿La misión de Jesús es solucionar problemas cotidianos o devolverle al hombre su verdadera condición, dignidad, sentido, vocación, que realmente le satisfarán?
2)     ¿Podemos hacer de la fe un espectáculo? ¿Podemos reducir la fe en Jesús a buscar protección divina en «pulseras milagrosas», «cruces protectoras», «llamadores de ángeles»? ¿podemos buscar nuevos adeptos confundiendo lo esencial con lo secundario o incluso terciario, como milagros o apariciones que no tienen nada que ver con el evangelio?
3)     La tercera tentación es muy sutil. ‘Si alcanzamos el poder… haremos leyes justas’. ¿Por qué Jesús no quiso llegar a ser el rey, o el emperador, o el líder político de un grupo? ¿Podemos corregir a Jesús, el maestro?
4)     ¿Cómo vivimos nosotros estas tentaciones en nuestra sociedad, en nuestros ambientes, en nuestros grupos y parroquias? ¿Nos damos cuenta de las trampas que llevan dentro?


«PAN, FUERZA Y CIRCO»

Los romanos estaban satisfechos
con tener «pan y circo».
el diablo les corrige
y añade el placer del dominar.

Jesús ha recibido del Padre
el encargo de hacer presente el Reino.
¿multiplicando riquezas?
¿reforzando sistemas de control?
¿haciendo del hombre una marioneta?

Jesús nos recuerda que cada uno de nosotros,
sólo nos podemos saciar con Dios;
sólo vencemos con la fuerza del servicio,
sólo adoramos al Señor y Creador.

Pedro Ignacio Fraile Yécora





Miércoles de ceniza

'Te renueva por dentro, te moviliza por fuera'

 Hoy es miércoles de ceniza. En la parroquia estos últimos días, ha habido un «concurso de ideas» para buscar un lema para esta próxima Cuaresma. Unos decían, «conviértete y cambia de vida», a lo que otros le contestaban, «ya estamos como todos los años». Otro, más audaz, proponía «conversión es revolución», y todos a una le recordaban que eso de la «revolución» no está bien visto en la Iglesia, y que a muchos les suena a muertes, y sangre y todo lo demás.
            Pasaba el rato y nadie tenía una idea que fuera novedosa y atractiva a la vez. Juana, que está mal del estómago, había llevado para merendar un «yogur», como se suele llamar a todos los productos lácteos, sean de lo que sean. La propaganda del producto decía que te «renovaba por dentro». Juana, dijo: ‘ya está, lo que dice esta etiqueta… hay que renovarse por dentro’. Unos protestaron por la frivolidad y otros le dijeron que eso no era serio para una parroquia. Ahí quedó la cosa.
           

El lema que iba a presidir el templo parroquial durante todo el tiempo de Cuaresma seguía sin estar claro. Uno de los participantes, Felipe, muy serio él, dijo que un día había oído en misa que la «conversión tenía que ver con la movilización»; y explicó con voz grave: «si uno se convierte de verdad, se pone en movimiento, se moviliza; que eso de no hacer nada por los demás, el inmovilismo, no es cristiano».
            La luz asomó y se hizo sitio entre aquellas buenas gentes. ‘¡Ya está, la cuaresma es algo que te mueve por dentro y que te lleva a moverte por fuera!’ Sí, eso: ‘La Cuaresma tiene que servirte para «renovarte» desde el interior, desde lo más hondo, y tiene que notarse en que haces otras cosas, en que vives de otra forma, en que no te quedas en casa inmovilizado». Todos se animaron a comentar el nuevo lema.
            Es verdad. La Cuaresma no está ahí para que todo siga igual, sino para que todo cambie: de adentro hacia afuera, y de afuera hacia adentro. Renovación del interior y movilización exterior.
            Hay que renovarse interiormente, porque si no, la Cuaresma es «más de lo mismo»; suena a lo «ya sabido», a «rutina», cuando no suena a «caspa» y «religión rancia» (perdón por estas dos palabras que son muy fuertes, pero que es así). Si alguien se molesta, pido humildemente perdón.



            Pero el cristianismo no es una religión «de lo de dentro, para mí mismo, para mi interioridad íntima, para mi yo profundo que desconozco y deseo liberar de todo mal». El cristianismo es «para la calle», para «vivir hacia afuera». El cristianismo tiene espíritu, tiene sentimiento, tiene entrañas y corazón, pero tiene igualmente «pies y manos».
            Cuaresma, tiempo para ponernos a tiro ante Dios y dejar que sea él quien nos diga por dónde vamos bien y por dónde debemos marchar, es un tiempo para «renovarnos por dentro» (como el yogur ese que es tan bueno y tan necesario) y para «movilizarnos por fuera» (como decía el cristiano aquel que estaba harto de identificar cristianismo con inmovilismo.

¡Buena Cuaresma a todos!

Pedro Ignacio Fraile Yécora
5 de Marzo- Miércoles de Ceniza de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/

             
NAVIDAD 2013

FELICES "DÍAS MUY ESPECIALES". LAS TRES TRANSICIONES DE LA NAVIDAD.

Nuestra sociedad está un poco desorientada, o despistada, o desarticulada, o acomplejada. Para muestra el botón de las Navidades. Espero que el título de este artículo se comprenda mejor al final de mis palabras.
            Las palabras tienen un peso específico; muchas de ellas, aunque las queramos cambiar, se resisten a ser vaciadas  y rellenadas de nuevo, como si de un mero recipiente se trataran. Tenemos la palabra «madre», que es rotunda, embelesadora, cálida, atractiva y aglutinadora. Tenemos la palabra «guerra», que es terrible, detestable, temida, cruel y dispersadora. Al hilo de lo que hablamos, tenemos la palabra «Navidad». Es una palabra de origen latino, «Nativitas», que significa lo que significa: «nacimiento»; pero no «cualquier nacimiento», sino uno preciso: el de Jesús. Navidad es la celebración de que ha nacido Jesús. Aquí vienen los problemas. Es una palabra «religiosa», y hay que «vaciarla» de su contenido «políticamente incorrecto».
            Un intento, no sé si fracasado o no, el tiempo lo dirá, ha sido la desaparición de esta palabra. Vamos a hablar de «fiestas de invierno», que es más «neutra», más «insabora», más «ecuménica». Si hacemos el experimento encontramos estos resultados: aquí en España, donde vivo, nos enviamos felicitaciones, muy contentos, «porque ha llegado el invierno»; los niños escriben «cuentos de invierno»; el día 22 sería el día de la «lotería de la fiesta de Invierno»; y sobre todo nos juntaríamos en familia haciendo a veces miles de kilómetros para celebrar que «estamos en invierno»; ¡ah!, haríamos espléndidos regalos «porque ha llegado el invierno». Me parece que no va a tener mucho éxito este cambio de nombre.
Aceptamos el nombre de «Navidad», «velis nolis», a regañadientes. Ahora bien: la condición es que no se puede hablar del «nacimiento de Jesús» para que sea una fiesta de todos, creyentes o no, sin sabor religioso. Lo primero es cambiar el «imaginario». Necesitamos una figura simbólica: se ha impuesto por goleada el «Papá Noël» que es sifón con gaseosa, o sea, nada. Dicen los que saben que es en realidad la figura que inventó una famosa compañía de bebidas para su campaña publicitaria de Navidad. El «Papa Noël» cumple su cometido: no dice nada, ¡perdón!, dice «¡oh,oh,oh!», que es peor aún. Nadie sabe ni quién es ni qué hizo, ni si nació, ni si murió… Es un personaje sin historia personal; os sea, no es nada. Eso sí, ha conseguido entrar en todas las casas, que le abren con satisfacción sus puertas y lo propagan por doquier como si del nuevo icono universal se tratara.
Una anécdota. El «Papa Noël» no tiene villancicos (¡aún!). Me ha contado mi esposa que en su colegio no celebran la Navidad (¡no se hace referencia a ella! ¡es un colegio público!), pero… en el festival del último día,…¡cantan villancicos! ¿Sociedad hipócrita, desnortada, despistada, acomplejada?
Qué decir de las felicitaciones televisivas. Como no se puede desear «nada» porque el «Papa Noël» es humo de paja, y no hay que hablar de Jesús, en televisión se dice: «que paséis unos días muy especiales». ¿Especiales por qué? ¿Por todo lo que vamos a comer y consumir? ¿Por gastar dinero a espuertas para alegría de los indicadores de consumo? ¿Por volver a ver a la familia después de algunos meses?
No puedo por menos que dedicar una línea al «espíritu de la Navidad». Como no se puede hablar de espiritualidad cristiana (de las falsas espiritualidades sí –ayer asistí a un ritual de magia blanca en plena TVE con beneplácito y bendiciones de las presentadoras), hay que inventarse más globos etéreos. Hablar del «espíritu de la Navidad» es querer decir algo sin decir nada; sin molestar al personal. ¡Que nadie se ofenda por usar la palabra «espíritu», que no es religioso! El «espíritu de la navidad» es ser solidario por unos días, ser buenas personas por unas horas etc.
Los que me conocéis, sabéis que este artículo no puede acabarse aquí. Hay que indagar más hondo. Creo que estamos asistiendo a unas «transiciones» de la Navidad. La primera transición, el CAMBIO DEL NOMBRE, ha fallado; pero otras no. La segunda transición, la de la ausencia del «RELATO».  sigue su marcha triunfal. Nuestra sociedad quiere fiestas, pero sin «relato» que transmitir, que recordar, que contar a los niños. El «Papa Noël» no tiene «relato», no tiene «historia», no dice nada, ni bueno ni malo; no sabemos cómo piensa: si está con los ricos o con los pobres, si está con los maltratados o con los maltratadores, cómo se posiciona ante el hambre, la violencia, si es religioso o si no lo es. Esto es muy importante: de Jesús tenemos «relato»: sabemos que nació pobre, de unos padres judíos humildes, en los márgenes del Imperio de Roma. Sabemos que provocó un movimiento social, bajo la llamada a vivir con pasión el «Reino de Dios»; sabemos que era religioso, que rezaba y llamaba a Dios «Padre»; sabemos que lo mataron porque era molesto y provocador; los creyentes sabemos que está vivo. Con Jesús hay «relato», con «Papá Noël» no hay relato. Nuestra sociedad prefiere que no haya narración, que no se diga nada, que se acalle la narración de Jesús.
Un paso más. El relato bíblico no es un «cuento de niños». Es un relato teológico. Que Jesús naciera pobre nos dice que Dios se hace hombre en medio de los pobres, llega hasta el fondo de la historia. Que Jesús naciera en los márgenes del Imperio, quiere decir que Dios está en los márgenes de la sociedad, no en la «yema del huevo» de los bienvividores, bienpensantes, biencomidos, biendormidos… Que a Jesús le quisiera matar Herodes quiere decir que Dios sufre la violencia de los perseguidos de todo el mundo. Que unos pastores fueran los primeros en adorar al niño quiere decir que Dios no hace acepción de personas, sino que prefiere a los que oficialmente forman parte del tropel de los últimos… El «relato» del nacimiento de Jesús molesta. El gordinflón y bonachón de «Papá Noël» no molesta; tampoco hace gracia; es «nada sin sal».


La tercera transición, la FIESTA DEL CONSUMO, ha triunfado. Hemos pasado de celebrar la Navidad con sentido religioso (y relato provocador) a celebrar la «fiesta del invierno», blandiblup, mórbida, y muy cara… ¡hay que gastar!, sin saber por qué. Como no «somos» personas, somos «humanos gastadores».
Por si acaso, para suavizar, nuestros pensadores se han sacado dos conejos de la chistera. Uno, el conejo del «espíritu de la navidad»: ‘Sea usted simpático, amable, solidario, generoso… aunque sólo sea por unos días…’ El segundo conejo es el de los buenos deseos: «sea feliz en estos DÍAS TAN ESPECIALES». No le digo por qué, usted piense por qué lo son.
Con mucho sentimiento y cariño, voy a intentar seguir viviendo la Navidad, con el nacimiento de Jesús, con la sorpresa de ver a Jesús-Dios-con nosotros. Una Navidad con relato, que toca el corazón y la mente, y los pies, y las manos… ¡el alma!

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Navidad del 2013


FELICITACIÓN DE NAVIDAD 2013

A todos los que leéis este blog, 
conocidos o no, amigos y extraños. 

A todos los que soñáis en un mundo distinto, 
no cualquiera, sino el del evangelio.

A todos los que seguís emocionándoos 
la noche de Navidad,
contemplando a Jesús niño, 'Dios con nosotros'


A todos vosotros, personas de bien,
de buen humor,
de buenos sentimientos,
de buen corazón.

A todos los que os resistís a creer
que la Navidad es adorar al 'dios-consumo',
al 'dios-comilonas'
al 'dios desenfreno'.

A todos los que os seguís juntando en casa,
con los padres, hermanos, amigos,
con los vecinos, con los parientes...

Os deseamos feliz navidad 2013



ADVIENTO 2013





LAS «ANTÍFONAS DE LA O»
EN LA GRUTA DE BELÉN

           


Tierra Santa siempre tiene reservada sorpresas. He visitado multitud de veces las grutas de san Jerónimo, así se llaman, en Belén. Forman parte de las grutas que están bajo la Basílica de la Natividad. Una de estas grutas de san Jerónimo, la primera, es la que se comunica directamente, si bien hay una puerta cerrada, con la gruta del nacimiento de Jesús. En esta capilla se puede celebrar la Eucaristía. En dos columnas que flanquean el altar están inscritas en la piedra, de forma cuidada, las siete «ANTÍFONAS DE LA O» (en latín), en castellano «oh», porque es una exclamación.






            Lo traigo a colación precisamente porque comienzan esta próxima semana. La Iglesia las canta con el Magnificat del Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Cada antífona empieza por una exclamación, seguida de un título mesiánico tomado del A.T., pero entendido con la plenitud del N.T. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.





O Sapientia!            Jesús es la Sabiduría de Dios
O Adonai !              Jesús es el Señor
O Radix !                Jesús es la el renuevo de Jesé 
                                  (padre de David)
O Clavis !               Jesús es la llave, la clave de la salvación
O Oriens!                Jesús es la luz, el sol naciente (Oriente)
O Rex !                   Jesús es el rey de la paz
O Emmanuel!          Jesús es el Emmanuel, 
                               el «Dios-con-nosotros».


            




Quiero compartir con vosotros estas "llamadas" a Jesús que viene, que he preparado estos días para una charla sobre Adviento. Lo dicho, que nos sirvan para pedir a Jesús, el Señor, que venga a nuestras vidas.

¡OH SABIDURÍA!



¡Oh Sabiduría, 
salida de la boca del Padre, 
anunciada por profetas!
¡Ven a enseñarnos 
el camino de la salvación!


Jesús nos enseña la verdadera sabiduría,
la que nos lleva a la salvación, 
al sentido de la vida, 
al saber vivir en plenitud como humanos.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR!





¡OH PASTOR DE LA CASA DE ISRAEL!




 ¡Oh Señor, Pastor de la Casa de Israel,
Que conduces a tu pueblo!
¡Ven a rescatarnos por el
PODER DE TU BRAZO!


Jesús es el pastor que no abandona a su pueblo, 
lo acompaña en medio de las dificultades 
lo libra de los peligros.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR! 



¡OH SOL DE JUSTICIA!


¡Oh sol naciente. 
Esplendor de la luz eterna, 
SOL DE JUSTICIA!
Ven a iluminar a los que yacen 
en sombras de muerte


Jesús es la verdadera luz, 
que hace que todo se sepa, con claridad, 
y que nada oculto o tenebroso domine sobre el mundo.


¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR!



¡OH EMMANUEL!



 ¡Oh Emmanuel, nuestro rey, 
Salvador de las naciones, 
esperanza de los pueblos!
¡Ven a libertarnos, 
Señor, no tardes ya

Dios se hace niño y humano en Jesús.
Él es el 'Dios con nosotros'.

¡VEN  PRONTO, SEÑOR, VEN SALVADOR! 

  Pedro Ignacio Fraile Yécora



ESPERANDO CON MARÍA

                                                                                     ¿Quién como tú, María,
esperabas a Jesús?
¿Quién, como tú, María,
dijiste que sí al Buen Dios?
¿Quién como tú, María,
soñabas con albas de llanto de niño?
¿Quién como tú, María,
rezabas y llorabas
esperando el Señor?

María, dulce María,
mujer creyente, mujer de Dios,
¡despierta nuestro oído!,
¡caldea nuestro corazón!

Es la cuarta semana de espera.
Todo apunta a la Navidad.
Que esta cuarta luz, culmen de corona,
no se apague en nuestro corazón
nunca, nunca jamás.

Adviento 2013
Pedro Fraile Yécora







Solemnidad del "corpus christi"  

UNA TEOLOGÍA DEL CUERPO    

              
La relación de los cristianos con el cuerpo siempre ha sido tormentosa, y eso que esta palabra forma parte muy importante, casi fundamental, de nuestra experiencia religiosa.

            Desde pequeños se nos ha ido metiendo, como si de un «dato   inequívoco» se tratara, que el ser humano está formado de «alma y cuerpo». Luego, más tarde, nos explican que esta distinción, siendo correcta, no está exenta de problemas. Por ejemplo: hay que «salvar» el alma, decimos, pero ¿qué hacemos con el cuerpo? A mucha gente le molesta su cuerpo: los que se sienten feos; los que no tienen un «cuerpo 10»; los que lo ven como un «carga pesada», un «impedimento» para llevar una vida conforme a las normas morales. 

¿Soluciones para este problema? Las hay: para los primeros hay que «cultivar el cuerpo», el ‘body’, como dirían los necios; para los segundos hay que «castigar el cuerpo», para que «no nos domine». ¿En qué quedamos? Si unos proponen «soluciones», otros denuncian sus abusos y alertan contra los propagandistas de uno y otro exceso. Los primeros son acusados de «dar culto al cuerpo», cuando en realidad sólo se puede dar «culto a Dios»; los segundos son acusados de «masoquismo», de «castigar el cuerpo en nombre de ideologías». Está claro que, en ambos casos, una vez más, no se puede «pasar la línea roja».

Hace falta, sin duda, que los teólogos reflexionen sobre el cuerpo. El cuerpo, de entrada, no es malo, ni pernicioso, ni un obstáculo. La teología habla de «creación» y de «salvación», y hay que decir que no hay salvación sin cuerpo, porque el que se salva es el ser humano, y no hay ser humano sin cuerpo. El ser humano es corporal. El ser humano no vive en las nubes, sino en la historia y en la geografía: se relaciona con otros y ama; trabaja y se cansa; disfruta y sufre… todo eso, profundamente humano, no puede darse sin el cuerpo. Tenemos un pasado, unos recuerdos (familiares, amigos), unos errores y unos aciertos… la historia de cada uno de nosotros tiene «fotos», «músicas», «sabores» y «olores»: ¡somos historia con cuerpo!

Desde un punto de vista médico, ¿qué decir de las enfermedades psicosomáticas? Una úlcera consecuencia de una angustia permanente; un dolor de estómago que identificamos con 'los nervios'; un dolor de cabeza permanente consecuencia del estrés…

Desde un punto de vista religioso, cultual, para orar y ponernos en presencia ante Dios el cuerpo tiene mucha importancia. No podemos rezar cuando estamos alterados o enojados; no podemos rezar cuando estamos despistados o atolondrados; necesitamos paz, reposo, silencio… El cuerpo también ora. No podemos hartarnos en una bacanal para inaugurar un tiempo de penitencia, sino que necesitamos el ayuno.

             Desde un punto de vista moral el cuerpo tiene un papel fundamental. El cuerpo es «objeto de deseo» carnal, pudiendo llegar a los atropellos, vejaciones, violencias y violaciones, como bien sabemos. A veces se le ha identificado con el «pecado», como cuando al ver a una mujer extremadamente bella, el castellano popular exclama: «¡tiene un cuerpo de pecado!». Hace años, una actriz norteamericana, Bo Derek, se conocía como 'El cuerpo'.
El cuerpo siempre pide más («me lo pide el cuerpo», decimos coloquialmente): no se sacia ni de manjares, ni de bebidas, ni de placeres inimaginables… Los «excesos» del cuerpo se pagan ya en nuestra historia de aquí y de ahora: enfermedades consecuentes directamente de abusos (alcohol, tabaco, drogas…), accidentes cardiovasculares…De ahí los consejos siempre necesarios de la  moderación, de la sobriedad, de la prudencia, de la sensatez, de la abstinencia, de la austeridad… que nunca están de más. Si bien algún simpático hedonista nos recordará ese dicho latino del «carpe diem!», que los italianos dicen de forma picarona, «sfrutta l’attimo»!; vamos, de nuevo en castellano de a pie: «¡a vivir, que son dos días!». ¿Cómo no traer a colación la canción de hace unos años que repetía una y otra vez, invitando a bailar y a saborear la letra, este estribillo?: 'Dale a tu cuerpo alegría, Macarena, que tu cuerpo es 'pa' darle alegría y cosa buena...'
Somos personas y somos corporales. Somos personas y somos historia. Somos personas y tenemos nombres y apellidos: cuando hablamos de «Pepe» o de «Juan» le ponemos cara, figura, pelo, peso, forma… somos corporales. Le ponemos carácter, hábitos, manías, virtudes, defectos, cualidades… somos corporales. Le ponemos ciudad, familias, padres, hijos, somos corporales.

Volviendo a la fe cristiana, somos seguidores del «hombre-corporal» Jesús que vivió como humano y del que podemos seguir sus huellas; que murió en una cruz y padeció la violencia extrema de sus verdugos (como bien conocemos por las hermosas imágenes de los crucificados que llenas nuestros pueblos); que resucitó y se apareció y mostró las llagas de las manos y del costado, indicando que era él en persona, que no era un fantasma. Para escribir una «cristología» hay que hablar del cuerpo de Jesús, del Jesús corporal, del Jesús humano. Para hablar de nuestro futuro, el de cada uno de nosotros, no podemos prescindir de nuestra «corporalidad e historicidad»: nos presentaremos ante Dios cada uno de nosotros, no una masa humana informe ni historia. Estamos llamados a ver «cara a cara», personalmente, a Dios en la Resurrección; no estamos llamados a confundirnos en mil formas distintas en una suerte sin nombres ni apellidos, de reencarnación.

Mañana es «Corpus Christi» y recordamos y celebramos precisamente que en la Eucaristía nos deja el sacramento de su Cuerpo entregado y de su Sangre derramada, por amor, por entrega total y absoluta, por todos nosotros. Lo dicho: mañana es el Corpus, tenemos que hacer una «Teología cristiana del cuerpo».


Pedro Ignacio Fraile Yécora, 29 de Mayo de 2013







¿QUÉ NOS QUEDA

CUANDO NO NOS QUEDA NADA?

(San Antonio de Padua)



            Malos tiempos para la lírica. Malos tiempos para la economía. Malos tiempos para las familias. Malos tiempos para los parados de edad media y para los que buscan su primer empleo. Malos tiempos para los que sueña con su primer contrato laboral. Malos tiempos para los estudiantes de «carreras» que han dejado de ser «carreras».


Las noticias no dejan de ser preocupantes; ayer mismo en la radio enlazaron más de ocho casos seguidos de corrupción en los políticos, mandatarios y delincuentes de «cuello blanco» sólo en España; y el locutor añadió que únicamente citaba algunos casos, los más señalados ¿Qué nos queda? Si salimos de España, también en esta semana que aún no ha acabado, nos desayunamos con tres noticias preocupantes. En los Estados Unidos de América ha salido un joven cerebrito respondón (tiene sólo 29 años) que trabajaba para la CIA y ha contado al mundo la red de espionaje informático que tienen montada con el beneplácito del gobierno; el joven, lógicamente, se ha perdido intencionadamente en Hong Kong; China mira a otro sitio; una infinidad de agentes lo están buscando… No se trata de una entrega de «Rambo», sino que es verdad. ¿Qué nos queda? Si nos vamos a los antiguos enemigos de los EE.UU, la gran Rusia, asistimos sorprendidos a que al chiquitín de Putin le da por ser «Zar», ¿por dónde nos saldrá este enigmático y peligroso personaje? ¿Qué nos queda? En Grecia se lo toman a las bravas; la civilización que dio origen a la democracia nos regala ¡un cierre sin avisar de la Radio Televisión pública! ¿Qué nos queda cuando no nos queda «casi nada»?


Sería demasiado fácil decir que «nos queda Dios». Eso lo podemos decir sólo los creyentes, y no todos, porque más de uno se lo pensaría. La hermosa y recurrida frase de Santa Teresa, «sólo Dios basta», hay que pensarla, meditarla, rezarla y pronunciarla con los labios y con el corazón. Bueno, ¡al menos nos queda la religión como aliciente o sedante! Respecto a esto último también quiero decir algo. El otro día, viendo una película  «serie B o C», entre sueños de siesta, de esas que ponen los sábados por la tarde después del telediario, el protagonista se estiró con un «la religión es el opio del pueblo» que no venía a cuento. «¡Bueno!, pensé dando un bote en el sofá, el guionista ha querido meter con calzador bien un trauma personal, bien los recuerdos de una lección de filosofía de su juventud». Desde luego que estaba «fuera de onda» y «fuera de época», porque hoy estamos asistiendo en este mundo complejo y cambiante a un renacimiento de las formas religiosas. Que se lo digan, si no, a la expansión creciente del Islam, también en Europa, o a los despistados occidentales que dan la espalda al cristianismo y buscan socorro espiritual, como náufragos, en Oriente.


La religión, bien entendida, es saludable. Esa es la tesis que defiendo. También digo que la religión, mal explicada y mal asimilada, puede ser fuente de más de un trauma difícil de superar, porque la religión toca los fundamentos de la persona… y hay cosas que es mejor no tocar, o tocarlas con cariño, sentido común y mucho, mucho tiento.


En esta sociedad tan extraña a sí misma, tan diversa y retorcida, tan plural y a la vez tan conservadora en según qué cosas, nos sorprenden manifestaciones populares religiosas. Hoy es San Antonio de Padua. En muchas iglesias de España, Italia, Portugal (recordemos que los portugueses lo reclaman como santo propio, San Antonio de Lisboa)… hoy miles de personas irán a los santuarios de San Antonio. ¿Por qué es tan popular? Recordemos las tradiciones: San Antonio es bueno para buscar novio (las mozas casaderas recurren a él); es famoso por su caridad con los pobres (el «Pan de los pobres» es anterior a cualquier ONG); por último, es muy recomendable para encontrar cosas perdidas. Como soy hombre acostumbrado a resumir conceptualmente los fenómenos que observo diré que San Antonio es bueno para el amor, para el sustento diario y para la esperanza. ¿Qué más podemos pedir en nuestras sencillas vidas que alguien nos quiera, que podamos alimentarnos con honestidad y que mantengamos viva la ilusión y la esperanza?


San Antonio era un buen franciscano que entusiasmó a los hombres y mujeres de su tiempo. Esta es mi oración: San Antonio, ayúdanos a crecer en el amor; a compartir nuestros bienes y a ser personas de esperanza. ¿Qué nos queda cuando no nos queda nada? La fe, la esperanza y el amor.




Pedro Ignacio Fraile Yécora. 13 de Junio, San Antonio de Padua.









PASCUA EN LA CALLE DE LA MONTERA


(OCTAVA DE PASCUA)



El miércoles de la semana de Pascua me encontraba en Madrid. Fuimos a comer a un restaurante cuco y agradable cerca de la Gran Vía. Gente guapa de la ciudad del Oso y del Madroño. Comimos un menú bien presentado y sabroso. Luego, ante la insistencia del camarero de que iban a cerrar, nos fuimos a tomar un café sin prisas, de esos en que lo más importante es la conversación pausada y saboreada que el café en sí. Nos sentamos en una mesita al lado de una ventana grande que daba a una bocacalle de la Montera, calle conocida por ser frecuentada por prostitutas y sus clientes, si bien desde hace años ha visto cómo los distintos alcaldes de Madrid se empeñaban en su ‘recuperación’ para el centro urbano de la capital de España.


               Nos sentamos, digo, junto a un enorme ventanal que daba enfrente de la puerta de una casa antigua. Un hombre con cara de pocos amigos miraba hacia arriba y hacia abajo, controlando la calle, como si de un ‘portero’ se tratara. Primero apareció una chica joven, de teñida melena rubia, con unos zapatos de tacones imposibles, acompañada de un hincha del Galatasaray (recordemos que el miércoles este equipo de Estambul jugaba contra el Real Madrid); al poco tiempo aparecieron deprisa y corriendo otra chica joven, ésta morena, también con ropa dos tallas menos y con tacones imposibles, con un jovenzano moreno de aspecto rudo. Luego se abrió la puerta de la calle y salió un hombre entrado en años (no cumplía los setenta) de forma precipitada; luego apareció otro que hizo su salida mirando descuidadamente, como si con él no fuera el asunto; al poco tiempo entraron tres chicas con ropas de calle, de ‘sport’ y con zapatillas cómodas, que se travistieron en unos pocos minutos en chicas embutidas en ropas adosadas a sus carnes y subidas a tacones imposibles que se fueron a ‘hacer la calle’. Los tres que estábamos apurando el café no salíamos de nuestro asombro; nos habíamos sentado enfrente de una ‘casa patera’ donde entraban y salían sin cesar hombre y mujeres con aire despistado, si bien a nadie se nos escapaba ni la finalidad de tales compañías ni la razón de esas entradas y salidas entre descuidadas y precipitadas.


               El día en que esto sucedía era el miércoles de la Octava de Pascua. Esa misma mañana habíamos ido a misa y habíamos escuchado el evangelio de los Discípulos de Emaús. Ante el espectáculo que se nos presentaba a la vista no pude menos que recordar las prostitutas que aparecen en la Biblia: desde Rajab, que propició la entrada de los espías israelitas en Jericó con la consiguiente entrada en la ciudad, hasta la esposa del profeta Oseas, que se prostituía en los caminos de Samaría. Pero, lo confieso, mi principal pensamiento fue para María Magdalena.


               Es verdad que los sesudos exegetas siguen pensando si María Magdalena, de la que se sabe sin duda que fue discípula de Jesús, era María de Magdala (natural de la ciudad pesquera del lago), o si era la mujer que lleva el nombre de María en la escena de Betania, en el mismo escenario donde se dice que ella es una pecadora que derrama un frasco de perfume a los pies de Jesús y que Jesús la perdona. La identificación exacta de la mujer se lo dejamos a los exegetas; nosotros nos quedamos con la mujer y con Jesús. La tradición cristiana siempre ha visto a María Magdalena como a una ‘prostituta arrepentida’. El evangelio nos dice que Jesús nunca se echó para atrás cuando se ponía ante una persona, fuese cual fuese su condición. Jesús tenía clara su misión: transparentar la misericordia del Padre que ama al ser humano, sea quien sea. Jesús no dijo a las personas pecadoras con las que se encontró ‘eres un sinvergüenza y una mala persona’, ni   tampoco les dijo ‘no tienes remedio, púdrete en tu miseria’.  Jesús, nos dice el evangelio, cuando se encontraba con un pecador les decía: ‘no necesitan médico los sanos, sino los enfermos’; y también ‘¿nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno; y añadía: ‘anda y no peques más’. También, a los que se las daban de ‘puros’, ‘impecables’ y ‘perfectos’ les decía: ‘el que esté sin pecado… que tire la primera piedra’.


               El evangelio del miércoles de Pascua era el de los ‘discípulos de Emaús’. Ese evangelio comienza diciendo que Jesús les preguntó a sus discípulos que de qué hablaban por el camino, y luego se les apareció. El miércoles de Pascua, en la calle de la Montera, Jesús nos preguntó que de qué hablábamos tomando el café. Luego nos dijo que las personas son lo más importante, que él había muerto en la cruz para ‘salvar’, no para ‘condenar’. Cada una de esas mujeres, aunque no lo supieran porque nadie se lo había dicho, y probablemente nunca lo lleguen a saber, esas mujeres que estaban al azar de unos machos rudos sin escrúpulos, eran personas amadas por Dios, redimidas por Cristo en la cruz, y unidas al Cristo resucitado. ¡Felices Pascuas de Resurrección a todos!


Pedro Ignacio Fraile Yécora


COSAS QUE NO SE COMPRAN CON DINERO

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»  (Lucas 12, 13‑21) 
1. Tanto tienes, tanto vales. Muchas veces el ser humano reduce lo que es a lo que puede poseer y, consecuentemente, a lo que puede mostrar en el mundo: estas son «mis posesiones», «mis tierras», «mis joyas», «mis casas», «mis ropas»….

2. Valor y precio. Sólo el necio confunde «valor» y precio», dice el poeta. En la vida hay cosas que «valen» mucho, pero que no «cuestan» nada: el beso de una madre; el abrazo del esposo o esposa; la conversación con un amigo; una fiesta por una alegría en la familia; el apoyo a una persona desahuciada;  la mano generosa que ofrece más de lo que tiene para vivir. Todo eso es enormemente «valioso» y no se puede medir en parámetros de dinero. Por eso, no es verdad que las personas nos medimos por lo que «poseemos» o «tenemos». La dignidad de la persona no se mide por los millones que tiene en el banco o por las fincas y empresas que posea.

3. Tanto vales, porque eres persona. La persona está en la vida para desarrollar todas sus capacidades, tanto  materiales como espirituales; cada uno las que tenga: unos son grandes emprendedores y otros artistas geniales; unos son gigantes en lo humano y otros brillantes científicos. El sentido último de su vida no se juega en los bienes que hayan acumulado, sino en su cualidad humana y espiritual. El voluntario que dedica su tiempo libre a los ancianos; la madre de familia que saca horas donde no hay para sus hijos; el poeta que nos ayuda a descubrir la belleza de la vida; el científico que trabaja para mejorar la vida; el juez que busca la justicia; el obrero que construye con sus manos; el contemplativo que es un «regalo de Dios», todos dicen a voz en grito cuál es el sentido último de la vida. 

3+1. Vales tanto porque eres hijo de Dios. El nivel anterior es totalmente humano. Lo pueden firmar creyentes o no creyentes; cristianos o no. Pero podemos dar aún un paso más de la mano del Eclesiastés y del evangelio que hoy leemos. El Eclesiastés es un aldabonazo que despierta nuestra conciencia dormida: ¿cuál es el sentido último de la vida? ¿No será todo una enorme vanidad? Jesús nos invita a entrar en una dimensión más honda, más profunda, más humana, más auténtica. Hay que adentrarse en los territorios del corazón sincero, del espíritu noble, de la gratuidad sencilla, de la justicia misericorde, de la gracia desbordante, de la sorpresa humilde… y nos llevarán al misterio mismo de Dios. La verdadera riqueza de la persona, nos dice Jesús, está en el misterio mismo de Dios que habita en nosotros.
LOS VERBOS DE LA FE (Lc 10,38-42)

En la vida de la fe conjugamos todos los verbos indistintamente; sin embargo, todos no tienen la misma importancia. Un ejemplo claro nos lo da el evangelio de hoy.
1. Marta se multiplicaba. El verbo que emplea san Lucas para describir la actitud de Marta es poco frecuente. En la traducción unos insisten en que ‘se preocupaba’; otros en que ‘andaba agobiada’; otros dicen que ‘estaba absorbida’; otros que ‘afanada’. Todos indican inquietud, prisa, nerviosismo… Marta no está a gusto, sino que por el contrario se siente incómoda, convencida de que todo depende de ella, de su trabajo, de su buen hacer.

2. María escuchaba su palabra. El verbo que emplea san Lucas para describir la actitud de María es ‘escuchar’. Es uno de los verbos más importantes en la fe bíblica, tanto judía como cristiana. La oración de los judíos, que a la vez es una confesión de fe, comienza precisamente con estas palabras: ‘Escucha, Israel’. Jesús habla en su evangelio de que el hombre ‘que escucha su palabra y la cumple’ es una persona sabia. Escuchar supone también un aprendizaje.

3. Voluntarismo vs gracia. En el fondo hay una cuestión que lleva inscrita el ser humano en su alma desde el día en que nace. ¿Cómo relacionarnos con Dios? ¿Desde el voluntarismo que hace que dependa todo de nosotros, o de la escucha abierta y confiada, dejando que sea la palabra de Dios la que nos transforme? Difícil e importante postura, que dura toda la vida.
3+1. El aprendizaje de cada día. En nuestra vida religiosa unos somos más voluntaristas, otros por el contrario queremos vivir con un espíritu abierto al don inesperado y sorprendente de Dios.  Marta y María podrían ser dos formas de vivir la fe. Jesús se inclina por aquella que ‘escucha la palabra’ y se deja transformar por ella.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Domingo 21 de Julio de 2013




“NI  OLVIDO  NI  PERDONO” (Lc 7,36-8,3)

1.      Hace ya unos años un político español pronunció públicamente estas palabras cuando asesinaron a su hermano: ‘ni olvido ni perdono’. A los pocos días asesinaron a otro hombre, y esta vez su padre, que se confesó católico, dijo que ‘perdonaba a los que habían matado a su hijo’

2.      Muchas personas dicen que ‘perdonan, pero que no olvidan’. Es verdad que la memoria juega un papel fundamental en las personas, pero para perdonar de verdad hay que ‘sanar’ el corazón para que no busque venganza y ‘sanar’ la memoria para que no supure dolor, paralice nuestra vida o divague por sendas malsanas.

3.      En el evangelio de este domingo Jesús no dice que la mujer pecadora que se le acercó fuera un ‘ejemplo’ a seguir. Jesús dice que esa mujer demuestra que tiene mucho amor. El amor es capaz de transformar a todas las personas; incluso a las más pecadoras. Jesús cree en las personas, que pueden amar y que pueden cambiar. Todas las personas son merecedoras de nuestro perdón.

(3+1): Cristiano es el que ejercita el amor; cristiano es el que perdona y olvida las ofensas por amor. El cristiano aprende a perdonar. El que cierra su corazón al perdón, aún tiene mucho camino que recorrer en el seguimiento de Jesús.

NOTA: a partir de hoy quiero hacer cada domingo un minicomentario al evangelio de la liturgia. El esquema que sigo es bíblico;  aparece en los profetas y en los libros sapienciales. El 3+1 no es 4, sino una forma de estructurar el pensamiento.  Son tres ideas que tienen un elemento común, pero que a su vez avanzan sin repetir; la cuarta es una reflexión que nace de lo anterior.

Pedro Ignacio Fraile Yécora

NO SE ACOBARDE. NO SEA COBARDE (Lc 9,18-24)

1. ATRÉVASE  A RELLENAR ESTA ENCUESTA.  Defina con tres palabras los siguientes personajes que le proponemos. Por ejemplo: Gandhi: político, pacifista, asesinado. Con esto modelo, siga esta secuencia: Julio César; Carlos Marx; Abrahán Lincoln; Madame Curie; Alejandro Magno; Aristóteles; Teresa de Jesús; Mahoma; Felipe II; Madre Teresa de Calcuta. Puede añadir otros personajes.

2. JESÚS DE NAZARET. Ahora haga lo mismo con Jesús de Nazaret. Hágalo antes de continuar este ejercicio. ¿Ya está? Pase a la siguiente prueba.

3. EVALUACIÓN. Si usted ha dicho que Jesús fue un hombre legendario, del pasado, mítico, está bastante lejos de la fe cristiana. Si usted ha dicho que Jesús es un símbolo, una estrella, un médium, probablemente lleva un buen ‘cacao’ mental. Si ha preferido poner palabras como modelo, revolucionario, fracasado, apunta formas, pero tampoco puede considerarse entre los cristianos. 

3+1. Este ejercicio lo deberíamos hacer todos los que nos llamamos cristianos más de una vez a lo largo de nuestra vida. Porque nuestra percepción de Jesús en nuestra vida cambia con el tiempo. Jesús hizo este ejercicio, en vivo y en directo, a sus discípulos. Pedro hizo de portavoz, suyo y de toda la Iglesia y le dijo: «Tú eres el Mesías de Dios». ¿Confesarías tú, hoy, a Jesús como el Señor, como el Hijo de Dios, como el Cristo?

Pedro Ignacio Fraile. 12 º Domingo del Tiempo Ordinario.





HAY MIRADAS QUE SALVAN. El Buen Samaritano.



1. Un dicho castellano dice que ‘hay miradas que matan’. San Lucas nos dice en el evangelio de hoy que ‘hay miradas que salvan’. El odioso y odiado, hereje  y herejizante, excluido y expulsado, despreciado y humillado samaritano, es el que, nos dice san Lucas, ‘vio al hombre medio muerto en el camino y se compadeció’. Los dos verbos van juntos y tienen un valor salvífico: ver y compadecerse.


2. El verbo ‘ver’ aparece con frecuencia en san Lucas. Hay que estar atentos a la escena donde aparece y con qué otros verbos va. Así, en la escena de la viuda de Naín, dice que Jesús vio a la pobre mujer que había perdido al hijo, y se compadeció (Lc 7,13). En la parábola llamada del ‘Hijo pródigo’,  el padre que espera a su hijo desagradecido y destalentado, ‘cuando lo vio, salió corriendo a buscarle’ (Lc 15,20). En esta parábola aparece tres veces el verbo ‘ver’. El sacerdote y el levita del Templo de Jerusalén, ven al hombre malherido, pero pasan de largo (Lc 10,31.32).


3. San Lucas no cuenta la  vida de aquel samaritano: si estaba casado o era soltero; si era rico o pobre; si iba por aquel camino en viaje de negocios o si iba a otros menesteres. Sólo dice que aquel hombre era un ‘samaritano’ (por tanto aborrecible para un judío piadoso), dice que vio al hombre en el camino con riesgo de morir y dice que se compadeció, que su corazón se le salió del pecho y que sus manos se pusieron a la faena de inmediato.


3+1. Rompamos ideología, tabúes, fronteras, límites, diferencias. Veamos a la persona que está en el camino y … dejemos que la compasión, verdadero sentimiento divino, nos ponga manos a la obra.



Pedro Ignacio Fraile Yécora

Domingo - 14 de Julio de 2013


  
 

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