16 mayo, 2013

VER, OLER Y ENTENDER EL EVANGELIO


 
Hoy escribo desde Tierra Santa. Esta mañana hemos ido al Lago de Tiberíades y hemos hecho presente en cada momento el evangelio de Jesús. La verdad es que no cuesta, que es fácil.

Ayer estuvimos en Nazaret y, casi sin quererlo, las palabras se iban a María y su ‘’sí’ al ángel; a José, el hombre bueno y justo que no repudió a María sino que la recibió en su casa; a Jesús, en su vida oculta… Hoy, junto al lago, nos vienen a la cabeza nuevos textos: Jesús, dejó Nazaret y marchó al Lago; allí, en la ciudad de Cafarnaún, puso su centro neurálgico desde donde anunciar la buena noticia del Reino.

La mañana de hoy era preciosa. No hacía calor. El sol resplandecía. El campo, en primavera, nos regalaba todo su esplendor. Como siempre uno de los peregrinos hace un comentario acertado, muy acertado, que quiero traer a mi escrito. Había en el monte de las Bienaventuranzas tantas flores, tantos colores, tan distintos y tan desarmónicamente ubicados que ha citado a Jesús: ‘Fijaos en las flores del campo, que ni el mismo Salomón, en todo su esplendor, vestía como ellas. Dios, sin embargo, las llena de hermosura’. ¡Era verdad! Estábamos ante buganvillas doradas, rojas, violetas…  No lejos de allí dejaba su esplendor el azul intenso de las hojas de la jacaranda; el verde intenso de los árboles se confundía con amarillos de flores diminutas, con pétalos de mil colores que hacían entre todos un mosaico natural de gran belleza. Es verdad, a veces queremos explicar lo que quería decir Jesús con complicadas y enrevesadas interpretaciones… pero, para entender estas palabras de Jesús no hacía falta más que abrir los ojos y dejarse empapar de tanta belleza.

Luego hemos ido a la abadía benedictina de Tabga, donde se encuentra el mosaico bizantino de la multiplicación de los panes y de los peces. Allí, en la entrada, hay un molino de trigo, con una piedra de tamaño considerable para moverla una sola persona. A pocos metros está el mar de Galilea. De nuevo el evangelio se comenta sin esfuerzo: ‘el que escandalice a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran una piedra de molino y que le tiraran al mar’. Todos los peregrinos presentes han asentido al ver la plasticidad de las palabras de Jesús. Una vez que se ve el molino con su piedra de moler y el mar allí cerca, sólo quedar decir: ‘sobran las palabras’.

De allí a Cafarnaún. La ciudad tiene comentario aparte. Por cierto, para los que hace mucho que no han ido, aviso que están haciendo importantes obras en el jardín.  Pues bien, después de explicar distintos textos evangélicos  relacionados con la ciudad se me ha acercado un peregrino y me ha dicho… Pedro, te falta un texto muy importante. ¿Cuál?, le he preguntado. Cuando Jesús cura al siervo de un centurión; fíjate si es importante, me ha dicho, que sus palabras las decimos siempre en la misa. Entonces me he acordado de estas hermosas palabras del centurión de Cafarnaún que han pasado a nuestra liturgia: ‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa…’ Un peregrino nos ha iluminado.

En el Lago se ve, se huele, se siente, se escuchan hoy las palabras de Jesús. Primavera en Galilea. Primavera de la Iglesia escuchando con atención a Jesús, de Nazaret, el Señor.

Pedro Ignacio Fraile. Tiberiades 16 de Mayo de 2013

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