Tres personajes con nombre
de apóstol, para despistar a curiosos: Tomás, Felipe y Bartolomé. Las historias son reales:
Es una tarde oscura y fría
de diciembre. De esas de las que no apetece salir de casa. En la cárcel le dice
un funcionario a un preso: «Tomás, tienes visita». Tomás sale y ve que le
espera un anciano, con boina y bufanda. Se abrazan, y el anciano le dice:
«Tomás, ¿quién te ha hecho esto?
Me encuentro de casualidad
a Felipe por la calle. Fue alumno mío hace más de veinte años. Un encuentro
fortuito y de alegría por ambas partes. ¿Cómo te va la vida? ‘Desde que dejé el
colegio no he levantado cabeza’, me dice.
Bartolomé es un hombre muy generoso. Echa más
horas en los demás que casi en su familia. Vive en continuo movimiento, siempre
viendo qué hay que hacer. Y se lleva muchos disgustos; algunos muy gordos, pero
sigue adelante.
Son tres historias reales,
de este mes de junio de 2015. Son humanas. Y son divinas. Tomás, al hablar con
él de su experiencia dice: «He experimentado la sabiduría de la cruz». Felipe
me dice: «sigo teniendo esperanza». En un momento de amistad entre gente buena,
uno de la cuadrilla se levanta y dice: «Bartolomé no es nada… si no es por el
cariño y la paciencia de Rosa, su mujer».
La historia de Dios es la
historia de las personas. Que sepamos leer nuestras «microhistorias» con los
ojos de Dios, que las hace «macrohistorias», porque somos muy importantes para
él.
8 de Junio de 2015
Pedro Ignacio Fraile
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