El próximo día 24 de Mayo celebramos en España
elecciones municipales y autonómicas (en casi toda España), y es Pentecostés.
Algunos me aconsejarán con un refrán castizo: «no mezcles churras con merinas»
(para los que no lo conozcan, las «churras» y las «merinas» son dos clases de
ovejas, distintas en su raza y en su correspondiente producción). Otros me
dirán: «España es un país aconfesional» (¡que no laico!), por lo cual no hay
que meterlos en el mismo saco. Otros hablarán
de «injerencias» de la Iglesia en la política y arremeterán contra los
Obispos, curas y monjas que se inmiscuyen en la «sociedad laica». Como son
cosas del calendario, pues Pentecostés «cae» cuando tiene que caer, o sea,
cincuenta días después de Pascua de Resurrección, una semana después de la
Ascensión y una semana antes del Domingo de la Santísima Trinidad, en todo caso
los responsables de la fecha elegida, el 24 de Mayo, es el Estado. Podemos
hablar, con pleno derecho, por tanto, de Pentecostés y de política.
Leemos la prensa y escuchamos las noticias de la
tele y la radio. ¿Qué podemos aprender de esta campaña tan abierta, tan
movediza, tan extraña? Los dos partidos de la «España profunda», el
«bipartidismo» que fija en verso, magistralmente y para siempre, Antonio Machado
y que pinta Goya, parece que se abre a cuatro o incluso cinco propuestas. Los analistas dicen que es una «pose
pasajera», pues el español es de uno de los dos bandos, y aunque aparezcan
nuevas formaciones, en definitiva «son los mismos perros con distintos
collares».
«Españolito que vienes al mundo te guarde Dios,
una de las dos Españas ha de helarte el
corazón« (A. Machado)
'Duelo a garrotazos' (F. de Goya. Museo del Prado) |
¿En qué coinciden todos? En denunciar la
«corrupción», pero como algunos no quieren «nombrar la bicha» porque tienen
culpa, porque es como si uno reconoce que es «muy feo», o que «es muy
desagradable», hablan de la necesidad de la «transparencia», que es como decir:
«tengo que cuidar mi aspecto», o «tengo que ir al gimnasio y a un master de
habilidades sociales». Respecto al «despilfarro», que nadie lo reconoce, pues
sería admitir que gestiona mal o en interés propio, se propone un «progreso
sostenible», que nadie con sentido común puede rechazar.
No se ponen de acuerdo en la «brecha económica»
que se sigue abriendo entre los que más tienen y los que se quedan rezagados
sin posibilidad de ver siquiera dónde está la meta, como si de una carrera ciclista se tratara:
los que la alcanzan victoriosos miran con desdén a los que van llegando a los
diez minutos, a media hora, o a los quedan descalificados por quedarse «fuera
del control». No puedo evitar la referencia a esa imagen tan curiosa que ha
tomado «carta de ciudadanía» en estos últimos tiempos: las «puertas giratorias».
Con ellas los partidos más críticos arremeten contra aquellos políticos, sean
del color que sean, que pasan directamente de la vida política a los altos cargos
en Empresas Multinacionales, con naturalidad y exclusividad, como en una puerta
giratoria que comunica selectivamente dos espacios contiguos solo aparentemente
incomunicados.
Tampoco se ponen de acuerdo en si las listas deben
ser «abiertas» o cerradas». Esto es, si te dicen: «esto es lo que hay, lo tomas
o lo dejas», o si dices: «¿podría proponer algo nuevo¿», «¿podrían ser las
cosas de otra forma?», ¿tienen que ser siempre los mismos?»
Por último, el tema del «sentido del ser humano»
no lo citan ni de lejos: deciden políticas familiares, humanitarias, sociales,
sanitarias… pero ¿hay que acoger a los emigrantes pobres, porque son humanos o
hay que rechazarlos? ¿Hay que denunciar las masacres de otras partes del mundo
o hay que mirar a otro lado? ¿Se pueden vender armas a países que las usan para
matar a la población civil? ¿Hay que defender al humano «en gestación» o solo
tiene derechos inalienables cuando «ha nacido»? ¿Hay que defender el derecho a
practicar una religión con libertad o hay que suprimirlas todas’ Muchas
preguntas…
La Iglesia celebra Pentecostés, que es la fiesta
de la libertad del Espíritu, de la novedad del Espíritu Santo, de la
creatividad y frescura, del sentido pleno. Por eso, en la fiesta de Pentecostés
la Iglesia podría hacer una lectura política mirándose hacia dentro, escuchando
con humildad y aprendiendo ella misma de lo que expresa la gente en sus quejas
a los políticos en esta dura e interesante campaña. La Iglesia no puede caer en
el refrán castellano de «consejos vendo y para mí no tengo». Por eso, una
lectura política de Pentecostés, mirándose la Iglesia «ad intra», con espíritu autocrítico, oyendo lo que dice el Espíritu por medio de la realidad, podría ser así:
-
Transparencia. La Iglesia es la comunidad de la verdad hacia fuera y hacia dentro, pero
peca de «opacidad» No a los «secretismos» ni a las «minorías de edad» de los
creyentes. Es muy triste que la Iglesia «oculte» informaciones. Si va
escondiéndose no se hace más fuerte, sino que se hace menos creíble.
-
Austeridad. Esta palabra resultad aborrecible para la clase política, pero es querida
para la fe cristiana: austeridad para compartir con los que tienen menos,
austeridad para no escandalizar en un mundo terriblemente injusto, y austeridad
para decir que el dios de los cristianos no es «el vientre», que nuestro
eslogan no es «comamos y bebamos que mañana moriremos», sino que solo adoramos
a Dios.
-
Justicia: La caridad va más allá de la justicia; pero mientras llega el amor de
caridad, que es oblativo y gratuito, al menos establezcamos unas relaciones de
justicia: a cada uno lo suyo («unicuique
suum»). La Iglesia tiene que estar en todo momento por la justicia, con la
justicia, y a favor de la justicia, si bien sabe que ella es profeta y testigo
de la misericordia de Dios, que el mundo no puede dar.
-
Flexibilidad: La Iglesia es demasiado dura, demasiado rígida. Todos conocemos la imagen
de las cañas que crecen en las zonas húmedas: son fuertes y valen para
construir, pero a la vez se cimbrean. La Iglesia debería pasar de «estructuras
rígidas sin movimiento» a «estructuras con movimiento».
-
Creadora de sentido. Hay personas que nunca se preguntan nada, y así
se protegen, creyendo ser felices. Otros se hacen preguntas y no saben qué
responder; otros se hacen sus propias preguntas y dan sus respuestas.
La Iglesia es una «fábrica de
sentido». Continuamente está provocando con sus preguntas: «¿qué o quién es el
ser humano?, ¿por qué respetar al ser humano y no tratarlo como a otro animal
bípedo?, ¿son suficientes los «consensos» para establecer una moral universal o
hay que buscar otra instancia distinta, universal y superior a los consensos
frágiles, pasajeros, mediatizados por las culturas y los intereses? ¿podemos
ser creyentes en el siglo XXI sin renunciar a ser modernos?, ¿por qué creer en
Dios y confiar en él en la era de la tecnología, la informática, la bioquímica
y la nanociencia? La Iglesia no solo hace preguntas sino que ofrece respuestas.
El 24 de Mayo muchos irán a misa (Solemnidad de
Pentecostés, Fiesta del Espíritu renovador y vivificador) y luego a votar; o
irán a votar antes de ir a misa. Otros votarán pero no irán a misa. Otros irán
a misa pero no votarán. Otros ni irán a misa ni votarán. El espectro es amplio,
como la vida misma. De todas formas, el día 24 es Pentecostés y hay elecciones.
La Iglesia celebra Pentecostés, un Pentecostés «político».
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Pentecostés 2015
Pentecostés 2015
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