Admitiendo
todo lo anterior podemos preguntarnos de nuevo si Jesús conocía esta palabra en
el contexto de su uso originario y habitual (actor de teatro), y además si la
pudo decir él. Dos nuevas vías en nuestra investigación se abren; ambas tienen
que ver con la ciudad de Séforis, a sólo cinco kilómetros monte a través desde
Nazaret. Sabemos por la arqueología que en la juventud de Jesús el rey Herodes
Antipas mandó reconstruir la ciudad de Séforis que previamente había sido
arrasada por los generales romanos en una de sus campañas de castigo contra los
rebeldes judíos. Algunos autores proponen (nunca se sabrá a ciencia cierta),
que Jesús pudo ir a trabajar como jornalero en la reconstrucción de Séforis con
José y con otros hombres de Nazaret. Ni decimos que sí, ni decimos que no; puede
ser. Queda por resolver el enigma de los actores de teatro. Cuando hoy vamos a
Séforis, podemos encontrar los restos de un teatro grecorromano en la ladera de
la ciudad. Los arqueólogos tienen que decirnos con precisión de qué época es,
pues Séforis como todas las ciudades conoció distintos momentos en su no muy
dilatada vida. Concluyendo: si en Séforis encontramos hoy un teatro
grecorromano, es indicio de que pudo haber un teatro en la época de Jesús; si
Jesús llegó a trabajar como jornalero en la reconstrucción de la ciudad pudo
conocer la existencia de aquellos hombres que se ponían máscaras para actuar y
que se conocía como ‘hipócritas’. Es plausible, por tanto, que el uso de esta
palabra griega, ‘hipócrita’, se pueda remitir a Jesús mismo. No sería una idea
descabellada.
Pasemos
de la arqueología al evangelio vivo. Jesús advierte contra aquellas personas de
las que no te puedes fiar porque llevan siempre máscara, careta, y no sabes ni
qué piensan ni quiénes son en verdad. Jesús arremete contra los que falsean los
tres pilares de una vida piadosa en la concepción judía: la oración, la limosna
y el ayuno. Los tres, bien entendidos, son signos de una libertad interior. El
hombre libre reza ante Dios, que es su origen, su sustento y su meta; el hombre
libre comparte de forma espontánea con los necesitados, porque la única riqueza
absoluta es Dios; el hombre libre ayuna para decir que no adora a nada ni a
nadie (cuerpo, placeres, objetos) fuera de Dios. No adoréis a nadie más que a
él.
Las
personas que nos quieren engañar esconden tras la máscara una vida que no es la
suya y que muchas veces está totalmente vacía. Las personas libres no necesitan
máscaras, sino que van con la libertad y la verdad por delante, con
transparencia, como nos enseña Jesús. Somos discípulos de Jesús, de Nazaret, y
no somos aprendices de actores de teatro griegos. ¿Llevamos caretas? Seguro que
alguna vez nos la hemos puesto. Pues tenemos una tarea: ir poco a poco
quitándonoslas para ser personas libres como nos enseña Jesús.
Pedro Ignacio Fraile
Yécora, 19 de Junio de 2013
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
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