La
religión cristiana, en general, es una religión muy ruidosa. Los popes orientales
que desgranan sus salmos, plegarias, anáforas y prefacios en la «Divina
liturgia» cantan sin parar, sin dejar huecos. Los jóvenes armenios apuntan a lo
alto en tonos agudos, donde sólo unos pocos privilegiados pueden llegar, en las
liturgias que guardan celosamente los primeros cantos cristianos con sabor a
los montes caucásicos. Los pentecostales norteamericanos mezclan las
invocaciones al Espíritu Santo con espasmódicos gritos aleluyáticos. Los coros
de gospel evangélicos hacen de los
cantos litúrgicos un modo de soul medio
africano, medio barriobajero norteamericano, que se puede cantar tanto en las
iglesias de Mississipi como en el cine, como en los teatros de todo el mundo. Los
luteranos han hecho del órgano un instrumento que nos lleva, casi sin querer,
al Deus tonans (al Dios tronante) de
las divinidades paganas. ¿Qué decir de la liturgia católica? Que es
extremadamente ruidosa. Unos apuestan por el monástico y cadencioso canto
gregoriano, muy nuestro, muy «católico»; otros prefieren la solemnidad del
órgano; otros los compases desgarrados y repetitivos de la guitarra; otros
optan por los tonos metálicos de la guitarra eléctrica; y por la batería si se
tercia; otros católicos danzan y bailan al estilo pentecostal; otros entonan
horribles melodías que no desaparecen de las liturgias dominicales con el
pretexto de que «son las únicas canciones que la gente se sabe».
Me
confirmo en lo dicho; la Iglesia católica ofrece al mundo una «religión
ruidosa». A veces vas a una Iglesia a rezar, y el párroco pone música de fondo
¡cuando lo que buscas es silencio! Otras veces vas a una oración comunitaria, y
el presidente no hace sino hablar, ¡no calla!… En muchas celebraciones
eucarísticas dominicales el que preside la celebración católica por excelcnia,
no hace sino echar homilías: homilía antes de empezar, homilía antes del
perdón, homilía antes de la lectura, homilía como homilía, homilía antes del
padrenuestro, homilía antes de los avisos finales y homilía después de los avisos
finales…. ¿Cuándo se está en silencio? Si va a haber silencio, rápidamente
alguien entona un canto… «Que no haya sensación de vacío acústico, aunque sea
penoso; hay que cantar, aunque cantemos mal», parece que piensan…
Los
católicos tenemos que aprender a rezar en silencio. La verdad es que forma
parte de nuestra tradición: adoración eucarística en silencio; Iglesias
abiertas para rezar sin música de fondo; capillas recoletas donde se puede
escuchar el sonoro ruido del silencio; rezar en la naturaleza; rezar haciendo
silencio interior en medio de unos grandes almacenes comerciales; rezar
silenciando los ruidos externos en el bullicio de una ciudad.
El
silencio es «la voz de Dios». Con frecuencia decimos «vamos a rezar», y ponemos
música, o hacemos lecturas, sean las que sean, vengan a cuento o no; ¡que
alguien lea algo!; todo por no guardar silencio. ¿Será miedo a lo que Dios nos
quiera decir? ¿Podemos escuchar a Dios si estamos continuamente habitados por
pensamientos ruidosos, por rumores persistentes, por gritos insolentes, por
deseos no acallados? Los católicos necesitamos urgentemente revisar nuestras
liturgias y nuestras oraciones para dar cabida al silencio: para escuchar la
palabra de Dios en silencio, para comulgar el cuerpo de Cristo en silencio,
para adorar en silencio. Muchas veces pensamos que si el sacerdote o alguien
cualificado no comenta el texto evangélico que se proclama… ¡no vale la
oración! Dejemos que Dios, por medio de su palabra, diga lo que tiene que decir…No
le digamos a Dios lo que no quiere decir…
Este
«elogio del silencio» lo escribo un día antes de las vigilias que ha convocado
por todas partes el Papa para rezar por la paz en Siria y, por extensión, en
todos los países en guerra. Por eso propongo que en las vigilias de oración no
haya canciones de ningún tipo. Que nadie cante.
Propongo
comenzar escuchando el estallido de bombas y de sirenas que anuncian
bombardeos; los asistentes a la oración callan. Puede seguir sonido de disparos
de fusil, o de ametralladoras (taca, taca, taca, taca…). Un grito de fondo
desgarrador, le han dado a alguien… Luego llantos de niños y de adultos… La
fachada de una casa se derrumba… Entre estos sonidos, que sean reales, tomados
de reportajes a las que se les han quitado las imágenes, sólo silencio… Que no
haya ni música de guitarra, ni de órgano, ni de batería; tampoco de violas y
violines. Dios está hablando. Dios habla para decir que él no quiere guerras.
Dios habla para decir que las guerras no las ha creado él.
Un
solo relato bíblico para judíos, musulmanes y cristianos: Caín y Abel. ¿Dónde
está tu hermano? Y la respuesta de Caín: ¿Acaso soy yo el guardián de mi
hermano? La violencia, nos dice el Génesis, no ha sido creada por Dios; Dios no
es el origen de la violencia; Dios no quiere violencias.
Señores
políticos del mundo; cuando estén solos en su habitación, sin que nadie les
hable, ni les moleste, pidan una Biblia y lean de nuevo el relato de Caín y
Abel. ¡En nombre de Dios decimos: no a ninguna guerra! Lo lean… en silencio.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
6 de Septiembre de 2013,
víspera de la Vigilia de Oración
convocada por el papa Francisco para pedir la paz en Siria
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