¿HOMO HOMINI LUPUS? ¿CRIATURA A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS?
REFLEXIONES EN VOZ ALTA CON MOTIVO DE SAN ANTONIO ABAD
El próximo día 17 celebramos a uno de los santos más populares, al menos en gran parte de la vieja España en la que me encuentro. En la noche de su víspera, multitud de fogatas y hogueras se encenderán; los vecinos y los allegados en muchos lugares comerán, beberán y reirán con la excusa de que celebran al santo. Es una fiesta principalmente rural, pues San Antonio Abad es el «patrono de los animales». Me he preocupado por seguir esta pista, y, como en tantas ocasiones, el ser humano coge el rábano por las hojas. Lo importante de san Antonio Abad es que es el padre del monacato. De origen egipcio, se retiró al desierto de la Tebaida a llevar una vida ascética y de oración. Nos dice la historia que sostuvo a los confesores de la fe durante la persecución del emperador Diocleciano y apoyó a san Atanasio contra los arrianos; reunió a tantos discípulos que fue considerado «padre de los monjes». Corría la primera mitad del siglo IV. Su relación con los animales es secundaria; parece que ser que, como hombre de santidad que era, en perfecta armonía con toda la creación, era frecuentado por animales de todo tipo, leones y jabalíes incluidos, con los que llevaba una convivencia pacífica. Los curaba y los protegía. En la Edad Media adquirió una gran popularidad, y pasó a ser protector de animales, suplicando su intercesión la buena y pobre gente que veía como todo el esfuerzo de su trabajo dependía de unos animales que podían enfermar y morir. Tomó gran importancia la figura del cerdo, que tantas hambres curó a lo largo de toda la geografía. Era un santo de los pobres, y muy popular. Con el tiempo su protección se ha ido extendiendo a todo tipo de animales: desde los domésticos de compañía hasta los semisalvajes que algunos tienen en sus casas.
El animal ha ido ocupando un lugar en nuestra sociedad de forma progresiva. Están las protectoras de los animales y están quienes defienden los derechos de los animales. Están los que no comen ningún tipo de carne en sus dietas y están los que se manifiestan contra el maltrato animal. Es más; esta nueva «conciencia» la vemos como un signo de evidente progreso. Nada que objetar. Por aquí no sigo la reflexión.
Como
soy un estudioso de la Biblia, no puedo por menos que volver a ella una y otra
vez. Recuerdo dos textos: uno luminoso y otro polémico. El luminoso es la
pregunta retórica de un salmo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el
ser humano para darle poder? (Sal 8). El polémico, en el marco de la creación
del ser humano, Dios dice así: ‘someted la tierra; dominad sobre los peces del
mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra’ (Gén
1,27). No es este el momento para comentar este segundo texto; sólo decir que
no se conocen las nuevas exégesis, más concordes con todo el texto completo sin
ser violentas con la naturaleza; se siguen citando, por el contrario, estas
palabras como un argumento contra la concepción bíblica antropocéntrica, agresiva
con el ecosistema y justificadora de muchas políticas que han ido destrozando
la madre tierra.
Me
quedo con la pregunta del salmo 8: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de
él? Dos apreciaciones: primera, que la Biblia habla del «ser humano», no del
hombre-varón como contrincante o adversario de la mujer. Segunda anotación: la
pregunta se dirige a alguien; ese alguien es Dios. Dios se acuerda del ser
humano, y el poeta orante le pregunta que por qué él, el ser divino, pone su
atención en el ser humano, ser que es criatura en medio de otras criaturas, que
es «de barro». Para mí esta pregunta sobre qué es el «ser humano» es la más
importante en la actualidad; con mucho. Me explicaré.
Acabo
de ver en la televisión cómo se siguen matando de forma cruel, abyecta, planificada,
sin entrañas, con el consentimiento tácito de la comunidad internacional, en
Siria. La guerra ya dura más de dos años. ¿Qué es el ser humano? En este caso,
y en otros similares, recuerdo el terrible dictado del filósofo inglés Hobbes:
«el hombre es un lobo para el hombre» (en latín queda más sonoro: «homo homini
lupus»). ¡Qué terrible y qué triste!
La
segunda noticia que han comentado es acerca de las tragedias humanitarias y las
ONG. Hace tiempo que algunas ONG (¡cuidado, algunas, no todas!) están siendo controladas
de cerca para ver dónde actúan, cómo actúan y cómo invierten los dineros de la
buena gente que se lo entrega con generosidad. La sospecha es que algunas hacen
negocio de las tragedias. Terrible pero podría ser en algunos casos (¡repito!),
cierto. ¿Puede un ser humano enriquecerse con el hambre ajeno? No miremos para
otro sitio… Si es así, hay que denunciarlo y corregirlo.
En
España está de nuevo en las manos de los políticos uno de los temas más
tremendos que afecta al ser humano: una nueva ley del aborto. Levanta pasiones
entre sus detractores y sus promotores. El argumento que se ha ido extendiendo
como fuego en el campo seco de agosto es el de la «libertad» de la mujer para
decidir si quiere o no quiere ser madre. Yo recuerdo que en mi juventud, en los
ardientes debates de los más jóvenes, cuando se argumentaba con la libertad
siempre decíamos: «la libertad de uno acaba donde empieza la libertad del
otro». Creo humildemente que este es uno de los muchos puntos de la cuestión.
¿Quién es «el otro»? Si no reconocemos que el niño en gestación sea «otro ser
humano», distinto de la madre, único en todo, sino que sólo hay un sujeto a decidir, la futura madre, no estamos
haciendo justicia. No se trataría de la libertad de «uno solo», sino la de uno
y la de «otro que está en gestación». Sigamos pensando, argumentando, buscando
luz y verdad.
Más complicado aún. En la pregunta
del salmista, el hombre se dirige a Dios: ¿qué es el hombre para que TÚ,
OH DIOS, te acuerdes de él? Nuestra sociedad no admite esta pregunta, porque no
admite que Dios sea sujeto a quien preguntar. No lo admite como interpelador
del ser humano. A lo más, acepta que Dios sea un «sentimiento», una «opción
personal», pero nunca un «ser real con el que dialogar». Aplicando lo dicho arriba al tema de la moral personal y social. Nos movemos a horcajadas entre la «moral autónoma» (el ser humano consigo mismo y su
conciencia -autos-, ¡conciencia que debe estar formada!) y su confrontación con la
«moral heterónoma» (aceptar que «otro-heteros», para los cristianos la ley de Dios)
tengan algo que decir en nuestra vida. Aterrizando: si no aceptamos que el niño engendrado
sea «otro ser humano», y si no aceptamos que Dios sea «otro ser real» con el
que dialogar, difícilmente, por no decir imposible, podremos llegar a ver una
nueva luz en la que conversar.
Esto es así. La
pregunta sobre el «ser humano», sobre el «hombre», afecta directamente a la
política nacional e internacional; a las decisiones morales personales y a la comprensión y vivencia de la religión. No es lo mismo que veamos en los humanos un «animal evolucionado con
suerte o con éxito» dependiendo de muchas variables, un «número despersonalizado sin rostro» que se multiplica sin control, un «consumidor
potencial» que nace-consume y muere, o que veamos un ser creado «a imagen y semejanza de Dios», con
libertad y responsabilidad, con rostro e historia, con proyectos, conciencia y
memoria afectiva, con espíritu y espiritualidad.
Tomemos este último aspecto. La
pregunta sobre qué es el ser humano, desde un punto de vista espiritual, es
también necesario. No es lo mismo que veamos al «hombre- humano» como un «receptor sumiso y pasivo de órdenes», o verlo
como un ser capaz de dialogar y crecer conjuntamente con los otros hombres y
con Dios. El ser humano bajo mínimos morales y vitales, o el ser humano que,
siendo criatura, camina hacia su plenitud, que no es otra sino Dios.El ser humano se mira y se ve reflejado en Dios, pero es distinto de Dios, no es Dios. Aquí entra la fe; fe que no es ni solo 'creencia', ni 'fanatismo'; es diálogo y compromiso, que llegan hasta lo más íntimo del ser humano y de su conciencia.
San
Antonio Abad, padre de la vida monástica del Oriente cristiano, era amigo y
protector de los animales, porque no estaba «enfadado» con la creación, sino todo
lo contrario, vivía en paz y amistad con ella. Pero san Antonio Abad sabía
mirar hacia dentro de su corazón y levantar su mirada a lo más sublime: sabía
que su vida era para Dios, con él estaba y a él oraba. Pidamos a san Antonio
Abad no que nos haga «animales», aunque los cuidemos y respetemos, sino que nos haga plenamente humanos, para
poder un día llegar a ser «plenamente divinos» en Dios.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Fiesta de san Antonio Abad, 17 de Enero de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario