CORPUS CHRISTI
1.
Pan que alimenta.
La palabra «pan» tiene la capacidad de hacernos recordar el alimento
sustancial, básico, fundamental; al menos, en la cultura mediterránea, a la que
pertenece Jesús. En otras culturas deberían buscar otro alimento que sea de
todos, del pueblo llano, que sea básico y a la vez que sea definitivo. La
palabra ‘pan’ tiene esa capacidad evocadora y sintetizadora a la vez: le
pedimos a Dios que nos dé el «pan de cada día». El obrero «tiene derecho a su
pan». La mayor injusticia es «negar el pan y la sal».
¿Por qué? Porque no hay
vida sin alimento, al igual que no hay vida sin respiración o sin agua. Jesús,
una vez más, va al fundamento de las cosas y nos habla del alimento, del bueno,
del que perdura, del que todo ser humano necesita… y en una pretensión audaz…
nos dice que es él. Es más se ofrece para ser «pan comido» por nosotros y de
esta forma alimentarnos y «darnos vida».
2.
Pan que se parte.
El pan suele cocerse en bollos o tortas medianas o grandes. ¡hay que partirlo
en pedazos! El padre de familia, en las culturas tradicionales, tiene la misión
de ‘partir el pan’. Jesús mismo, parte el pan en los relatos de la
multiplicación; parte el pan en la última cena y una vez resucitado, parte el
pan a los discípulos de Emaús.
De nuevo aparece la imagen y el símbolo que se
unen a la persona de Jesús: Jesús mismo «se parte», porque su vida se entiende
desde la entrega y desde el «ser para los demás». El pan se parte para «ser
comido»; el sentido último de la vida de Jesús es «ser comido» por aquellos que
se acercan con necesidad a él.
3.
Pan que se comparte.
El pan es del que lo trabaja, es de quien lo vende y de quien lo compra; y es
también de los pobres que no pueden adquirirlo. Es, como dice la tradición
cristiana «el pan de los pobres». El sentido humanitario inscrito en el corazón
del hombre y, más aún, el sentido cristiano, hace que entendamos que el pan no
es para almacenarlo o para que se endurezca en nuestras despensas, sino para
que se alimente la humanidad. Deja de ser «mío» para ser «de los que lo
necesitan».
Jesús no es para unos pocos que tienen acceso a él; menos aún es
para un grupo de «selectos»; es para ser alimento y ser comido por el ser
humano pobre, hambriento, necesitado.
La vida está en alimentarse, está en
partirse existencialmente y está en aprender a compartir.
Los judíos que le escuchan no le entienden; se ponen a discutir qué significa:
¿no está proponiendo Jesús algo parecido a la antropofagia? ¿no está Jesús casi
loco?
Jesús no está fuera de sí; Jesús nos indica el camino para entrar en la
plenitud de la vida: la plena comunión con él.
CORPUS
DE VIDA
Eres audaz y
provocador,
Señor Jesús.
Podías habernos
dicho
Que siguiéramos tus
consejos,
Que tomáramos buena
nota
De tus mensajes y
decisiones.
Podías habernos
explicado
Hermosas teorías
sobre el mundo,
Sobre el ser
humano,
Sobre el sentido de
las cosas.
Nos podríamos haber
sentido
Satisfechos y
orgullosos
De ti, ¡un buen y
sabio maestro!
Pero nos
descolocas:
Hablas del pan, que
alimenta,
Se parte y se
comparte… ¡y se come!
No dices que
tenemos que comer
Cualquier pan, sino
que
Tenemos que comer
de «tu pan»,
Que tenemos que
«comerte a ti».
Porque tú mismo
eres el «pan de vida»
Pedro
Ignacio Fraile Yécora
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