Estamos
asistiendo en España, una vez más, a la dura batalla de la enseñanza de la
religión en la escuela. La sensación que se tiene en algunos momentos es la de
los bajorrelieves egipcios, que siempre pintaban de perfil a sus protagonistas;
«ponerse de perfil» es una postura que ha pasado a nuestro lenguaje, pero sobre
todo a nuestro posicionamiento en temas en los que no nos queremos mojar. La
otra sensación es que, ante este incómodo tema, a veces parecemos a esos niños
que juegan a no escucharse; unos quieren decir algo y otros gritan y
gesticulan, «bla, bla, bla…» impidiendo que haya comunicación. ¿Estas son las
únicas salidas a un asunto de calado mayor?
Pienso que hay
que mojarse en este asunto, y yo desde estas páginas lo voy a hacer. Voy a
evitar los clásicos argumentos que ya conocemos, como que los niños tienen que
conocer su propia historia, su arte, sus costumbres, sus fiestas, su calendario
(¡un magma que es cristiano en España y en buena parte de Occidente!), so pena
de tener generaciones de nuevos indocumentados o incultos; este argumento está
más que de sobra planteado y argumentado. Además tiene un punto débil, y es que
el mundo desde hace años es de todos; todos pertenecemos a esta «aldea global»
que tiene muchas expresiones de arte, de costumbres y de calendarios. La
religión así entendida se funde en la historia universal o en la historia del
arte, y ya es suficiente.
Otro argumento
es el de la «identidad». Hablo de España, incluso de los países que nos rodean
(Portugal, Italia, Francia…). Pertenecemos a un occidente no sólo cristiano,
sino católico. No se puede explicar la identidad del occidente mediterráneo (y
también del sajón y eslavo) sin apelar a la configuración del pensamiento cristiano:
sentido de la historia, de la libertad, de los valores morales, de la familia.
Este segundo argumento tiene dos puntos débiles. El primero es que no habría
que hablar de «herencia o identidad cristiana», sino «judeocristiana», pues la
libertad y la responsabilidad del ser humano son judíos antes que cristianos,
son «bíblicos»; lo mismo podemos decir del sentido del «caminar en la
historia», pues el primer peregrino es Abrahán. El segundo punto débil es que
no todos aceptan hoy que estos «valores judeocristianos» (y en muchos casos
islámicos) sean definitivos. Estamos asistiendo a una desvalorización del
sentido histórico, a un cuestionamiento serio de la familia, del sentido de la
libertad etc. Parece que el mundo de la identidad (o identidades), sería más
propio de la filosofía (o filosofías).
Según esto, si
la cultura antigua y las costumbres pueden estudiarse como historia, como
antropología o como filosofía, ¿para qué explicar o enseñar religión en la
escuela? Voy a adentrarme en otros campos, más complicados.
1) La religión como fenómeno humano. La
religión tiene esa condición difícil de explicar, de ser indómita. Cuando
parece que ya está sometida del todo, aparece de repente un grupo, unas
personas, que dicen que creen en Dios. ¿No habíamos quedado en que eran etapas
de la inmadurez humana que con el progreso se resolverían (A. Comte)? ¿No
habíamos quedado en que eran estados enfermizos provocados por la represión, el
miedo, la debilidad y la frustración? (S. Freud) ¿No habíamos aceptado que era
consecuencia de una situación de sometimiento y sumisión, de droga para poder
aguantar y justificar la penosa situación de millones de seres humanos? (K.
Marx) Según esto, el ser humano maduro, libre de miedos atávicos y liberado de
las situaciones opresoras, dejará de ser religioso. Pero, mira por dónde, no es
así. La religión y las distintas formas religiosas renacen con fuerza
sorprendente en los lugares más inhóspitos. Los campos de exterminio nazi
deberían haber sido lugares para ahogar para siempre la pregunta sobre Dios;
pero curiosamente mientras unos decidieron definitivamente que Dios no tenía
derecho a existir ante tamaña crueldad, otros se dirigieron a él, afirmándolo y
preguntando si tenía sentido tanto horror. Ahora estamos viendo cómo ante los asesinatos
en masa de miles de personas en la crueldad del Estado Islámico, muchos se
refugian en Dios como el único que les puede dar cobijo. Mucho más cerca, para
andar por casa: cuando a un familiar cercano le detectan una enfermedad
incurable, por ejemplo un cáncer, unos se enfadan con el mundo; otros se
recogen y oran. Y son personas maduras e inteligentes. Dicho de otra forma; la
escuela no puede ignorar un fenómeno complejo, que es profundamente humano,
como es el caso de la religión. La religión no es ajena al ser humano, sino que
las «semillas religiosas» las lleva dentro; una veces germinan, otras no. Unas
veces dan fruto y otras no; pero están ahí.
2) La religión en la futura convivencia
mundial. Hasta hace poco más o menos cincuenta años, por dar una fecha
redonda, las masas de población (familias, pueblos, ciudades) estaban por lo
general configuradas por personas más o menos homogéneas. En Zaragoza había una
gran mayoría de «aragoneses» si bien siempre había gente de otras partes
(principalmente de España). Hoy no es así. En cualquier ciudad española hay,
junto con los españoles de cualquier parte (por razones de trabajo, o de
matrimonio, o por lo que sea), ciudadanos que son marroquíes, rumanos,
ucranianos, senegaleses, peruanos, argentinos, chinos, filipinos, polacos… En
esta enumeración que acabo de hacer podríamos decir, de forma rápida que los
marroquíes son musulmanes, los rumanos son ortodoxos de la Iglesia de Rumanía;
los ucranianos son ortodoxos de la Iglesia de Ucrania; los senegaleses en su
mayoría musulmanes del África Negra; los peruanos son bien católicos o bien de
alguna Iglesia evangélica; los argentinos pueden ser católicos, judíos, o
nada…; los chinos son un misterio, hay budistas, católicos, protestantes,
animistas, nada…; los filipinos y polacos por lo general son católicos… Se
juntan todos en la misma escuela. Los profesores no pueden hablar de religión
sin saber qué niños tiene delante. No puede ignorar a nadie, ni tampoco hacer
bromas. El niño tiene sus derechos y es protagonista de su educación. El
profesor tiene que ser exquisito al abordar este tema. La futura convivencia,
estoy convencido, no pasa por expulsar la religión de la escuela, sino por
saber situarla en el lugar que le corresponde. Esto que digo para España, vale para
casi todos los países del mundo.
3) La religión como fuerza humanizadora.
La religión siempre ha tenido mala fama. Cuando yo era estudiante decíamos que
era una de las «Marías», con la gimnasia o educación física y los trabajos
manuales. Los dos últimos han sido recuperados: los trabajos manuales son ahora
«tecnología» y la gimnasia tiene carta de ciudadanía en todos los deportes que
se favorecen en la vida social. La religión ya no es la hermana pequeña, sino
que se le considera inútil o inservible. ¿Esto es así? Es verdad que la
religión tiene en su hondón una antropología que la sociedad actual rechaza en
buena medida. Nuestra sociedad moderna lucha abiertamente contra conceptos
religiosos como «pecado» o «salvación»; no quiere ni oír hablar de ninguno de
los dos. La filosofía y la psicología se adentra en otros semejantes, que no
son lo mismo, como los conceptos de «error/fallo» («todos cometemos errores,
voluntarios o no») o los de «felicidad» y los de «satisfacción/frustración»
(¿quién no quiere ser feliz?, ¿quién no quiere cumplir de forma satisfactoria
sus expectativas?). Pero sin ser muy inteligentes o duchos en el asunto,
sabemos que no estamos hablando de lo mismo.
La religión
tiene dos palabras humanizadoras que le son propias. Podríamos hablar de tres,
las virtudes teologales, por ser don de Dios: la fe, la esperanza y el amor. El
amor es la principal y suma de las dos anteriores, como nos dirá san Pablo;
pero el amor no es «propiedad privada» de la Iglesia, ni siquiera de las
personas religiosas. Muchas personas no creyentes encuentran el sentido de la
vida en el amor. Es así.
Sin embargo,
junto con el amor, los creyentes tenemos dos «armas humanizadoras»: la fe y la
esperanza. Por la fe ponemos todo nuestro esfuerzo, toda nuestra confianza, todas
nuestras energías en aquello en lo que confiamos. La fe es motor, no rémora.
Por la esperanza miramos al futuro, no nos conformamos con las soluciones
parciales o raquíticas; levantamos la mirada por encima de lo previsible, de lo
material. La religión es fuerza que humaniza. ¿Más argumentos? Seguro que los
hay. Yo pienso que la religión, bien entendida, tiene carta de ciudadanía en la
escuela. No basta con ponerse de perfil o con jugar a no dejar hablar o no
escuchar al otro. Hay que sentarse, dialogar y discurrir sin prejuicios.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
2 Septiembre 2016
Habría que tomarse más en serio la religión. A los españoles nos parece cosa antigua.
ResponderEliminarMuy buen artículo Pedro.
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