La condición humana es así. La
vida conlleva el cansancio y la fatiga «por el peso de los días». Jesús lo dice
con otras palabras: «a cada día le basta su afán». A cada jornada vivida le acompañan,
de forma inexorable, los éxitos luchados, los momentos disfrutados, los
proyectos inacabados y una sensación de ligereza, de paso, de finitud de la que
no podemos escapar.
La vida es compleja y dura.
¿Ponemos ejemplos? En estas últimas semanas, finales de agosto y comienzos de
septiembre de 2018, sin ir más lejos, hemos vivido la doble destrucción imparable
de dos huracanes seguidos en el Caribe y de un terremoto en la costa del
Pacífico de México. La madre tierra se estremece y el ser humano se descubre
como muy pequeño, impotente, muy frágil…. No puede casi nada…
Otro ejemplo de esta sensación
de cansancio en la debilidad: miramos la locura del dictador coreano y la
amenaza de respuesta inmediata del no menos desquiciado presidente americano.
¿Unos y otros nos condenarán a una violencia y destrucción sin límites?
Más ejemplos, estos más
cercanos. Por una parte el atentado yihadista en el corazón de Barcelona. Se
desatan las «cajas de pandora» de todos los monstruos a los que tememos. ¿Qué
va a ser de nosotros? ¿Nos espera, de ahora en adelante, un futuro que no
controlamos sometidos a la constante amenaza de unos asesinos? ¿Ese es el
futuro de la humanidad, al menos en nuestro plácido occidente? La «sociedad de
bienestar», que añoramos como nuevo Edén, se tambalea ante la amenaza de la
violencia inc
ontrolable.
En esta cercanía que vivimos,
España está asistiendo entre incrédula e impotente, a un paso en la historia que,
digan lo que digan los políticos, ellos mismos no controlan. No es solo que una
parte de España se independice, no; la realidad es que España dejaría de ser España
para ser otra cosa, ¿el qué? A mí me preocupan las historias personales, pues
la «gran historia», para los que nos gusta leerla y estudiarla, nos revela los
continuos cambios y mutaciones a través de los siglos. ¿Qué va a ser de muchas
personas que ven con temor un futuro incierto? Fatiga, cansancio… peso de los
días; las frustraciones que se asoman, la inquietud imposible de parar.
Por añadir un punto más de
cansancio a la ardua tarea de estar vivo en esta historia, no puedo por menos
traer al papel la visita que hice ayer por la mañana a un amigo al que han
diagnosticado un tumor cerebral. Al salir solo pude comentar: «no conocemos qué
futuro nos depara. Si lo supiéramos, viviríamos de otra forma»… ¿o quizá no?
La primera tentación a la que
nos enfrentamos es el derrotismo: «no se puede hacer nada«, «disfruta pacíficamente
de lo que tienes ante tus ojos», como si al estilo del bíblico Eclesiastés, la
solución estuviera en un «carpe diem» modigerato.
La segunda tentación es el determinismo o fatalismo, muy del gusto de la
cultura moderna, si bien hunde sus raíces en el pasado de la humanidad: «no
intentes cambiar nada, porque no puedes. Todo ya está escrito». La tercera
tentación, insoportable en sí misma, es la de la desesperación.
¿Qué decimos los que decimos que
somos creyentes? ¿Cómo ilumina la fe esta tarea vital, este cansancio y fatiga por el
peso de los días y de los acontecimientos, nuestro caminar cotidiano? Hace unos
dos años un sacerdote ruandés, que estaba preparando su tesis doctoral en teología en Barcelona, que había escapado a
las matanzas de su tribu por las tribus enemigas vecinas; que había sido
«refugiado» con sus familiares en la selva africana; que había experimentado la
mínima línea divisoria entre la vida y la muerte violenta siendo muy niño, me
decía: «el mensaje que podemos transmitir los cristianos, es el de la
esperanza. Nosotros tenemos esperanza; cosa que no puede aportar este mundo». Cansancio
y fatiga sí… pero con esperanza.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
12 de Septiembre de 2017
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