Mañana es ‘la fiesta del Cristo’.
Así la llamaba mi abuelo Paco, que nació tal día; se arreglaba con la muda de
los domingos y se iba a la Misa Solemne. En Tarazona, mi ciudad natal, se
celebra el ‘Santo Cristo de la Venerable Orden Tercera’, recuerdo de la otrora presencia
de los franciscanos en la ciudad. Volvamos a las palabras de mi abuelo: «fiesta
del Cristo». No decía «de Jesús»; menos aún «de Jesús de Nazaret», que
probablemente le hubiera sonado a palabras raras. Luego, su nieto, el que esto
escribe, habla más del «Jesús histórico», del «Jesús Galileo» de Nazaret, sin
dejar hablar por ello del «título» que profesa gozoso en la fe: «Cristo» es el «Mesías»,
el «Ungido por Dios».
Mañana en muchos pueblos de España,
muchos de ellos en zonas, barrios, aldeas, pueblos donde vivieron hace cinco
siglos los moriscos, se celebra con alegría esta fiesta «cristiana» como su
mismo nombre indica. Vayamos al grano: ¿fiesta de Jesús o fiesta del Cristo?
¿Es lo mismo? ¿Da lo mismo?
Parece que en nuestra sociedad
se vive una dicotomía; algo así como un desdoblamiento en el sentimiento
religioso. Jesús, el personaje de la historia, el judío galileo, el iniciador
de un movimiento religioso, parece que solo ocupa el interés de unos cuantos
académicos (cristianos o no, creyentes o no…) que escriben incesantemente sobre
su figura. Salvada la cuestión de su existencia, de la que nadie sensato duda
(menos un periodista que aún la semana pasada se lo preguntaba como si fuera la
‘pregunta del millón’ a mi párroco en una entrevista); salvada, digo, la
certeza de que existió y de que tenemos accesos (en
plural), más que
suficientes para dibujar un esbozo creíble y sostenible de su vida, su obra y
su mensaje… surge la pregunta realmente importante: ¿y a mí qué?, ¿qué me dice
Jesús?, ¿cómo repercute en mi vida, dos mil años después?, ¿solo porque hubiera
sido una ‘buena persona’ justa y honesta, me aporta un ‘plus’ de vida, de
felicidad, de plenificación que otros no pueden dar?, ¿se le puede rezar al
«hombre Jesús»?
Esta es la pregunta. Conozco
muchas personas que pueden «saber cosas» acerca de Jesús; puede que hasta que
les caiga muy bien: «fue justo, honesto, libre etc.»; pero cuando necesitan
hacer frente a las grandes cuestiones vitales (el sentido de la vida, cómo
afrontar el dolor y la muerte, la propia identidad y singularidad personal…),
entonces muchos de ellos no apelan a Jesús, sino que se refugian en la
filosofía, en la cultura, en las espiritualidades orientales no personales, en
el espiritismo… Hay un «ruptura» real entre saber cosas acerca de Jesús y
vivirlo como alguien significativo en la vida personal, espiritual, creyente.
Los que leéis estas líneas sabéis
que esto es así, y que se ha planteado desde hace mucho tiempo. No podemos
separar a Jesús del Cristo. De hecho la fe de la Iglesia profesa a «Jesucristo»
(Jesús es el Cristo). No podemos separar al Jesús que anduvo por Galilea
anunciando el Reino, del Jesús que llevaba a cumplimiento el plan de salvación
de Dios. No podemos separar su muerte (violenta, a manos de los romanos), del
sentido que él mismo le dio le dio como plenitud del Siervo de Dios (Siervo de
Yhwh) que asume sobre sus hombres la
condición humana, desde el perdón. No solo decimos que Jesús fue «un hombre
genial, descomunal», sino que «nos amó hasta el extremo», confesamos con san
Pablo que «me amó y se entregó por mí»; unidos a toda la Iglesia cantamos «por
tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor».
Así es. No separamos Jesús del
Cristo, si bien en una correcta investigación científica es lícito y necesario
no confundir torpemente los «datos» , objetivos y revisables, que conocemos por
la historia social de Palestina en el siglo I, con la confesión de fe que brota
de la acogida humilde y sincera como «don» del Espíritu Santo. En la Eucaristía
proclamamos «Por Cristo, con Cristo, en Cristo…».
Mañana, muchas iglesias de
nuestros pueblos, barrios, ciudades, aldeas, ermitas… se llenarán en misas
solemnes y en procesiones porque es la «fiesta del Cristo». Cientos, mils de
personas, harán gran fiesta. Una pregunta, sin mala intención… ¿qué supone para
mí, creer en Jesucristo? ¿Qué aporta a mi vida y cómo ilumina mi cansado
caminar? ¿Cómo es capaz de darme esperanza para vivir en plenitud? Sin separar
lo que no se puede separar, siguiendo como discípulo a Jesús y confesándolo
como Señor. Un deseo: que mañana todos dediquemos un rato a «orar» a Dios «por
medio» de Cristo, «unidos con» Cristo, y «en» la persona de Cristo.
Pedro Ignacio Fraile
https://pedrofraile.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario