Hace muchos años D. Ramón Búa Otero, a
la sazón Obispo de Tarazona, recientemente fallecido, se servía en una homilía
de la imagen de las brasas para explicar la fe adormecida de muchas personas.
Las brasas, decía, parece que están apagadas; pero si soplas, si las remueves,
si tienes paciencia y un poco de dedicación, de aquellos tizones y cenizas puede
brotar de nuevo un fuego vivo, intenso,
extensivo, abrasador… También la fe, decía, a veces está conservada bajo
brasas sólo aparentemente apagadas… Hay que soplar, hay, que esperar, hay que
tener paciencia, hay que creer que el fuego se puede reavivar.
La fe no se puede reducir a un «sentimiento»,
a una «sensación» o a un «gusto personal». Esto forma parte del ‘a,e,i,o,u’ de
la teología; sin embargo la fe se
expresa y se vive de forma sentimental. La fe no es un sentimiento porque no
depende del variable estado anímico de la persona: es como si dijéramos, ‘cuando estoy deprimido, triste, mal, tengo
menos fe’ y ‘cuando estoy optimista, alegre,
positivo, tengo más fe’. Tampoco se puede reducir al mundo de las sensaciones:
‘creo porque me hace sentirme bien
conmigo mismo, porque me da paz, serenidad’; ni mucho menos al juicio de
valor de nuestras aprobaciones: ‘esta
afirmación de la fe me gusta o no me gusta’; como si la fe de la Iglesia
tuviera que ver con nuestra aprobación o nuestro consenso, siempre sometido a
las opciones personales y al devenir de la cultura dominante. Sin embargo, y
esto es muy importante, la fe se expresa con sentimientos porque tiene que ver
con la persona, con la vida, con la experiencia, con la memoria: sentimientos
de alegría desbordante, o de tristeza; de gritos de horror o de serenidad; de paz
interior o de lucha; de agradecimiento o de petición de cuentas. La fe
cristiana, por ser humana, expresa la vida personal, diaria, combativa, que
quiere vivir, y expresa nuestra vida con Dios.
El viaje a Tierra Santa hace que
afloren múltiples sentimientos que puede ser que tengamos reprimidos: lloramos
en la travesía del barco por el Lago de Tiberíades, haciendo presentes las
palabras de Jesús: «ven y sígueme». Nos emocionamos al besar el lugar del
nacimiento de Jesús, en la pobreza de la cueva, o besando el lugar de su muerte,
en la roca del Gólgota; o como María Magdalena besamos la tumba vacía, y
decimos: «verdaderamente ha resucitado». Repetimos un «sí» profundo, intenso, claro, rotundo, nítido, a
la vez que ensanchamos el pecho… con María en Nazaret. Lloramos nuestras
‘pequeñas traiciones’, nuestros «noes», con Pedro en la Basílica del Galli
Cantu. Nos sentimos discípulos predilectos de Jesús cuando, en la gruta del
Pater Noster, rezamos con las palabras que Jesús nos enseñó. No quisiéramos
levantarnos de la piedra de Getsemaní cuando apoyamos la cabeza y pasa la
película de nuestros sufrimientos personales, familiares, y nos queremos hacer
uno solo con Jesús. Es mi Getsemaní; es mi respuesta a la llamada de Jesús; es
mi ‘sí’ con María; son mis ‘noes’ como Pedro; es mi oración con Jesús. No son «sentimientos religiosos blandos», como
si la fe fuera un «sentimentalismo» adolescente, no. Se trata de «sentir con
Jesús»; de dejar que la fe se exprese en canto sereno o en lamento
sincero; en beso alargado o en abrazo
intenso; en ojos cerrados con lágrimas a la vez que parece que se quiere salir
el corazón. Tierra Santa mueve y remueve; aunque no queramos. Pedro Ignacio Fraile.
Pedro, enhorabuena. Es necesario mantener el espíritu de lo vivido, para permanecer firmes en la fe. El trabajo diario, los problemas mas pequeños, nublan y distorsionan lo que en Tierra Santa hemos visto y hemos sentido, como el mejor alimento espiritual que nutre nuestra raquítica fe. Tu blog, preciso, lleno de sabiduría y conocimiento va a resultar el mejor antídoto para la pereza espiritual que atonta nuestra fe. Las referencias a Tierra Santa de tu blog, acompañadas de tus acertados comentarios teológicos, sin duda constituyen la mejor clase magistral del llamado quinto evangelio al que, quiero apegarme para fortalecer cada dia mi fe, por lo que, desde ahora, contaras, en mi beneficio espiritual, con un fiel seguidor.
ResponderEliminarLuis Loren
Comparto plenamente lo que dice el legionario. Qué razón tienes cuando dices que la rutina del día a día nublan y distorsionan lo se ha vivido en Tierra Santa. Como es imposible ir cada cierto tiempo a "reponer", cargaremos pilas desde este blog, al leer estos comentarios tan completos.
ResponderEliminarHa sido una buenísima idea el construir este blog.