Hoy, 26 de Julio, es Santa Ana, la madre de la Virgen María. Junto con
Joaquín, su esposo, recogen la mejor tradición de los «los pobres del señor»
(los Anawim), y la transmiten a su hija, María. En ellos está viva la esperanza
de su pueblo y germina el futuro de la humanidad.
1. Los caminos insospechados de Dios
Siempre
debemos dar gracias a Dios por el don de la fe, porque él ha tenido a bien
revelarnos a su Hijo Jesús. La fe no es un camino trillado, sino que se abre
siempre con perspectivas nuevas. En este año de la fe a punto de concluir, la
Iglesia nos ha invitado y nos sigue invitando a entrar en los caminos
insospechados de Dios.
Caminos
insospechados. Dios es Dios y no tiene por qué ir por los caminos que
nosotros prevemos o incluso le queremos preparar. Cuando leemos la Palabra de
Dios vemos cómo Abrahán vivía en su tierra con su familia, y sin embargo Dios
le pide que se ponga en camino sin decirle ni dónde va ni qué tiene que hacer.
¿Nosotros, hoy, nos pondríamos en camino, yendo de lo seguro a lo desconocido
sólo porque Dios nos hiciera unas muy vagas promesas?
Moisés se
resistió con uñas y dientes a su vocación. Él había decidido rehacer su vida
lejos de Egipto, y Dios le llama para que vuelva al país del que ha huido, y
para que saque a su pueblo, con el que no ha convivido.
David es de
todo menos santo. Mercenario con los enemigos de Israel, luego jefe conquistador
y victorioso, rey caprichoso… Una verdadera colección de méritos. Pero Dios le
cambió la vida porque se fijó en él y le hizo símbolo de una promesa.
El profeta
Jeremías no quería ser profeta. Una y otra vez protesta contra el Dios que le
ha llamado; pero a su vez reconoce que cuando no escucha las palabras de Dios
no puede vivir sin ellas, porque las necesita.
Pablo es
prototipo de persona que vive con celo extremo cualquier cosa que se propone.
Se había propuesto exterminar a la Iglesia naciente, pero Dios le cambió la
vida e hizo de él el gran anunciador del evangelio.
Podemos decir
que Dios no sigue las sendas trilladas. Dios es Dios, y va haciendo su plan de
salvación con cada uno de nosotros. Con libertad, por supuesto, porque si no
nos diera libertad dejaría de ser Dios. Nos va llevando, incluso, aunque no se
le pongamos nada fácil porque todos tenemos otros proyectos.
El Tiempo
de Dios. Podemos admitir incluso que Dios nos lleve por donde nosotros
nunca iríamos. Pero nos cuesta más aún el tiempo que empleamos. Las personas,
más aún las modernas, participamos de esa sensación colectiva de que ‘lo
queremos todo y lo queremos ya’. No existe ni la paciencia, ni la pedagogía, ni
el aprendizaje, ni la corrección, ni la contemplación, ni la maduración, ni el
posarse… Lo queremos todo y lo queremos ya.
Sin embargo,
el Dios Bíblico, siempre sorprendente, tiene su tiempo y se toma sus tiempos.
En efecto ¿cuánto tuvo que pasar desde que Dios le promete a Abrahán que será
padre, hasta que nace Isaac? ¿Cuánto tuvo que pasar el pueblo de Israel desde
que sale de Egipto hasta que entra en la tierra? ¿Cuánto tuvo que pasar el
mismo Jesús en su etapa de desierto?
Los corazones
humanos crecen con la experiencia. La sabiduría de Dios no está en los libros,
sino en el gustar a Dios. La vida con Dios no se mide según los criterios
humanos de ‘excelencia’, o de ‘capacidad’, o de ‘aptitudes’ fuera de lo común.
También en esto Dios nos da su lección, pues Jesús nos recuerda cómo los
misterios del Reino los entiende la gente sencilla pero se le ocultan a la
gente rebuscada, retorcida y complicada.
2. Dichosos porque hemos visto y oído
Un resto…
San Pablo nos recuerda en la Carta a los Romanos que Dios ha elegido para
llevar adelante su plan de salvación a un «resto». En realidad, san Pablo
recoge la teología del profeta Isaías, cuando ya advierte a sus conciudadanos
de que no se deben confiar en su vida disoluta, porque Dios llevará adelante su
salvación sólo con unos pocos.
Estamos de
nuevo ante la paradoja y ante los caminos insospechados de Dios. ¿Acaso Dios
espera en los grandes proyectos de los príncipes y señores de este mundo?
¿Acaso Dios se fija en los grandes resultados? ¿Acaso Dios se sirve para su
salvación de masas enfervorizadas y manipulables?
Las promesas
de Dios a lo largo de la Escritura van trazando lo que Dios quiere y espera. No
espera en un pueblo que sigue a los ídolos, o que se olvida de la alianza cuando
no le interesa. La Escritura alaba, sin embargo, a los hombres de bien, como
dice el Elogio del Eclesiástico. Personas que fueron fieles a Dios, por eso su
recuerdo perdura en la asamblea de los creyentes.
Dichosos…
El evangelio da un paso más. Ya no sólo ‘elogia’ o ‘alaba’ a estas personas de
bien, sino que los proclama ‘dichosos’. ¿En qué consiste esta dicha? En ver que
las promesas de Dios se han cumplido en la persona de Jesús, en su vida, en su
mensaje, en su Reino.
Si aplicamos
esto a nosotros, podemos decir que somos dichosos porque hemos conocido a
Cristo. Que lo que los grandes personajes de la historia de la salvación sólo
pregustaban, sólo adivinaban, sólo podían intuir, nosotros lo podemos conocer.
Somos dichosos porque hemos visto y oído la Buena Noticia de la salvación de
Dios. ¿No es motivo para que continuamente demos gloria a Dios y vivamos esta
buena noticia ante nuestros hermanos?
3. Joaquín y Ana, testigos del resto que ha visto y oído
La
fiesta de hoy hace que volvamos nuestra mirada sobre san Joaquín y santa Ana.
Ellos pertenecen a la historia del Pueblo de Israel que supo esperar y que
preparó la llegada de Cristo.
Joaquín
y Ana entendieron los caminos insospechados de Dios, y supieron que aunque en
la ancianidad, y después de muchas pruebas (la risa de los compañeros de
Joaquín y su consiguiente tristeza, la separación de los esposos cuando Joaquín
se retira al desierto a hacer penitencia) Dios siempre cumple y Dios se toma su
tiempo. Es la pedagogía de Dios.
Joaquín
y Ana pertenecen a ese «resto de Israel» anunciado por Isaías y que recoge san
Pablo en los Romanos. Son el resto que sabe que Dios va a cumplir sus promesas
aunque aparentemente los signos e indicadores políticos o sociales, o humanos,
vayan por otros caminos. Un resto fiel que sólo pone su confianza en Dios.
Joaquín
y Ana anticipan ya y cumplen a la perfección la bienaventuranza que proclama
Jesús en el evangelio: ‘Vosotros habéis visto y oído’.
Que
en esta fiesta de san Joaquín y santa Ana, dejemos que Dios abra nuevos caminos
en nuestra vida; que nos sintamos parte de este resto elegido por Dios para
llevar adelante su plan de salvación y que nos sintamos dichosos porque hemos
conocido a Cristo, Plenitud de la revelación del amor de Dios.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
26 de Julio de 2013
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