SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA (2014)
(Guardado en la página 'Año Litúrgico': Cuaresma 2014)
Muchas cosas
son «aconsejables» en la vida, pero no «necesarias»; por ejemplo, saber nadar,
saber tocar un instrumento musical, saber conducir. Todos conocemos personas
que no saben nadar, ni tocar un instrumento musical, ni conducir, y no por eso
son menos felices ni menos personas.
Otras cosas
son «innecesarias» a todas luces para
vivir. Por ejemplo, que no se me enfade nadie, saber jugar al golf o
montar a caballo. Son «lustres» que no aportan mucho a nuestra dignidad o
nuestra plenitud como personas.
La tercera y
última cuestión es: ¿hay cosas que son «imprescindibles» para vivir? Todos estaremos de acuerdo en que no «se puede
vivir» sin una familia o comunidad que te acoja, te dé calor y te quiera; unos
ingresos suficientes para no ser un «pordiosero», un «pedigüeño» o un «excluido
social». Igualmente necesitamos una vivienda digna, un servicio sanitario capaz
etc. Pero ¿necesitamos a Dios para que nuestra vida sea «plena», «humana», «completa»,
«dichosa», «feliz»? Importante pregunta que muchos no se atreven a hacer porque
no sabrían qué decir; otros se la hacen y dicen que no, y otros, por fin, creen
(creemos) que sí.
Nos dice el
evangelio que Jesús, aún en Galilea, subió a un monte y allí tuvo una
experiencia única, singular, intensa y necesaria, en su camino a Jerusalén. Los
evangelios dicen que «se transfiguró», verbo muy extraño y que no usamos de
forma habitual.
Repasando
verbos semejantes, que lleven en sí la palabra «figura», se me ocurren algunos.
Está el verbo «configurar», que hoy se ha quedado casi reducido al mundo de los
ordenadores (hay que «configurar» el equipo), si bien tiene un sentido
religioso, incluso místico, cuando nos invitan a que nos «configuremos» con
Cristo. Está el verbo «prefigurar», que usamos poco, cuando decimos por ejemplo
«eso son prefiguraciones tuyas», o sea, «imaginaciones». Está el verbo «desfigurar»,
verbo negativo y feo, que usamos por ejemplo cuando decimos que una persona
está enferma y está «desfigurada».
El verbo
«transfigurar» no lo usamos. El
diccionario dice que es «cambiar de aspecto» una persona o una cosa. ¿Cuándo
cambiamos de aspecto? Cuando sucede en nuestras vidas algo decisivo,
determinante, que lo recordamos siempre y que no podemos olvidar. El evangelio
de Mateo nos dice que en aquel monte a
Jesús se le «transfiguró» el rostro; le «cambió» el rostro. Era él, pero
después de haber estado en presencia de Dios todo es distinto. ¿Qué pasó? No lo
sabemos, pero los evangelios nos dan algunas pistas.
Una pista es
que Jesús «dialoga» con Moisés (Ley) y con Elías (Profetas). Para el evangelio
de san Mateo es muy importante, porque indica que Jesús no «rompe» con el
judaísmo, tienen mucho en común, pero lo supera. Hay que dialogar con otras
experiencias de Dios, con otras personas que nos hablen de Dios.
Otra pista,
muy importante, es la del «rostro». El rostro le brilla como el sol; los
vestidos son de un blanco resplandeciente. No estamos ante un rostro
«desfigurado» por el dolor o por la opresión, sino «luminoso», «resplandeciente».
La experiencia de Dios da luz, vida, enguapece, «cambia la cara» a mejor. El
evangelio no nos puede decir aún que Jesús es el «rostro humano de Dios», pues
falta la muerte entregada en cruz en Jerusalén y falta la resurrección (¡Jesús
no es un humano con experiencias
espirituales, un gurú!); sólo entenderemos
que Jesús es el «rostro humano de Dios» a la luz de Pascua, de su muerte en
cruz, de su resurrección, y de la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Una tercera
pista es la voz de Dios. Dios habla, pero no su voz no se prodiga. No podemos
decir: «preparaos que va a hablar Dios». Dios habla en los momentos
fundamentales; habla en el bautismo de Jesús y ahora habla de nuevo: «este es
mi Hijo, en quien me complazco». Los discípulos acompañan a Jesús y están
aprendiendo a descubrir quién es, porque no es tarea fácil ni evidente. Han
visto sus milagros, han escuchado sus palabras, les ha dicho que tiene que ir a
Jerusalén, y esto no les gusta nada de nada. La voz lo confirma: «¡este es,
escuchadle!».
Una cuarta
pista, los discípulos que le acompañan. Son Pedro, Santiago y Juan, los mismos
que estarán con Jesús en el huerto de Getsemaní, en la falda del Monte de los
Olivos. Allí se dormirán, aquí «ven» pero no terminan de «entender». Pedro,
como siempre, se adelanta y habla antes de pensar: «¡qué bien se está aquí,
hagamos tres tiendas!». (Marcos añade
que «no sabía lo que decía»). La experiencia de contemplar el rostro luminoso
de Dios es necesaria, pero a la vez contiene cierta ambigüedad: «se está bien»,
pero no podemos «quedarnos absortos» en ella; hay que «volver al camino»,
seguir camino de Jerusalén, no quedarnos en falsos y equívocos divanes.
Todas las
personas queremos ser felices, con mayúscula. El ser humano necesita entrar en
un camino de bienaventuranza, de felicidad. El ser humano sabe que las sendas
que transitamos nunca son seguras del todo, ni exentas de graves peligros: unos
a todas luces injustos (calumnias, agresiones, difamaciones, violencias…); otros
peligros son mortales (enfermedades, accidentes, rupturas, pobrezas…). ¿Podemos
acompañar a Jesús en Getsemaní (Monte de los Olivos), y pasar por el monte
Gólgota (monte de la crucifixión), sin haber pasado previamente por el Tabor
(monte de la experiencia de Dios y de la contemplación del rostro de Dios)?
Algunos
querrían estar eternamente, sin interrupciones, en un estado paradisíaco de
«bienaventuranza», pero no es posible. Otros nos recuerdan continuamente
nuestra condición débil, sufriente y contradictoria, obligándonos a volver la
mirada hacia el Gólgota. Pero, ¿cuándo nos paramos y gastamos tiempo para hacer
la experiencia del Tabor?
Este próximo
domingo en las iglesias católicas se leerá el evangelio de la Transfiguración.
No es un evangelio «secundario». Para llegar a la Pascua de Jesús hay que pasar
por su muerte en cruz; para adentrarnos en el misterio de la muerte de Jesús
hemos tenido, previamente, que contemplar el rostro transfigurado de Jesús.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
14 de Marzo de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
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