07 junio, 2013

JESÚS: UNA REVISIÓN PERSONAL, DOLOROSA Y NECESARIA


 (Guardado en la página: Jesús, el Cristo de Dios)
            Os propongo hacer, a los que queráis, un ejercicio que resulta doloroso a la vez que necesario. ¿Para qué? Para hacer de forma personal nuestra trayectoria como cristianos. Sería mejor hacerlo en grupo, para compartir; y aún mejor ayudados por una persona exterior a nuestra historia que nos ayudase a distinguir lo que son fantasías de lo que son aciertos.
            Os propongo que hagáis un recorrido del paso de la persona de Jesús por vuestra vida. Yo hago públicamente el mío. Me desnudo, si bien evitaré dar datos estrictamente personales e innecesarios. Si os atrevéis a hacer vuestro propio recorrido, puede que os sorprendáis del resultado.
            El primer recuerdo que tengo yo de Jesús en mi vida es el «Corazón de Jesús». En mi ciudad natal, como en otras muchas partes de la España de los años 60, era habitual tener un «Corazón de Jesús» entronizado en las casas. Aunque muchos se sorprendan, diré que era uno de los regalos que se hacía a muchos matrimonios católicos en su boda. El que teníamos en casa (aún lo conservamos), era hermoso, sentado como rey en un trono, con la bola del mundo a los pies; la cara del «Corazón de Jesús» daba paz, serenidad. Estaba situado encima de una columna de alabastro con una lucecita en su interior. Muchas veces mis padres encendían la luz de la columna que traslucía la débil luz y nos juntábamos todos (padres e hijos) a rezar. También recuerdo que mis padres nos regalaron a cada uno de los hermanos un Nuevo Testamento en castellano; la primera traducción, de «Nácar Colunga». Cada uno lo teníamos con nuestro nombre que mi padre había escrito con una caligrafía envidiable.
            Los años 60 trajeron muchas cosas; entre otras una revolución, la del 68, de la que sólo nos enterábamos muy ligeramente en una sociedad tradicional en la que vivíamos. En mi formación, el primer cambio lo recuerdo en el nombre y en la devoción. Pasó paulatinamente de ser el «Corazón de Jesús» a ser «Jesús de Nazaret». No era una cuestión baladí.
            A finales de los años 70 llegó a España la película norteamericana «Jesucristo Superstar»; yo la fui a ver con otros compañeros de colegio, y nos invitó el cura que estaba a cargo de nuestro curso. Nos entusiasmó. ¡Eso sí que era novedad! ¡Había que acabar con una imagen de Jesús rancia, la de nuestros mayores! Sólo discutíamos dos cosas de la película: la primera, que Judas fuera negro, lo cual nos pareció una concesión indecente al racismo latente en nuestra sociedad; la segunda cosa que no nos gustó fue que la película acaba cuando todos los actores se van en el autobús y dejan a Jesús en la cruz, como diciendo: «se acabó el espectáculo»; en esta película no hay resurrección de Jesús; eso ya no nos gustó. También en estos finales de los años 70 se propagó como la espuma una obra teatral sobre Jesús que se llamaba «Gospel»; era fresca, irreverente, atrevida; un Jesús payaso, rompedor, simpático y atrayente…. Íbamos a verla con espíritu de peregrinos, ávidos de novedad; cantábamos sus canciones que todos nos sabíamos de memoria… Tampoco nos gustaba el final; los actores cantaban ‘Oh, Dios has muerto’… y luego una voz empezaba de nuevo, subiendo progresivamente, cuando los espectadores abandonaban las butacas, ‘Viva Dios, viva Dios….’ ¿En qué quedaba la resurrección de Jesús? ¿En una voz en «off» a modo de un recuerdo liviano para hacer más soportable su memoria? Eran tiempos confusos, pues a Jesús de Nazaret, el revolucionario, al que «se buscaba», se ponía al mismo nivel que el «Ché Guevara». Yo mismo he repartido, con un grupo parroquial de niños y jóvenes, pegatinas del «Se Busca» de Jesús y al mismo tiempo del Ché. La espiritualidad cristiana de esta guisa se definía por la palabra «compromiso». ¡Queríamos transformar el mundo y Jesús era nuestro «modelo»! (Atención al dato: «Jesús como modelo ético»).
           Los años 80 fueron definitivos en la experiencia y visión personal de Jesús. Por una parte la «teología de la secularización» que se leía con avidez en España, aunque con unos años de retraso respecto a Norte América, de donde había surgido. Proclamaban «la muerte de Dios»; si Dios «había muerto», ¿qué hacíamos con Jesús? Por otra parte una distinción de laboratorio que venía de Alemania y que todos repetíamos como papagayos sin saber bien qué significaba. Decíamos que había que distinguir entre el «Jesús histórico» y el «Cristo de la fe». Una afirmación casi semidogmática en ambientes clericales que con el tiempo se ha desvelado inútil, porque era un diseño artificial que a la gente sencilla no le aportaba nada. Algunos curas predicaban en sus homilías el «gran descubrimiento», pero ¿ayudaba a la gente a creer y  a poner a Jesús en sus vidas?
             Los años 90 redescubrieron el poder oculto del sentimiento religioso adormecido en el colectivo humano, pero no extinguido. Cuando los cristianos estábamos discutiendo entre el «Jesús histórico» y el «Cristo de la fe», una vez acabada y enterrada la devoción al Sagrado Corazón, aparece con fuerza la «New Age», (la «Nueva Era») que también viene de Norte América. Nos vienen con la mandanga de que hemos pasado de la «Era de Piscis» (la cristiana), a la «Era de Acuario» (¿quién recuerda la película «Hair», que comienza precisamente con la canción de «Acuario»?). Aparecieron en el lenguaje religioso palabras como «armonía», «paz interior», «chacras», «mantras»… Ya no se hablaba de «oración», sino de «meditación». Ya no se habla de «salvación», sino de «realizarse»; ya no se habla de «compromiso» sino de «serenidad». La verdad es que la New Age no sabe qué hacer con Jesús, porque le estorba. Por eso lo relega al saco de los «hombres espirituales» que ha habido en la historia de la humanidad; un «maestro de espiritualidad», pero no se plantea ni su resurrección, ni su mediación como salvador, ni nada por el estilo.
          Curiosamente, los atrevidos y nada dogmáticos norteamericanos, a la vez que dan vida a la New Age, deciden que hay que volver a investigar sobre Jesús. Eso sí: quedan excluidos los que vayan con planteamientos religiosos previos. No quieren hacer teología, sino «historia». Son antropólogos, médicos, psicólogos, sociólogos, historiadores, economistas… que quieren estudiar a Jesús sin «complejos previos» religiosos. Este experimento se ha llamado la «tercer búsqueda» de Jesús. Hubo dos «búsquedas» anteriores, pero no es el caso ahora el explicarlas.
          Estamos en la segunda década del siglo XXI. Los niños y jóvenes de ahora son hijos y nietos de los que el año 60 rezaban al «Corazón de Jesús» y que luego pasaron al Jesucristo Superstar, y luego decían que lo importante era el «Jesús histórico» más que el Cristo de la fe. Mi pregunta, por si alguien la quiere contestar es: ¿a nuestros niños y jóvenes les importa algo Jesús? ¿Creen que Jesús es distinto (ya no digo si es más plausible, o más creíble) que Mahoma, Buda, Confucio? Cuando rezan, si rezan, ¿se dirigen a Jesús? ¿Alguno de ellos estaría dispuesto a dar la vida por Jesús (recordemos a los mártires)? O sin ir tan lejos, ¿algunos de ellos se ofrecerían para ser catequista en su parroquia y explicar a los niños quién es Jesús? Una vez, no hace ni tres años, por plantear estas preguntas en un grupo de «cristianos viejos» muy convencidos de ellos mismos y de la solidez de la fe de sus familias, me respondieron airadamente, como si yo estuviese instigando contra Jesús. No entendieron mi mensaje, sino que pensaron que «matando al mensajero», o sea, increpándome a mí, desactivaban las preguntas que yo hacía.
              Si os parece que exagero, os propongo un ejercicio muy sencillo. Lo mejor para saber si sabemos de algo o no, es ponerlo por escrito sin prepararlo previamente. Decid a uno de nuestros niños, adolescentes y jóvenes que pongan en una hoja lo que saben de Jesús. Estoy convencido de que más de uno se sorprendería.
             Tarea para los mayores. Que los que se atrevan «dibujen» su relación con Jesús y respondan a esta pregunta: ¿sigue siendo Jesús importante para mí, como lo fue en mi infancia y juventud? Hoy es el día del Corazón de Jesús; hoy quiero volver al Jesús de mi infancia, de mi adolescencia, de mi primera juventud y de mi vida adulta, pero con los ojos, la vida acumulada y el corazón que tengo hoy.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
7 de Junio de 2013


2 comentarios:

  1. Me ha parecido estar leyendo el "cuéntame". Qué vivencias tan parecidas. Qué tiempo tan feliz.
    Respondiendo a la pregunta sobre los niños, con mi experiencia de tía (criatura de 6 años):
    Qué sabe de religión: Tras 3 años de clase de reli en colegio público: Su respuesta: Hummmm....hummmm
    1. Que Dios está en el Cielo
    2. Jesús era muy bueno, perdonaba "a todos"
    3. Algo de la Iglesia (sin conseguir especificar más)
    Sobre la oración: La identifica con la repetición de memoria.
    Una noche le dije: Vamos a rezar. Y aluciné...
    Empecé: "Jesús, te doy gracias por este día tan bonito que nos has dado..." Y me replica: ¿Con quién hablas??? Le dije: Con Jesús. Me dijo: ¿Tú oyes algo? Porque yo... no oigo nada... Le dije "Se escucha con el corazón". Me replico: Ah... con la cabeza... (¿habrá leído ya a Punset "El alma está en el cerebro"?). Le dije: Anda, pídele algo a Jesús. Dijo "Jesús te pido que no se nos rompa la maleta" (la maleta estaba más rota que entera y tenía que viajar...)

    Respecto a la Biblia: Leyéndome el relato de la Anunciación en una Historia Sagrada que le regalé: Lo leía y yo notaba que el saludo del ángel se le hacia, como familiar... Y me suelta: ¿Pero ésto, es verdad????
    Conclusión: La fe se vive en familia. Y desde la infancia hay que "enseñarla" con el testimonio de fe y vida cristiana de los adultos. De poco sirve la clase de reli si en la familia los padres no practican. El esfuerzo hoy día lo hacen muchos abuelos, que "sufren" en silencio la falta de fe de los hijos y por ende, de los nietos. ¿Qué hemos hecho mal se preguntan?
    Rogamos al Sagrado Corazón de Jesús que fortalezca nuestra fe y nos ayuda a dar testimonio a nuestros niños, para que hereden lo mejor que podemos transmitirles: El amor a Jesús y la fe.

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  2. Carmen, estoy totalmente de acuerdo contigo. El gran problema que tiene hoy la Iglesia católica no es el dinero, ni que tenga muchas iglesias para arreglar tejados y pintar... El gran problema de la Iglesia hoy es la transmisión de la fe. Si unos padres viven al margen de la fe, y consideran que no aporta nada a sus hijos (cuando no piensan que es notoriamente perjudicial) evitan conscientemente que se les hable de Dios, de Jesús y de los evangelios. No tenemos matrimonios jóvenes que transmitan la fe a los hijos. Nos estamos quedando sin cristianos.
    Esto es así, aunque a veces pensemos que los problemas de la Iglesia sean otros (que no nos quieren, que nos miran mal...). A los cristianos nunca los han querido a lo largo de la historia, pero los cristianos siempre nos hemos sostenido por la fe en Jesús. Gracias por tu comentario, Pedro

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