3.3. Configurados con «Jesucristo»
Los tres rasgos (servicio, compasión, identidad del
Siervo) son constitutivos no sólo de la espiritualidad cristiana, sino de forma
más evidente, de la espiritualidad del sacerdote.
El «Mesías- Siervo» en Isaias
La figura del Mesías en
Isaías es muy rica. El primer Isaías (cc.1-39) nos habla del Enmanuel, del Dios
con nosotros, y nos ayuda a levantar la mirada con esperanza hacia el futuro.
El Segundo Isaías (cc. 40-55) nos presenta al Mesías con la figura del Siervo
en cuatro Cantos o poemas. Esta figura rompe con las expectativas de poderío
excluyente (bautistas), de intransigencia de pureza (fariseos), de imposición
sin oposición que esperaban en la época de Jesús.
Este personaje aparece en cuatro famosos cantos:[i]
Están escritos más al estilo de las confesiones de Jeremías que en el tono
exaltadamente lírico del Segundo Isaías[ii].
El
Siervo es un personaje anónimo, pero sin embargo, al igual que los grandes
profetas, ha sido «llamado y enviado por Dios». Podemos hablar de una verdadera
«vocación» en sentido estricto bíblico. Vemos cómo en este texto, dentro del
primer poema, sobresale la «llamada y la misión».
Yo,
el Señor, te he llamado con justicia,
te
he cogido de la mano, te he formado,
y
te he hecho alianza de un pueblo,
luz
de las naciones.
Para
que abras los ojos de los
ciegos,
saques
a los cautivos de la prisión,
y
de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.» (Is 42,6-7)
En el segundo poema podemos
leer primero la llamada y más tarde la misión:
‘El
Señor me llamó desde el seno materno,
desde
las entrañas de mi madre pronunció mi nombre. (…)
No
sólo eres mi siervo
para
restablecer las tribus de Jacob y traer los supervivientes de Israel
sino
que te convierto en luz de las naciones
para
que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra’ (Is 49,6)
Jesús, «siervo de Yahveh»
Jesús,
de Belén al Jordán. En Belén se hace presente el Dios pobre y
débil, que entra en la historia no por la puerta ancha y hermosa de los
palacios, sino por el pesebre de los animales. No es estética, ni mito
infantil, sino teología. La historia leída desde los pequeños y desde los que
no cuentan. Jesús se pone en la fila de los excluidos.
En el Jordán, un Jesús adulto comienza su misión. No va a los palacios
ni a las escuelas rabínicas de Jerusalén, sino que va al río donde se juntaban
los pecadores, y donde Juan anunciaba la intervención inminente de Dios. Jesús
se pone en la fila de los pecadores.[iii]
Jesús, «Siervo de Yahveh» en los sinópticos. Jesús como siervo aparece en los evangelios en
Mateo de forma explícita y en Marcos en su planteamiento mesiánico.
Mateo presenta
dos textos explícitos. El primero hace referencia a la curación de la suegra de
Pedro. El segundo hace referencia a la misión de Jesús.
Para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías.
Él tomó nuestras flaquezas
y cargó con nuestras enfermedades. (Mt 8,17)
Jesús se enteró y se alejó de allí. Lo siguieron muchos y los curó a todos,
encargándoles severamente que no lo publicasen, para que se cumpliera lo que
había anunciado el profeta Isaías:
Éste es mi siervo, mi elegido,
mi amado, la alegría de mi alma;
pondré mi espíritu sobre él
para que anuncie la justicia a las naciones.
No disputará ni gritará,
nadie oirá su voz en las plazas.
No romperá la caña cascada
y no apagará la mecha humeante
hasta que haga triunfar la justicia.
(Mt 12,15-21)
Marcos, por su parte,
no tiene textos tomados al pie de la letra del Deutero Isaías, pero su
cristología es la del Siervo. Cuando el centurión romano afirma a los pies de
la cruz, ‘verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios’, está afirmando que en
Cristo crucificado se manifiesta la verdadera salvación y el verdadero
mesianismo. Igualmente, en toda la segunda parte de Marcos, cuando en la
instrucción a los discípulos, Marcos presenta los tres anuncios de la Pasión , podemos vislumbrar
tres pasos que llevan desde Cesarea de Filipo hasta Jerusalén.
Configurados con Jesús-Siervo
Estamos de acuerdo que
nuestra vocación conlleva una misión, pero ¿cómo llevarla a cabo? El texto del Siervo de Yahveh de Isaías
nos da tres pistas
-
El valor de la
humildad: ‘no voceará’. No se trata de callarse, sino de no hacer alardes;
de no presentarse con superioridad; de no pretender llevar la razón. Como
decimos en castellano, de no ser un ‘voceras’.
-
El valor de lo
frágil: ‘la caña cascada no la quebrará’. Lo que está a punto de
rajarse, de fracturarse, de romperse –en lenguaje actual- Jesús no lo termina
de destruir, sino que lo rehabilita.
-
El valor de lo
débil: ‘el pábilo vacilante no lo apagará’. Las pequeñas luces que
siguen iluminando, los testimonios de los pequeños que siguen aportando su
palabra, el esfuerzo de los que aún siguen creyendo en medio de una vorágine
que se traga todo.
Nuestra vocación y nuestra
misión no debe estar regida por las normas de pureza del Levítico (que regulan
el sacerdocio de Jerusalén), sino por los Cantos del Siervo que toman figura
humana en Jesús. La comunidad cristiana así lo entendió.
Somos evangelizadores.
Esa es nuestra alegría y
nuestra paga: anunciar a Cristo. Ahora bien, ¿cómo y desde dónde lo hacemos?
-
Cómo: Con frecuencia el sacerdote es el hombre de ‘la última palabra’ y de
‘los primeros puestos’. Nos gusta llevar la razón; que nos consideren. A veces
nos presentamos como ‘salvadores’-siendo que el único que salva es Jesús-.
Otras veces con posturas de superioridad o de soberbia. La humildad no es un
adorno externo, sino que es seguir los pasos de «Jesús-Siervo de Yahveh» que
compartió la suerte de los excluidos por su condición social y moral.
- Desde dónde: El evangelio de san Lucas nos dice que ‘en un bautismo
general, Jesús también se bautizó’.
Jesús va al Jordán, donde están los que se saben pecadores. No para
condenarlos, sino para comenzar su ministerio desde la hondura de la historia
real.
El movimiento kenótico de
Jesús, tal como rezamos en Filipenses 2, 6‑11, es un movimiento de ‘despojo’ de
una condición superior que se tiene; de ‘vaciamiento’: siendo el Señor, tomó la
condición de esclavo; de no sentirse superior, de no humillar.
ABAJAMIENTO
|
GLORIFICACIÓN
|
Cristo,
a pesar de su condición
divina,
no hizo alarde
de su categoría de Dios.
Al contrario,
se despojó de su rango,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando
como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
|
Por eso
Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió
el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre»;
de modo que al nombre de
Jesús
toda rodilla se doble
—en el Cielo, en la Tierra,
en el Abismo—,
y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!»,
para gloria de Dios Padre.
|
A Jesús «le duele la gente»
Jesús cura a los enfermos porque le duele la gente y
se subleva ante el dolor del ser humano: '
Al desembarcar vio mucha gente, sintió
compasión de ellos y curó a sus
enfermos' (Mt 14,14).
El dolor no sólo es físico, sino también moral. Es el
abatimiento, la desesperanza, la confusión del espíritu. Por eso ante la visión
de las personas que se le acercaban desorientadas, cansadas o confundidas, se
enternece y se pone a enseñarles:
'Al
desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos pues eran como ovejas
que no tienen pastor, y se puso a instruirles'. (Mc 6,34)
Le duelen
los enfermos. Un segundo
grupo está formado por los enfermos. Jesús sufre por y con las personas heridas en su cuerpo. No sólo por el
sufrimiento que padecen, sino por la
culpabilización religiosa a la que están sometidos y que los convierte en
proscritos de la sociedad. En el uso del verbo splagcni,zomai aplicado a
Jesús aparecen dos ciegos, un leproso y un epiléptico.
Le duelen
los desposeídos. Un caso
aparte lo presenta la viuda. A la
situación de exclusión a la que se ve sometida la mujer en el mundo judío
contemporáneo de Jesús, la condición de viudedad agrava sobremanera su abandono
y sufrimiento. La legislación humanista de Israel las protege junto a los
huérfanos y a los emigrantes. Yahvéh mismo ha tomado su defensa y reclama a su
pueblo un trato justo que encuentra su fundamento en la alianza. En los
evangelios tenemos trazos de que son personas necesitadas, y algunos textos
subrayan el hecho de que son pobres o
indigentes
Le duele el
ser humano roto. Queda por
último el
hombre despojado, desesperado o culpabilizado. Los tres personajes
de las parábolas, las dos de Lucas y la
de Mateo, tienen en común que no forman
parte de los grupos excluidos de la sociedad, sin embargo por distintos motivos se encuentran en una
situación de necesidad.
Un sentimiento motivado
Los
relatos nos dejan entrever qué situaciones provocaban la compasión de Jesús. Unas veces tenemos una
razón explícita por medio de una proposición subordinada causal; otras veces
intuimos que son las miradas o las súplicas sinceras las que enternece a Jesús
que actúa a favor de ellos.
«Porque
estaban hambrientos, desorientados, desesperanzados». Dos textos
explicitan gramaticalmente la razón que mueve a Jesús. Mateo explica que a
Jesús se le conmueven las entrañas al ver toda aquella gente porque estaban
abatidas y descarriadas como ovejas que no tienen pastor. Mateo toma la cita de
Marcos 6,34, exceptuando los participios abatidos y descarriados que no
aparecen en el segundo evangelista. La imagen de rebaño carente de pastor es
bien conocida en el Antiguo Testamento. Los dos verbos expresan con precisión
la situación del rebaño a merced de las bestias salvajes, tal como se presenta
en la imagen de Ezequiel 34. El pueblo
no sólo es ignorante, sino que además ha caído en manos de guías ciegos que han
hecho de él un pueblo desorientado, desesperanzado y desconocedor del verdadero
rostro de Dios.
Un segundo texto en que encontramos el verbo splagcni,ízomai en boca de
Jesús, seguido de una proposición causal es el de la segunda multiplicación de
los panes en Mateo. Jesús se conmueve porque la
gente lleva con él tres días y no tienen qué comer. En este caso es la
necesidad material la que provoca que Jesús actúe. Si en el texto anterior le
duele el ver a la gente confundida y sin esperanza, ahora le duele el
sufrimiento físico. La misión de Jesús abarca al hombre en su realidad total,
sin fisuras.
En las demás perícopas los evangelistas no
presentan una motivación explícita pero
sí dejan pistas que ayudan a comprender. La primera tiene que ver con la mirada
de Jesús, la segunda con la súplica.
Jesús, en los Sinópticos, declara repetidamente que se
«conmueve» ante la gente. Unas veces porque son débiles y están enfermos. Otras
veces al ver el sufrimiento de la gente débil, como en el caso de la viuda de
Naím. Otras veces porque la gente está «cansada y desorientada como ovejas que
no tienen pastor» (Mt 9,36).
La «Carta a los Hebreos» (A. Vanhoye)
Desde que A. Vanhoye defendiera su tesis doctoral sobre
la Carta a los
Hebreos, la teología católica la tiene como referencia no sólo en su estudio
novedoso del texto bíblico, sino sobre
todo de su repercusión en la teología del sacerdocio. Es bien conocida la
estructuración que hace en cinco partes, siguiendo lo que se conoce como
«estructura concéntrica», que aparece en repetidas ocasiones en la composición
de algunos libros bíblicos. Es de advertir, antes de una breve explicación
Además, nos
fijaremos en cuántos versículos dedica a cada parte o unidad y si hay
correlación entre ellas.
I
|
Situación
de Cristo
|
(1,5-2,8)
|
1
capítulo
|
II
|
Sumo
sacerdote, digno de fe y misericordioso
|
(3,1-5,10)
|
2
capítulos
|
III
|
Valor
incomparable del sacerdocio y del sacrificio de Cristo
|
(5,11-10,39)
|
5
capítulos
|
IV
|
Fe y paciencia
|
(11,1-12,13)
|
1 capítulo
|
V
|
¡Enderezad
el camino!
|
(12,14-13,18)
|
1 capítulo
|
I
|
-
|
El nombre de Cristo
|
1,5-2,18
|
II
|
A
|
Jesús: Sumo sacerdote digno de fe
|
3,1-14
|
B
|
Jesús: Sumo sacerdote misericordioso
|
4,15-5,10
|
|
Exhortación inicial
|
5,11-6,20
|
||
III
|
A
|
Sumo sacerdote
a semejanza de Melquisedec
|
7,1-28
|
B
|
Llegado a la Perfección
|
8,1-9,28
|
|
C
|
Causa de un estatuto nuevo y eterno
|
10,1-18
|
|
Exhortación final
|
10,19-39
|
||
IV
|
A
|
La fe de los antiguos
|
11,1-40
|
B
|
La paciencia necesaria
|
12,1-13
|
|
V
|
-
|
Enderezad los caminos
|
12,14-13,21
|
Según la
explicación que hace Vanhoye, debemos pararnos en la segunda y tercera unidad.
En la segunda porque proclama que Jesús es Sumo Sacerdote «digno de fe» y «misericordioso».
En la tercera unidad porque es el centro literario y teológico y es el
desarrollo de su tesis: el valor incomparable del sacerdocio y del sacrificio
de Cristo.
Jesucristo: Sumo sacerdote «digno de
fe» y «misericordioso».
Para que se dé
el cumplimiento del sacrificio antiguo en Jesucristo es indispensable una
relación de semejanza entre Cristo y los sumos sacerdotes judíos. No es una
cuestión de «ritos» exteriores, sino de cualidades esenciales. No toma en
cxonsideración ninguna de las ceremonias prescritas para la consagración del
sumo sacerdote: baño ritual, unción, vestiduras sagradas, inmolación de
animales (Ex 29; lev 8). Tampoco se detiene en ninguno de los ritos que el Sumo
Sacerdote estaba llamado a realizar. Va al fondo de las cosas, y considera las
dos cualidades esenciales que condicionan el ejercicio del sacerdocio. Un sumo
sacerdote tiene que ser:
-
Una persona
«acreditada» para las relaciones con Dios
-
Misericordioso
para con los hombres.
En la segunda
unidad de su obra desarrolla dos términos que previamente anuncia:
Por lo cual debió hacerse en todo semejante a sus hermanos, para
convertirse en sumo sacerdote misericordioso y fiel ante Dios, para alcanzar el
perdón de los pecados del pueblo (Heb 2,17)
«Digno de fe»
Este aspecto
hace referencia a la relación con Dios. La traducción del término griego «pistós»
no es «fiel», en el sentido de que guarda «fidelidad» a la persona que lo
constituyó, sino «digno de fe».
El autor
afirma que Moisés es «pistós, en todo lo referente a la casa de Dios (Heb
3,2.5). El texto del Antiguo Testamento al que se refiere es Núm 12,7, donde se
afirma no la fidelidad de Moisés sino su credibilidad, su autoridad como
representante de Dios, basada en su relación íntima con Dios (Num 12,1-8).[iv]
Con cuánta
más razón este calificativo se debe aplicar a Cristo glorificado, que goza de
una gloria superior a Moisés. Moisés tenía su lugar en la casa de Dios como
«servidor», mientras que Cristo tiene autoridad como «Hijo».
Según el
relato de Números, Moisés envía exploradores como avanzadilla hacia la tierra
prometida (Num 13). Por una parte es una tierra rica, por otra habitan hombres
enormes (Num 13,27-28). El pueblo no se atreve a entrar y ellos mismos se
condenan a vagar por el desierto.
El autor de
Hebreos pone a la comunidad cristiana en la misma disyuntiva: o creemos y
seguimos a Cristo, digno de confianza y acreditado ante Dios porque es el Hijo,
o nosotros mismos cegaremos nuestra suerte. Se impone una conclusión:
‘Esforcémonos por entrar en este descanso’ (Heb 4,11). ‘Teniendo, pues, este
sumo sacerdote que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos
la fe que profesamos’ (Heb 4,14).
Para comprender el centro de
Hebreos debemos resaltar dos elementos. Primero, que juega continuamente con
las dos alianzas. Unas veces las llama «primera y segunda»; otras «antigua y
nueva». En otras ocasiones habla de una «alianza superior», suponiendo que la
otra es «inferior». Este aspecto es importante pues e trata de la salvación de
Dios y de cómo alcanzarla: bien por la observancia de la Antigua
Alianza , bien por el
don de Cristo que consuma en su sangre la Nueva Alianza.
El segundo aspecto, que está en el trasfondo, es la
fiesta de la Expiación (Yom Kippur), día en el que el Sumo Sacerdote pedía el
perdón de Dios para su pueblo. Hebreos insiste en que no lo obtenían, pues año
tras año debían repetir el mismo ceremonial. Con este trasfondo litúrgico,
Hebreos contrapone la incapacidad del sacerdocio de la antigua alianza que
sacrificaba dones externos, con la persona de Cristo que se ofrece a sí mismo.
(1) Jesús, Sumo Sacerdote (Heb 7,1-28)
Se trata de un sacerdocio que no es levítico, sino que
asciende hasta Melquisedec. Hebreos niega que el sacerdocio levítico sea capaz
de obtener la salvación. Sin embargo, el autor de Hebreos afirma que ‘Jesús es
el garante de una alianza superior’ (Heb 7,22)
Ha habido
multitud de sacerdotes del antiguo Testamento, porque la muerte les impedía
permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio
que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él
se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal
convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha,
separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
El no
necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían
primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de
una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la Ley hace a los hombres sumos
sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento,
posterior a la Ley ,
consagran al Hijo, perfecto para siempre. (Heb
7,23-28)
(2) Llegado a la «perfección» (teliosis)
(Heb 8,1-9,28)
La primera alianza se revela como «imperfecta» y como «provisional».
Las antiguas instituciones son incapaces de obtener esta salvación.
Cristo ha entrado no en un santuario construido por
hombres —imagen del auténtico—, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios,
intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces —como el
sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre
ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el
principio del mundo—. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de
la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto
el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el
juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez
para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna
relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos. (Heb
9,24-28)
(3) Causa de «salvación» eterna (sotería)
(Heb 10,1-18).
Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación para
todos los que le obedecen (Heb 5,9)
La ofrenda personal de Jesucristo, a diferencia de los
antiguos sacrificios, obtiene el perdón de los pecados y nos consigue la
salvación.
‘Cualquier
otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero
Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está
sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus
enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha
perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón,
no hay ofrenda por los pecados’. (Heb
10,11-14.18)[v]
Retomamos el texto fundamental de la «Pastores Dabo vobis»
ya hemos visto cómo Lucas parte de la sinagoga de Nazaret. El evangelista
presenta a Jesús como el «Ungido» que «cumple» el plan de salvación de Dios. La
misión de Jesús no es sino la que el Padre le encomienda. [vi]
El sacerdote tiene como relación
fundamental la que le une con Jesucristo Cabeza y Pastor. Así participa de manera específica de la
«unción» y de la «misión» de Cristo (Lc 4,18-19).
Pero íntimamente unida a esta relación
está la que tiene con la Iglesia. No se trata de relaciones simplemente
cercanas entre sí, sino unidas interiormente en una especia de mutua inmanencia
(…) La relación con la Iglesia se inscribe en la única y misma relación del
sacerdote con Cristo, en el sentido de que la «representación sacramental» de
Cristo es la que instaura y anima la relación del sacerdote con la Iglesia (…)
se stúa no sólo «en la Iglesia, sino también «al frente de la Iglesia»’
(Pastores
Dabo Vobis 16, 1992)
En
el himno de Colosenses se afirma a Cristo como cabeza de la Iglesia. ‘El es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia ’. No se trata
de una imagen que tenga referencias bíblicas. Sí las tiene, sin embargo, la
imagen de «pastor», sobre todo en Jeremías y en Ezequiel. Texto este último que
tendrá resonancias en san Juan.[vii]
Se ha hecho conocido el texto de Jeremías por la Exhortación Apostólica
de Juan Pablo II: ‘Os daré pastores según mi
corazón, que os apacentarán con inteligencia y sabiduría’ (Jer 3,15).
La denuncia profética, voz del Señor, recae sobre unos pastores
irresponsables: ‘Necios han sido los
pastores; no han buscado al Señor. Por eso no han prosperado y todo su rebaño
ha quedado disperso. (Jer 10,21)
Isaías, en los textos de Consolación,
usa la imagen de Dios como pastor que cuida a su pueblo: ‘Como un pastor
apacienta su rebaño, en su brazo recoge a los corderos, en su seno los lleva y
conduce al reposo a las paridas.’ (Is 40,11)
En el profeta Jeremías y en Ezequiel se condena
severamente la actitud de los pastores que abusan o descuidan las ovejas.
Sobresale el capítulo 23, que comienza con un «ay» de denuncia dedicado a los
malos pastores del pueblo de Dios:
‘¡Ay de los
pastores que dejan perecer y dispersarse
al rebaño de mi pasto, dice el Señor! Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel,
sobre los pastores que guían a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mi rebaño,
lo habéis descarriado sin preocuparos de él. Pero yo me voy a ocupar ahora de
vosotros -dice el Señor-, castigando vuestras perversas acciones. El buen
pastor futuro.
Yo mismo recogeré
los restos de mi rebaño de todos los países donde los dispersé y los haré
volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán.
Suscitaré para ellos pastores que los apacentarán; no sufrirán más temor y
angustia, ni se volverá
[i] Cf. (1º) Is 42,1-4; (2ª) 49,1-6;
(3º) 50,4-9; (4º) 52,13-53. Algunos autores pretenden incluir entre ellos otros
fragmentos Cf. Is 49,7-13; 42,5-9; 50,10-11; 52,19-21; 48,14-16;
51,4-8; 51,9-16; 41,1ss.
[ii] Dos problemas destacan: (1) La identidad del Siervo
(2) la función de los cantos dentro de la obra del Segundo Isaías.
Identidad del Siervo: La pregunta del eunuco de Etiopía al diácono
Felipe: "¿De quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo o de otro?"
(Hch 8,34) ha seguido formulándose siglo
tras siglo. ¿Quién es el siervo?: ¿Es todo el pueblo de Israel que después de
la esclavitud pasa por el éxodo para llegar al servicio de Dios? ¿Es un grupo
selecto de Israel, los que permanecieron fieles y tienen que anunciar ahora la
salvación de Dios a las naciones (Is 49,5-6) ¿Será ese siervo doliente una sola
persona, quizás el mismo Isaías, testigo de Dios, aunque maltratado (Is 50,4-11
ó también 53) ¿O quizás el Mesías que habrá de venir con el tiempo? Esa será la
interpretación del targum y lógicamente la de los cristiano. Tres son
las líneas principales de interpretación:
(1) Interpretación colectiva. Es la más antigua; se encuentra ya en la traducción
de los LXX e incluso en el texto hebreo (cf. Is 49,3; los LXX añaden Jacob e
Israel en 42,1), es la colectiva: el Siervo de Yahvéh es el pueblo. Elegido
para cumplir una misión, ha sufrido en el destierro hasta la muerte, pero
terminará triunfando y trayendo la luz a los paganos. Ahora bien, basta leer
los cantos para advertir que esta teoría es insostenible. El pueblo de Israel
nunca fue tan fiel al Señor como el Siervo, no aceptó su destino humildemente y
en silencio, no tuvo la capacidad de aguante que reflejan estos poemas.
(2) Personaje histórico. Las propuestas van desde profetas como Isaías,
jeremías o Ezequiel, hasta reyes piadosos como Ezequías o Josías, o políticos
como Nehemías, sin dejar al gran emperador Ciro. O bien un personaje anónimo.
(3) Mesiánica. El siervo sería Jesús.
Ciertamente, en ningún otro se cumple tan bien lo anunciado en estos poemas. Y
para los autores del Nuevo testamento no cabe duda de que ésta es la única
hipótesis válida.
Función en la obra: ¿Qué función desempeña dentro de la obra del Segundo
Isaías? Para muchos autores carecen de relación
con el contexto; otros encuentran una clave que los aúna. Entre estos destaca
Sicre: En la primera parte (Is 40-48) el Siervo
es la antítesis de Ciro (cf. primer canto, Is 42,1-4); en la segunda
parte de la obrita (Is 49-55) el Siervo es la antítesis de Sión (cf
segundo, tercer y cuarto canto; respectivamente Is 49,1-6; 50,4-9;
52,13-53,12).
La primera parte
presenta a Ciro como un guerrero aterrador e invencible: pisa a los gobernantes
como barro, su espada tritura a los reyes, su arco los dispersa. Frente a él,
el primer canto (42,1-4) nos ofrece un personaje muy distinto: llamado para
traer la salvación a los pueblos, su forma de actuar es pacífica, comprensiva.
La continuación del poema (42,5-9) le atribuye incluso una misión que,
normalmente, correspondería al rey persa: librar a los cautivos (v. 7). Pero no
la realiza por la fuerza, no necesita castigar a nadie; al contrario, será
"luz de las naciones" (v.6). Ante la persona de Ciro, las islas y los
confines de la tierra deben "estremecerse y temblar" (Is 41,5). Ante
el Siervo, los mismos confines de la tierra, prorrumpen en gritos de alegría,
entonan un canto nuevo (Cf Is 42,10-13). Ciro debe traer la salvación temporal,
la liberación de Babilonia. El Siervo trae la salvación eterna, el consuelo
perpetuo de Sión. Ciro basa su actividad en el poder de las armas. El Siervo -
modelo de debilidad y de no violencia- sólo cuenta con el poder del
sufrimiento. Ciro se gana la admiración y la gloria. El Siervo arrastra el
desprecio de todos. Pero el dolor y la muerte le dan la victoria definitiva, más duradera que
la de Ciro.
[iii] El bautismo de
Jesús. Jesús se hizo bautizar por Juan.Hechos de los
Apóstoles recoge unas palabras que resumen sucintamente quién es Jesús:
‘En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no
hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba
el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.» (Hch 10, 34‑38)
Parece que es un dato aceptado por todos que Jesús
se hizo bautizar por Juan. De él dan testimonio los sinópticos; también hace
referencia el evangelio de Juan, y Hechos de los apóstoles, tanto en el
discurso de san Pedro como en el contexto de las elección de la sucesión de
Judas, cuando se pide como requisito para ser sucesor apostólico: ‘es
necesario que sea uno de los que nos acompañaron durante todo el tiempo que el
Señor Jesús estuvo con nosotros, comenzando por el bautismo de Juan hasta el
día en que fue enviado a los cielos’ (Hch 1,22).
El bautismo de Juan se debe leer en un contexto de
crisis apocalíptica. En una época en la que muchos creían que la intervención
de Dios estaba próxima, se convoca un bautismo para Israel por el que los
pecadores hagan de nuevo el paso del mar Rojo, y entren en la salvación de
Dios.
En un bautismo general. Las diferencias entre los
sinópticos son evidentes. Marcos parece que no conoce a Jesús. En Mateo, Juan
lo reconoce y le pregunta por qué va, intentando persuadirlo.
En Marcos y Lucas el Padre se dirige a Jesús; en
Mateo a los que lo escuchan.
Lucas tiene matices propios: Juan desaparece de la
escena si bien avisa de que el tiempo era de gran expectación mesiánica; Jesús se bautiza en un contexto de oración;
Jesús aprovecha un bautismo multitudinario.
Los
tres coinciden en que Jesús, sin ser pecador, participó en un movimiento de
arrepentimiento y conversión colectiva. Para nosotros no resulta escandaloso,
pues lo conocemos; para los fariseos sin duda fue detestable. Con este signo
Jesús indica cuál va a ser su misión y cómo la va a llevar adelante: ‘Todos
errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes’ (Is 53,6).
MARCOS 1,6b‑11.1, 6b‑11.
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MATEO 3, 13‑17
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LUCAS 3, 15‑16. 21‑22
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En
aquel tiempo
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En.
aquel tiempo,
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En aquel tiempo, el pueblo
estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías;
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proclamaba
Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme
para desatarle las sandalias.
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él tomó la palabra y dijo a
todos:
[pero viene el que puede más
que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias.]
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Yo
os he bautizado con agua,
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- «Yo os bautizo con agua
(ver arriba [ ])
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pero
él os bautizará con Espíritu Santo.
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Él os bautizará con Espíritu
Santo y fuego.»
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Por
entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán.
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fue
Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
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Pero
Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
-
Soy yo el que necesito que tu me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús
le contesto:
-
Déjalo ahora. Esta bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces
Juan se lo permitió.
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En un bautismo general, Jesús
también se bautizó.
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Apenas
salió del agua, vi
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Apenas
se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de
Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo
que decía:
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Y, mientras oraba, se abrió
el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz
del cielo:
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-
Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
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-
Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
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- «Tú eres mi Hijo, el amado,
el predilecto.»
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[iv] ‘María y Aarón murmuraban contra Moisés por la mujer cusita que había tomado
por esposa. Decían: "¿Es que el Señor ha hablado sólo con Moisés? ¿No ha
hablado también con nosotros?". El Señor lo oyó.
Moisés era humilde, el hombre más humilde de este mundo.
El Señor dijo a Moisés, Aarón y María: "Id los tres a la tienda de la reunión";
y así lo hicieron. El Señor bajó en la columna de nube y se paró a la entrada
de la tienda. Llamó a Aarón y a María, y los dos se acercaron.
El Señor les dijo: "Escuchad mis palabras: Cuando
hay entre vosotros un profeta del Señor, yo me doy a conocer a él en visión y
le hablo en sueños. Pero no hago así con mi siervo Moisés, que es en toda mi
casa el hombre de confianza. (Yo le hablo cara a cara y a las claras, no en
enigmas, y él contempla la figura del Señor. ¿Por qué os habéis atrevido a hablar
contra mi siervo Moisés?’. (Num 12,1-8)
[vi] Cf. Col 1, 12-20
[vii] El segundo texto, también profético, lo proporciona el capítulo 34 de
Ezequiel . Por último, como texto cristiano, encontramos el evangelio de Juan,
en su capítulo décimo.