La
devoción al Corazón de Jesús es, sin duda, de las más fructíferas en los dos
últimos siglos de nuestra fe. En ella se marca de forma especial su condición
de amor incondicional y entrañable. ¿Qué hay más noble que el cariño, que el
perdón, que la compasión? Ahora bien ¿podemos vivir de forma separada la
devoción y el amor a los hermanos?
- CREER Y SEGUIR
Fe y creencias. En nuestra forma de
hablar normalmente usamos de forma indiferente los dos términos, fe y
creencias, pero son muy distintos. Las «creencias» forman parte de una religión
entendida como «mercado»; de esta forma cada uno compone su «cesta de la fe»
mezclando la fe en Jesús con los astros o el destino. Reivindican que todas las
creencias son respetables. Sin embargo, cuando nos movemos en el ámbito de la
fe, nos movemos en el ámbito de la Iglesia. No sólo creemos lo que «sentimos»,
sino la fe de la Iglesia.
Fe y discipulado. En los evangelios la
fe está unida directamente a Jesús, de forma que no se trata sólo de aceptarlo
como «digno de fe», sino de «seguirle». Jesús mismo nos invita a su
seguimiento. Es una llamada al
corazón de la persona, a su interioridad y a su libertad. Es soberana y a la
vez exigente.
Las dificultades del discipulado. Precisamente
por esto, Jesús se encuentra con que no todos a quienes les invita están
dispuestos al seguimiento. En el evangelio encontramos los ejemplos de personas
bien dispuestas, pero también encontramos personas que se echan otras cuentas y
piensan que hay otros «negocios» mejores. Ser discípulo no es sinónimo de no
tener dificultades, sino de seguir a Jesús como Señor aun en medio de las
dificultades.
- CREER Y ESPERAR
"El que espera desespera". Con este dicho
popular indicamos nuestra condición humana sometida al cansancio y a las
frustraciones. Con frecuencia ponemos nuestra esperanza en cosas que no tienen
consistencia, no tienen fundamento… o si lo tienen están por encima de nuestras
posibilidades. La esperanza se frustra cuando no alcanza sus objetivos.
El que espera confía. Sin embargo, la
fe cristiana no está marcada por la frustración sino por la confianza. Sabemos
que estamos en buenas manos, y sabemos que aunque no podamos comprobar y ver de
forma «evidente», sí que podemos poner nuestras vidas en manos de otro; en este
caso de Jesús, y podemos decir «sé de quién me he fiado».
El que cree vive para otro. La
confianza en Jesús marca la identidad del cristiano. La espiritualidad
cristiana es un «desapropiarse» de uno mismo, para ponerse en las manos de
otro. Cuando decimos «Corazón de Jesús, en ti confío» estamos diciendo que
nuestras seguridades las ponemos en sus manos.
3. CREER Y AMAR
3. CREER Y AMAR
Se puede tener creencias y no amar. Una persona puede ser ‘crédula’ o incluso ‘creyente’ en sus cosas, pero no sentirse obligada a amar: los astros, fetiches…no aman
El discípulo cree y ama. Sin embargo
quien se pone en la órbita de Jesús sabe que el amor forma parte inexcusable de
su espiritualidad.
La novedad de Jesús. El mandamiento
nuevo es ‘que os améis’; es nuevo no porque antes de Jesús no hubiera amor,
sino porque une la fe en Dios y el amor al prójimo de forma inseparable. Casi
podríamos decir que los identifica: amar y creer son una misma cosa. Al revés
podríamos decir: ¿te atreves a decir que crees en Jesús si tienes cerrado el
corazón a los hermanos? ¿Si te niegas a crecer, a avanzar, a ceder en aquellas
cosas que no son importantes en bien de la comunidad? ¿Te atreves a decir que
crees en Jesús si no perdonas, si no colaboras? La novedad de Jesús está en que
el amor es el camino que lleva al corazón mismo de Dios.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús 2015
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús 2015