23 enero, 2015

LA NOTICIA QUE NO LO ES, Y LA QUE SE ESPERA QUE NO LLEGA. (Sobre la antigüedad del manuscrito de Marcos)

            
            Acaba de saltar a la prensa una noticia de carácter bíblico arqueológico. Han descubierto en Egipto, cuando estudiaban la carcasa externa que envolvía y componía la cara de una momia, unos papiros que podrían ser el documento más antiguo del evangelio de Marcos.
            Bien. No hay problemas. El descubrimiento, siendo cierto, no ha causado ni conmoción mediática ni académica. No ha causado conmoción mediática, evidentemente, porque se trataría (en caso de que se confirme por los técnicos), de un «evangelio canónico», o sea «oficial». Los «medios» se ponen contentos cuando lo que aparece es un documento apócrifo y durante unos días, o incluso meses, lanzan toda su artillería pesada contra los textos oficiales de las iglesias cristianas. Este no es el caso.
            Lo únicos que se han puesto muy contentos, son, curiosamente, los «fundamentalistas» cristianos, sean de la confesión cristiana que sean, que en esto todos coinciden: «¡es el texto más antiguo editado de Marcos! ¡Podemos acercarnos aún más al testimonio escrito de los evangelistas!». Y concluyen: «¡no tienen razón los que insisten en el papel de la comunidad a la hora de redactar los textos!». En el fondo dicen: «preferimos un solo redactor, que tomase casi al pie de la letra, o al menos pusiese por escrito los recuerdos de las palabras de Jesús, estando él presente, a que haya un trabajo de una comunidad que recuerda, escribe y pasa por el tamiz de la vida las palabras y gestos de Jesús». Es un problema más de «verificar» los «ipsissima verba Iesu» (las mísmísimas palabras de Jesús) que un problema de acoger y escuchar en la fe los textos canónicos de la Iglesia.
            Este, siendo importante, no es el «descubrimiento» esperado por los científicos. Este sería, en todo caso, el descubrimiento del «documento Q». Explico brevemente para los lectores.
            Los evangelios de Mateo y Lucas (no es el caso del evangelio de Juan), coinciden en buena parte de su evangelio, siendo que fueron escritos en momentos distintos, por personas distintas, y que con mucha probabilidad no se conocieron entre ellos. Esto es así.
1) En primer lugar, ambos coinciden con buena parte del evangelio de MARCOS. Hoy se admite como algo cierto que Marcos fue el primero en escribir, el que hizo «el guión» (hablando en términos que entendamos todos), y tanto Mateo como Lucas se sirvieron de este guión, con matices propios y con textos propios de cada uno, para escribir sus evangelios. Es un problema tan antiguo como los mismos evangelios; se conoce como «el problema sinóptico», porque afecta a tres evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) que se pueden leer «de un solo golpe de vista» (en griego sinopsis).
            2) Tanto Mateo como Lucas siguen a Marcos también en el contenido fundamental, pero luego tienen TEXTOS QUE COMPARTEN, que no están en Marcos: por ejemplo el «Padrenuestro», las «Bienaventuranzas» etc.
3) Por fin tanto Mateo como Lucas tienen TEXTOS PROPIOS, de cada uno de ellos por separado: la parábola del «Hijo pródigo» o del «Buen samaritano» solo las encontramos en Lucas. Por el contrario, la parábola del «Juicio final» es propia de Mateo (para indicar solo las más conocidas).
            Resumiendo, hablamos de «tres partes». Pues bien,  si una parte del evangelio de Mateo y Lucas se explica porque sigue a Marcos, y otra parte del evangelio se explica porque ellos aportan «textos propios» de cada uno, ¿cómo se explica esa «tercera parte», muy importante, LOS TEXTOS QUE COMPARTEN, que no es ni de Marcos ni de fuentes propias?
            La mayoría de los estudiosos hablan de una fuente, la «fuente Q», inicial de una palabra alemana que significa «fuente» (quelle), por lo que la traducción del título es en sí mismo una redundancia.  Esta fuente Q proporcionaría este material que tanto Mateo como Lucas usan en su evangelio y en el que solo los dos coinciden. Esta hipótesis tiene a su favor que solucionaría la mayor parte de los problemas que se plantean cuando se comparan los tres textos evangélicos sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Pero, tiene un grandísimo problema: no tenemos ninguna constancia arqueológica que testimonie su existencia. Nadie ha encontrado nunca un minúsculo papiro o fragmento de papiro que diga: esta es la «fuente Q». Ese es su punto más débil.
            ¿Se podría encontrar? ¿Es razonable pensar que exista? Sí. La «fuente Q» no sería propiamente un «evangelio» bien redactado, bien compuesto, bien compensado, como los que tenemos. Sería una especie de «colección» de «dichos de Jesús», sin redactar. ¿Es posible? Sí, porque tenemos algo parecido, original,  y por tanto equiparable: el llamado «Evangelio de Tomás» conocido y aceptado por la crítica académica universal, si bien es un texto apócrifo de carácter gnóstico.
Si tenemos en nuestras manos, se puede leer (por supuesto que está editado en castellano), un libro de «dichos de Jesús», ¿por qué no pensar que también hubo de verdad, no es una quimera, una «colección editada de dichos» distinto a este, del que pudieron beber tanto Lucas como Mateo? La hipótesis no solo es plausible, sino que se ha reconstruido este posible «documento Q» de forma científica. También se puede conseguir en castellano.
            Dicho esto me pregunto, ¿cuál es la verdadera noticia que conmovería los estudios de los evangelios? La aparición, aunque fuera minúscula y fragmentaria, de esta fuente Q tan deseada por los investigadores.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
23 de Enero de 2015
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