24 febrero, 2016

TERCERA PARTE DEL PADRENUESTRO (RESPUESTA AL DE ADA COLAU)

Esta es la continuación de dos artículos anteriores sobre el padrenuestro de este mismo blog.

3. VENGA A NOSOTROS TU REINO

3.1. Dios es «Rey» según la teología del Antiguo Testamento

YHWH es rey. Para el pueblo de Israel, el rey del mundo es Dios. O lo que es lo mismo, Dios reina sobre la creación, sobre la humanidad, sobre todos y cada uno de nosotros. Esta imagen no nos tiene que sorprender ni echar para atrás, por considerarla «extraña», ya que en la antigüedad los pueblos aceptaban todos, sin reservas, la autoridad real. Es verdad que tanto Grecia como Roma dieron el paso a la república como forma de gobierno, pero este paso no se da en los pueblos semitas: ni en Israel, ni en Babilonia, ni en Asiria, ni en Persia.
YHWH reina. Que Dios sea el «Rey» supone que sólo a él le debemos dar culto, veneración, adoración. No hay nadie por encima de él. Él es también el dueño de la tierra, de forma que no permite que nadie abuse de los pobres de su reino. Es más, él es un rey justo que hace justicia poniendo su mirada siempre en los más desfavorecidos: "Las tierras no se podrán vender a perpetuidad y sin limitación, porque la tierra es mía y vosotros sois en lo mío extranjeros residentes. Por tanto, en todo el territorio que ocupáis, las tierras conservarán el derecho de rescate.’ (Lev 25,23).
Pero el Señor reina eternamente, y tiene preparado su trono para el juicio;  juzga al mundo con justicia, dicta sentencia a las naciones.  El Señor es refugio para los oprimidos, su refugio en los tiempos de la angustia. En ti esperan los que saben tu nombre, pues no abandonas, Señor, a quien te busca. (Sal 9,8)

3.2. Jesús anuncia el Reino de Dios y él es Rey

Se ha cumplido el tiempo. Veamos los dos anuncios con los que comienza el evangelio: el de Juan Bautista y el de Jesús. Juan Bautista dice que el Reino está cerca: ‘Por aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de Dios" (Mt 3,1). A continuación tiene que reconocer que él no es el Mesías, sino que lo señala. Cuando Jesús comienza su anuncio del evangelio, el mensaje cambia: ya no es ‘está cerca’, sino ‘se ha cumplido el tiempo’. La diferencia es clara: Juan anuncia a otro porque no es él; Jesús anuncia que el Reino comienza con él: ‘Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios;  y decía: “Se ha cumplido el tiempo; el reino de Dios está cerca. Arrepentíos y creed en el evangelio”. (Mc 1,15). Jesús nos dice que ya no tenemos que esperar más. No podemos seguir mirando a que venga alguien a anunciarnos la buena noticia, porque la buena noticia es Jesús.
Las parábolas sobre el Reino.  El evangelio de san Mateo reúne todas las parábolas sobre el Reino de Dios en el capítulo 13. Dos observaciones: Primera, que Jesús no pronunció todas las parábolas seguidas, evidentemente, sino que fue san Mateo quien las reunió siguiendo la táctica de dividir su evangelio en «cinco grandes partes», como el Pentateuco, porque Jesús es el Nuevo Moisés.  Segunda observación: que san Mateo nunca dice «Reino de Dios», sino «Reino de los Cielos», porque para los judíos la palabra «Dios» no se puede ni siquiera pronunciar, por respeto.
Introducción: El sembrador y la tierra (Mt 13,1-23) Jesús comienza hablando de sembrar. Tres actores activos: el sembrador, la simiente y la tierra. Si el sembrador lo hace bien pero la simiente y la tierra no son buenas, poco fruto. Si el sembrador y la simiente son buenas, pero la tierra no está preparada, poco fruto. Jesús es el sembrador y el evangelio es la simiente; ¿cómo está nuestra tierra? ¿Dura como un camino, llena de zarzas, o blanda y mullida? Una vez hecha esta introducción, Jesús expone las parábolas sobre el reino.
Primera: el trigo y la cizaña. (Mt 13,24-30). La paciencia de Dios. Dios no se precipita, sino que da tiempo a que las personas crezcan y maduren. Sólo al final decide «intervenir». ¿Cómo actuamos con las personas? ¿Quemamos etapas? ¿Somos impacientes, aun a riesgo de destruir el «fruto», el trigo? El Reino de Dios se construye paso a paso, sin grandes estrapalucios.

Segunda: el grano de mostaza. (Mt 13,31-32). Pensemos en algo que no tiene, aparentemente, fuerza, ni vigor. Algo que no «aparenta» nada: ¿la Madre Teresa de Calcuta cuando ella sola empezó a recoger moribundos por las calles de Calcuta? ¿Monseñor Romero que «sólo» predicaba en la misa dominical? ¿L’ abbé Pierre que recogía cartones por las calles de París? Para Jesús, de lo insignificante puede salir un hermoso árbol lleno de frutos. El Reino de Dios va por caminos no trillados, y no se manifiesta en lo espectacular.
Tercera: La levadura en la masa. (Mt 13,33). El reino tiene que ver con la «fermentación». Es una chispa que mueve de adentro hacia fuera. Aparentemente no está, pero hace que todo se mueva. Es necesaria, pues el pan sin levadura no sube; puede ser que no se «valore», pero sin levadura no hay pan y sin levadura no hay Reino. Los cristianos ¿estamos llamados a ser «levadura en la masa» o actores principales de la obra del mundo?
Cuarta: el tesoro encontrado. (Mt 13, 44). El Reino no es para todos, sino para los que lo encuentran. No hay nada de injusto. No todos están dispuestos a buscar (¡cuántas personas viven tranquilas como están, y no quieren que nada ni nadie les moleste); otros buscan, pero no un «tesoro», sino «baratijas»: se conforman con poco. El Reino es un tesoro tan espectacular y tan definitivo que ‘el que lo encuentra, vende todo para adquirirlo’. ¿Por qué nuestra fe es tan débil? ¿Quizá no hemos encontrado el tesoro o nos conformamos con ‘baratijas’?
Quinta: La perla preciosa. (Mt 13, 45). En este caso no es un tesoro que se encuentra, sino un mercader que tiene buena vista, que es «listo». Quizá otros la vieron pero no se dieron cuenta del valor que tenía. ¿Acaso no conocemos personas que aparentemente son muy sabias pero no saben descubrir la «preciosidad» que tienen ante sus ojos, el Reino de Dios? Apreciar el valor de las cosas es un don de Dios: el Reino hay que saberlo descubrir y apreciar.
Sexta. La red de pesca. (Mt 13,47-49). Creer en el Reino no es creer en ‘pastel para todos’. Jesús no era alguien ingenuo que desconociera el corazón del hombre. Por eso la última parábola nos enfrenta con la realidad: no todos entienden ni aceptan el Reino. No todos son «peces propicios», sino que algunos no son «aptos». San Mateo insiste mucho en su evangelio en la necesidad de obrar conforme a la fe y no contentarse con «buenos propósitos».
Conclusión. El «maestro de la Ley» se hace discípulo (Mt 13,51-52). Jesús se dirige a sus discípulos porque quiere que ellos sean los anunciadores del Reino. Jesús no se queda aquí, sino que concluye con una reflexión dirigida a los judíos que estaban dispuestos a hacerse cristianos. Hay que tomar de lo antiguo y de lo nuevo; hay que escuchar la ley de Dios y hay que dejarse llevar por el espíritu de las Bienaventuranzas.

3.3. Anunciaremos tu Reino, Señor

La oración cristiana es de petición, de súplica, a la vez que de compromiso. Jesús nos dice que, cada vez que recemos, digamos: ‘venga tu reino’. A la vez, por otra parte, una de las canciones pensadas para la asamblea litúrgica o para el pueblo de Dios es precisamente esta: ‘anunciaremos tu reino, Señor’.

(Continuará)