14 septiembre, 2015

LA TEOLOGÍA DE LA CRUZ EN LOS CRISTIANOS DE SIRIA



            Hoy celebramos en la liturgia de la Iglesia católica la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz; popularmente la fiesta del «Cristo de Septiembre». La cruz sigue siendo motivo de burla y  de escándalo, como ya nos lo recuerda san Pablo; de ridículo ilógico e incluso sádico para los laicistas; de fiesta popular para muchos. Para los cristianos de a pie, motivo de espiritualidad; para los cristianos de «frontera y trinchera», patíbulo donde les siguen crucificando realmente, no simbólicamente. No tenemos más que ver las fotos que nos siguen llegando de Siria.

            Mis conocidos y amigos laicistas me dicen que la cruz es un signo que tiene que desaparecer. ¿Por qué les molesta tanto? Quizá porque les recuerda sus orígenes cristianos de los que reniegan: ¡quita esa cruz de ahí!, es lo mismo que decir: ¡no me recuerdes que me bautizaron! Suelen argumentar con todas las barbaridades que se han hecho en nombre de la cruz (cruzadas, inquisiciones, evangelizaciones forzosas...). Reconozco que ya me estoy cansando de tener que pedir perdón una vez más por todas las atrocidades de la Historia de la Iglesia; pero si alguno me lo exige, digo de nuevo: ¡Es verdad, perdón! Otros argumentan que en nombre de la cruz la Iglesia ha predicado un dolorismo que ha provocado frustración, amargura e incluso incapacidad para vivir de forma sana y feliz en muchas personas. También hay mucho de verdad. ¡Perdón de nuevo! Vayamos adelante.
            En los inicios de la Iglesia el mundo del mediterráneo culto estaba habitado principalmente (¡no solo ellos!) por habitantes de cultura grecorromana y de cultura semítica, principalmente la hebrea. Cuando Pablo predica la cruz, ni unos ni otros la aceptan. Los de cultura grecorromana dicen, ¡vaya necedad! ¡Pero qué bobada es esta de que alguien salva muriendo en una cruz! ¡no hemos oído una filosofía más ridícula en nuestra vida! Los judíos, que esperaban la llegada del Mesías de Dios (como lo siguen esperando aún hoy), argumentaban: ¡esto es un escándalo inaguantable! ¡No podemos admitir que al Dios del Cielo, el Todopoderoso, el Santo, muera como un asesino o un delincuente! Lo dicho, Pablo se quedó solo anunciando la muerte de Jesús en la cruz con carácter salvador (1Cor 1,22-24). Pablo anuncia la muerte entregada de Jesús y su resurrección que lleva a la vida plena. Con otros argumentos, hoy muchas filosofías laicistas dicen algo parecido: si el ser humano busca la felicidad, el camino no puede ser el de la cruz. No es un tema cerrado; ahí está.
            ¿Solo argumenta así la filosofía laicista? En absoluto. No faltan personas bautizadas, incluso dicen que son cristianos, que proponen una vida espiritual sin cruz. La cruz les molesta porque no saben qué hacer con ella. Piensan que es un obstáculo para llevar una vida espiritual, para que el cristianismo sea hoy atractivo y atrayente a los ojos del mundo. Hay que limar asperezas con otras espiritualidades para llegar a una espiritualidad global, holística, planetaria… Hay que liberarse de antiguas tradiciones que solo nos provocan peso y enojo. A estos «nuevos cristianos» de «espiritualidad global» lo primero que les sobra es la cruz de Jesús. Les interesa el Jesús sabio, el fraterno, el místico, el Cristo integrador de espíritus diversos… pero no saben qué hacer con el dolor real y con la espiritualidad de la muerte entregada hasta el final.
            La cruz es molesta también, incluso ofensiva, para gente que no tiene planteamientos espirituales de ningún tipo. Espirituales no, ¡pero sí ideológicos! Una anécdota: un amigo mío va el primer día a su puesto de trabajo, en un pueblo de Aragón, no en un lugar extraño. El que le contrata ve que lleva una cruz al cuello y le dice: «Ya te estás quitando eso». Mi amigo le dijo que no pensaba en hacerlo; se plantó. Hoy mi amigo se ha ganado el respeto de todos, y nadie le dice que se quite la crucecita que lleva en el cuello cuando está en su puesto de trabajo. Cosas de la vida.
            La cruz es una dificultad para la teología, y para la espiritualidad. En efecto, ¿podemos decir que creemos en un Dios amor si a continuación confesamos que su Hijo muere en la cruz por obediencia filial a su Padre? La teología se lo plantea, lo discute, y nos dice que sí. Que el verdadero amor solo puede ser oblativo; los demás, los de color de rosa y suave olor, son de «sueños de adolescencia perpetua» y de «papel couché» (esto último lo digo yo, no la teología). La cruz es una dificultad para la espiritualidad, pues si lo que el ser humano busca sin descanso es la «realización» («yo quiero realizarme»), la «felicidad» («yo lo que quiero es ser feliz»), ¿quién se atreve a proponer una felicidad que pase por el dolor, la entrega, la renuncia?
            La teología y la espiritualidad no están hechas para desarrollar nuestras argumentaciones fáciles, débiles y blandas, sino para hacernos preguntas rocosas, para adentrarnos en caminos duros para la experiencia e insospechados para nuestra inteligencia. Para la vida espiritual y para la reflexión teológica hace falta coraje, no cataplasmas que alivien nuestros dolores o carencias.

            Cristo crucificado se presenta ante nuestros ojos. Él es el verdadero icono de la condición humana por partida doble: primero, porque en él se ve de forma patente la violencia y el odio que puede desarrollar el ser humano. Todos los mártires han pasado por la experiencia de la cruz; muchos de ellos literalmente: mártires de Corea, China y de Japón; de Armenia y ahora de Siria. Mártires crucificados. Jesús crucificado es también icono de la verdadera condición humana porque no hay madurez y plenitud si no hay vida vivida, sufrida, perdonada, experimentada, gritada, abrazada y llorada. El llanto por el dolor propio y ajeno nos humaniza. La indignación y rabia por el sufrimiento y la violencia provocada a inocentes nos hace humanos. La decisión de luchar contra cualquier tipo de dolor nos hace fraternos de la gran familia del mundo.
            Fiesta de la Exaltación de la Santa cruz. Oremos por todos las personas que sufren en este mundo. Oremos por los cristianos que hoy son crucificados en Siria e Irak. Oremos para hacer un mundo de perdón y de misericordia. ¡Señor Jesús, ten compasión de nosotros!

Pedro Ignacio Fraile Yécora
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

14 de Septiembre de 2015