CORPUS: UNA
TEOLOGÍA DEL CUERPO
La relación de
los cristianos con el cuerpo siempre ha sido tormentosa, y eso que esta palabra
forma parte muy importante, casi fundamental, de nuestra experiencia religiosa.
Desde pequeños se nos ha ido
metiendo, como si de un «dato
inequívoco» se tratara, que el ser humano está formado de «alma y
cuerpo». Luego, más tarde, nos explican que esta distinción, siendo correcta,
no está exenta de problemas. Por ejemplo: hay que «salvar» el alma, decimos,
pero ¿qué hacemos con el cuerpo? A mucha gente le molesta su cuerpo: los que se
sienten feos; los que no tienen un «cuerpo 10»; los que lo ven como un «carga
pesada», un «impedimento» para llevar una vida conforme a las normas
morales.
¿Soluciones para este problema? Las hay:
para los primeros hay que «cultivar el cuerpo», el ‘body’, como dirían los necios; para los segundos hay que «castigar
el cuerpo», para que «no nos domine». ¿En qué quedamos? Si unos proponen
«soluciones», otros denuncian sus abusos y alertan contra los propagandistas de
uno y otro exceso. Los primeros son acusados de «dar culto al cuerpo», cuando
en realidad sólo se puede dar «culto a Dios»; los segundos son acusados de
«masoquismo», de «castigar el cuerpo en nombre de ideologías». Está claro que,
en ambos casos, una vez más, no se puede «pasar la línea roja».
Hace falta, sin duda, que los teólogos
reflexionen sobre el cuerpo. El cuerpo, de entrada, no es malo, ni pernicioso,
ni un obstáculo. La teología habla de «creación» y de «salvación», y hay que decir
que no hay salvación sin cuerpo, porque el que se salva es el ser humano, y no
hay ser humano sin cuerpo. El ser humano es corporal. El ser humano no vive en
las nubes, sino en la historia y en la geografía: se relaciona con otros y ama;
trabaja y se cansa; disfruta y sufre… todo eso, profundamente humano, no puede
darse sin el cuerpo. Tenemos un pasado, unos recuerdos (familiares, amigos),
unos errores y unos aciertos… la historia de cada uno de nosotros tiene
«fotos», «músicas», «sabores» y «olores»: ¡somos historia con cuerpo!
Desde un punto de vista médico, ¿qué
decir de las enfermedades psicosomáticas? Una úlcera consecuencia de una
angustia permanente; un dolor de estómago que identificamos con 'los nervios'; un dolor de cabeza permanente consecuencia del estrés…
Desde un punto de vista religioso,
cultual, para orar y ponernos en presencia ante Dios el cuerpo tiene mucha
importancia. No podemos rezar cuando estamos alterados o enojados; no podemos
rezar cuando estamos despistados o atolondrados; necesitamos paz, reposo,
silencio… El cuerpo también ora. No podemos hartarnos en una bacanal para
inaugurar un tiempo de penitencia, sino que necesitamos el ayuno.
Desde un punto de vista moral el cuerpo
tiene un papel fundamental. El cuerpo es «objeto de deseo» carnal, pudiendo
llegar a los atropellos, vejaciones, violencias y violaciones, como bien
sabemos. A veces se le ha identificado con el «pecado», como cuando al ver a
una mujer extremadamente bella, el castellano popular exclama: «¡tiene un
cuerpo de pecado!». Hace años, una actriz norteamericana, Bo Derek, se conocía como 'El cuerpo'.
El cuerpo siempre pide más («me lo pide el cuerpo», decimos
coloquialmente): no se sacia ni de manjares, ni de bebidas, ni de placeres
inimaginables… Los «excesos» del cuerpo se pagan ya en nuestra historia de aquí
y de ahora: enfermedades consecuentes directamente de abusos (alcohol, tabaco,
drogas…), accidentes cardiovasculares…De ahí los consejos siempre necesarios de
la moderación, de la sobriedad, de la
prudencia, de la sensatez, de la abstinencia, de la austeridad… que nunca están
de más. Si bien algún simpático hedonista nos recordará ese dicho latino del
«carpe diem!», que los italianos dicen de forma picarona, «sfrutta l’attimo»!;
vamos, de nuevo en castellano de a pie: «¡a vivir, que son dos días!». ¿Cómo no traer a colación la canción de hace unos años que repetía una y otra vez, invitando a bailar y a saborear la letra, este estribillo?: 'Dale a tu cuerpo alegría, Macarena, que tu cuerpo es 'pa' darle alegría y cosa buena...'
Somos personas y somos corporales. Somos
personas y somos historia. Somos personas y tenemos nombres y apellidos: cuando
hablamos de «Pepe» o de «Juan» le ponemos cara, figura, pelo, peso, forma…
somos corporales. Le ponemos carácter, hábitos, manías, virtudes, defectos,
cualidades… somos corporales. Le ponemos ciudad, familias, padres, hijos, somos
corporales.
Volviendo a la fe cristiana, somos
seguidores del «hombre-corporal» Jesús que vivió como humano y del que podemos
seguir sus huellas; que murió en una cruz y padeció la violencia extrema de sus
verdugos (como bien conocemos por las hermosas imágenes de los crucificados que
llenas nuestros pueblos); que resucitó y se apareció y mostró las llagas de las
manos y del costado, indicando que era él en persona, que no era un fantasma.
Para escribir una «cristología» hay que hablar del cuerpo de Jesús, del Jesús
corporal, del Jesús humano. Para hablar de nuestro futuro, el de cada uno de
nosotros, no podemos prescindir de nuestra «corporalidad e historicidad»: nos
presentaremos ante Dios cada uno de nosotros, no una masa humana informe ni historia.
Estamos llamados a ver «cara a cara», personalmente, a Dios en la Resurrección;
no estamos llamados a confundirnos en mil formas distintas en una suerte sin
nombres ni apellidos, de reencarnación.
Mañana es «Corpus Christi» y recordamos
y celebramos precisamente que en la Eucaristía nos deja el sacramento de su Cuerpo
entregado y de su Sangre derramada, por amor, por entrega total y absoluta, por
todos nosotros. Lo dicho: mañana es el Corpus, tenemos que hacer una «Teología
cristiana del cuerpo».
Pedro Ignacio Fraile Yécora, 29 de Mayo de 2013
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