Hoy
es ‘jueves lardero, longaniza en el
puchero’. En Cataluña es ‘dijous
llarder’ o ‘dijous gras’. En algunos sitios se conoce como «día del palmo»,
por el «palmo» de longaniza que se comía en la merienda de hoy, algo extraordinario
en tiempos de hambre o, al menos de penuria. Para los que me leen fuera del
«solar hispánico» o de los que me leen y no conocen los «localismos
lingüísticos», el «palmo» es una medida, al menos en Aragón. Extienda todo lo
que pueda el dedo pulgar y el índice, y la extensión obtenida (mayor cuanto
mayor sea la mano), eso es «un palmo».
Hoy
hay que comer fuerte, con consistencia; principalmente un buen embutido, con
carne de cerdo: longaniza, butifarra o chorizo. Pero que sea de sustancia. ¿Por
qué? No contesto ahora; lo haré unas líneas más abajo.
Estamos
en una sociedad que camina inexorablemente, «velis nolis» (quieras o no quieras), como decían los clásicos
latinos, a vivir al margen de una fe oficial. No es el momento de discutirlo;
solo levanto acta de un hecho.
Sin
embargo, esta sociedad no confesional, necesita de un calendario, como todas.
Ahora es el tiempo de los «Carnavales». Tamaña contradicción; ¿se han dado
cuenta ustedes de que nuestra sociedad celebra solo la mitad del tiempo que se
aproxima? ¿Se ha dado cuenta usted de que asistimos impávidos a un recorte
salvaje del sentido de este tiempo sin que nadie proteste? ¿Se ha dado cuenta
de esta reducción? Así es; los carnavales existen como preludio, anticipo y
contraste con la Cuaresma. Los Carnavales son diversión y la Cuaresma
penitencia. Los Carnavales son desmadre y la Cuaresma recogimiento. Pues bien,
nuestra sociedad se queda con la diversión y el desmadre y echa al cajón del
olvido la penitencia y el recogimiento. Como dice un amigo mío, «con un par…».
Los
clásicos españoles conocían y aceptaban esta división religiosa del tiempo
secular. No olvidemos cómo se entablaba, decían ellos, un combate entre «Don
Carnal» y «Doña Cuaresma». La lengua, que muchas veces nos hace de memoria
colectiva a nuestro pesar, nos guarda estos regalos que a muchos les molesta;
estamos en el tiempo de las «Carnestolendas» o en catalán de las «Carnestoltas»;
o sea, ¡la carne, fuera!, porque es tiempo de ayuno y abstinencia. Esto lo dice
la «sabidurencia» popular, que no yo. Más aún, la procesión del «entierro de la
sardina» es una mofa socarrona que anuncia precisamente el cambio de
alimentación.
Toda
sociedad necesita un calendario de celebraciones. Quitamos conscientemente
todas las religiosas, pero no podemos con la «memoria popular». Así, el jueves
anterior a carnavales, o sea, el jueves anterior al «Miércoles de ceniza» hay
que comer fuerte (Jueves Lardero) inaugurando un «mini tiempo» de excesos, que
se verán cortados drásticamente en Cuaresma.
¿Dónde
está la locura de estas celebraciones? Primero, que los que anuncian Jueves
Lardero y Carnavales, no anuncian ni Miércoles de Ceniza, ni Cuaresma. Segundo,
que ante el peso de una fiesta popular (al menos en los pueblos rurales de
Aragón y Cataluña), como no pueden evitarla, la celebran, pero despojadas de
todo sentido. ¿Por qué comemos hoy un «palmo de longaniza»? Muchos que la
propagan dirán, «pues no sé…» O también, «siempre se ha hecho así».
Jueves
Lardero, calendario laico que denuncia lo que un día fue un calendario
religioso, y que hoy celebramos vaciado de su sentido original. Hay muchos más
ejemplos; con el de hoy, basta.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Jueves Lardero de 2016
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