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Ni indiferencia. El Papa Francisco se
quejaba, cuando se enteró de la noticia, de que para la mayor parte de la
prensa mundial, había sido un hecho más, no noticiable. Se dolía de la
indiferencia. No quiero corregir al papa Francisco, pero sí que quiero decir
con voz clara que la «indiferencia» de muchos de estos medios es solo con
algunos. Es verdad que las Misioneras de la Caridad asesinada no buscaban
aplausos humanos, pero qué menos que se reconozca que han sido asesinadas
cuatro personas que trabajaban con los pobres, y que se condene públicamente.
Dios hace justicia, la suya, la buena, lo sabemos; y con esto nos debería
bastar; pero los humanos también necesitamos que alguien denuncie los
atropellos, los abusos, las injusticias. Estas mujeres han sido asesinadas, y
no podemos quedarnos indiferentes. Como tampoco podemos quedarnos indiferentes
ante otra mujer asesinada hace una o dos semanas en Honduras, por defender
también a los pobres.
La
indiferencia es una segunda muerte. Primero te quitan la vida. Luego te quitan
el derecho a que se reconozca o se diga públicamente que te han matado. Te
esconden, para que no se sepa, para seguir con la gran mentira del «mundo
feliz». Hay que reivindicar la vida y la muerte de estas cuatro mujeres;
reivindicación sin odio, pero sin miedo a que se sepa la verdad.
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Ni silencio. Estamos en un mundo donde
los «medios de comunicación social» hace tiempo que se han trastocado en
«medios de opinión». No dicen lo que hay que decir, sino lo que interesa decir,
o lo que conviene decir. En este campo de opinión, no interesa que se sepa que
han matado a cuatro monjas que trabajaban con los más pobres. Interesa más
pegarle fuerte a la Iglesia católica repitiendo y aireando sus vergüenzas, ¡que
las tiene!: los casos de pederastia, los casos de abusos, los curas
autoritarios etc. Eso que se sepa y se repita; pero si han matado a cuatro
religiosas, ¡ah!, se siente, no es noticia que interese a la gran mayoría.
Es
tremendamente doloroso que cuando asesinaron a los dibujantes del semanario
antirreligioso (anticristiano, antimusulmán y antijudío) ‘Charlie Hebdo’ (¡atención,
no hay que matar a nadie, tampoco a ellos, por mucho que aborrezcamos lo que
hacen o dicen), la gente salió a la calle a gritar: «je suis Charlie», o a
ponerlo en las redes sociales. Yo no salí a la calle ni me adherí a la mayoría mediática
entregada y emocionada por su solidaridad en las redes, porque nunca me he
sentido cercano a personas que se ríen de la fe de los demás. La gente se
escandalizó porque habían asesinado a cuatro, o cinco, o seis, dibujantes: ¡Han
matado la libertad de expresión! Esos dibujantes vivían en París; probablemente
(no lo sé seguro), llevarían una vida burguesa, descreída… que les permitía
hacer broma de todo. ¡Occidente se rasgó las vestiduras porque habían asesinado
a cuatro librepensadores! (repito, nadie puede matar a nadie). Pero me
pregunto: ¿dónde está occidente, el occidente bien pensante, bien comido, bien
dormido…, en el asesinato de estas cuatro mujeres? El silencio es de cobardes.
Yo no quiero guardar silencio. Como eran religiosas, y seguro que agradecen el
poder de la oración, mi plegaria al Buen Dios, por ellas. Doy gracias por su
vida, y en este año de la Misericordia, le pido a Dios que nos enseñe a todos,
a ser más misericordiosos.
Pedro Ignacio Fraile
7 de Marzo de 2016
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