(Guardado en la página 'Homo credens')
Esta
reflexión que sigue nace de una meditación para Cuaresma sobre las Tentaciones
de Jesús, a partir del libro de Benedicto XVI, «Jesús de Nazaret». Son las
páginas 49-71.
Benedicto
XVI nos hace caer en la cuenta, primero, de que Jesús es el Ungido por Dios; y
de que a continuación es tentado. Acaba de ser «revestido» como Mesías, en
conformidad con el Antiguo Testamento (Is 11,2; 61,1) y, sin embargo, no se
libra del tentador:
Los tres evangelios coinciden
en que es el Espíritu el que le lleva al desierto. Podemos pensar que el
desierto es un lugar de penitencia, de recogimiento donde nos separamos de las
cosas no imprescindibles para vivir.
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Pero podemos pensar también que es el lugar donde se da el descenso a los peligros que amenazan al hombre. Si la misión de Jesús es la de salvar, sólo desde la solidaridad con la humanidad amenazada puede hacerlo:
Pero podemos pensar también que es el lugar donde se da el descenso a los peligros que amenazan al hombre. Si la misión de Jesús es la de salvar, sólo desde la solidaridad con la humanidad amenazada puede hacerlo:
‘Jesús tiene que entrar en el drama de la existencia humana –esto forma parte del núcleo de su misión-, recorrerla hasta el fondo para encontrar así a la «oveja descarriada», cargarla sobre sus hombros y devolverla al redil’.
¿Nos
podemos imaginar un Jesús salvador que vive al margen o por encima de la
humanidad dolorida? La solidaridad de Jesús ‘con todos nosotros prefigurada en
el bautismo implica también exponerse a los peligros y amenazas que comporta el
ser hombre (cf. Heb 2,17s.)
Las tentaciones en Mateo y Lucas.
El núcleo de toda tentación. Marcos
presenta un texto muy breve; escueto. Mateo y Lucas, sin embargo, presentan
tres tentaciones. Sin duda que nos hablan de la lucha interior de Jesús por
cumplir su misión, pero a la vez surge la pregunta de qué es lo que cuenta
verdaderamente en la vida humana. Aparece claro el núcleo de toda tentación:
apartar a Dios que, ante todo lo que parece más urgente en nuestra vida, pasa a
ser algo secundario o incluso superfluo y molesto. Poner orden en nuestro mundo
por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias
capacidades, reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y
materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio, ésta es la tentación que
nos amenaza de muchas maneras.
Ahora bien, nosotros
relacionamos espontáneamente la tentación con la vida moral. Solemos entender
la tentación como una llamada seductora a pecar o a satisfacer nuestros deseos
no siempre confesables y defendibles en público. El papa nos hace caer en la
cuenta de que una verdadera tentación no se presenta de forma torpe, sino que
lo hace de forma solapada: por una parte deberíamos hablar de seducción
intelectual, por otra de realismo vital. Una tentación no nos pide directamente
que hagamos el mal, sino que nos invita a cambiar de rumbo, a que tomemos por
fin constancia de la realidad y cambiemos el rumbo de nuestras decisiones.
¿Debemos seguir contando con Dios o debemos expulsarlo de una vez del mundo?
‘La cuestión de Dios es el interrogante fundamental que nos pone ante la
encrucijada de la existencia humana’. Las tentaciones, en el orden que las presenta
san Mateo, son como tres escalones progresivos:
- En la primera se le pide a
Dios que dé pruebas de que es bueno
- En la segunda se cuestiona
la confianza en él.
- En la tercera se plantea,
en definitiva, la necesidad que tenemos de Dios.
Primera tentación : ‘Que Dios nos dé pruebas de que es
bueno’. (págs. 54-59)
‘Jesús, después de ayunar
cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre’ (Mt 4,2). El tentador apela directamente a su condición
de Hijo de Dios: ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes’ (Mt 4,3).
Este texto, nos dice el
Papa, suena a burla a la vez que pide pruebas. En el Antiguo Testamento leemos
cómo hacen mofa del hombre justo: ‘Si es Justo, Hijo de Dios, lo auxiliará’
(Sab 2,18) Pero también nos recuerda el
escarnio que sufre Jesús: ‘Si eres Hijo de Dios baja de la cruz’ (Mt 27,40)
Se le burlan pero a la vez
le piden pruebas para creer en él. Esta exigencia de pruebas le acompañó a lo
largo de toda su vida. Esta petición se la dirigimos también nosotros a Dios, a
Cristo y a su Iglesia a lo largo de la historia: si existes, Dios, tienes que
mostrarte.
Prueba de su bondad. En efecto, ¿qué
es más trágico, qué se opone más a la fe en un Dios bueno y a la fe en un
Redentor de los hombres que el hambre de la humanidad? ¿No es el problema de la
alimentación del mundo y, más general, los problemas sociales, el primero y más
auténtico criterio con el cual debe confrontarse la religión’ (pág 56). Esta crítica que muchos hacen
contra la fe en un Dios bueno, el papa la recoge también como crítica que puede
hacerse de la Iglesia: Si quieres ser la Iglesia de Dios preocúpate ante todo
del pan del mundo, lo demás viene después. ¿Tiene la Iglesia que centrarse en
el desarrollo del mundo y dejar a un lado el anuncio del evangelio?
La trampa del desarrollo sin
Dios. Para el Papa, en un desarrollo que expulsa
conscientemente a Dios ahí está la misma trampa. Muchas veces las ayudas han dejado de lado las estructuras religiosas,
morales y sociales existentes y han introducido su mentalidad tecnicista en el
vacío. Creían poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en
vez de pan (…) No se puede gobernar la historia con meras estructuras
materiales, prescindiendo de Dios. (…) En este mundo hemos de oponernos a las
ilusiones e las falsas filosofías y reconocer que no sólo vivimos de pan, sino
ante todo de la obediencia a la palabra de Dios.
Segunda tentación: ¿Nos podemos fiar de Dios?
La segunda tentación lleva
veneno dentro. Satanás, que conoce la Escritura, cita un salmo de confianza.
Habla de la protección de Dios a todos los hombres: ‘A sus ángeles ha dado
órdenes para que te guarden en tus caminos’ (Sal 91,11s). La segunda tentación
se presenta como un debate entre dos expertos en la Escritura. ¿Cómo hay que
interpretarla?
Después del pan hay que
ofrecer algo sensacional: «panem et circenses». ¿Cómo interpretar los
«circenses»? Dado que al hombre no le basta con la mera satisfacción del hambre
corporal, al querer prescindir del Dios verdadero, tiene que ofrecer el placer
de emociones excitantes cuya intensidad suplante y acalle la conmoción
religiosa. Es querer cambiar a Dios por una caricatura. Es el deseo de conocer
y controlar el misterio de Dios a nuestro antojo, de hacer de Dios un juguete de
quita y pon, de reducir la fe a una serie de creencias de bajo perfil que no
cuestionan ni sirven para nada. Es el intento de manipular a Dios y hacer creer
que en eso consiste la fe: ‘tirate y, como confías, verás que no te pasa nada’.
A Dios se le obliga a
demostrar que es Dios; se le pone a prueba como si fuera una mercancía, debe
someterse a las condiciones que nosotros consideremos. Es la arrogancia de
quien quiere convertir a Dios en un objeto. Jesús no entra al juego del
Tentador y responde: ‘No tentaréis al Señor, vuestro Dios’ (Dt 6,16).
Jesús, desde el Pináculo del
Templo; no salta al abismo. No tienta a Dios, no pone a prueba su confianza.
Jesús confía y obedece desde la cruz. En la cruz desciende al abismo de la
muerte, a la noche del abandono. Al desamparo propio de los indefensos. Pero
esta confianza en Dios a la que la Escritura nos autoriza y a la que nos invita
el Señor Resucitado es algo completamente diverso del desafío de quien quiere
convertir a Dios en nuestro siervo.
Tercera tentación: ¿tenemos necesidad de Dios?
El
diablo le sube a un monte desde donde puede dominar el mundo. Esta, a primera
vista, debe ser aceptada por Jesús, pues el Mesías viene para conseguir un
reino de paz y bienestar en todo el mundo.
Paz y bienestar para todos. El tentador no es tan burdo como para proponernos
directamente adorar al diablo. Lo que propone es decidirnos por lo racional,
preferir un mundo planificado y organizado en el que Dios puede ocupar un
lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros problemas
esenciales. La nueva ‘Buena Noticia’ ya no es el evangelio, sino ‘Camino
abierto a la paz y el bienestar del mundo’.
¿Qué tipo de mesianismo? La tercera
tentación es la fundamental: ¿Qué debe hacer un salvador del mundo? En este
punto tenemos que fijarnos en la Confesión de Cesarea de Filipo, cuando Jesús
le llama a Pedro «Satanás». En el momento crucial, frente a la opinión de la
gente, se manifiesta el conocimiento decisivo de Jesús y comienza a formarse su
nueva familia. Jesús explica que el mesianismo debe entenderse desde el mensaje
de los profetas (el Siervo de Yahveh), y que no significa poder mundano sino la
cruz y la nueva comunidad que nace de la cruz.
Es verdad que el Imperio
cristiano ya no es una tentación, pero interpretar el cristianismo como una
receta para el progreso y reconocer el bienestar común como la auténtica
finalidad de todas las religiones, también la cristiana, es la nueva forma de
la misma tentación.
Esta tercera tentación se
encubre tras la pregunta: ¿qué ha traído Jesús si no ha conseguido un mundo
mejor? ¿No debe ser este, acaso el contenido de la esperanza mesiánica? ¿Si
quería ser el Mesías, no debería haber traído la edad de oro?
Jesús nos contesta a
nosotros como le contestó a Satanás, lo que más tarde le explica a Pedro:
ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación en
absoluto. El reino humano permanece humano, y el que afirme que puede edificar
el mundo según el engaño de Satanás, hace caer al mundo en sus manos.
Jesús es el Rostro de Dios. Aquí
surge la gran pregunta que acompaña a lo largo del libro: ¿qué ha traído Jesús
realmente, si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo
mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es
muy sencilla: Ha traído a Dios que se había ido revelando poco a poco en
Abrahán, en Moisés en los profetas.
Ahora conocemos su rostro, ahora podemos invocarlo. Jesús ha traído a Dios, y
con él la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino.
La causa de Dios parece
estar siempre como en agonía. Sin embargo se demuestra siempre como la que
permanece y salva.
En la lucha contra Satanás
ha vencido Jesús frente a la divinización fraudulenta del poder y del
bienestar, frente a la promesa mentirosa de un futuro que, a través del poder y
de la economía, garantiza todo a todos. Jesús contrapone la naturaleza divina
de Dios, Dios como auténtico bien del hombre.
Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza,
quien a Dios
tiene nada le falta
sólo Dios basta.
(Teresa de Jesús)
Pedro Ignacio Fraile Yécora
Cuaresma 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
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