‘EL AMOR NO PASA NUNCA’. LO DEMÁS ES PASAJERO
Ha fallecido la semana pasada en Zaragoza Francisco María López Melús. Biblista, sacerdote, profesor. Algunos lo conocerán por sus libros sobre las Bienaventuranzas. Su muerte ha pasado casi desapercibida. Yo me enteré de casualidad. La vida no es justa; nunca lo ha sido; ha habido demasiado silencio en torno a un buen sacerdote y un buen conocedor de la palabra de Dios.
Recuerdo que en mi época de estudiante hice un
trabajo sobre el capítulo 13 de Corintios en la asignatura que él nos daba en el
seminario, Escritos Paulinos: el himno al amor. Ese texto que escuchamos en las
bodas, que algunos preguntan entusiasmados de quién es por lo bonito que es, y
se quedan luego como desengañados, musitando un «¡ah!» cuando se les dice que
es de san Pablo:
El amor es paciente, afable;
no tiene envidia;
no presume ni se engríe;
no es mal educado ni egoísta;
no se irrita; no lleva cuentas del mal;
no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin límites, cree sin límites,
espera sin límites, aguanta sin límites.
El amor no pasa nunca.
(Pablo de Tarso en una carta a los cristianos de Corinto)
Estamos en tiempos de «movimientos». Para algunos
son «terremotos», para otros «temblores»; esto es según la apreciación, como la
botella «medio llena o medio vacía». ¿Por qué digo esto? Por muchas razones.
Mirando de casa para adentro (vamos a llamar «casa» a la «vieja Europa»)
tenemos los movimientos secesionistas. Léase Escocia y Cataluña; léase Flandes,
Bretaña; y léase también el país «artificial» que es la Padania del norte de
Italia. Algo se mueve bajo los pies.
Si miramos más allá de las fronteras europeas, nos
encontramos de nuevo con las tensiones no resueltas entre Ucrania y Rusia
(algunos dicen que habría que decir U.R.S.S., pues parece querer resucitar su
reciente pasado de poder omnímodo). Si echamos la vista al Próximo Oriente (no
me gusta decir «Medio Oriente», que es una designación norteamericana, pues
para ellos es «Medio», pero para los europeos es Próximo), vemos cómo aquello
es un polvorín. Lo del ‘Estado Islámico’ no es ninguna tontería. Yo no soy
experto en el tema, pero algo conozco del lugar por mis viajes y mis lecturas.
Creo que no hay que tomárselo a pitorreo; y no sólo porque los yihadistas asesinen a los cristianos
(niños incluidos), sino porque el radicalismo islámico tiene hondas raíces y se
extiende con facilidad en un mundo muy desestructurado.
Parece que todo cambia, que todo está en
movimiento, que nada hay estable. Las convicciones más antiguas y más asentadas
parece que son permeables, dúctiles, porosas. ¿De verdad que no queda nada de nada estable bajo los pies? Retomo
aquí a san Pablo, su carta a los Corintios, y al viejo profesor que la
explicaba, Don Francisco María López Melús. Leemos y escuchamos con atención: «¿El don de profecía?, se
acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará» Nos quedan tres cosas: fe, esperanza y amor. La
más importante es el amor. Es palabra de Dios, no palabra de hombre.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
19 de Septiembre de 2014
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