Hoy, día 5 de noviembre, las Congregación de las
Hermanas de la Caridad de Santa Ana están de fiesta. Celebran el aniversario del
nacimiento de María Ràfols, su fundadora. Este mujer, catalana de nacimiento,
aragonesa de vida entregada en los Sitios de Zaragoza (es Heroína de los
asedios de la capital aragonesa en la guerra de la Independencia contra los
franceses), destacó por su generosidad en la misericordia y su valentía en la
contienda, poniéndose al lado de los heridos, pobres, mutilados y enfermos. Es
una «heroína de la caridad» hasta el extremo, incluso hasta la muerte.
La espiritualidad de la hospitalidad es
profundamente bíblica. Abrahán da hospedaje a los tres hombres/ángeles, sin
preguntar quiénes eran, porque iban de camino. Ellos le anuncian que su esposa,
Sara, iba a engendrar y que su descendencia sería como las estrellas del cielo
y la arena de la playa. Abrahán les acogió, les hospedó, y Dios se le reveló.
La viuda de Sarepta acoge al profeta Elías que iba
de camino. Es más, le da todo lo que tiene, sabiendo que el pan de la artesa y
el agua de la alcuza se acababan sin remedio. Elías no deja sin recompensa la
generosidad límite de esa mujer.
Muchos otros ejemplos bíblicos de hospedaje al
peregrino podríamos buscar. Damos un paso más. La Sagrada Escritura revela la
teología de la «escucha». Dios le dice a su pueblo que tiene que «escuchar». La
oración judía por excelencia es el «Shema», primera palabra de la oración que
dice «Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios»; los piadosos judíos la siguen
recitando al comenzar el día y al acostarse, cuando están en casa y cuando se
ponen de viaje.
Para hospedar hay que acoger, y al que se acoge,
hay que escucharlo. Si se acoge a Dios, hay que escuchar a Dios. No se le puede
«hospedar» sin atenderle: quién es, qué espera, qué propone. La escucha es una
apertura radical al «otro», y ese «otro» no soy yo mismo, sin Dios. La oración
no salir de mí para regresar a mí, sino salir de mí para escuchar a Dios. La
espiritualidad de la hospitalidad es espiritualidad de la escucha de Dios.
En el evangelio, Jesús nos propone una imagen
tremenda, inusual, provocadora. Habla de un juicio en el que «las naciones»
están convocadas. La sorpresa es que el rey-juez toma la decisión conforme a la
actitud que cada persona tiene con los más desfavorecidos: encarcelados,
pobres, desvalidos y enfermos. Cuando se acoge a uno de estos más pequeños, a
Jesús mismo se le acoge. De nuevo aparece la «acogida del otro», la
«hospitalidad» con los débiles como punto crucial en el encuentro con Jesús.
Dicho de otra forma: el «otro» no es un «hostes» (en latín enemigo), sino un
«hospites» (en latín, un «acogido»). La espiritualidad cristiana, con el texto
de Mateo en la mano, es la de la «hospitalidad»
y no de la «hostilidad».
Nuestro
mundo carece de misericordia; no tenemos más que ver las continuas imágenes que
aparecen en todos los medios de comunicación social (ejecuciones de inocentes
indefensos; filas interminables de refugiados que huyen de la barbarie,
hambrunas solucionables etc.). La novedad cristiana está en que esas personas
«necesitadas», no son «enemigos/hostes», sino «acogidos/hospites». Es más, en
el rostro de todo ser humano pobre y débil, vemos el rostro del Señor Jesús.
María Ràfols es testigo de caridad y de
hospitalidad. Sus herederas hoy son testigos de la «acogida» al misterio
siempre insondable y siempre presente de Dios en nuestras vidas, el «dulce
huésped del alma» y de la caridad con los necesitados más débiles. ¡Feliz día
de fiesta a todas las Hermanas de Santa Ana!
Pedro Fraile
5 de Noviembre de 2015