El
evangelio de hoy acaba con una voz en ‘off’ que dice: ‘la gente estaba admirada
de las palabras de Jesús, porque
enseñaba con autoridad, y no como los escribas’. Siempre me ha llamado
la atención este final del evangelio, que se puede leer de forma independiente
del texto que le precede, y que da juego por sí mismo. Por otra parte, es un
texto vivo, de una actualidad sorprendente. Hagamos un repaso rápido: ¿qué
autoridad nos merecen hoy muchos políticos (digo ‘muchos’ para evitar el
‘todos’). ¿Qué autoridad merecen hoy los banqueros? ¿Y los jueces? ¿Y los
curas? Citamos las personas relevantes en la sociedad, sin decir nada de otros
estamentos totalmente marginales, en quien muchos descabezados confían:
curanderos, arribistas, brujos, visionarios, trepas y ladrones de cuello
blanco.
Uno
de los problemas de nuestra sociedad, dicen los sesudos analistas, es que se ha
quitado autoridad a los que de verdad deben tenerla: padres, maestros, médicos,
educadores, catequistas (esto último lo digo yo). Es tremendo y preocupante
cuando, en uno de esos programas de televisión que tocan la obscenidad con su
mano, vemos a adolescentes que se rebelan con insultos e incluso agresiones
contra sus padres. Es tremendo, injusto y preocupante cuando un padre o madre
se atreven a insultar, o incluso agredir, a los maestros y profesores de sus
hijos. Lo mismo: es tremendo, injusto, preocupante y suicida cuando un
descabezado (o descabezada), se revuelven contra las enfermeras y médicos con
amenazas de denuncia porque no le han tratado bien. Es de una obscenidad
inigualable cuando la chusma se revuelve contra todas las monjas porque han
aparecido casos (sin duda delitos) de una religiosa que en un momento de la
dictadura española abusó autoritariamente contra madres solteras y les quitó el
hijo (casos de los bebés robados): ‘fuera, todos son iguales, gritan’.
Hagamos
la pregunta: ¿quién tiene autoridad en esta jungla? ¿A quién escuchamos? ¿Quiénes
son nuestras referencias? ¿Qué riesgo corremos cuando desvestimos de autoridad
a quienes legítimamente las tienen que detentar y ejercer? Léase padres/madres;
maestros/profesores/educadores; médicos/enfermeras; jueces; y también
sacerdotes y religiosos/as?
En
medio de esta ceremonia de la confusión, de donde nadie sale bien parado,
aparece con luminosidad una frase del evangelio: ‘la gente estaba admirada de
sus palabras, porque enseñaba con
autoridad, y no como los escribas’. Jesús sí que tenía autoridad; Jesús sigue
teniendo autoridad.
Hoy
es San Cirilo de Alejandría, Patriarca de Alejandría (Egipto) en los siglos de
la naciente Iglesia. Los nuevos guionistas de la historia le echan en cara su
carácter autoritario y agresivo (lo descalifican para quitarle su autoridad).
Sin embargo, a él le debemos implorar a María como Madre de Dios (Theotokos),
defendiendo con tenacidad esta confesión de la fe, frente al patriarca de
Constantinopla (Nestorio). Se trataba de una cuestión no menor, que ahora no es
el momento de abordar. Nos quedemos con esto: San Cirilo hizo valer su
autoridad y hoy seguimos rezando el «Avemaría»: ‘Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros’.
Recuperemos
el sentido de la ‘autoridad’ en nuestra vida (no autoritarismo, ni autocracia,
ni autismo). Jesús tenía autoridad, y los evangelios se felicitan por ello.
Pedro
Ignacio Fraile Yécora
27
de Junio de 2013 – San Cirilo de Alejandría
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