Acabo de regresar de Tierra Santa. Ayer por la
noche, día de san Ignacio de Loyola, concluíamos una peregrinación de amigos.
La habíamos iniciado en pleno conflicto de Gaza (para muchos «guerra», para
otros «acción de castigo», para otros «masacre» o incluso «genocidio»), que a
día de hoy sigue abierto e imprevisible.
No voy a hablar en este
breve artículo de lo que está pasando allí porque no soy un especialista en
política internacional, y aunque tengo mi visión y mi opinión propia, no creo
que este sea el lugar para hacer un análisis detallado de la situación, de los
motivos de las partes, de los verdugos y de la víctimas. No me inhibo,
simplemente no lo hago por la complejidad y seriedad del tema. No se puede
trivializar.
Sin embargo, no puedo
silenciar una petición que me hicieron unos amigos cristianos de Belén. No digo
los nombres para no comprometerlos. Son un matrimonio joven con tres hijos menores de edad. Estuvimos hablando un buen rato, y lo último que me pidieron fue:
«por favor, explica qué está pasando en Belén; que lo sepa todo el mundo;
tienen que saberlo».
Belén es para el
imaginario infantil, evocación de las fiestas de la Navidad; para los
cristianos, misterio de amor y de pobreza, de encarnación de nuestro Dios, el
«Dios con nosotros»; para los políticos de este mundo, un lugar «caliente» de
enorme intensidad en el Próximo Oriente. Para los judíos, el lugar donde «nació
el rey David» y uno de las ciudades de la tribu de Judá; para los palestinos musulmanes,
tierra irrenunciable de la que se van apoderando ante el éxodo de los
palestinos cristianos y ante la explosión demográfica de las familias
musulmanas… ¿Para los cristianos de Belén?
Los cristianos de Belén se
mueven en el dilema de ser «extranjeros en su tierra y entre los suyos». Para
la mayoría musulmana (hace muchos años Belén era de mayoría cristiana; hoy se
han cambiado de forma irrevocable las tornas), los palestinos cristianos tienen
como única salida el convertirse al Islam. Pero ¿por qué una familia que es
cristiana, y vive con alegría su fe tiene que renunciar a ella por presiones?
Para el estado judío son «palestinos», sin distinguir si son cristianos o
musulmanes. Los cristianos de Belén son una minoría que les estorban a todos.
En la conversación que
mantuve con mis amigos me insistían en que «aquí no tenemos futuro»; «no hay trabajo, no podemos salir de aquí» (Belén
está aislado por el Muro y por los controles - «check point» - militares que rodean
la ciudad y sus aledaños). ¿Qué futuro les podemos dar a nuestros hijos? Se
crían entre muros; no conocen nada del exterior; vivimos bajo presiones
continuas; ¿en qué trabajarán sin o hay industria? La única solución es marchar…
Aún más grave. En la
conversación salió el tema de los cristianos de Irak que están siendo obligados
a convertirse o a salir de sus casas so pena de muerte. La noticia de las
ejecuciones de cristianos de Irak por
parte de uno de los grupos islamistas más radicales, que han llegado incluso a
constituir un nuevo «califato», han llegado a Belén. Me decían: «tenemos miedo;
si el fundamentalismo yihadista de Siria e Irak se extiende aquí, tendremos
también que dejar nuestras casas y salir huyendo…». Y, ¡sorprendentemente!, añadieron: los únicos que nos protegen de estos fundamentalistas islamistas
(aunque no lo hagan por eso, ni es lo que buscan), es el ejército de Israel.
¡Paradojas de la historia y de la política! La guerra de Israel contra Hamas y
los fundamentalistas, de forma indirecta, sin que lo pretendan, sirve para
contener la expansión del movimiento del califato del Norte (Siria-Irak) y para
proteger a los atemorizados cristianos de Belén. Me decían: «si la cosa se hace
insoportable, dejaremos todo… y también nosotros nos iremos». Insistían:
«decidlo, que se sepa en Occidente».
Yo lo digo. Los cristianos de occidente vivimos
muy tranquilos; podemos hacer profesión de nuestra fe sin que nos cueste nada.
Una fe «sosa», «aguada», «light», que puede caer en el aburrimiento, en el
desencanto, en el tedio, en el sopor, en la apatía… Este mismo año pregunté
en una charla a un grupo de profesores, en un colegio religioso: ¿estaríais
dispuestos a pasarlo mal por mantener vuestra fe? Uno de ellos, dijo sin medias
tintas, en voz alta y clara: «¡yo no!».
Oremos, recordemos, tengamos muy presentes a todos
los cristianos perseguidos por profesar la fe de Cristo… entre ellos, con mucho
cariño, a los cristianos de Belén.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
1 de Agosto de 2014
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