Revisando en estos días de la beatificación de Pablo VI los trabajos antiguos recogidos en el ordenador, he encontrado esta recensión de los principales puntos de la 'Evangelii Nuntiandi'.
La comparto con vosotros, por si a alguno le interesa. Sigue siendo una reflexión de una categoría teológica y evangélica única.
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RECENSIÓN DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
‘SOBRE LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO’
(EVANGELII NUNTIANDI)
(EVANGELII NUNTIANDI)
DE PABLO VI
(Recensión de Pedro Ignacio Fraile)
Preámbulo
§ 5 ‘La presentación del mensaje evangélico no constituye
para la Iglesia algo de orden facultativo (…). Sí, este mensaje es necesario.
Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni
sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza de la revelación’. (…) Es la
verdad.
(I) DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA
IGLESIA EVANGELIZADORA
Jesús, primer evangelizador
§ 6 San Lucas define en una sola
frase toda la misión de Jesús: ‘porque para esto he sido enviado’ (Lc 4,43).
§ 7 Jesús
mismo, evangelio de Dios (Mc 1,1; Rom 1,1-3)
§ 10 Este
reino y esta salvación cada uno debe conquistarlos con la fuerza (…). Pero ante
todo mediante un cambio interior que el evangelio designa con el nombre de
«metanoia».
Signos evangélicos
§ 12. Al centro de todo el signo al que Él atribuye una
gran importancia: los pequeños, los pobres son evangelizados, se convierten en
discípulos suyos, se reúnen en su nombre en la gran comunidad de los que creen
en él.
La evangelización, vocación
propia de la Iglesia
§ 14. Queremos confirmar, una vez más, que la tarea de la
evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la
Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad
actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha
y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para
evangelizar.
Vínculos entre la Iglesia y
la evangelización
§ 15. Evangelizadora, La Iglesia
comienza por evangelizarse a sí misma (…) La Iglesia siempre tiene necesidad de
ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para
anunciar el evangelio.
- La Iglesia es depositaria de la
Buena Nueva que debe ser anunciada (…). El contenido del evangelio y, por
consiguiente, de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente
y precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo.
- Enviada y evangelizada, la Iglesia
misma envía a los evangelizadores (…). A predicar no a sí mismo o sus ideas
personales (2 Cor 4,5), sino un evangelio del que ni ellos ni ella son dueños
(…), sino ministros para transmitirlos con suma fidelidad.
La Iglesia, inseparable de
Cristo
§ 16. Existe un nexo íntimo entre
Cristo, la Iglesia y la evangelización. (…) Es conveniente recordar esto en un
momento como el actual, en que no sin dolor podemos encontrar personas que van
repitiendo que su aspiración es amar a Cristo, pero sin la Iglesia; escuchar a
Cristo, pero al margen de la Iglesia. ¿Cómo es posible, siendo así que el más
hermoso testimonio dado a favor de Cristo es el de Pablo: «amó a la Iglesia y
se entregó por ella» (Ef 5,25).
(II) ¿QUÉ ES EVANGELIZAR?
Renovación de la humanidad
§ 18. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar
desde dentro, renovar a la misma humanidad. Pero no hay humanidad nueva si no
hay, en primer lugar, hombres nuevos, con la novedad del bautismo (Rom 6,4).
Evangelización de las
culturas
§ 20. La ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda
alguna, el drama de nuestro tiempo. Las culturas deben ser regeneradas por el
encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a cabo si la
Buena Nueva no es proclamada.
Importancia primordial del
testimonio
§ 21. La Buena Nueva debe ser
proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. El testimonio (silencioso)
constituye una proclamación clara y eficaz de la Buena Nueva. Hay en ello un
gesto inicial de evangelización.
Necesidad de un anuncio
explícito
§ 22. Sin embargo, sigue siendo
insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará impotente si no es
esclarecido, justificado –lo que Pedro llamaba ‘dar razón de vuestra esperanza-
(1 Pe 3,15), explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. La
Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser, pues, tarde o temprano,
proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera mientras no
se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio
de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
La Iglesia no tiene más que una
preocupación: ¿a quién enviar para anunciar el misterio de Jesús? ¿En qué
lenguaje anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y llegue a todos
aquellos que lo deben escuchar?
§ 23. El anuncio no adquiere toda su
dimensión más que cuando es asimilado como una adhesión del corazón. Adhesión a
las verdades, pero aún más, al programa de vida –vida transformada- que él
propone.
En el dinamismo de la
evangelización, aquel que recoge el evangelio como Palabra que salva (Rom 1,16;
1 Cor 1,18), lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales: adhesión a
la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta
adhesión, por la gracia que confieren.
§ 24. Finalmente, el que ha sido
evangelizado, evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de
toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra
y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que a su vez da
testimonio y anuncia.
(III) CONTENIDO DE LA
EVANGELIZACIÓN
Un testimonio de amor al
Padre
§ 26. Evangelizar es, ante todo, dar testimonio de una
manera sencilla y directa de Dios, revelado por Jesucristo mediante el Espíritu
Santo. (…) Para muchos es posible que este testimonio de Dios evoque al Dios
desconocido (Hch 17,22-23); pero este testimonio resulta plenamente
evangelizador cuando ponen de manifiesto que para el hombre el Creador no es un
poder anónimo y lejano: es el Padre: «Nosotros somos llamados hijos de Dios, y
en verdad lo somos» (1Jn 3,1; Rom 8,14-17).
Centro del mensaje: la
salvación en Jesucristo
§ 27. La evangelización debe
contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo se ofrece la
salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de
Dios. No como una salvación inmanente, sino como una salvación trascendente,
escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su
cumplimiento en la eternidad.
§ 28. La evangelización no puede por
menos de incluir el anuncio profético de una más allá, vocación profunda y
definitiva del hombre. (…) Es urgente la predicación de la búsqueda del mismo
Dios (…) a través de ese signo visible que es el encuentro con Dios que es la
Iglesia de Jesucristo, comunión que se expresa mediante la participación en
esos otros signos de Cristo, viviente y operante en la Iglesia, que son los
sacramentos (…). Porque la totalidad de la evangelización, aparte la
predicación del mensaje, consiste en implantar la Iglesia, la cual no existe
sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristía.
§ 29. La evangelización no será
posible si no tuviera en cuenta la interpretación recíproca entre el evangelio
y la vida concreta.
§ 31. Entre la evangelización y la
promoción humana –desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy
fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre hoy que hay que
evangelizar no es un ser abstracto sino un ser sujeto a los problemas sociales
y económicos.
Lazos de orden teológico, ya que no
se puede disociar el plan de la creación del plan de la Redención que llega
hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de
injusticia que hay que instaurar.
§ 32. Muchos cristianos generosos han sentido
con frecuencia la tentación de reducir (la salvación) a una perspectiva
antropocéntrica. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más
profunda.
§ 33. Acerca de la liberación que la
evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que
decir:
- no puede reducirse a la simple y
estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe
abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al
Absoluto, que es Dios.
- va, por tanto, unida a una cierta
concepción del hombre, a una antropología que no puede nunca sacrificarse a las
exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto
plazo.
§ 34. (La Iglesia) reafirma la
primacía de su vocación espiritual, rechaza la sustitución del anuncio del
reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su
contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la
salvación en Jesucristo.
§ 35. La Iglesia asocia, pero no
identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe (…)
que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el
desarrollo para que llegue el reino de Dios.
§ 36. Aun las mejores estructuras, los sistemas más
idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas
del hombre no son saneadas, si no hay conversión de corazón y de mente.
§ 37. Debemos decir que la violencia no es cristiana ni
evangélica y que los cambios bruscos o violentos de las estructuras serán
engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad
del pueblo.
§ 38. La Iglesia se esfuerza por inserir siempre la lucha
cristiana por la liberación en el designio global de salvación que ella misma
anuncia.
La
liberación que proclama y prepara la evangelización es la que Cristo mismo ha
anunciado y dado al hombre con su sacrificio.
(IV) MEDIOS DE EVANGELIZACIÓN
§ 40. Este problema del cómo evangelizar es siempre actual.
A nosotros pastores incumbe el deber de descubrir con audacia y prudencia,
conservando siempre la fidelidad al contenido, las formas más adecuadas y
eficaces de comunicar el mensaje evangélico a los hombres de nuestro tiempo.
§ 41. El primer medio de evangelización consiste en un
testimonio de vida auténticamente cristiana (…). El hombre contemporáneo
escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si
escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio. (…) Será sobre todo
mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo,
es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y
despego de los bienes materiales, de libertad frente a los pobres del mundo, en
una palabra, de santidad.
§ 42. No es superfluo subrayar la importancia y necesidad
de la predicación: ‘¿Cómo creerán si nadie les predica? La fe viene de la
audición de la palabra de Cristo. Esta ley, enunciada un día por san Pablo,
conserva hoy todo su vigor.
El hombre
moderno, hastiado de discursos, se muestra con frecuencia cansado de escuchar
y, lo que es peor, inmunizado contra las palabras. (…) El tedio que provocan
hoy tantos discursos vacíos no deben disminuir el valor permanente de la
palabra ni hacer perder la confianza en ella. La palabra permanece siempre
actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios.
§ 46. Conserva toda su validez la transmisión de persona a
persona ¿hay otra forma de comunicar el evangelio que no sea la de transmitir a
otro la propia experiencia de fe?
La función de los sacramentos
§ 47. La evangelización no se agota con la predicación y la
enseñanza de una doctrina. Aquella debe conducir a la vida: a la vida natural a
la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre;
a la vida sobrenatural, que no es una negación, sino purificación y elevación
de la vida natural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los
siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que
contienen.
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