Todos mis hermanos, y yo incluido, estudiamos en el colegio de las 'Anas' de Tarazona. Hoy es su día, y desde mi atalaya un recuerdo cariñoso y agradecido a todas ellas (muchas amigas) y a su gran labor por el evangelio con los más pobres.
Añado unas palabras que he encontrado sobre santa Ana y San Joaquín, patronos y protectores de la congregación. Una palabra en tres pasos:
- Palabra viva
- Palabra tajante
- Palabra esperanzadora
PALABRA VIVA
Estamos recordando la figura de santa
Ana. La recordamos por ser la madre de la Virgen María.
De Santa Ana no tenemos documentos que nos hablan de ella, pero sí dos
testimonios labrados en piedra: una iglesia en Jerusalén y otra en Séforis. La
de Jerusalén nos recuerda que María desde jovencita estuvo consagrada a Dios,
viviendo cerca del Templo. La segunda nos recuerda sus orígenes en Galilea. De
una u otra forma podemos imaginarnos a la joven María siendo educada por sus
padres.
- La fe cristiana tiene como punto de
partida personajes históricos,
que
han vivido y que han sido modelo de vida. Como nos ha dicho la primera lectura
Israel recordaba y celebraba a sus hombres de bien, que para ellos se reflejaba
en ser fieles a la alianza.
- La fe cristiana es histórica, celebra un recuerdo, pero sobre todo
es para nosotros. Así lo dice la bienaventuranza del evangelio: ‘dichosos
vosotros’. No nos serviría de nada si celebráramos un pasado glorioso y
estuviéramos muertos, sin vida.
PALABRA TAJANTE
En el día de santa Ana la primera
lectura hace un elogio de los grandes personajes de Israel. Y nosotros podríamos hacer también el elogio de la gente
buena de nuestro pueblo: nuestros mayores, nuestros padres. Decir de ellos que
nos enseñaron a trabajar, a rezar, a querernos, as ser solidarios, a ser gente
de bien.
Pero la pregunta no es quiénes fueron
o en qué destacaron, sino si su ejemplo me provoca a que yo sea honesto. La
palabra de Dios cuando la escucho con un corazón grande, sin prejuicios,
provoca. mi vida.
PALABRA ESPERANZADORA
¿Dichosos por qué? Porque hemos
conocido a Jesús. El texto del evangelio nos recuerda la centralidad de
Jesucristo. Muchos profetas y muchos justos vivieron con la esperanza de que
Dios iba a enviar a su Mesías. San Joaquín y santa Ana fueron sin duda de estos
hombres justos. Pero siendo rectos en su obrar, no conocieron a Jesús.
Nosotros tenemos esta suerte y esta
responsabilidad. Suerte porque la fe cristiana ilumina nuestra vida y la llena
de sentido; responsabilidad porque es como una planta tierna que se debe cuidar
para que florezca.
No sabemos si santa Ana tuvo la dicha
de conocer a su nieto Jesús; nosotros sí, y lo debemos vivir con un profundo
gozo.
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