Tengo un sobrino que es un portento. Tiene tres
años y ya hace rigurosas y agudas percepciones que a la mayoría de la gente
mayor se le escapan. Estábamos ayer en la sobremesa con el consabido tema del
«papá Noel» y de los «reyes magos». Él participaba, pues nos explicaba que el
día 24 venía «papa Noel». En una de sus intervenciones tuvo un «lapsus linguae»
y dijo que el «día 24 venía Micky Mouse». Yo solté una sonora y nada disimulada
carcajada y dije en voz alta: «esto es lo mejor que he oído en mucho tiempo».
Los mayores nos hemos ido
tragando, unas veces de forma inocente, como si no tuviera miga la cosa, y
otras de forma consciente (alternativa «laica» a la navidad cristiana), que el
día 24 viene «papá Noel». Hemos ido
cediendo el protagonismo al «icono» vacío, feo, que dice un mensaje «provocador»
(¡ho, ho, ho!), y que incita a una alegría extraña, rara (¡hay que comer mucho
y beber mucho, y consumir mucho porque viene él!), y nadie ha levantado la voz.
Como decía un señor no hace mucho, en uno de esos «gags» ingeniosos, que ya no había
que cantar «¡Oh blanca Navidad!», sino «¡Oh laica navidad!».
Hace unos quince o veinte
años en todas las cadenas y en todas las
revistas nos recordaban machaconamente que las culturas antiguas
celebraban en estos días el solsticio de invierno, y que indicar el día 25 de
diciembre para el nacimiento de Jesús tenía que ver, sobre todo, con la celebración
pagana romana del «Sol Invictus». Era una «apropiación ilícita» por parte del
cristianismo de una fiesta pagana y natural. Mucha gente buena se quedaba
consternada ante estas noticias y pensaba si la «Iglesia les había engañado». ¡Falta
de cultura religiosa, una vez más, y falta de saber dónde está lo importante y
dónde lo secundaria! ¡Seguimos confundiendo la luna con el dedo que apunta a la
luna! Confundimos la novedad única y salvífica de la Encarnación de Dios, con
el día puntual de un calendario, que es un cálculo humano variable
culturalmente.
El mundo del «marketing» es
más listo y más práctico que los sesudos boicoteadores de la navidad cristiana.
No hay que entrar en el mundo de la confrontación religiosa, no. Hay que
proponer una navidad alternativa. Haremos un precioso programa:
Primero: cambiaremos el
nombre. Ya no será «Navidad» (que significa «nacimiento», de Jesús, se
sobreentiende), sino serán las «Fiestas». En inglés «Christmas», que nadie lo
entiende. Yo no sé por qué me felicitan las «fiestas», con lo bonito que es
decir «Felices Pascuas» o «Feliz Navidad», que es más claro.
Segundo: cambiaremos el
icono o los iconos. Ya no se pondrán «belenes», ni «niños Jesús», sino que
pondremos una nueva imagen, simpática, simple, facilona de imitar y de dibujar
por los niños, universal, que sirva para todas las culturas, que se pueda disfrazar
un mayor sin sentir vergüenza, y sobre todo, que invite a comprar muchas cosas.
Este segundo cambio les está costando más, por lo menos en la «España de a
pie», en las casas donde los abuelos aún tienen una palabra que decir, que eso
de no poner el «belén» estos días, no se concibe. ¡Además, con los belenes tan
bonitos que tenemos todos en casa! Uno, o más de uno…
Tercero: cambiaremos sobre
todo el mensaje. Hablaremos del «espíritu de la navidad», que nadie sabe en qué
consiste. Como dicen algunos, «nada con sifón». Hay que estar contentos, hay
que hacer fiesta, hay que hacer regalos, hay que darse abrazos, hay que …
Venden humo, mucho humo, una «humera», o humareda que alcanza todo el mundo (menos
las zonas islámicas recalcitrantes y peligrosísimas), pero ¡es un humo que se
vende muy bien! El mensaje cristiano del «Dios con nosotros», o de «Dios que se
encarna», o del «Dios que nace pobre, en las afueras, con los marginados», es «muy
duro», está pasado, es «obsoleto», «es antiguo» y no sirve para vender. ¿Qué es
eso de que «Dios se hace pobre con los pobres»?
Cuarto: Sobre todo,
haremos las grandes fiestas del consumo. Hay que comprar mucho, aunque no haga
falta. Como oí hace mucho tiempo, el consumo es «comprar cosas que no necesitamos,
con el dinero que no tenemos, para agradar a gente que no nos importa». Algún
lector ya me está tirando de las orejas, lo noto, pues me dirá que «si no hay
consumo, ¿cómo habrá recuperación económica?». Otro me dirá: «¿qué pasa?, que a
ti no te compran nada o que tú no compras nada a nadie?». No es eso, no es eso…
Vamos, que nos han
fabricado unas «fiestas» para «niños grandes» (todos somos un poco, aunque no
lo reconozcamos), para hacernos olvidar la dureza y tremendidad del mensaje
cristiano: ¡Dios se hace hombre! ¡Qué barbaridad más necia! ¡Qué insensatez!
¡Serán mentecatos los cristianos diciendo semejante necedad!
Mi sobrino, con sus tres
años, se ha dado cuenta de que las nuevas fiestas tienen mucho de «dibujos
animados» para adultos, y dijo ayer mismo, después de comer, que «el día 24
venía Micky Mouse».
Yo invito a los que aún
creemos en las cosas insensatas de la fe cristiana, que celebremos la sorpresa
de Dios que ha cambiado la historia: en el niño de Belén está «Dios con
nosotros». ¡Felices Pascuas!
Pedro Ignacio Fraile Yécora
22 de Diciembre de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
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