En la fiesta de San Mateo os ofrezco, por si os puede
interesar, una «Lectio divina», unas preguntas para trabajar y una oración. Las
he tomado de mi último libro, de este año (2016) ‘Misericordia con todos y para
todos. Conmovido, salió a su encuentro’, editado por PPC.
1. Lectio divina: La vocación-conversión de Leví (Mt 9,9-13)
‘Sígueme. Él se levantó
y lo siguió’ (Mt 9,9)
Mateo 9,9
«Cuando se marcharon de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo,
sentado en la oficina de impuestos, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y lo
siguió. 10 Después, mientras estaba sentado a la mesa en casa de Mateo, muchos
publicanos y pecadores vinieron y se sentaron con él y sus discípulos. 11 Al
verlo los fariseos preguntaron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro
con los publicanos y los pecadores? 12 Lo oyó Jesús y les dijo: No necesitan
médico los sanos, sino los enfermos. 13 Entended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios; yo
no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Lectio. La escena se sobreentiende que
tiene lugar en Cafarnaún, ciudad pesquera juna al Lago de Genesaret, lugar
donde reside Jesús en períodos intermedios en su anuncio del reino. Unos versos
antes Mateo nos dice que Jesús había cruzado el lago y fue «a su ciudad» (Mt
9,6). Cafarnaún es zona obligada de paso para los que transitan con mercancías
en dirección a Damasco; por allí pasaba la «Via Maris», calzada transitada,
protegida por los soldados romanos. En Cafarnaún había una oficina de
recaudación de impuestos, y su encargado estaba considerado como
colaboracionista con la política opresora romana y como pecador por parte de los
religiosos.
Vocación de san Mateo de Caravaggio. Iglesia de san Luis de los Franceses. Roma |
Meditatio. Estamos en un evangelio
«trampa», pues bajo la aparente amabilidad de la escena de una conversión y de
una vocación (sin duda ambas gozan de nuestra plausibilidad), y de la
reprobación de los insidiosos y molestos fariseos, se traza una incisiva
pregunta directa que no queremos ver. Los lectores de hoy nos debemos situar
entre los espectadores de entonces: ¿acaso no diríamos nosotros, desde nuestra
óptica bien pensante, lo mismo que los fariseos? ¿De verdad aceptamos que una
«persona de bien» tenga tratos con indeseables? ¿No solemos juzgar con dureza a
personas de mala fama?
En el mundo de
los juicios de unos sobre otros, nos solemos situar por lo general en el lado
de los que «actúan correctamente». Tenemos la razón de nuestra parte y nos
permitimos someter a juicio tanto las actuaciones como las personas. Jesús
llama al seguimiento no a una persona respetable y reconocida por todos, sino
todo lo contrario: llama a un pecador público; una persona mal vista por su
colaboración con la explotación económica de la gente sencilla mediante los
impuestos. En una situación regularizada, Mateo debe ser juzgado severamente;
no se entiende que Jesús se siente a comer a su mesa; menos aún que le llame a
su seguimiento.
La escena de
la vocación de Mateo se puede actualizar en las situaciones de personas
excluidas del mundo bien pensante, que sin embargo se encuentran con Jesús y
cambian radicalmente de rumbo ante la sorpresa de unos y la incredulidad de
otros. La pregunta incisiva que todo cristiano debe responder es. ¿Creo que una
persona puede cambiar sinceramente de vida? ¿Creo en el poder transformador del
encuentro con Jesús? Dicho de forma más
tajante: ¿creo que es posible la conversión? ¿Me alegro cuando una persona
alejada de Dios da un giro radical a su vida?
Oratio. La dureza de mi corazón, mis
juicios temerarios, mis encuadres de personas, son la principal dificultad para
abrirme a ti, Señor. Transforma mi corazón, limpia mi mirada, lava mi boca,
para que nunca sea un juez severo de mis hermanos. Que sepa alegrarme cuando
una persona se acerca a ti para seguirte.
Contemplatio. Traemos a nuestro corazón
a tantas personas que han sido juzgadas por la sociedad o por nosotros mismos
como «indeseables». Repasamos sus vidas con mirada de misericordia; pedimos
perdón por los juicios severos que hemos arrojado contra ellos; pedimos a Dios
que nos transforme el corazón para aprender a mirar siempre a toda persona como
a un hijo amado de Dios y a un hermano.
Miramos
nuestro interior y contemplamos nuestra vida de discípulos. ¿Cómo y cuándo me
encontré yo mismo con Jesús? ¿Estoy feliz de ser discípulo suyo o es una carga?
¿Me alegro cuando una persona se encuentra con Jesús?
2. Para trabajar
1) Para
relacionarnos con los demás, primero debemos tener clara nuestra identidad:
quién soy yo. A veces la preocupación por el «yo» impide abrirnos a otros. ¿Qué
significan palabras como «egolatría», «egoísmo», «egocentrismo»? ¿Cuáles son
sus términos contrarios?
2. Para trabajar
2) Las
personas debemos vivir en paz con nosotros mismos; no podemos engañarnos.
Debemos alcanzar una coherencia entre lo que decimos y lo que pensamos. ¿Por
qué es fundamental ser coherente y honesto en la vida social? ¿Y en la vida
religiosa?
3) Las
personas somos relacionales y necesitamos relacionarnos con otros. ¿Podemos
aceptar un planteamiento de vida centrado en uno mismo? ¿Podemos entender la fe
en Dios sin abrirnos a él y su misterio?
4) ¿Entiendes
la fe en Dios como un camino a recorrer, como un proceso a seguir, o como unos
datos que aceptar? ¿Tenemos que recorrer todos el mismo camino o hay distintos
caminos para llegar a Dios?
5) ¿Qué es la
conversión? ¿Tiene que ver con ponerse en camino? ¿Tiene que ver con la
coherencia? ¿Tiene que ver con aceptar en tu vida a otro, a Dios?
3) Oración
«CAERSE DEL CABALLO» (Hch 9, 1-9)
Iba montado en el caballo de mis seguridades.
Llevaba las riendas de mi montura con soltura
al menos eso creía-
En mi ceguera y soberbia te perseguía.
Pero te apareciste, Señor,
y me derribaste de un golpe certero.
¿Quién eres? Sólo me atreví a decir
Quise resistirme con coces alocadas,
sin mirar hacia dónde se dirigían.
Pudiste más, y tu marca ha quedado en mí
¡para siempre!
¿Qué debo hacer? – fue mi pregunta-
¡Levántate! ¡Sé honesto! ¡Camina!
Pedro Fraile
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