Supongo que para la mayoría de
vosotros, los que leéis estas líneas, esta foto no dice nada. Dos ‘blancos
europeos’ con una familia de ‘inditos’. Sin embargo a mí esta foto me dice
mucho.
Esta foto me dice que son dos
curas aragoneses. Antonio Martínez, el barbudo, es de Teruel, la ciudad mudéjar
que “también existe”. José Antonio Satué, ‘Satu’ para los amigos, es de Sena,
de la provincia de Huesca. Como canta el grupo aragonés Amaral, «son mis amigos…»
Me dice que los dos son alumnos
del CRETA (Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón); allí compartimos
ratos de estudio, de clases, de hacer amigos de los buenos. Los dos listos, muy
listos. Los dos enamorados del evangelio de Jesús. Los dos con ‘finezza’ para
oler por dónde va la Palabra de Dios. Y con agudeza para llegar hasta sus
últimas consecuencias. Antonio con ímpetu y poderío aragonés; José Antonio con
humor aragonés (en Aragón a este humor inteligente, que acierta y pone el dedo
en la llaga, pero que no hace daño, se llama «somarda»).
Esta foto me dice que los dos
llevan a su tierra en el corazón, pero que no son ‘cortos de mira’, que no se
quedan en el cruce de las carreteras de sus pueblos. Ellos son de pueblo, del
pueblo, de «sus pueblos», pero no son «pueblerinos» (que es un término feo y
peyorativo). Su corazón es grande y sus ganas de vivir son muchas, con todos,
con toda la humanidad.
Me dice que la Iglesia es grande
y pequeña. Satu está al servicio de la Iglesia en una encomienda en la Santa Sede,
en la Ciudad del Vaticano; y sabe que la Iglesia está formada por la gran
humanidad que ama a Dios, que pone en su corazón a Jesús, y que vive con pasión
la vida diaria. Antonio está al servicio de los pobres en la Iglesia de
Ecuador. Dejó las frías y altas tierras de Teruel para adentrarse en el corazón
de América y compartir su fe en Jesús con los pobres de allí.
La Iglesia no es lo que nos
cuentan esas películas que ponen por las teles de todo el mundo, con monseñores
bien peinados, de aviesas intenciones, y de pensamiento ruin. La Iglesia no es
ese conjunto de ancianos de otra época, casposos y cascarrabias, con ganas de
amargar la vida. La Iglesia es la comunidad de creyentes en Jesús, que viven el
día a día, allí donde estén, con los pobres y con los que trabajan con honestidad;
con los limpios de corazón y con los coherentes en medio de todo; con los que respetan
y con los que escuchan sin argumentos falaces y retorcidos.
Antonio y José Antonio, maños,
curas, amigos. Un fuerte abrazo.
Pedro Fraile
Te has pasado 4 pueblos pero está tan bien escrito y rezuma tanto cariño que sólo puedo decirte GRACIAS
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