Lo primero de todo, cuidarme
en salud. Con este titular no pretendo una mofa de la Biblia, nada más lejos de
mí, sino proponer una nueva «clave» de lectura. En realidad es la «clave» de siempre, puesta en palabras y
estilos actuales. La idea no es mía,
sino que me la ha proporcionado Carmen cuando comentó una de las últimas
entradas de este blog: ‘Jesús: una revisión dolorosa, personal y
necesaria’. Carmen decía que al comenzar
a leer mi post parecía que estaba viendo «Cuéntame». Yo pensé… ¡has dado en el
clavo! ¡la Biblia tiene formato de «cuéntame»!
Recordemos, o
expliquemos para los lectores que no son de España, que en la televisión
española ha triunfado una serie que narra los últimos cuarenta años de nuestra
vida de una forma amena y simpática a la vez que rigurosa. Una voz en «off» va
narrando en primera persona (en dos o tres momentos de cada capítulo, si no
sería insoportable) los recuerdos de un muchacho y de su familia, los Alcántara;
comienza en la infancia, pasando por su adolescencia, juventud… Con este hilo
narrativo se repasa toda la historia de España, sus costumbres sociales, sus
principales hechos históricos, sus miedos y sus devociones. Por ahí pasa el
comienzo de la democracia en España, la movida madrileña, la Iglesia católica y
sus cambios, la mili obligatoria, el golpe de Estado del ’23-F’, el tremendo
problema de la heroína a finales de los 80... todo. Los que lo vemos nos
identificamos con la forma de vestir (yo también llevé pantalones cortos por
encima de la rodilla, calcetines altos y flequillo recto, y «trenka» en
invierno); nos identificamos con las canciones, con los carteles de las primera
elecciones democráticas… En realidad no es un formato original de los productores
españoles, sino la adaptación de un formato de la televisión norteamericana
‘Aquellos maravillosos años (The Wonders Years)’ que triunfó en todas las
televisiones occidentales entre 1988 y 1993. La idea es muy sencilla: conseguir que el
espectador se sienta protagonista: «esto lo viví yo»; es «mi historia»; es «mi
vida» y «me reconozco».
Hay una segunda clave
fundamental para lo que quiero explicar: gusta a todos, también a los que no lo
vivieron. Una sobrina mía de diez años me decía que la veía siempre. Yo le
dije, ‘pero si tú no lo viviste, si no lo puedes entender’; ‘ya, pero así veo
cómo erais vosotros’, me dijo. Esta segunda clave es de una enorme importancia.
Cuando queremos
explicar cómo leer la Biblia, nos volvemos locos intentando que nuestra buena
gente comprenda qué son los «géneros literarios» para que no separen la «forma»
como se cuenta, de la «verdad» que se transmite. Una «narración» es verdad; una
«poesía» es verdad; un «oráculo profético» es verdad; una «parábola» es verdad…
La gente se nos vuelve tarumba con tanto «género literario».
La Biblia sigue un
formato «Cuéntame» porque sigue la historia de un pueblo y va contando todo lo
que le pasaba: lo bueno y lo malo. Hay varios personajes que no siguen un guión
marcado, sino que se salen por donde menos piensas (¡es la vida!). Cada
capítulo te puede sorprender con situaciones inimaginables (¿quién pone puertas
al campo?). Las soluciones tampoco son evidentes. El «cuéntame» es un drama en
el que no hay que inventar argumentos raros, sino sólo «contar» lo que pasaba.
La Biblia no habla tampoco de cosas raras, sino que sólo «cuenta» lo que le
pasaba a un pueblo llamado Israel.
Esta idea que explico a
vuelapluma la han desarrollado los estudiosos de forma compleja. Hablan de la
«Historia del Deuteronomista», y de la «Historia del Cronista»; explican que
incluso podríamos leer los primeros nueve capítulos de la Biblia (desde el
Génesis hasta el segundo libro de los Reyes), como si de una narración continua
se tratara. La Biblia hay que leerla como si fuera una «serie» de muchos
capítulos; se pueden entender a veces «sueltos», pero es mejor leerlos todos
seguidos.
En la Biblia aparece
Noé, un hombre anciano con cara de bonachón, con el arca llena de animales,
dando una segunda oportunidad a la humanidad… También hizo algo importante:
¡fue el primero que cultivó una viña y que hizo vino! Luego aparece Abrahán,
persona seria, íntegra, de esos a los que no se les puede llamar nunca la
atención, que cumple su palabra aunque su hijo único le vaya en el intento…
Jacob es el hombre que ningún padre querría para su hija: pendenciero,
tramposo, caradura, listo… pero un personaje que se lleva a todos de calle… Es
el tipo listo… que dará origen y nombre al pueblo de Israel. Por el contrario,
José es el joven que todos los padres querrían para sus hijas: bondadoso,
formal, con porvenir… Me da pena el pobre Moisés; Dios le fastidió la vida:
primero le saca de su casa y de su familia para que se vaya a dar la tabarra al
faraón en una misión casi imposible (como en las películas de acción
norteamericanas); luego se pasa toda su vida en el desierto guiando a una gente
insoportable que no hacía más que protestar; para colmo… no entra en la Tierra
prometida (¿no os da pena Moisés?). Sansón es un gigantón que se deja seducir
por los encantos de Dalila. David es un truhán, un político listo, un militar
sin escrúpulos, un seductor de hermosas mujeres… que llega a ser el «rey
triunfador» por excelencia; a día de hoy nadie le quita su primacía mundial.
Elías tenía mal genio; se tomaba tan en serio la religión judía que estaba
siempre luchando contra los herejes y contra los paganos. Tobías es sinónimo de
«hombre bueno» y Jonás de «intolerante recalcitrante» ¿Qué decir de las mujeres
de Israel? Unas son celosas de su primacía como Sara; otras listas como Rebeca;
madres y esposas amantes como Raquel; buenas, trabajadoras y generosas como
Ruth; líderes en la batalla como Débora; íntegras ante la calumnia como Susana…
Cuando el creyente lee
la Biblia con los ojos apropiados dice: «esta es mi historia». Porque, querido
lector: ¿conoce usted a personas serias y formales como Abrahán? ¿conoce usted
a caraduras listos y triunfadores como Jacob? ¿a personas que siempre están
defendiendo a Dios como Elías? ¿conoce usted a trabajadores que no ven su fruto
como Moisés? ¿a personas con un corazón sin fronteras como Ruth? Además, todas
esas personas eran creyentes; porque la Biblia no se puede leer sin la fe en
Dios.
Una tarea para todos…
aprendamos a leer la Biblia como esa gran narración del paso de Dios por
nuestras vidas, como lo sabe hacer la exitosa serie de televisión.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
11 de Junio de 2013
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