13 junio, 2013

¿QUÉ NOS QUEDA CUANDO NO NOS QUEDA NADA? (San Antonio de Padua)


¿QUÉ NOS QUEDA
CUANDO NO NOS QUEDA NADA?
(San Antonio de Padua)


            Malos tiempos para la lírica. Malos tiempos para la economía. Malos tiempos para las familias. Malos tiempos para los parados de edad media y para los que buscan su primer empleo. Malos tiempos para los que sueña con su primer contrato laboral. Malos tiempos para los estudiantes de «carreras» que han dejado de ser «carreras».

Las noticias no dejan de ser preocupantes; ayer mismo en la radio enlazaron más de ocho casos seguidos de corrupción en los políticos, mandatarios y delincuentes de «cuello blanco» sólo en España; y el locutor añadió que únicamente citaba algunos casos, los más señalados ¿Qué nos queda? Si salimos de España, también en esta semana que aún no ha acabado, nos desayunamos con tres noticias preocupantes. En los Estados Unidos de América ha salido un joven cerebrito respondón (tiene sólo 29 años) que trabajaba para la CIA y ha contado al mundo la red de espionaje informático que tienen montada con el beneplácito del gobierno; el joven, lógicamente, se ha perdido intencionadamente en Hong Kong; China mira a otro sitio; una infinidad de agentes lo están buscando… No se trata de una entrega de «Rambo», sino que es verdad. ¿Qué nos queda? Si nos vamos a los antiguos enemigos de los EE.UU, la gran Rusia, asistimos sorprendidos a que al chiquitín de Putin le da por ser «Zar», ¿por dónde nos saldrá este enigmático y peligroso personaje? ¿Qué nos queda? En Grecia se lo toman a las bravas; la civilización que dio origen a la democracia nos regala ¡un cierre sin avisar de la Radio Televisión pública! ¿Qué nos queda cuando no nos queda «casi nada»?

Sería demasiado fácil decir que «nos queda Dios». Eso lo podemos decir sólo los creyentes, y no todos, porque más de uno se lo pensaría. La hermosa y recurrida frase de Santa Teresa, «sólo Dios basta», hay que pensarla, meditarla, rezarla y pronunciarla con los labios y con el corazón. Bueno, ¡al menos nos queda la religión como aliciente o sedante! Respecto a esto último también quiero decir algo. El otro día, viendo una película  «serie B o C», entre sueños de siesta, de esas que ponen los sábados por la tarde después del telediario, el protagonista se estiró con un «la religión es el opio del pueblo» que no venía a cuento. «¡Bueno!, pensé dando un bote en el sofá, el guionista ha querido meter con calzador bien un trauma personal, bien los recuerdos de una lección de filosofía de su juventud». Desde luego que estaba «fuera de onda» y «fuera de época», porque hoy estamos asistiendo en este mundo complejo y cambiante a un renacimiento de las formas religiosas. Que se lo digan, si no, a la expansión creciente del Islam, también en Europa, o a los despistados occidentales que dan la espalda al cristianismo y buscan socorro espiritual, como náufragos, en Oriente.

La religión, bien entendida, es saludable. Esa es la tesis que defiendo. También digo que la religión, mal explicada y mal asimilada, puede ser fuente de más de un trauma difícil de superar, porque la religión toca los fundamentos de la persona… y hay cosas que es mejor no tocar, o tocarlas con cariño, sentido común y mucho, mucho tiento.

En esta sociedad tan extraña a sí misma, tan diversa y retorcida, tan plural y a la vez tan conservadora en según qué cosas, nos sorprenden manifestaciones populares religiosas. Hoy es San Antonio de Padua. En muchas iglesias de España, Italia, Portugal (recordemos que los portugueses lo reclaman como santo propio, San Antonio de Lisboa)… hoy miles de personas irán a los santuarios de San Antonio. ¿Por qué es tan popular? Recordemos las tradiciones: San Antonio es bueno para buscar novio (las mozas casaderas recurren a él); es famoso por su caridad con los pobres (el «Pan de los pobres» es anterior a cualquier ONG); por último, es muy recomendable para encontrar cosas perdidas. Como soy hombre acostumbrado a resumir conceptualmente los fenómenos que observo diré que San Antonio es bueno para el amor, para el sustento diario y para la esperanza. ¿Qué más podemos pedir en nuestras sencillas vidas que alguien nos quiera, que podamos alimentarnos con honestidad y que mantengamos viva la ilusión y la esperanza?

San Antonio era un buen franciscano que entusiasmó a los hombres y mujeres de su tiempo. Esta es mi oración: San Antonio, ayúdanos a crecer en el amor; a compartir nuestros bienes y a ser personas de esperanza. ¿Qué nos queda cuando no nos queda nada? La fe, la esperanza y el amor.

 

Pedro Ignacio Fraile Yécora. 13 de Junio, San Antonio de Padua.

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