A las horas en que escribo estas palabras están
enterrando a Edilio en su pueblo natal, Épila, en la provincia de Zaragoza.
Edilio era un buen cura, atípico, de los que
gustan o no gustan. Era profundamente espiritual sin adentrarse en los mundos
de la «new age». Creía en Dios y hablaba de Jesucristo. Celebraba la
Eucaristía, con intensidad; cerraba los ojos, hacía largos e intensos
silencios, como para dejar que el Espíritu hablara. Muchas personas querían hablar con él; le buscaban,
y él les hablaba de Dios, de Jesús, de María, del Evangelio. Sus retiros eran
una «lectio divina» que previamente había orado, había rumiado, y había pasado
por el corazón hasta poder pronunciarla luego con los labios. Mucha gente se
las pedía, e incluso algunos las coleccionaban.

Edilio hacía muchos años que estaba muy enfermo,
de los riñones; siempre cuidando con las comidas y vigilando sus horas de descanso;
pero ha fallecido, casi sin esperarlo, medio de repente, a causa de un tumor
cerebral.
He buscado una foto en las redes sociales, y sólo
he podido rescatar un dibujo de los suyos. Seguro que habrá más, pero este es
suficiente. Un rostro humano y el Espíritu Santo. En tiempos duros es necesario
volver al Espíritu para que sea él quien nos consuele, nos dirija y nos
ilumine.
Edilio, te vas con la sensación de haber tenido
una conversación pendiente contigo. No te digo, «hasta siempre», o menos aún «hasta
nunca», sino «hasta el cielo». Los que nos movemos en esta tierra con la mirada
y el corazón puestos en Dios creemos que tenemos muchas conversaciones aún por
hablar, muchos ratos con los que gozar, muchos recuerdos que volver a pasar por
el corazón. Dile al buen Dios, amigo Edilio, que en este pedazo de tierra
aragonesa, entre el Jalón y el Ebro, entre el Moncayo y el Pirineo, hay buena
gente que sigue esperando y confiando en él.
Pedro Ignacio Fraile Yécora
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
3 de Marzo de
2015
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