Puede ser un
juego de palabras que riman; la verdad es que da mucho juego. Hay muchas formas
de celebrar la navidad: la «natividad» cristiana; la «bajada por la chimenea de
P. Noel»; el «solsticio de invierno»; la eclosión del «consumismo». ¿Qué tienen
que ver con la «piedad». Empecemos por la última y lleguemos a la primera.
Nuestra
contradictoria sociedad «neo» (neoliberal, neocapitalista, neoconservadora,
neoconsumista) necesita del gasto hiperactivo y compulsivo de sus miembros. La
semana pasada fui a uno de estos templos modernos donde se adora al dios
consumo. Evidentemente no digo el nombre; para no meterme en problemas y para
no darle propaganda. Era impresionante. Tiendas espectacularmente montadas
donde había buena iluminación, música adecuada, chicas y chicos dependientes
monísimos (algunos de ellos hablaban en chino y en ruso, pensando en los
clientes orientales y eslavos que frecuentan con despliegue de dinero fresco el
lugar). Había de todo, mucho, reluciente, explosivo. La gente cargaba con
bolsas brillantes en las que no se disimulaba la marca («supermarca»), con un
rictus de felicidad conseguida a golpe de billetera en sus labios. Pregunta
¿qué tiene que ver la «navidad de las marcas» y de los «gastos sobreabundantes»
con la «piedad a manos llenas» a la que hemos sido convocados en estas fechas?
Nada. ¿Lo digo otra vez? Nada. No hay por dónde buscar un hilo conductor que
una a las dos. Por favor, que alguien diga, y que le escuchen, que la adoración
al dios consumo no tiene nada que ver con el nacimiento de Jesús. Es verdad que
los ideólogos de esta cultura consumista no son tontos, y nos venden a la vez,
para calmar nuestra mala conciencia, maratones de solidaridad: «Usted puede ser
insolidario todo el año; basta con que se acuerde de los pobres y necesitados
unos días al año (en Navidad) y será salvo», parece que dice este mensaje.
Los que
propugnan un regreso a las culturas precristianas (atención, que esto no es
ninguna tontería, pues lo hacen muy en serio), reivindican costumbres naturales
y paganas para oscurecer el acontecimiento cristiano. Unos reivindican
tradiciones locales de los agricultores, pastores o habitantes de la tierra
previas a la irrupción cristiana (troncos bajados de la montaña repletos de
chucherías o pastores que vuelven cada año por estas fechas con regalos). Hay
que conseguir unas fiestas de la naturaleza (solsticio de invierno), asegurando
regalos (troncas, pastores etc.) y con celebraciones populares no religiosas.
¡Esto es lo nuestro, parece que dicen, basta ya de la invasión de los
cristianos! ¿Qué tiene que ver todo esto con la piedad de la Navidad? Nada.
Quienes reivindican esto nos quieren retrotraer a un mundo limpio de las
tradiciones religiosas vaciándolo de valores «no naturales», «importados» e
«impuestos». No nos engañemos, la piedad/misericordia/compasión, no es natural.
Es «contra natura». Por eso hay que convertirse a ella, y hay que aprender a
ser misericordiosos, porque no nos brota de forma espontánea. La Navidad
cristiana trae la compasión, y esto puede ser «extraño e impuesto».
El Papá Noel
tiene otras connotaciones. Es un invento para sustituir a Jesús. Así es, y el
que no lo quiera ver, que se compre unas gafas. No podían quitar a Jesús a
cambio de nada. Se inventaron a este señor que no sirve para nada, que no tiene
ningún mensaje y que no aporta nada, ni bueno ni malo. Nada. Como «icono» es
perfecto: un color reconocible (el rojo), un personaje facilón (risueño y
bondadoso), no tiene mensaje (así no molesta a nadie), y que llega por una
chimenea después de un largo viaje en trineo (una historia curiosa, nada más).
Eso sí, que trae regalos. ¿Qué tiene que ver con la piedad? Nada. El Papá Noel
no habla ni de piedad, ni de amor, ni de perdón. Nada. ¿No nos damos cuenta de
que nos han colado una figura inútil y falsa y que encima le damos propaganda
año tras año? ¡Pobre sociedad occidental, qué ciega es!
La última
referencia de estas fechas es la Navidad cristiana. Una historia que es real,
¡Jesús es un personaje de la historia, no un mito!; la navidad cristiana nos
refiere las circunstancias por las que pasó una familia pobre, que vio cómo
nacía el hijo a las afueras de una ciudad; que tuvo que huir como unos
refugiados políticos para que no les matara el cruel rey Herodes. Una historia
de ternura que nos revela el corazón de Dios. Una historia del desplegarse
gratuito de Dios, porque él quiere, para que los pobres y pecadores entren en
una dimensión nueva de riqueza y de perdón: no la que da el mundo, sino la que
da Dios. En Belén la misericordia se hace humana. Esto es lo que hay. Que cada
uno decida qué Navidad quiere celebrar.
Pedro Fraile
21 de Diciembre de 2015
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