La
portada de la última revista «Charlie Hebdo» con motivo del primer aniversario
del atentado de París contra esta publicación es terrible. Una imagen
representa la figura de un anciano, con triángulo, cara de cólera, con la túnica
ensangrentada y con un «kalasnikov» a la espalda. Se supone que representa a
Dios. No es una simple ofensa, es mucho más. Querría detenerme en algunas
reflexiones sobre lo que está pasando, a mi juicio, con la fe en Dios, que no
es ni tema banal ni a dejar pasar como si nada.
La
imagen de un «dios terrible y cruel»,
desgraciadamente, ha formado parte de nuestra «mochila cultural». En mi
experiencia como profesor de Sagrada Escritura y de «charlista», de forma
constante he tenido que responder a la pregunta de si hay que creer en el Dios
violento que aparece en el Antiguo Testamento. O, peor aún, de si es el mismo
Dios el que se revela en el Antiguo Testamento y en Jesús. Un tema nada baladí,
sino muy importante porque afecta a la unidad de la revelación de la Escritura
y a nuestra misma fe en Jesús como Dios. A veces, después de haber estado
hablado en una conferencia del tema que me habían propuesto durante una hora,
alguien me preguntaba sobre el «dios violento» y veía cómo todo mi esfuerzo
había resultado casi inútil. En dos o tres minutos de respuesta no podía
responder a una idea que el pueblo llano lleva «metida» en su cabeza como un
mantra a repetir.
Es
verdad que la catequesis de los últimos decenios ha querido cambiar el rumbo de
esta imagen insistiendo en el «Dios Padre», en el «Dios amor», pero ¡queda
tanto camino por recorrer y tantas generaciones por cambiar su imagen de Dios!
Con un hilo de desilusión me pregunto ¿llegará el día en que no tengamos que
explicar que Dios no es vengativo, ni cruel, ni violento, porque los creyentes
vivamos con normalidad que es Dios-amor?
La
portada de la revista «Charlie Hebdo» es de todo menos ingenua. Tiene muy mala
leche. Como decimos popularmente «tira a dar»; pero «no tira a dar» porque sí,
sino que sabe lo que quiere. Apunta al «Dios monoteísta». Todos sabemos que los
atacantes fueron unos islamistas radicales unidos al ISIS, pero a ellos les da
lo mismo. Para ellos fueron unos «que creían en Dios»; por eso dibujan a un
Dios que se parece más a la imagen cristiana del Dios anciano (con triángulo,
la Santísima Trinidad, que los musulmanes no admiten), que al Dios-Alá de los
musulmanes que no se puede dibujar, ni diseñar, ni mencionar indirectamente con
unos trazos. Los enemigos para ellos son todos los que creen en Dios. Repito,
no es ninguna tontería.
No
es para tomárselo a broma porque hace tiempo que algunos intelectuales proponen
acabar con la fe en un Dios personal y trascendente (el del
judaísmo-cristianismo-Islam) porque es violento, porque no se puede conciliar
con la libertad humana (pensamiento de la Ilustración) y buscan una
espiritualidad sin Dios personal. Ellos saben que el ser humano es «espiritual
en sentido amplio», por eso proponen métodos de autoconocimiento, de
autoexploración, de concentración, de meditación… pero no religiosos. Para
ellos la religión (entendida como «religación» con Dios) es perjudicial, es
mala; por eso proponen fórmulas alternativas para que la gente viva tranquila
(o eso pretenden), en una «finitud aceptada serenamente» pero sin Dios.
Otros
proponen una vuelta al paganismo; esto es, a las religiones naturales previas
al cristianismo, al que consideran como una «religión invasiva importada». Los
mitos del mediterráneo son más alegres, más divertidos, no culpabilizan. Las
religiones monoteístas (judaísmo-cristianismo-islam) hablan de pecado, de
culpa… ¡hay que acabar con ellas y hay que volver a la felicidad precristiana!
Repito, no es ninguna tontería. ¿Cuántas propuestas de regreso a cultos
ancestrales celtas, íberos o montañeses; o simplemente cultos al fuego, a los
árboles y plantas conocéis que se van abriendo de nuevo camino entre nosotros?
La pregunta es ¿tanto esfuerzo de evangelización para volver a una cultura
pagana sin Dios?
Hace
muchos años, más de veinte, escuché al entonces obispo de Sigüenza-Guadalajara,
don José Sánchez, que había sido durante muchos años capellán de emigrantes
españoles en Alemania. Le preguntaron sobre los musulmanes; él respondió que
los «adversarios de los cristianos, no eran los musulmanes, sino los ateos».
Ahora lo entiendo. Yo me entiendo mejor con un musulmán que reza a Dios/Alá,
que con los dibujantes de «Charlie Hebdo» que lo dibujan con un kalasnikov.
El
tema es muy complejo. Mucho más de los que podemos pensar y escribir en pocas
líneas. Entre otras cosas porque los cristianos de Siria e Irak tienen el
riesgo real de desaparecer del todo, como ya pasó en Turquía y en el norte de
África, por avance del Islam. O sea, que no es para decir simplicidades. A modo
de ejemplo. De las cinco sedes patriarcales que dan origen a la Iglesia, cuatro
han desaparecido por completo: no tienen presencia cristiana. Las enumero: Sede
de Jerusalén (mayoría musulmana); Sede de Antioquía en Siria (cristianismo a
extinguir); Sede de Alejandría en Egipto (cristianismo a extinguir); Sede de Constantinopla
(hoy Estambul, en Turquía, cristianismo extinguido). Solo queda de la
«pentarquía inicial» la sede patriarcal de Roma con una mayoría cristiana. Esto
es así, guste o no.
En
nuestra querida España, o lo que va quedando de ella, la religión cristiana va
en franco retroceso. El análisis sería muy complejo. Por una parte una
evangelización muy deficiente en amplias zonas (se bautizaban a los nacidos, pero
no se catequizaba); por otra parte un «rebote» de amplias capas de la población
de hace cuatro o cinco décadas a una religión nacional-católica impuesta y
unida al franquismo; hoy en día destacamos un entreguismo generalizado a la
cultura dominante, evitando así la sorna de algunos «modernos», donde «ser católico»
es en importantes foros y reuniones motivo de risa, incluso de desprecio no
disimulado: «¿aún sigues yendo a misa?». No podemos dejar a un lado la
confusión de la «tradición» con lo «casposo»: la fe cristiana bebe de la
tradición (¡dos mil años de cristianismo!), pero no por ello es ni retrógrada
ni casposa. Tampoco podemos dejar a un lado el intento de muchos grupos
variopintos de derechas y de izquierdas (sí, he dicho bien, de derechas que
dicen que la religión es algo privado, y de izquierdas que la quieren echar del
ámbito público a cualquier costa) de eliminar cualquier tipo de expresión
religiosa pública o de su enseñanza.
Preguntas:
¿serán nuestros hijos más humanos y mejores ciudadanos si hundimos para siempre
en el baúl de los recuerdos la religión? ¿Podremos explicar la historia de la
humanidad sin referencia a la religión? ¿Sabremos dar un sentido pleno a la
vida, o presentar de forma coherente y creíble motivos para vivir en medio de
contradicciones y culpas sin la religión? ¿No mutilamos a la persona quitándole
conscientemente de una parte muy importante de él (un brazo, una pierna, no
sé…) cuando le quitamos conscientemente la religión?
El
Papa ha convocado un año jubilar de la Misericordia, cuyo título es
precisamente «Misericordiosos como el Padre». Pues bien, ese «padre» no es
nuestro progenitor de carne y hueso, sino Dios. El papa nos dice que Dios es
misericordioso. ¿Los dibujantes de «Charlie Hebdo» conocen este mensaje del
papa? ¿Lo conocen y se mofan de él? ¿Siguen con su campaña de acoso y derribo
contra Dios?
Hace
años oí también una frase inteligente con la que me quedé: «Dios no necesita
que le defiendan». Es verdad. Dios, porque es Dios y no hombre como nosotros,
no necesita defensores, en muchos casos torpe como el que escribe. Pero los hombres
tenemos derecho a que otros hombres nos «respeten» porque nosotros seamos
creyentes. ¿O no? ¿O solo se puede respetar a unos sí –los que se ríen de Dios
en nombre de la libertad de expresión- pero
no son dignos de respeto los que afirman/afirmamos que creemos en un
Dios Padre de Misericordia?
Pedro Ignacio Fraile - Sábado 9 de enero de 2016
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