La noche del sábado celebrábamos la Vigilia de
Pentecostés, solemnidad del Espíritu Santo. La noche del sábado tenían lugar en
Londres un atentado masivo contra personas.
Es irreverente, casi blasfemo, este comienzo. Supongo que alguno se parará aquí y dirá que
no quiere seguir leyendo, que esta relación sobra o al menos es impresentable.
En Jerusalén, dice el libro de los Hechos de los
Apóstoles, se habían reunido en la ciudad «partos, medos, elamitas; Judea y Capadocia;
creyentes de Frigia, Panfilia, Egipto etc… otros procedentes de Roma». Un mar
de lenguas: griego, latín, hebreo, persa, arameo, árabe, dialectos locales… En
Londres había australianos, franceses, canadienses, españoles, paquistaníes… Las lenguas de la ciudad esa
noche eran el inglés, el español, el francés, el urdu… y por qué no, el ruso,
el hebreo, el árabe… Cada uno hablaba en su propia lengua.
Los medios de comunicación van diciendo cosas sueltas,
sin coherencia aparente. Entre ellas han dicho que Ignacio hablaba cuatro
idiomas, para resaltar su valía. Yo supongo que serían el español, el inglés
(obviamente, pues trabajaba en Londres), el francés (había estudiado en La
Sorbona), y una cuarta: ¿el gallego, pues sus padres procedían de Ferrol? No lo
sé; no es importante saber cuál es la cuarta.
También han dicho que era «muy religioso; que iba a misa
todos los domingos». Puede ser que ese día, siendo la Solemnidad de
Pentecostés, hubiera ido ya el sábado por la tarde o que hubiera esperado al
domingo. Tampoco lo sé.
No quiero forzar nada. Ni los argumentos ni los ritmos
del discurso. Pero me atrevería a decir que Ignacio habló esa noche la quinta
lengua: la del amor. En Pentecostés descendió el Espíritu, llenó de valentía a
aquellos cristianos que estaban con las puertas cerradas, salieron a la calle,
y hablaron la lengua del amor. Esta lengua, todos la entendieron aunque eran de
procedencias muy distintas. La gente se quedó maravillada. Es la fuerza del
Espíritu que sopla abriendo caminos donde parece que todo está cerrado.
El sábado por la noche tuvo lugar un Pentecostés muy
especial en Londres, donde el Espíritu Santo se manifestó en la entrega de una
vida joven, defendiendo a una mujer que no conocía. El Espíritu Santo habló por
Ignacio la lengua del amor. El Espíritu Santo nos dijo que esa es la lengua que
tenemos que hablar; no la de la violencia y el odio. ¡Espíritu Santo, ven, ven!
Pedro Ignacio Fraile
Yécora
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