Luisa y Blas son unos
«viejos cristianos». Eso no es lo malo. Lo malo es que se han convertido en
unos «cristianos viejos». Han gastado lo mejor de su juventud y de su
matrimonio en la Iglesia comprometidos con el evangelio. De jóvenes
pertenecieron a grupos parroquiales; vivieron con fuerza e ilusión el Concilio
Vaticano II; les explicaron que tenían que ser «militantes»; y ahí estaban
ellos gastando sábados, domingos y algunos días entre semana para «hacer presente
el Reino». Se casaron con gran alegría de los «comilitantes cristianos». Los
hijos les salieron preciosos: listos y educados; hablan lenguas y conocen el
extranjero como la palma de su mano; son ecologistas, solidarios y pertenecen a
una ONG; pero dicen que «no son cristianos». Luisa y Blas se miran uno al otro
y lloran en silencio: ¿qué hemos hecho mal? Ellos seguían metidos hasta las
cejas en los grupos parroquiales, en la catequesis, en Caritas… y sus hijos les
«respetaban», pero no compartían lo que pensaban ni lo que hacían sus padres.
Si aparecían según qué temas en la comida familiar era «la guerra de Corea». O
sea, mejor no hablar de temas espinosos para salvar la «paz familiar».
Hace unos veinte años el papa Juan Pablo II
convocó a una «nueva evangelización», y ellos, voluntaristas y fieles, se
apuntaron aunque ya les quedaban pocas fuerzas: ¡hay que evangelizar de nuevo!
¡Nuevas formas! ¡Nuevos impulsos! Los gritos de la «nueva evangelización» se
fueron apagando poco a poco, sin que nadie supiera bien qué hacer ni cómo
«hacer efectiva» esta propuesta. Después del breve e intelectual pontificado de
Benedicto XVI, ha aparecido con la fuerza de un torbellino un papa argentino.
La verdad es que no dice cosas raras. Solo cita al evangelio y dice que ser
cristiano es una alegría. Que ser cristiano merece la pena y que tenemos muchas
cosas que aportar al mundo desde nuestra fe en Jesús. Además tiene ideas
arriesgadas, ¡y le hacen caso!, porque ha descolocado a los grandes y potentes
y paniaguados mandatarios de este mundo. Este día de Pentecostés de 2014 ha
invitado a los presidentes de Israel y de Palestina al Vaticano, allí, a la
Santa Sede, a rezar y a hablar. ¡Van a ir!
El cura de la parroquia, en la homilía del domingo
de Pentecostés, leído el pasaje de los Hechos, da tres claves. Primera: «frente al bloqueo, hay que
estar activos». Basta ya de «vivir de la nostalgia del pasado» o de pensar que
«no se puede hacer nada». Segunda clave
«frente a la rutina, ser creativos». ¿Quién dijo que el aburrimiento, la
pesadez, el sueño, la dejadez, sean fruto del Espíritu Santo? ¡Basta ya del
«siempre ha sido así! ¡Inventad lo inventado!;¡soñad sueños!; ¡dibujad músicas
y cantad imágenes! ¡El evangelio tiene mucho que decir hoy! Tercera clave: «frente a la apatía, sed
arriesgados». El que no arriesga, piensa que no pierde; pero en realidad pierde
mucho, porque se estanca, se encastilla, se defiende… y cuando quiere comenzar
de nuevo, ve cómo el tiempo ha pasado y está viviendo en un mundo que ya no
existe más que en su cabeza. Hay que arriesgarse, salir, hablar, preguntar,
escuchar, proponer, intuir, cambiar, reconstruir, rediseñar. Luisa y Blas
escuchan al cura y dicen: ¿nos apuntamos? Y se apuntan como unos jovenzanos con
mil tiros dados.
Todos los años celebramos Pentecostés. Es la gran
fiesta de todos los «Luisas y Blases» de nuestras parroquias, de nuestros
grupos, de nuestras asociaciones que quieren vivir en la Iglesia con el
evangelio como «hoja de ruta». Ya sabéis, es Pentecostés, hay que recuperar como
en los años de la juventud el ser «activos, creativos y arriesgados».
Pedro Ignacio Fraile - Pentecostés 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/
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