28 enero, 2017

LEER LA BIBLIA HOY

Esta mañana de sábado, día de santo Tomás de Aquino, he participado en una Mesa redonda sobre el tema 'Leer la Biblia hoy'. He compartido mesa con Begoña Palau y con Javier Velasco Arias.
Por si os interesa, adjunto mi intervención. Como siempre, la podéis usar sin problemas, si os hace falta.

LEER LA BIBLIA HOY
IX Jornadas Bíblicas a la luz de la Palabra

Parroquia de la Milagrosa – Barcelona-
28 de Enero de 2017
Pedro Ignacio Fraile

1. Una experiencia personal

         La Biblia es la asignatura pendiente de los cristianos; al menos, para hablar con propiedad, de los católicos romanos. Es una asignatura en la que hemos dados grandes pasos, y no cedemos al desaliento, pero que no terminamos de aprobar. Parto de mi experiencia en este campo, que abarca cuatro ámbitos

         1) Ámbito académico. Parto de mi experiencia como profesor durante años. La Biblia se puede estudiar como un libro: como literatura antigua y religiosa: composición de los libros; etapas desde su origen hasta su edición final; géneros literarios; exégesis etc. Es un camino legítimo por sus métodos;  necesario para evitar los fundamentalismos (la Biblia es ‘Palabra de Dios’, pero no es un ‘dictado ad pedem litterae’); necesario para la comprensión del texto: ¿qué dice el texto?

Queda en el aire una pregunta ¿un no creyente puede ser biblista? Suponiendo que la respuesta sea afirmativa, pues es literatura, surge la siguiente: ¿un no creyente puede entender la Biblia como Palabra de Dios?

2) Ámbito celebrativo. La Palabra de Dios se proclama en la liturgia de la Iglesia: desde las eucaristías dominicales hasta la celebración de los sacramentos. La Palabra de Dios se proclama para que el pueblo la «escuche». Dios «invita» y «exhorta» a la asamblea. El cristianismo no es una religión individualista, sino comunitaria. Pero muchos cristianos solo tienen este contacto con la Palabra de Dios: la que oyen en las celebraciones. Si son de misa dominical, tienen la oportunidad de escuchar ciclos completos de las lecturas; pero si son de «celebraciones casuales» (BBC, Bodas-Bautizos-Comuniones) y entierros, tendrán una visión muy sesgada e incompleta de la palabra de Dios.

Aparece otra pregunta inquietante: ¿cuántos cristianos solo conocen la palabra de Dios por las lecturas de las celebraciones?

3) Ámbito catequético. De mi experiencia como catequista de niños, jóvenes y adultos, me quedo con la última. Precisamente porque la Biblia nace de la vida, cuanto más se ha vivido, y se han hecho en carne propia las experiencias fundamentales (dolor, frustración, muerte, trabajo etc.) la Palabra de Dios arroja una luz sobre la vida que nunca te hubieras podido imaginar.

De nuevo preguntamos: ¿Hay que contar la historia de un pueblo, el de Israel, que es ajena a nuestra historia, y no es siempre edificante? ¿No sería mejor hacer una catequesis de valores humanos, dejando aparte la Biblia?

4) Ámbito espiritual. Por fin la Biblia, como Palabra de Dios, tiene una lectura propia en el ámbito de la vida espiritual. Llegados a este punto quiero expresar mi sorpresa: después de tantos siglos de una supuesta evangelización, vemos cómo muchos de nuestros contemporáneos recurren a la meditación oriental cuando hablan de espiritualidad, pero rechazan la Biblia. ¿Qué ha pasado?






2. Tres personas ante la Biblia

         Pasamos a presentar tres perfiles de personas que se dan hoy en nuestra sociedad, con actitudes críticas a la Biblia como Palabra de Dios.

         1) El joven universitario católico. Ha asistido a catequesis y ha recibido los sacramentos. Hasta ha participado en grupos juveniles. Pero al llegar a la universidad ve que los profesores plantean preguntas racionalistas donde no hay espacio para la fe. ¿Y si me han estado engañando mis padres y mis catequistas? ¿No será más inteligente aceptar que la Biblia es un libro precientífico que hay que abandonar definitivamente?

         2) El católico ilustrado crítico. Está bien formado, vive en el mundo de forma crítica, y se considera creyente. El ascenso de la inmigración musulmana y la visión del mundo como «aldea global», hace que la Biblia, ya no es el único libro religioso de referencia, sino que debe compartir su espacio con el Corán. Esta persona se pregunta: ¿Dios habla en la Biblia y en el Corán? ¿Por qué uno es Palabra de Dios y otro no? ¿O acaso son los dos «Palabra de Dios»; pero entonces, por qué se contradicen?

         3) El escéptico inteligente. Muchas personas, bien formadas, se toman en serio la vida. Cultivan la lectura, la música, la espiritualidad oriental. Pero se resisten a creer que Dios hable en un libro. Si son cultos y conocen la Biblia, tienen muchas preguntas que hacerle, y no son de fácil solución: ¿habla del mismo Dios el del Antiguo y el del Nuevo Testamento? ¿Acaso la elección de un pueblo no supone la exclusión de otros? ¿Cómo conciliar los avances científicos con la Biblia?
         En el fondo subyace esta pregunta: ¿es propio de una persona moderna leer la Biblia como Palabra de Dios o pertenece al pasado, al mundo de la comprensión precientífica del mundo, al mundo de la religión heredada de los padres, del lenguaje mítico?

3. Propuestas de presente y de futuro: ventana y espejo

         1) Una lectura diferenciada según ámbitos y momentos.  Debemos tener en cuenta dos principios. En primer lugar, la Biblia no se funda en «compartimentos estancos» que no se comunican ni se afectan uno a otro: «esto es ciencia», «esto es culto», «esto es espiritualidad» y «esto catequesis». El exegeta no puede quedarse en la literatura, sino que debe abrirse al misterio de Dios: ¿Cómo ilumina este texto mi vida? Una lectura meramente literaria, o arqueológica, o desde las religiones comparadas, aunque sea necesaria, es sin embargo claramente parcial e insuficiente para el teólogo. Una lectura con la «cabeza fría» es necesaria para no hacerle decir a la Biblia lo que no dice (evita el fundamentalismo); pero no «calienta el corazón» como a los discípulos de Emaús: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?».

Pero la Biblia tampoco se funda en «compartimentos permeables», donde unos se confunden con los otros. Esto es, el creyente debe distinguir sin confundir entre los ámbitos donde tiene lugar. Por ejemplo: la celebración no es un ámbito académico, por eso una homilía no debe ser una lección de exégesis (aunque la presuponga previamente); pero tampoco un profesor de exégesis debe hacer catequesis en el aula.

2) «Dios habla hoy». Este es el título de una conocida versión de la Biblia. Primero «habla», y si «habla» hay que «escuchar», «estar atento», «obedecer». Luego dice que es «hoy». Esta «contemporaneidad» de la Palabra de Dios, por antigua que sea, y aunque haya sido escrita en otras lenguas y en otras culturas, no es obra nuestra, sino que es obra del Espíritu Santo.
Aquí es donde podemos enganchar con la vida de las personas. La Biblia no es un libro de teorías filosóficas, sino que habla de personas de carne y hueso que han vivido en la tierra: unos fueron creyentes como Abrahán y otros rebeldes a Dios como Jonás; unos fueron honestos como Tobías y otros pecadores como David. La Biblia no es un «libro de santos del cielo», sino de «buscadores de Dios».

3) La Biblia como «ventana» y «espejo». Esta imagen nos puede ayudar a comprender mejor qué es cómo hay que leer la Biblia.
Si yo miro por la ventana a una calle transitada, puedo describir lo que veo. Si dedico tiempo, puedo hacer análisis, comentarios. Impresiones, suposiciones… Con cierta agudeza «estudio la vida de la calle».
Si yo me miro en un «espejo» me veo reflejado. Veo lo que me gusta y lo que no me gusta. Veo mi rostro personal, único, que me identifica; pero veo también las arrugas y manchas de mi cara.
Podemos leer la Biblia como se estudia un libro, con rigor, con seriedad. Es sin duda uno de los ‘best seller’ imprescindibles en cualquier biblioteca.
Podemos leer y escuchar la Biblia como Palabra de Dios. Descubrir que yo también me pongo en camino como Abrahán, que me peleo con Dios como Jonás, que peco como David. Que puedo acoger a Dios como María, que puedo ser discípulo de Jesús.
¿Métodos? Muchos. Los que cada grupo elija. No diré yo cuál es mejor ni peor. El más equilibrado que conozco es la Lectio Divina, porque recoge los cuatro ámbitos que he marcado:
1) En la Lectio se estudia el texto
2) En la Meditatio se escucha la palabra de Dios hoy, para mí y se plantean preguntas abiertas
3) En la Oratio se reza
4) En la Contemplatio se retorna a la vida, tanto personal como comunitaria.

Pedro Ignacio Fraile Yécora